Si existe una figura histórica
caracterizada como un personaje malvado y destructor ese es Atila, el rey de
los hunos. Cruel y bárbaro son dos adjetivos muy utilizados para describirle. Y
por todos es conocida la frase que se le atribuye “Por donde pisa mi caballo, no vuelve a nacer la hierba”, símil muy
utilizado en la actualidad y que ha quedado grabado en la cultura popular para
designar personas que arrasan por donde pasan con todas las cosas que
encuentran.
Un ejemplo del uso actual de esta
sentencia lo tenemos en el editorial dedicado al alcalde de Pinto, Rafael
Sánchez, en el periódico local Al cabo de
la calle: “EDITORIAL PINTO: Rafael ‘Atila’ Sánchez, por donde pisa no crece
la hierba” (15/11/2017).
Ahora bien, si nos olvidamos un poco de
nuestro eurocentrismo romano e investigamos la figura de Atila un poco más al
este comprobaremos que la lectura que se hace de este personaje es bastante
diferente. Es más, en Hungría, por ejemplo, se considera un héroe nacional,
pues Árpad asentó a los húngaros en Europa del este reclamando los territorios
que habían pertenecido a Atila. Aunque el resto de europeos creyeron en un
parentesco de los húngaros y los hunos lo más probable es que no existiera y
todo se deba a una leyenda, expresada posteriormente en el relato de Hunor y
Magor.
Pero eso ahora ya da igual. No hay ciudad
que no tenga una calle con su nombre. Miles de húngaros llevan el nombre de
este huno tan temido, en su transcripción magiar, Attila, y otros cientos más
con la variante Etele. Hasta uno de sus poetas más famosos se llamaba Attila
József.
Por tanto, ¿cómo fue verdaderamente Atila?