En la actualidad vivimos una época de recogimiento
nacional. Un momento histórico en el que se pone en duda nuestra identidad
cultural común europea, en el que se alzan voces pidiendo un mayor nacionalismo
patrio y un cierre de fronteras, tanto a los inmigrantes extraeuropeos como a
los vecinos de nuestro continente.
Sea Cataluña con su discurso antiespañol y el
resurgimiento del nacionalismo hispano más manoseado, Reino Unido con su
Brexit, Francia con el resurgir del antisemitismo, Grecia contra Alemania o
Italia contra la inmigración, en todos los lugares vemos alzarse discursos
populistas que reniegan del pasado común europeo y se atrincheran en unos
trasnochados y anacrónicos sentimientos patrios.
Debido a la crisis económica galopante que sufre el
continente europeo desde hace más de una década, la sensación de pertenencia a
un lugar común, como es Europa, flaquea en los lugares donde esa crisis ha
golpeado con más fuerza.
Por todo lo anterior, y como alegato a lo que somos,
culturalmente hablando, voy a realizar este artículo de opinión sobre Europa.
Un alegato a favor del camino europeo emprendido por la UE a través de unas
breves pinceladas históricas que nos demuestran lo intrincando de nuestro
pasado común. Y como dijo el poeta Horacio, comencemos ab ovo, desde el huevo.