Una de las escapadas más bonitas que podéis realizar
cuando visitéis Soria capital es a este pequeño pueblo paralizado en el tiempo.
No en vano, para muchos, es el pueblo más bonito de Soria. Un lugar donde, como
bien dijo una vez el escritor Julián Marías, parece que nos trasladara en el
tiempo al año 1.000.
¿Os apetece descubrir esta joya medieval?
¿Cómo llegar a Calatañazor?
Calatañazor es un pequeño pueblo situado junto a la
carretera A-11 que une Burgo de Osma (impresionante Catedral) y Soria.
Cuando lleguéis al pueblo podéis dejar el coche en el
aparcamiento de la entrada. No es muy amplio, por lo que atención los días de
fin de semana o fiestas si llegáis muy tarde.
¿Qué ver en Calatañazor?
El parking se encuentra al lado de la pequeña Ermita
de Nuestra Señora de la Soledad, un ejemplo de templo románico donde
admirar su sencillo ábside circular (las dos portadas geminadas ciegas son un
añadido del siglo XVII), sus estrechas ventanas de aspillera (la que posee 6
lóbulos es un motivo típicamente islámico), su portada con arquivoltas (sólo
una decorada con motivos vegetales) y, lo mejor en mi opinión, las cabezas
antropomorfas y zoomorfas existentes en los canecillos (el músico sedente es un
añadido posterior). Sin duda, los artesanos románicos sabían como atizar la
imaginación de sus vecinos para aleccionarles sobre las consecuencias fatales
que, en la otra vida, tenían los malos actos realizados en esta.
Con esta magnífica bienvenida vamos a subir hacia el
pueblo, donde a cada paso que demos nos parecerá retroceder un poco en el
tiempo. Lo hacemos paseando por la Calle Real, una de las dos calles que tiene
esta pequeña villa y que conecta la zona baja con el castillo, situado en el
punto más alto. El suelo es una mezcla de canto rodado visible que requerirá un
calzado adecuado.
Nada más entrar a Calatañazor veremos el encanto de la
arquitectura tradicional medieval. Las casas conservan sus fachadas de dos
niveles, siendo el bajo de piedra y, el superior de ladrillos de adobe y
entramado de madera visto. Los tejados, con voladizos y tejas romanas, protegen
de las lluvias.
Aquí se ubican los restaurantes y las tiendas de
souvenirs, pues este lugar vive, fundamentalmente, de las visitas turísticas.
Junto a la torre de la iglesia del pueblo (típico
ejemplo de torre cuadrangular sólida románica) las casas cambian un poco de
aspecto. Aparecen ahora los típicos soportales castellanos que protegían del
sol y la lluvia. Y, justo al inicio, la única casa con arco de medio punto y un
escudo de armas.
El templo de esta villa es la Iglesia de Nuestra
Señora del Castillo. Admirando su portada descubrimos que tiene un claro
pasado románico. A destacar su arco de medio-punto con arquivoltas (sólo
decorada la central) y los capiteles de sus dos columnas, muy desgastados los
motivos, aunque se pueden ver algunos animales y motivos vegetales. El alfiz
rectangular de origen musulmán no es típico de este estilo, lo que añade un
toque original a la fachada. Sobre la portada existe una bonita arquería ciega
de tres arcos, con dos columnas de apoyo, y el arco central tetralobulado. El
óculo superior se encuentra algo desplazado del eje vertical.
Si tenéis ocasión de visitar su sencillo interior (los
horarios de apertura brillan por su ausencia) encontraréis un retablo
renacentista y varias tablas del siglo XV de escaso valor artístico.
Un poco más adelante tenemos una pequeña plazoleta
presidida por el busto en bronce de Almanzor, conocido caudillo musulmán
que fue azote de los reinos cristianos hacia el final del siglo X. Su inclusión
en este pueblo obedece a un mito histórico que conviene aclarar.
Cuenta la leyenda que en las proximidades de esta
villa se desarrolló una batalla entre el rey Alfonso V de León y el conde de
Castilla Sancho García frente a al-Mansur (Almanzor). Los cristianos derrotaron
a los musulmanes y dejaron gravemente herido al caudillo musulmán, quién
terminaría falleciendo en la retirada, presumiblemente en la localidad de
Medinaceli. Del eco de aquella batalla proviene la famosa frase “En
Calatañazor, Almanzor perdió su tambor”.
