Dentro de nuestro recorrido por edificios
y lugares madrileños que no suelen salir en las guías de turismo tradicionales
hoy os voy a recomendar visitar la Casa de México.
Un lugar donde descubrir las tradiciones
más destacadas de este país. Y si por algo destaca México es por la celebración
tan particular del Día de los muertos. Yo visité su famoso altar el año 2023 y
debo decir que me quedaron ganas de repetir este año. ¿Queréis saber en qué consiste esta
celebración?
El Día de los Muertos mexicano se
celebra, todos los años, desde finales del mes de octubre. Concretamente,
desde el 28 de octubre, momento en el que se cree que las almas de los seres
fallecidos de manera trágica (accidentes, violencia…) bajan a este mundo para
convivir y comer con sus familiares una vez más. Los días 30 y 31 es el momento
de los niños fallecidos sin haberse bautizado. Y los días importantes son el 1
y el 2 de noviembre, coincidiendo con la festividad religiosa cristiana del día
de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos respectivamente.
Lo anterior nos da una buena pista sobre
el origen de esta tradición. Se trata de un sincretismo entre la
celebración de los rituales religiosos católicos llevados por los
españoles al continente americano y la conmemoración del día de muertos que
los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos coincidiendo con el
final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
Para los antiguos mexicas, mixtecas,
texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos prehispánicos
que vivían en el territorio que, hoy en día, ocupa México, esta festividad
significaba el retorno transitorio a la Tierra de los familiares y seres
queridos fallecidos, quienes cruzaban el Mictlán (el inframundo en la mitología
mexica) para estar con los mortales.
Para estas civilizaciones
prehispánicas la muerte no tenía las connotaciones morales del mundo cristiano,
con un cielo y un infierno según sea tu trayectoria vital en la Tierra. Al
contrario, los muertos se dividían en diferentes regiones según la forma o el
momento en el que murieron. Por ejemplo, para los Mexicas, existía un lugar
para los guerreros muertos en combate (Omeyocán), otro para los que morían por
enfermedades o a través de sacrificios (Tlalocán), otro para los que fallecían
por causas naturales (Mictlán) y un último dedicado a los niños (Chichihuacuauhco),
los que volverían a poblar la Tierra cuando los hombres que la poblaban
desaparecieran, en un ciclo infinito.
Aunque se suele pensar que todas las
celebraciones son iguales en México, cada región tiene peculiaridades que la
distinguen del resto. Por ejemplo, en Oaxaca, los altares se dividen en
escalones, donde cada uno tiene su significado especial. Mientras que en la
isla de Janitzio en Michoacán es famosa su procesión nocturna en canoa para
honrar a los niños difuntos.
No obstante, el fondo de la cuestión
es el mismo: reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos
que vuelven del más allá.
Y, para ello, en todos los lugares existen
unas costumbres comunes que se suelen repetir. A través de nuestra visita a la
Casa de México iremos desgranando algunas de ellas.
En el año 2023
la Casa de México eligió, como tema principal de su celebración, el homenaje a
treinta mujeres cuya trayectoria fue destacada en ámbitos como la historia, las
artes visuales y escénicas, el periodismo, la literatura, la política, el
activismo social, la música y la ciencia. Mujeres que supusieron un antes y un
después en México a través de sus ideas, su trabajo, su valentía y su
creatividad. Se tituló Que ni la muerte nos separe. Y ya desde la misma
fachada podíamos entrever lo que nos encontraríamos. Allí estaban, entre otras,
La Malinche, esposa del conquistador Hernán Cortés, Leona Vicario, fundamental
en la independencia mexicana, la internacional artista Frida Kahlo, la
feminista Dolores Olmedo o la actriz Lola Beltrán, La Reina de la Canción
Ranchera.
Nada más entrar al edificio nos
encontraremos con el impresionante Altar de los Muertos. Diseñado por
Paola Perdomo, organizadora de eventos, contó con la participación del Gran
Maestro de Arte Popular, Pedro Ortega Lozano, quien diseñó y elaboró el papel
picado metálico del fondo, elemento primordial de este altar.
Aquel año 2023 se desplegó, en la escalera
principal, una decoración basada en fotografías de las mujeres protagonistas,
las típicas velas y comidas presentes como ofrendas y mucha presencia de las flores
de cempasúchil, símbolo del Día de los Muertos Mexicano. Esta flor de color
naranja intenso se asociaba con el Sol por los pueblos prehispánicos y,
antiguamente, se realizaban senderos con sus pétalos desde el cementerio hasta
el altar de cada casa. Y, por supuesto, no puede faltar la talla de la Virgen
cristiana presidiendo la escena.
