Muchas personas creen conocer
la figura de Viriato, aquél héroe lusitano que mantuvo en jaque a todo el
Imperio Romano en el siglo II a.C. La imagen que posee el imaginario común de
este personaje es la de un pastor que se enfrentó a Roma como un guerrillero,
al estilo Curro Jiménez contra los franceses. Un héroe que encarna los valores
atemporales de nobleza, libertad, honor y sobriedad, al fin y al cabo un
libertador ante la opresión del invasor extranjero.
Hace años, una serie española
llamada Hispania ahondó un poco más
en este mito actualizándolo y fijándolo en otra generación de españoles, al
igual que la educación franquista lo grabó en la mente de los escolares de la
época, hoy día nuestros padres y abuelos.
Pero Viriato no se parece en
nada a la persona que creemos conocer. No fue un humilde pastor convertido en
general, no fue un guerrillero oculto en las montañas y, por supuesto, no fue
ni portugués ni español.