El mito proviene del relato escrito por el cronista
medieval Lucas de Tuy. Quién, por cierto, escribiendo algo más de dos siglos
después de los hechos, equivocó el nombre de los reyes cristianos y hasta la
fecha de la algarada de Almanzor. Esta leyenda, pues por la comparación con
otras fuentes escritas no parece que existiera tal batalla, debemos
contextualizarla en el deseo de los cristianos por rodear de épica la muerte
del caudillo andalusí.
De haber existido algún enfrentamiento entre
cristianos y musulmanes en las proximidades de Calatañazor, el mismo no fue una
batalla al uso en ningún caso. Tal vez, lo máximo, el ataque a la retaguardia
del ejército que se retira a Córdoba. Pero nada similar a una derrota de
Almanzor.
Si seguimos por la calle Real rectos accederemos a la Plaza
Mayor. En este curioso lugar de planta triangular se encuentra el Ayuntamiento
(con una fea reconstrucción medieval del soportal) y el típico Rollo de
Justicia bajomedieval. El mismo nos indica que este lugar poseía jurisdicción
para impartir justicia a los reos. La misma podía ser la pena capital, en los
casos más graves. No obstante, lo más común era el encadenamiento a este rollo
con el objetivo de provocar la vergüenza pública por los malos actos cometidos.
De esta costumbre proviene la expresión actual “estar en la picota”.
Al final de esta plaza vamos a toparnos con los restos
del Castillo de los Padilla. Se trata de un castillo que, aunque parece
estar en ruina, se encuentra consolidado y abierto a las visitas.
Fue construido en el siglo XII sobre el promontorio
rocoso más alto de la ciudad. Cuando, hacia el siglo XV, perdió su
funcionalidad defensiva fue reformado como vivienda palaciega. Debemos
aproximarnos para poder apreciar que un foso artificial, salvado antaño
mediante puente levadizo, separa la fortificación del resto de la localidad.
El interior del castillo se adaptaba a la
irregularidad del terreno donde se levantó, existiendo torres defensivas en
cada esquina del conjunto. Además de esta protección se añadió un segundo
recinto murado flanqueado por torreones circulares. Hoy en día apenas queda la
estructura hueca de estas torres.
La torre del homenaje es la única excepción,
conservándose casi completa. Poseía una entrada elevada, lo que aumentaba la
seguridad del último bastión de defensa de la fortaleza. Su interior se
distribuía en tres pisos, los cuales debemos imaginarnos por los huecos en el
muro donde se encajaban las vigas de madera que formaban el suelo. Podemos
imaginar que la planta baja sirvió de almacén, la central de sala de reunión
del señor, así como comedor, y la última bien podría ser la habitación del
señor una vez destinada a vivienda palaciega.
Desde lo alto de esta torre vamos a poder admirar unas
excelentes vistas de la localidad y del territorio circundante, lo que nos da
una idea de lo bien escogido que estaba el lugar para evitar ataques enemigos
con tiempo.
Desde este lugar quiero hacer un inciso y comentar las
curiosas chimeneas que vamos a poder encontrarnos en este pueblo. Se llaman chimeneas
pinariegas y son típicas de Soria y Burgos. Se encuentran sobre las cocinas
de las casas y poseen una particular forma cónica, con abertura en la parte
superior que sirve tanto para dejar escapar el humo como para permitir el paso
de luz a la estancia (por lo general sin ventanas). Estas chimeneas, cuyo
recubrimiento exterior se realiza con tejas fragmentadas, es la mejor solución
para ambientes fríos como el de la zona.
Volviendo a la Plaza Mayor vamos a tomar ahora la calle
Tirador, la cual articula la parte alta y septentrional de la villa. Aquí
vamos a encontrarnos casas de mayores dimensiones, donde destacan las puertas
adinteladas o con arcos de medio punto. También podremos observar
construcciones modernas que intentan mantener la estética tradicional, aunque
utilizando ladrillo y hormigón.
Os aconsejo asomaros a los restos de la antigua
muralla, desde donde poder observar una bonita vista del Valle de La Sangre.
Y hasta aquí la visita de hoy. Un lugar este que ha
sabido preservar el carácter medieval de sus edificaciones originales, donde
nos da la sensación de viajar en el tiempo al medievo rural español. Un pueblo
auténtico, sin añadidos reinterpretados (salvo en contados edificios), que
mantiene su esencia. Una visita única y muy recomendable.
Para completar la visita, los amantes de la naturaleza tienen la posibilidad de visitar el magnífico Sabinar de Calatañazor y el Paraje Natural de la Fuentona.
Hasta la próxima
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