domingo, 2 de junio de 2024

Cuando el río suena, agua lleva

Una de las misiones que tenemos los historiadores es la de desentrañar nuestro pasado separando las leyendas de los verdaderos sucesos históricos. Y os puedo asegurar que no es una tarea nada sencilla.

 

Todos los humanos tendemos a idealizar aspectos de nuestro pasado. Y no se trata, solamente, de mera subjetividad, sino que tenemos un cerebro programado para ver con cierta benevolencia nuestro pasado, rellenando la fala de memoria con trozos inventados que adornan nuestro relato.

 

Por ello, los historiadores siempre tenemos la costumbre de valorar diferentes fuentes a la hora de aproximarnos a un mismo acontecimiento, comparando las similitudes para llegar a la aproximación histórica más plausible.

 

En España existe un refrán (el que da título a esta entrada) que viene a significar lo siguiente: cuando existe un rumor puede que sea la pista de algún fundamento cierto. Y eso mismo suele aplicarse a las leyendas que pueblan nuestro pasado.

 

A continuación, vamos a intentar descubrir la realidad histórica detrás de dos leyendas relacionadas con la visión: el cíclope y la legendaria lucha de David contra Goliat.

 

El mito del cíclope

 

En la mitología griega, los Cíclopes eran miembros de una raza de gigantes caracterizados por tener un solo ojo en mitad de la frente. Aunque la mayor parte del público profano sólo conoce a Polifemo, el cíclope al que venció el héroe de la famosa Odisea de Homero, no fue el único. Polifemo era uno de los hijos de Poseidón y la ninfa Toosa. Pero antes que él, existieron otros cíclopes fruto de la unión de Urano y Gea. Mientras que Polifemo se dedicaba al pastoreo, estos otros eran herreros, artesanos y constructores. Se trataba de enormes y testarudos gigantes con una fuerza física enorme y, por supuesto, su característico único ojo en la frente.

Odiseo en la cueva de Polifemo, Jacob Jordaens, primera mitad del siglo XVII.

 

Está claro que la existencia de los cíclopes no podemos tomarla como real pues no hemos encontrado ningún hallazgo que nos permita dar verisimilitud a tal hipótesis. Estamos ante una leyenda literaria sin lugar a dudas. Ahora bien, ¿qué pudo intervenir en la imaginación de los autores clásicos de la Grecia antigua para crear este ser e incorporarlo a su mitología?

 

Los estudiosos del tema han teorizado sobre ello y tenemos varias hipótesis de trabajo. En primer lugar, existe la posibilidad de que los antiguos griegos vieran, con sus propios ojos, ejemplares de cíclopes. Hoy en día conocemos los efectos, en este sentido, del Eléboro Blanco, una planta teratogénica capaz de alterar diversos genes y que tenía unos efectos totalmente perniciosos en mujeres embarazadas. En la medicina griega era consumida para provocar el vómito, razón por la cual no podemos descartar que, en algún momento, alguna embarazada llegara a consumirla ignorante de sus efectos. Entre ellos, los más evidentes son la holoprosencefalia y la ciclopía, aspecto este último relativamente frecuente en animales que pastan este tipo de plantas.

 

Aunque el nacimiento de niños con ciclopía debió ser muy extraño, es posible que algún autor clásico hubiera escuchado alguna historia al respecto en algún momento de su vida. Estos niños apenas lograban sobrevivir algunas horas tras nacer, pero todos aquellos que lo vieran seguro que difundieron la noticia por doquier. Luego, la imaginación haría el resto conjeturando la existencia de esos seres en edad adulta.

 

Otra hipótesis que se baraja a la hora de crear la leyenda de los cíclopes fue desarrollada por el paleontólogo Othenio Abel en 1914. Según él, los griegos habrían confundido los cráneos de elefantes prehistóricos enanos (Deinotherium giganteum supergrande) con los de unos humanoides de grandes dimensiones. Los cráneos de estos animales, además de ser del doble de tamaño que el de un humano, poseían una gran abertura en su centro. Esta abertura nasal, desde donde surgía la trompa, fue lo que malinterpretaron los griegos con un único ojo, al no existir ejemplares similares de estos animales en su época. Sin duda, la imaginación hizo el resto para configurar al cíclope mitológico que ha llegado hasta hoy en día.

 

Si a todo lo anterior añadimos los casos documentados de personas de aspecto gigantesco debido al padecimiento de un tumor hipofisiario secretor de hormona de crecimiento, los cuales además sufrían hemianopsias bitemporales que les dejaban con una visión central muy reducida, tenemos otro argumento más a sumar en la conformación del cíclope.

