Existen, aún en pleno siglo XXI, muchos enamorados y
nostálgicos del Régimen dictatorial que impuso Franco tras el final de la
Guerra Civil Española.
En cierto modo, puedo entender a aquellas personas que
disfrutaron, por estar próximos al Régimen, de una buena vida (mejor que la de
la mayoría) y que hoy ya no la tienen. También habrá enamorados del Régimen de
Maduro cuando caiga. Y del Régimen de Putin en Rusia. Y de los Ayatolás en
Irán. Son fácilmente identificables ahora mismo: esos venezolanos que se gastan
el dinero (robado a los venezolanos) en comprar artículos de lujo en la calle
Serrano; esos rusos con mansiones en la Costa del Sol; o esas mujeres iraníes
que no tienen problemas con ir sin velo en Europa, porque ellas lo valen.
Los que no les echarán de menos son los venezolanos
obligados a huir de su país, los rusos contrarios al régimen que han muerto o
viven en el exilio temiendo por su vida o esas mujeres que viven con la
imposición de llevar un atuendo y comportarse según quieren los Ayatolás.
Pero no se preocupen. Los últimos son mayoría y
terminarán ganando. Todas las dictaduras terminan cayendo por una razón: los
dictadores se mueren o los matan.
Hoy voy a dar unas breves pinceladas para desmentir
todas las excusas que defienden los nostálgicos de la dictadura de Franco. A
los que vivieron esa época les servirá de refresco de un pasado que tienen
idealizado. Y los que no la vivieron y la defienden (los casos más
sorprendentes, a mi modo de ver), no les servirá de mucho, me temo. Pero como
dijo una vez Cicerón: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con
el silencio”. Y yo no soy de los que callan. ¿Os interesa el tema?