Hoy iniciábamos una etapa, a
priori, muy dura, pues debíamos recorrer unos 35 Km., algo inédito para
nosotros.
La noche había sido difícil.
El albergue estaba a rebosar y muchos peregrinos no fueron demasiado cívicos,
por decirlo finamente. Dejando a un lado los ronquidos y las levantadas
nocturnas para aliviar la vejiga, todo ello comprensible, lo que no es de
recibo es despertarte entre la noche debido a quejidos, eructos y flatulencias
varias. El resultado fue que dormimos poco y entrecortado. Por lo que no nos
costó nada pirarnos pronto. A las 6:30h ya estábamos con la mochila a cuestas.
De todos modos, no penséis que éramos los primeros. A eso de las 5:00h hubo una
pequeña estampida de los más agonías.
No era la mejor manera de
iniciar la dura etapa que teníamos por delante, pero no había otra. Además, el
cuerpo, aunque resentido, nos respondía bien en los primeros pasos.
El tramo hasta llegar a
Sarria fueron unos 11 Km.
caminando por plena vegetación, con bonitas vistas y rincones encantadores. No
obstante, se nos hizo un poco largo, síntoma de que las fuerzas no eran las adecuadas.
En Sarria comimos donuts para
desayunar y nos vimos lo principal, la iglesia y la rúa Maior, que posee
muchos albergues y comercios. Hay que tener en cuenta que para gran parte de
los peregrinos esta es su etapa de salida, por encontrarse próxima al hito
kilométrico 100 que resta hasta Santiago (distancia mínima para ganar la
Compostela). Tal vez, sabiendo eso, debíamos haber reconsiderado nuestro
objetivo del día. Ahora íbamos a comenzar una etapa de 22 Km. con unos 12 Km. a la espalda. No estábamos
preparados para afrontarla, pero entonces no nos percatamos de ello. Yo estaba
entretenido en coger agua de una fuente junto a la iglesia, pero al hacerlo me
puse perdido debido al mal funcionamiento del botón. Menos mal que con buen
tiempo la ropa se seca rápidamente.
Existe una pequeña subida
hasta llegar al Convento de la Magdalena, donde admiraremos unas vistas impresionantes
de esta ciudad desde el mirador situado junto a un crucero. Luego se sale de
esta localidad a través de una pronunciadísima pendiente, la cual soy incapaz
de recorrer de forma normal. Resulta que a mis rodillas las bajadas le cuestan
mucho más que las subidas, y frenar tanto peso es doloroso. A mi mujer se le
ocurre que baje de espaldas, cosa que me funciona muy bien.
El siguiente tramo es muy
bonito, de nuevo cruzando lugares boscosos, vadeando ríos y hasta pasando unas
vías del tren. Pero las continuas subidas y bajadas por terreno abrupto nos
machacan cada vez más. No obstante, lo peor estaba por llegar.
Sería a la altura del
kilómetro 105 cuando el camino inicia su paso pr veredas junto a campos de
labor. Veredas llenas de barro y charcos con subidas y bajadas muy empinadas.
Además, el Camino habitual estaba cortado por obras y el provisional debía ser
de 2ª división regional. Era más largo y estaba casi impracticable. Hasta el
kilómetro 100 fue un auténtico infierno. Estábamos doloridos, enfangados y más
que caminar nos arrastrábamos. Las palabras no bastan para describir esta
experiencia. ¡Hay que vivirla!
El dolor que tenía en la
rodilla era de tal magnitud que tuve que parar forzosamente o me habría caído
redondo. Debían ser las 14:30h y aún no habíamos tenido ocasión de comer.
Unos metros antes de llegar
al pueblo de Morgade se encuentra el hito kilométrico 100. Como buenos
peregrinos nos hicimos unas fotos para recordar tal hazaña y charlamos con una
pareja de italianos que rondarían los cincuenta y muchos años. La casualidad
hizo que nos volviéramos a encontrar en Santiago días después, lo que nos
alegró mucho a todos que ambos pudiéramos haber llegado al final. Resulta
curiosa la fraternidad y complicidad que puedes adquirir con personas que
comparten una misma experiencia vital.
Un par de peregrinos a los que les faltan 100 kilómetros para llegar a Santiago |
Tan sólo quedaban 2 Km. para llegar a Ferreiros,
lugar donde habíamos decidido pernoctar. Fueron 2 Km. muy duros, pero mucho
más llegar y comprobar que el albergue estaba lleno. En ese momento creímos
desfallecer. ¡No podíamos con nuestra alma y debíamos continuar! Nos encomendamos al
Apóstol Santiago y el debió darnos las fuerzas necesarias para proseguir.
Antes, no obstante, decidimos
comer de menú en el restaurante del lugar para recuperar algo las fuerzas, y
añadirle algún que otro “nolotil”. Que toda ayuda a las intenciones del santo
seguro que era bienvenida.
En nuestro camino hasta
Portomarín (distaban unos 9 Km.
desde Ferreiros) tuvimos tramos de carretera y zonas embarradas, pero la
diferencia era que no tuvimos que superar grandes cuestas (salvo una al
inicio). Eso hizo que el trayecto fuera mucho más llevadero que el recorrido
por la mañana.
Andados 3 Km., en el punto kilométrico
95, vimos un albergue muy cuco y no nos lo pensamos. Hasta aquí habíamos
llegado por hoy. Aquí, en el albergue de Mercadoiro pudimos asearnos, curar las
ampollas de mi mujer y descansar nuestros maltrechos cuerpos. Quedaban 5 Km. hasta Portomarín, pero
esos los haríamos mañana. Decidimos cenar en el restaurante del albergue un
buen bocadillo de calamares, recordamos, como es habitual en los madrileños,
los típicos de la Plaza
Mayor, y nos marchamos a descansar. Las habitaciones eran
pequeñas, con 3 o 4 literas por sala. Tuvimos la suerte de estar sólo nosotros
en la habitación, por lo que esta noche dormimos a lo grande.
Hoy habíamos caminado unos 33 Km. y teníamos claro que
esto había superado nuestro límite físico, ¿o no?
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