 

Por último, muchos cíclopes se dedicaban a fabricar armas, siendo la profesión de herrero una de las más características. En este sentido también se ha teorizado sobre si el uso de un parche, por parte de los herreros, como forma de proteger uno de sus ojos de las chispas constante producidas por tratar metales, habrían influido en la configuración de este ser mitológico.

 

Como conclusión tenemos diferentes hipótesis que pudieron actuar, juntas o por separado, para que los autores griegos crearan la figura legendaria del cíclope.

 

David contra Goliat

 

Todos conocemos el relato bíblico del gigante filisteo Goliat y su enfrentamiento con el pequeño pastor David. Se trata de una de esas leyendas que intentan animarnos a enfrentarnos con cualquier reto, por difícil que sea, pues no siempre el más poderoso logra vencer al débil. Aunque tengamos todo en contra, siempre existe la posibilidad de vencer. La esperanza es lo último que se pierde.  Ya me entendéis.

 

Ahora bien, el mito cambia si resulta cierta una hipótesis de trabajo que nos comenta Pedro Gargantilla en su libro Enfermedades que cambiaron la historia. Según el autor, David no se habría enfrentado a un gigante en desigualdad de condiciones, sino que habría sabido aprovechar sus debilidades para lograr vencerle con facilidad.

 

Según los textos del Antiguo Testamento, Goliat era un guerrero filisteo de colosales dimensiones: 290 centímetros de puro músculo, recubierto por una pesada armadura de 50 kilos y que atacaba con una espada de 6 kilos. Dejando a un lado las normales exageraciones que tienden a magnificar el poder del adversario derrotado, podemos aventurar que el filisteo era un ejemplar con una altura y fuerza muy superior a la media. Su método de ataque era el cuerpo a cuerpo próximo, donde no existía adversario que pudiera compararse.

 

Este suceso debemos encuadrarlo en un momento donde los filisteos deciden atacar Israel. Con los dos ejércitos bien atrincherados y sin atreverse a dar el primer paso, sus líderes decidieron dirimir la disputa con un combate individual entre dos guerreros. Si los filisteos eligieron como campeón al poderoso Goliat, los israelitas le enfrentarían con David, un simple pastor sin armadura alguna.

 

La única forma de vencerle en singular combate era evitando su proximidad, algo que supo ver David, un simple pastor, pero que tenía una prodigiosa habilidad con la honda, un arma con la que era capaz de lanzar piedras a largas distancias con una fuerza y precisión increíbles. Según los estudios de Malcolm Gladwell, el proyectil lanzado por David equivalía a una bala del calibre cuarenta y cinco, con fuerza suficiente para atravesar un cráneo. Teniendo esto en cuenta se entiende el relato bíblico de su victoria:

 

Metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano”. (Samuel 17, 49-50).

 

David y Goliath (Caravaggio)

Pero esta victoria no fue fruto de la casualidad ni David tenía una pelea tan desesperada contra Goliat como parece habernos transmitido el texto bíblico. Según Pedro Gargantilla era muy probable que Goliat sufriera gigantismo, una enfermedad donde la hormona del crecimiento tiene una secreción exagerada, debido a un tumor hipofisario o a una hipertrofia de la hipófisis.

 

Esta glándula, situada en la vecindad del quiasma óptico, suele comprimir al mismo con su crecimiento exagerado, provocando fuertes limitaciones en el campo visual de las personas afectadas por este mal. Tal vez, por esta condición, Goliat, según refieren los textos, necesitaba de un escudero para que le aproximara a la batalla.

 

En verdad, David no se enfrentó a un enemigo imponente en inferioridad de fuerzas, sino que se midió a una especie de minusválido con una gran fuerza física pero escasa visión. David tampoco era un inocente pastor, pues estaba acostumbrado a enfrentarse con osos y leones. Su táctica fue alejarse de su rival y aprovechar los puntos ciegos en el campo visual lateral de Goliat, es decir, supo aprovecharse de las debilidades de su enemigo para vencerle fácilmente.

 

El mito legendario cambia bastante al verlo desde esta perspectiva, ¿verdad?

 

 

 

Bibliografía:

 

Pablo Cisneros-Arias, Eva Núñez-Moscarda, Ismael Bakkali-El Bakkali, Javier Ascaso-Puyuelo. Detrás de la pista del ojo único de Polifemo. Revista Española de Historia y Humanidades en Oftalmología. Número 3. 2021

 

Gargantilla Madera, Pedro. Enfermedades que cambiaron la historia. La esfera de los libros, 2016.

 

 

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