Actualmente consideramos nuestra sociedad como
bastante higiénica. En general, existe una preocupación diaria por el cuidado
de nuestra higiene personal, pues la consideramos una necesidad básica
relacionada con nuestra buena salud. Y tan ha llegado a ser nuestro celo que
ciertos profesionales han empezado a advertir sobre los peligros de la sobrehigienización
(Logan, Katzman y Balanzá-Martínez, 2015).
Lejos queda la aversión al agua medieval, o la
costumbre de tirar la basura en la calle o desde las ventanas. O eso pensamos,
pues si nos fijamos en los medios de comunicación siguen apareciendo noticias
que nos dejan en mal lugar respecto a la higiene.
Un magnífico ejemplo lo tenemos en los medios de
transporte públicos. Todos los que los utilicen en verano habrán sufrido
estoicamente el mal olor corporal de algún viajero de higiene despistada. Esta
situación fue de tal calibre en Viena, en el verano de 2018, que el
ayuntamiento de la ciudad lanzó una campaña de concienciación regalando
desodorantes en el metro.
Otra sociedad que solemos asociar a un alto grado de
higiene fue la sociedad romana. En comparación con la Edad Media, los romanos y
sus famosos baños y termas nos pueden parecer un lujo de la higiene corporal.
Pero no era así. A continuación voy a mostrar una serie de fuentes romanas que
nos indican la notoria falta de higiene que debía existir en la Roma antigua.