El público profano en historia suele asociar las
cámaras de gas con los campos de concentración y/o exterminio nazis e,
invariablemente, con los judíos.
Numerosas películas cinematográficas tratan el tema
del Holocausto judío: La lista de Schindler (1993), La vida es bella (1997), El
niño con el pijama de rayas (2008) y, hoy día, esa es la principal fuente de
información para el gran público en historia (una pena, la verdad).
También existe numerosa bibliografía especializada y
novelas sobre el tema, destacando en este último apartado Los que nos salvaron
de Jenna Blum, Una vez de Morris Gleitzman, El violinista de Mauthausen de
Andrés Pérez Domínguez, Estrella amarilla de Jennifer Roy, La llave de Sarah de
Tatiana de Rosnay…
Sea por el cine o la literatura, muchas personas
ignoran que ni los judíos fueron los primeros gaseados por los nazis en cámaras
de gas ni que este tipo de asesinato en masa fue realizado como excusa al
esfuerzo bélico de la Segunda Guerra Mundial.
Si os interesa conocer el auténtico rostro asesino del
Imperio nazi deberíais seguir leyendo.