En el año del señor de 1183,
un musulmán nacido en Valencia, Ibn Yubaiyr, realizó el viaje de peregrinación
a La Meca (una de las cinco obligaciones que impone el Islam a sus fieles), y
decidió escribir un diario de viaje, creando así un género literario llamado Rihla.
827 años después, dos
peregrinos cristianos, nacidos en Madrid, Ana Belén y Diego, intentarán hacer
algo similar en su viaje de peregrinación a la tumba de Santiago Apóstol. Dios
quiera que tengamos Buen Camino.
Decidimos hacer el Camino
Francés por ser ésta la ruta más famosa y transitada de todas las que llevan a
Santiago. Por supuesto, ya que nuestro tiempo se limitaba a una semana por
cuestiones laborales, tuvimos que comenzar bastante adelantados.
Tras estudiar el recorrido
varias veces y ser realistas respecto a nuestras condiciones físicas, acordamos
comenzar en la etapa número 25 del recorrido oficial, la cual parte del
encantador pueblo de O Cebreiro.
Para llegar allí desde Madrid,
la manera más cómoda es comprar un billete de autobús en la Estación Sur de
Autobuses de Méndez Álvaro con destino a Pedrafita do Cebreiro. En este lugar
está el Ayuntamiento al que pertenece la localidad de O Cebreiro y es el punto
de enlace más próximo.
Nuestro autobús salió a las
10:30h y nos costó 29,70€ por persona. No hicimos
ninguna parada hasta “La Bañeza”, a eso de las 14:00h, donde pudimos comer
algo. Existe un restaurante, aunque nosotros llevábamos nuestro habitual, ya
antológico, bocadillo de tortilla española. Esta es una tradición que hemos mantenido
en todos nuestros viajes, pues cuando llegas a tu destino no sabes si
encontrarás algo decente para comer. Con nuestro bocata vamos seguros y
despreocupados, al menos, para el primer día.
Tras
esta breve parada, el autobús continuó su camino, llegando a su destino sobre
las 16:30h. Con nosotros se bajaron dos peregrinas más, aunque rápidamente nos
dejaron atrás con un ritmo endiabladamente rápido. Nosotros llegamos con otra
mentalidad. No teníamos ninguna prisa por comenzar a caminar y deseábamos empaparnos
bien del lugar. Todavía nos comportábamos como unos turistas.
O
Cebreiro está en lo alto de un monte, por lo que desde Pedrafita do Cebreiro se
deben subir unos 4,5
kilómetros por carretera. No es un trayecto duro, aunque
a nosotros se nos hizo cuesta arriba (nunca mejor dicho) dada la poca
preparación que llevábamos. Nos lo tomamos con calma y admiramos el paisaje, el
cual es realmente evocador.
En
el trayecto encontré unas gafas de sol del Decathlon. Suelo jactarme de ser
buen observador, y en ese momento estaba convencido que pertenecían a las
peregrinas del autobús. Apretamos un poco el ritmo y cuando las alcanzamos
(ellas se habían parado a admirar el paisaje) se las devolví. Nos dieron las
gracias en inglés. Puesto que no hablaban castellano y nosotros en inglés
hablamos como Tarzán, la amistad no pasó de ahí. No obstante, ya tuvimos una
primera experiencia. El Camino cambia a las personas. En otras circunstancias
dudo que hubiera hecho lo mismo.
O
Cebreiro es un pueblecito muy pequeño, pero encantador. En nuestra visita
turística visitamos la iglesia (Santa María la Real), en donde nos pusieron
nuestro primer sello, y las típicas pallozas. Había mucha gente en el lugar,
peregrinos más que todo, debido al gran albergue del que dispone el pueblo.
Pero
nuestro plan no era quedarnos allí a dormir. Algunos amigos que ya habían
realizado el Camino nos advirtieron que la primera noche la pasas en vela si
realmente no estás cansado. Eso, unido a nuestra intención de visitar el
Monasterio de Samos, nos decidió a ponernos a andar una vez que ya habíamos
“visitado” este pueblo. Los turistas quedaban atrás y comenzaban los
peregrinos.
Según
marcaba la señalización estábamos a 1296 metros de altura y a 151 kilómetros de
Santiago. Nuestro plan, muy modesto, era caminar hasta la localidad Hospital
de la Condesa, a 5,5 Km.,
donde pasaríamos la noche.
No queríamos machacarnos el primer día y ya era algo tarde,
aunque en estas fechas suele oscurecer bastante tarde.
En
el trayecto atravesamos senderos boscosos y comenzó a formarse una ligera
niebla que se fue poco a poco espesando. Era idílico caminar por esos parajes,
en plena soledad. Luego caminamos junto a una carretera (LU-633) y vimos una
estatua en bronce de un peregrino avanzando contra el viento. ¡Y voto a brios
que allí soplaba bastante viento!
A
la altura de Hospital de la Condesa las nubes habían bajado y la niebla era
importante. Tal vez, por ello, no encontramos el albergue, pues buscándolo
salimos de aquél pueblo. Decidimos seguir adelante antes de retroceder, cuan
tercios de Flandes, pues en nuestro primer día no queríamos tener un fracaso. ¡Mierda
de orgullo! No sabíamos donde nos metíamos. La subida a la parroquia de
Padornelo (En Galicia la denominación de los lugares es muy curiosa. Los municipios
se llaman concellos, y engloban
poblamientos más pequeños llamados parroquias,
los cuales a su vez engloban distintas aldeas)
es curiosa, pero al menos tiene el premio de una fuente. Para llegar a Alto do
Poio sólo hay que recorrer un miserable medio kilómetro, pero ¡que medio
kilómetro! Se trata de un camino de cabras con una pendiente súper pronunciada.
Por primera vez vemos la duraza del Camino y echamos de menos no traer un
bordón. En el mapa vimos que se subía desde los 1283 metros hasta los 1335 metros de altura.
Ahora comprendimos lo que esos números significaban.
Llegamos
a la cima totalmente exhaustos. Gracias a un cuentakilómetros que llevábamos en
marcha desde que bajamos del autobús nos percatamos de que ya habíamos caminado
unos 12 Km.
Era el momento de parar y gracias a Santiago, en lo alto del lugar encontramos
una posada donde pasar la
noche. Entre la niebla y que ya estaba oscureciendo seguir
hubiera sido un suicidio. Máxime cuando nosotros no llevábamos ninguna
linterna.
El
lugar era muy sencillo. Tenía un bar en la parte baja y habitaciones en la alta. Por sólo 10 € por persona pudimos
asearnos en un baño comunitario (a esas horas ya no había nadie) y dormir
nosotros dos solos en una pequeña habitación. Estaba bastante cansado pero
hasta que no maté a tres arañas que colgaban del techo no pude conciliar el
sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario