Esta etapa es la más larga de
Galicia, con casi 33 Km.
de recorrido, y una de las más duras, pues tiene muchos tramos rompepiernas.
Dejamos Lugo al inicio del recorrido para entrar en A Coruña, lo que supondrá
un cambio en el paisaje bastante importante. Ya podemos olvidarnos de los
frondosos caminos boscosos. Ahora pisaremos más carretera y atravesaremos más
localidades de mediano tamaño.
Resulta increíble como te
metes en el saco de dormir siendo una auténtica piltrafa humana y amaneces con
las fuerzas renovadas. Esta recuperación del cuerpo me sorprendió tanto como la
primera vez que observé la diferencia entre la marea alta y baja en las costas
del norte peninsular.
Salimos de Palas doloridos,
aunque bastante animados. El trayecto hasta Melide (unos 15 Km.), famosa por sus
pulperías, fue fácil y muy distinto a lo que veníamos haciendo. De senderos
boscosos pasamos a vegetación pardusca y a un camino junto a la carretera. El único
atractivo que tiene es el paso por algunas aldeas con encanto, como Leboreiro o
Furelo, las cuales poseen preciosas iglesias románicas. Como curiosidad
comentar que enfrente de la iglesia de Santa María de Leboriro encontrareis una
especie de gran cesto realizado con palos de madera y cubierto con paja a modo
de tejado. Es uno de los famosos “Cabazos”, unos canastos típicos de la zona
utilizados para conservar el maíz.
Iglesia de Leboreiro |
Llegamos a Melide muy
animados y descansados. Tal vez demasiado, pues hubiera sido bueno parar allí.
Pero era muy temprano y teníamos suficientes fuerzas para continuar, o eso
creíamos entonces. Compramos comida y proseguimos nuestro camino.
Esta segunda parte de la
etapa no tiene nada que ver con la anterior, pues es sumamente dura. Toda esta
zona es un rompepiernas, con subidas y bajadas constantes. Tan sólo visitar la
iglesia de Santiago en Boente nos supuso algo de esparcimiento. Un paréntesis
entre tanto sufrimiento. Ver el altar de Santiago nos da fuerzas para seguir,
aunque ya estábamos muy cansados.
Hasta llegar a Ribadiso (aproximadamente
en los 28 Km.
de etapa) sufrimos todo lo que se puede sufrir: calor sofocante sin sombras
donde poder cobijarnos, bajadas pronunciadas…, pero lo peor fue llegar al
albergue y encontrarlo lleno. ¡Otra vez! Se nos cayó el alma a los pies. Y
precisamente nuestros pies apenas podían dar un paso más.
Tras asumir la situación no
nos quedó más remedio que afrontarla. Sólo teníamos la opción de avanzar hasta
Arzúa para lograr encontrar alojamiento. Nos separaban sólo unos 3 kilómetros, pero era
a pleno sol y en subida. De nuevo tuvimos que realizar el último trayecto del
día como auténticos “caminantes” de Walking Dead.
Arzúa es una ciudad muy
grande, con muchos albergues, pero a las 16:30h, momento en el que conseguimos
llegar, no había sitio en ninguno. Afortunadamente, los encargados del albergue
“Vía Lactea” nos colocaron en un piso privado, el cual compartimos con una
pareja de ciclistas y una chica extranjera. Por 24€ teníamos una habitación para nosotros solos. ¡No lo
podíamos creer! La habitación era peregrina: 2 camas con 2 sillas y una
ventana. No necesitábamos mucho más.
El piso tenía cocina por lo
que fuimos a realizar la compra a un supermercado Froiz y compramos todo lo
necesario para cenar y desayunar a lo grande.
En esta ocasión, nuestro
cansancio era tal que no pudimos visitar esta localidad. Con asearnos, curar
las ampollas, medicarnos con “nolotil” y aplicarnos “voltaren” en las rodillas
tuvimos más que suficiente.
En total debimos caminar unos
35 Km.
en total. Una etapa “cortita” nos dijeron el día anterior. Sin excesos. ¿No
quieres caldo? Pues toma dos tazas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario