sábado, 14 de junio de 2014

Día 2: Lunes 14 junio 2010 Alto do Poio-Monasterio de Samos



Nunca antes me había levantado tan pronto el día de mi cumpleaños, a las 6:15h, ni con las mismas intenciones, claro.

La noche parece habernos repuesto las fuerzas y salimos del albergue llenos de confianza. Hay una niebla bastante espesa a esas horas, aunque como caminamos por una vereda paralela a la carretera vamos sin miedo a perdernos. Sólo hay que preocuparse de no pisar los charcos embarrados y de calentarse las manos a base de palmadas. ¿Por qué no echaría unos guantes?


La niebla desapareció pronto y nos encontramos con los primeros peregrinos, unas alemanas que andaban muy rápido. Nosotros, a nuestro ritmo, avanzábamos unos meritorios 4 Km. /hora.

La bajada a Triacastela (662 metros de altura) es algo dura porque, además de pronunciada, es un camino de piedras, embarrado en ocasiones, y en donde las aldeas que cruzamos apenas sirven para descansar.

A los 12 Km. aproximadamente llegamos a Triacastela bastante sorprendidos por nuestro rendimiento. Estábamos a la mitad de la etapa prevista para hoy y se nos había hecho bastante corta y llevadera. Tal vez, por ello, cometimos el error de relajarnos. Nos dedicamos a visitar la iglesia, un bello ejemplo de estilo románico, y a descansar tomando un suculento desayuno de café con leche, zumo y tostada.

Cuando nos pusimos otra vez en marcha empezamos a notar la dureza del Camino: había sido sentarnos 15 minutos y todos los “males” dieron la cara. Hasta que no pasaron 15 minutos no conseguimos volver a coger nuestro ritmo, toda vez que las molestias musculares se aplacaron. Al cuerpo no le quedaba otra que adaptarse.

En Triacastela el Camino se bifurca. A la izquierda se abre el itinerario que lleva a Samos, mientras que a la derecha sigues el itinerario de San Xil. Aunque el de Samos es 6,5 Km. más largo, decidimos cogerlo porque deseábamos visitar el famoso monasterio benedictino de su localidad.

Al principio el trayecto discurre por carretera, pero a los 3 Km. aproximadamente nos desviamos por el sendero del camino tradicional. Atravesamos unos parajes encantadores, llenos de vegetación, cruzando el río Oribio, caminando entre pequeñas aldeas formadas por casas de pizarra. Todo es idílico y encantador hasta que el Camino comienza a bajar, y luego a subir, y otra vez a bajar… Vamos, que se convierte en un auténtico rompepiernas. Unido a los 16 Km. que llevábamos a cuestas, este trayecto final se convierte en un infierno para nosotros. Ahora si que sabemos lo duro que puede llegar a ser el Camino.

Los últimos dos kilómetros a Samos son muy duros para nosotros y avanzamos a paso de tortuga. Llevamos dolor en pies, espalda, piernas y rodillas; vaya, si hasta los brazos nos duelen.

Llegamos al Monasterio con la reserva encendida y descubrimos que hasta las 15:00h no abre el albergue para peregrinos. Hay que aprovechar las dos horas que tenemos y decidimos entrar en un bar y comer de menú unos calamares a la romana y pulpo gallego (10 por persona).

Monasterio de Samos


El albergue del Monasterio es bastante espartano: una amplia sala llena de literas y otra sala anexa con duchas individuales, baños y lavabos. Dos voluntarios franceses llevan el albergue, cuyo coste es la voluntad.

Nos duchamos, lavamos la ropa y decidimos visitar el Monasterio en cuestión. Entramos a las 17:00h (3 por persona) y la visita es guiada por uno de los monjes. En el recorrido nos enseñan dos claustros (Feijoo y Sirenas) y la iglesia de estilo barroco, junto a otros lugares como la sacristía, la cual tenía una reliquia de San Benito, concretamente el fémur. Destacar las pinturas al fresco del claustro superior. En la actualidad viven aquí 15 monjes.

Tras la visita descansamos junto al tendedero de ropa del albergue, en unos bancos de pizarra, como no, y aprovechamos para realizar el cuaderno de viaje que ahora transcribo.

De repente llegan a l albergue varios chicos que voluntariamente curan los pies de los peregrinos. Yo no estoy mal, pero mi mujer aprovecha la ocasión para que le traten los suyos, pues suele sufrir de pies delicados. En nuestra primera etapa “de verdad” ya tiene 3 ampollas en formación y un dedo con traumatismo. No esta mal.

Tras reparar los “neumáticos” decidimos comprarnos unos bordones en el Monasterio. Nos cuestan 5 y nos ayudarán a caminar mejor, sobre todo en las subidas y las bajadas.

Luego fuimos a escuchar a la iglesia del Monasterio “vísperas” y disfrutamos del canto gregoriano de los monjes.

Por último, compramos víveres para cenar en un autoservicio típico de pueblo.

La noche en el albergue fue dura. Estaba lleno (unos 60 peregrinos), las condiciones higiénicas de algunos “vecinos” no era la más adecuada y unos italianos entraron tarde por quedarse a ver el partido de su selección en el Mundial de Futbol de Sudáfrica. No debían estar muy contentos, pues empataron a uno contra Paraguay.

En total, según nuestro cuentakilómetros, hoy caminamos unos 27 Km. ¡No está mal!


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