Una vez admirado el bello altar pasamos a
realizar un recorrido admirando pequeños altares y arte relacionado con esta
celebración realizado por artesanos del estado de Puebla. Un elemento que se
repetirá una y otra vez será la calavera. Ahora ya no son reales, sino
que se sustituyen por figuras de diferentes materiales e, incluso, las famosas
calaveritas realizadas con azúcar o chocolate. En esta primera parte mostraban
calaveras con decoración chinesca envueltas en flores de cempasúchil realizadas
con papel. También destacaré un azulejo que me gustó relativo a la muerte.
La siguiente parada fue para admirar un
gran altar desplegado en toda una pared y que estaba conformado por pequeñas
cajitas con figuras, altares en sí mismos con una cuidada decoración. Allí
estaba uno dedicado a Frida Kahlo, otro a Pancho Villa y curiosos relativos a
músicos o matrimonios. Me recordó a las películas de Tim Barton.
Pero uno de los puntos fuertes estuvo en
la siguiente parada, la figura de La Catrina. Ocupaba una pared entera y
su decoración estaba realizada con papel, tela y diminutas figuras en papel
maché, solo visibles cuando te acercabas, que conformaban su silueta y el espectacular
sombrero.
La Catrina |
La historia de La Catrina empieza durante
los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. En
estos periodos se empezaron a popularizar textos escritos por la clase media
que criticaban tanto la situación general del país como la de las clases
privilegiadas. Los textos, publicados en los periódicos, se acompañaban de
calaveras y esqueletos.
La versión original es un grabado en metal
con autoría del caricaturista José Guadalupe Posada. El nombre original es
Calavera Garbancera. Garbancera es la palabra con la que se conocía entonces a
las personas que vendían garbanzo y que teniendo sangre indígena pretendían ser
europeos, renegando de su propia raza, herencia y cultura. Se trataba de una crítica
a muchos mexicanos del pueblo que eran pobres, pero que aun así querían
aparentar un estilo de vida europeo que no les correspondía.
Diego Rivera fue quien le dio su atuendo
característico, con su estola de plumas, al plasmarla en su mural Sueño de
una tarde dominical en la Alameda Central, donde la calavera aparece con su
creador, José Guadalupe Posada y una versión infantil de Rivera y con Frida
Kahlo. Desde entonces las Catrinas llevan lujosos sombreros.
Hoy en día, este significado ha trascendido,
para convertirse en la imagen mexicana por excelencia sobre la muerte, intrínsecamente
ligada a esta festividad. En las siguientes estancias podremos ver numerosas
figuras de catrinas realizadas en cerámica y decoradas con los vestidos típicos llenos de vivos colores. La mayoría nos ofrecen alimentos.
Una especial que me gustaría destacar es La
China Poblana. Según la tradición popular, China Poblana era el sobrenombre
con el que se conoció a una mujer de origen hindú, cuyo nombre original era
Mirra, la cual fue raptada a los ocho años de edad por portugueses, quienes la
llevaron como esclava hasta América. Contaba con 17 años cuando fue comprada
como esclava para el servicio doméstico por un comerciante portugués, el
capitán Miguel de Sosa.
A la muerte del capitán Sosa, su esposa,
Margarita, con el objeto de asegurar el porvenir de Mirra, a quien ya había
puesto el nombre de Catalina, le propuso que se casara con un sirviente chino
de casta, llamado Domingo Suárez. Catalina se negó para conservar el voto de
castidad que hizo con anterioridad; pero finalmente accedió, aconsejada por sus
confesores, con la condición de mantener estricta separación de lechos a partir
de esa unión se le conoce como China Poblana, pues era la esposa del chino.
A la muerte de su esposo se dedicó por
entero a las prácticas religiosas y a la vida contemplativa; dependió de la
caridad y se le comenzaron a atribuir milagros, pues según ella, dialogaba con
Cristo, con los santos, con los ángeles y con el diablo; sus confesores la
llamaban la Visionaria de Puebla.
Otra acepción de este término, en un
sentido más amplio, es el traje típico de las mujeres del Estado de Puebla.
Al final del recorrido existía otro
precioso altar con los elementos típicos que aparecen en todos los realizados
en cada casa mexicana. Allí estaba la Virgen presidiendo, las fotos de los
difuntos, las velas, las flores de cempasúchil para guiar a los fallecidos a
encontrar su casa, el agua para calmar la sed a los difuntos, el pan de muerto,
un dulce típico con aroma a anís y naranja, así como frutas para alimentar al
visitante, calaveras de azúcar y papel picado, representación del aire. Aquí
también se incluían alimentos que gustaban al difunto.
En definitiva, una ocasión inmejorable
para descubrir uno de los elementos culturales más importantes y definitorios
de México.
Y, para despedirme, os dejo unas fotos del montaje realizado este año 2024. Espero que todo ello os anime a visitar este interesante lugar.
Hasta la próxima
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