A las 6:40h comenzamos a
caminar nuestra última etapa. Dicen que es la más difícil, por los kilómetros
que llevas a la espalda y por las enormes ganas que tienes por llegar.
Salimos de Pedrouzo
atravesando un bonito bosque de eucaliptos. Hasta el Monte do Gozo quedan 14 Km., donde volvemos a
transitar por sendas boscosas de maravilloso encanto. Hay subidas y bajadas,
pero el Camino está en perfectas condiciones y logramos mantener un buen ritmo
de 3,5 Km.
/hora, a pesar de nuestras condiciones lastimosas. Sin duda el Apóstol Santiago
nos da fuerzas para seguir. Todo el mundo nos da ánimo cuando nos los
encontramos y nos damos cuenta que no hemos pasado inadvertidos. Nos conocen
más peregrinos de los que nosotros conocemos y, de hecho, recuerdan donde nos
cruzamos o nos adelantaron. Pero como tortuguitas que somos, al final acabamos
alcanzando a todas las liebres.
La llegada a Monte do Gozo
fue algo decepcionante. Esperaba ver la Catedral perfectamente, pero tan sólo
pude ver algunos tejados de las viviendas de la ciudad. A veces olvido
mi ametropía, aunque creo que ni el mejor de los hipermétropes es capaz de
divisar nada desde allí.
Visitamos la capilla de San
Marcos y ponemos el penúltimo sello en nuestra credencial. Para llegar a
Santiago nos separan sólo 4,4
Km. Es un trayecto sencillo, pero sumamente feo, pues
toca callejear por las afueras de la ciudad. En uno de los bares que nos cruzamos
paramos a tomar un café y a satisfacer otras necesidades fisiológicas. Como
curiosidad indicaros que el dueño del bar era aficionado al atleti y tenía una
camiseta de Fernando Torres.
Después de este pequeño
descanso cuesta volverse a poner en camino y nuestros pies ya estaban en el
límite de sus fuerzas. Afortunadamente se cruzó en nuestro camino el Hotel San
Lázaro, del que nos había hablado bien la peregrina alicantina que nos
encontramos en la anterior etapa. Decidimos entrar y tuvimos suerte de poder
alojarnos en una habitación doble (39€). El
hotel se encontraba a unos 20 minutos andando del centro y la habitación era
sencilla, pero para nosotros parecía un hotel de 5 estrellas comparándolo con
lo que habíamos transitado los días pasados. Subimos, nos aseamos, cambiamos
las ropas, dejamos la mochila y, en chanclas, nos fuimos directos a la Catedral. El Santo
se merecía que le visitáramos en mejores condiciones que las que traíamos.
Llegar a la Plaza del
Obradoiro fue muy emocionante. Sobretodo echando la vista atrás y recordando
por lo que habíamos pasado. Debo reconocer que se me escapó una lágrima.
La Catedral de Santiago de Compostela, la meta de todo peregrino |
Visitamos la Catedral, la
cual ya conocíamos, aunque en esta ocasión los sentimientos eran distintos a
los de un turista. Entramos por la preciosa Puerta de Platerías y por muy poco no
vimos el botafumeiro balancearse por el interior de la Catedral. Tras
terminar la misa nos quedamos un rato en el templo, sobrecogidos cada uno en
nuestros pensamientos. Como era año jubilar abrieron la Puerta del Perdón y,
tras hacer una larga cola (aguantando además a unos italianos napolitanos que
se colaron por toda la cara) entramos para “abrazar” la imagen del Santo y ver
su sepulcro. ¡Vaya momento!
Más tarde, recogimos la
Compostela con nuestro nombre en latín. Y con los deberes hechos fuimos a comer
pulpo y tarta de Santiago. ¡Que no se diga!
Muy pronto volvió nuestra
vena turística, pues no pudimos resistir comprar algunos recuerdos. En concreto
conservo una figura del Apóstol Santiago y una taza con la típica flecha
amarilla del Camino, donde suelo desayunar.
Acostarnos a las 22:00h y ver
el telediario fue lo que nos volvió a conectar con nuestra vida anterior al
Camino.
Al día siguiente volvíamos a
Madrid en autobús. El trayecto era largo y caro: de 13:45h a 22:30h y 42,50€ por persona. Pero no teníamos otra opción, pues el
avión no queríamos cogerlo.
Tuvimos tiempo para volver a
la Catedral y escuchar misa de 10:00h. Me resultó realmente entretenida, pues hubo
muchos cánticos y fue tremendamente participativa. Fue un perfecto colofón para
nuestra pequeña peregrinación.
Fue un viaje muy duro y,
visto en perspectiva, me parece mentira que lo lográramos realizar. Hubo
momentos en los que realmente estuvimos cerca de desfallecer, pero ni por un
momento pensamos abandonar. En el Camino hay algo que te da fuerzas, de eso
estoy seguro.
Espero que contar mi
experiencia sirva a alguien para preparar su Camino de una mejor manera. Para
todos los demás os dejo el decálogo de conclusiones que yo saqué de todo este
viaje:
1.
El Camino tiene algo difícil de explicar, pero que se
siente en muchas ocasiones.
2.
El Camino no
termina en Santiago, al igual que la vida no termina con la muerte.
3.
Yo no hago el
Camino, el Camino me hace a mí.
4.
El poder de la
mente es más fuerte que el del cuerpo: si quieres puedes.
5.
Sin sacrificio no
hay gloria.
6.
El esfuerzo
siempre tiene recompensa.
7.
La perseverancia
es una virtud que te lleva a conseguir los objetivos.
8.
El Camino enseña
a cada persona algo diferente. A otros no les enseña nada, pero a nadie deja
indiferente.
9.
En el Camino
nunca estás solo y siempre hay alguien que puede echarte una mano.
10.
Hay muchos
caminantes, pero pocos peregrinos.
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