¡Me encanta la Navidad! Si no existiera deberían
inventarla. Una época donde todo es alegría, donde las calles se iluminan de
manera artística, donde gastamos sin medida en regalos, donde vemos la magia en
los ojos de los niños subidos a las rodillas de algún rey Mago, donde nos damos
comilonas sin importar el porcentaje de ácidos grasos saturados que entran en
nuestro cuerpo, donde abusamos, un poquito, del alcohol y donde nos juntamos
toda la familia a pasar unos ratos agradables.
Esto es la Navidad para muchas personas. Para otras
será todo esto, más la celebración del nacimiento de Jesucristo, que es el
acontecimiento que da sentido a todo ello. Muchos aborrecerán la fiebre
materialista y consumista en que se ha convertido una fiesta cristiana de
recogimiento. Para otros es la excusa que necesitan para ser “buenos”, al
menos, unos días al año. Y para otros, la fiesta cristiana dejó de tener
sentido hace mucho tiempo, pasándose al lado “oscuro” de Papa Noel. O no
celebrando nada, que en tiempos de crisis no se puede derrochar.
En esta época, mientras coloco las figuras del
Belén, o cuando canto algún que otro villancico a mi hijo Marcos, para que coma
la papilla, no puedo dejar de preguntarme sobre la veracidad de todos estos rituales
que hacemos tan mecánicamente. ¿Nadie se ha preguntado si Jesús nació realmente
el 25 de diciembre del año 0? ¿Os interesa saber la verdad al respecto? Si
vuestra respuesta es afirmativa os interesará seguir leyendo.