Como sabéis, cada vez que viajo a una gran
capital europea me gusta dejarme un día para salir a algún lugar próximo con
encanto. En esta ocasión, en Budapest, tenemos no una, sino dos lugares
encantadores que podemos visitar en el mismo día al estar muy próximos entre
sí. Me refiero al magnífico pueblecito de Szentendre (San Andrés) y a las
ruinas romanas de Budapest, Aquincum. ¿Os animáis?
Para
visitar ambos destinos lo mejor es tomar el tren (línea H5) desde Batthyány tér.
Yo realicé la visita hasta Szentendre, que está más lejos, por la mañana y la
visita a las ruinas tras comer. Incluso tuvimos tiempo de sobra para visitar la
Isla Margarita, ya en Budapest ciudad. Por tanto, es una salida muy rápida y
sencilla.
Los billetes podéis sacarlos en ventanilla
o en la máquina y lo único a tener en cuenta es que si tenemos algún bono transporte para la ciudad sólo tendremos que
sacar una ampliación de billete hasta
Szentendre desde la estación de Békásmegyer.
Al pueblo de Szentendre se llega en unos
40 minutos desde Budapest. Luego, nada más bajar del tren una cómoda
señalización nos va a llevar a la zona turística en un paseo de un cuarto de
hora.
El encanto de este pueblo reside en sus
preciosas casas con fachadas pintadas en
diferentes colores, algo que le otorga una magia muy especial. Pasear por
su entramado urbano más céntrico es una maravilla debido a estas construcciones
tan románticas, fruto de haberse convertido la ciudad en el refugio de
numerosos artistas en el siglo pasado. Una postal de cuento.
El otro interés reside en poder visitar
las iglesias ortodoxas que posee.
Esta localidad acogió a todos aquellos serbios que huyeron de la invasión
otomana en el año 1690, lo que le proporcionó una prosperidad reflejada en sus
casas barrocas y en sus templos. Sin duda os vais a quedar muy sorprendidos a
la hora de entrar en ellos y admirar su recargada decoración si no estáis
familiarizados con el culto ortodoxo.
De entre todas las iglesias que posee dos
son las más importantes y que deberíais visitar (la entrada son unos módicos
400 HUF). La iglesia Blagovestenska
se encuentra en la misma plaza principal del pueblo y su inconfundible torre
blanca destaca en una esquina.
De su interior voy a destacar el recargado
iconostasio barroco, lleno de imágenes.
En esa misma plaza podéis adentraros en un
pequeño callejón que os subirá hasta un mirador junto a la Iglesia de San Juan.
Las vistas de los tejados merecen la pena.
Rodeando la iglesia y bajando de esta
colina llegaremos en menos de cinco minutos a la Catedral serbia de Belgrado, el templo más importante de la ciudad.
De mayor amplitud que el primero, su decoración es más profusa aún, con
múltiples iconos y pinturas. Un imprescindible.
Y hablando de templos curiosos indicaros
que muy próximo se encuentra una de las posiblemente sinagogas más pequeñas del
mundo. Merece la pena acercarse sólo por curiosidad.
El paseo por la calle comercial de la
ciudad (Boddányi utca) nos va a permitir comprobar como el turismo de masas
puede cambiar la fisonomía entera de una ciudad pequeña como esta. Numerosas
tiendas de souvenirs pueblas esta arteria paralela al Danubio, aunque dentro de
todas ellas voy a destacar dos de especial relevancia. Una es Kovács Kékfestő, una tienda de ropa
conocida por utilizar un color azul muy especial y específico.
La otra es Christmas Museum, una tienda dedicada por completo a la Navidad, la
cual es una maravilla disfrutar. Resulta imposible entrar y no adquirir algo
para tu árbol navideño.
Por último, no quería olvidarme de los museos de la ciudad. Existen varios y
del gusto de cada persona está en visitarlos. Personalmente ninguno me llamó lo
suficiente la atención, pero en otros blogs cuentan maravillas sobre el museo
del mazapán, el dedicado a la cerámica, el de las miniaturas o el Ferenczy
Museum, así como galerías de arte tales como el Anna Margit Museum o el Barcsay
Museum. No será por opciones a elegir.
Al ser una ciudad muy pequeña la visita no
os llevará más de dos horas si no entráis en ningún museo, por lo que es muy
factible volver a tomar el tren y visitar las ruinas romanas de Aquincum.
La parada de tren en la línea H5 tiene el
mismo nombre, por lo que no hay pérdida posible. Al bajarnos del tren lo
primero que vemos será el antiguo anfiteatro
de la ciudad, hoy en día poblado de vegetación y con un árbol en el centro
de lo que otrora fue la arena de combate.
Para llegar a las ruinas tendremos que
cruzar una carretera y seguir en dirección a Budapest (la misma dirección que
llevábamos en el tren). En apenas unos diez minutos andando llegaremos a las
ruinas, las cuales ocupan una gran extensión de terreno. Como la admisión se
encuentra en la parte más alejada de la estación vamos a poder comprobar sus
dimensiones según nos acercamos a la entrada.
Nada más entrar en las ruinas (nosotros
fuimos un sábado y la entrada era gratuita) tenemos el edificio del museo. Se trata de un recinto muy pequeño en el que se
exponen algunas piezas encontradas en la ciudad, tales como lucernas, adornos
armas u otros objetos cotidianos de vidrio, hierro o cerámica.
En otra parte del museo podremos disfrutar
de diversas exposiciones temporales. Cuando yo lo visité se exponían mosaicos y
piezas encontradas en el palacio de la ciudad.
Dos son las construcciones a las que
podemos acceder desde este lugar si en vez de marchar hacia las ruinas giramos
a nuestra derecha. Una es el Templo de
Mitra, una reconstrucción bastante lograda en donde además podremos ver un
vídeo con imágenes por ordenador muy elocuentes (aunque el audio sea en
húngaro).
A los más pequeños les encantará la
reconstrucción de una pequeña casa romana, la casa de los pintores. Se trata de una especie de pequeña villa en
donde descubrir la vida de una familia romana. A destacar el triclinium o el
tablinum, decorados con copias muebles romanos.
Tras ver estas dos zonas podemos
adentrarnos en las ruinas por un
lateral, admirando una excepcional colección de lápidas y sarcófagos romanos.
Si os gustó el Lapidarium del Museo Nacional de Hungría aquí también
disfrutaréis.
De las ruinas existen diversas zonas
importantes a destacar. Una casa con peristilo columnado, varias termas, donde
sobresale un mosaico conservado en in
situ, o diversas casas en donde
faltan algunas explicaciones algo más convincentes. Una fuente situada en una
esquina de una calle fue algo que me sorprendió encontrar, al igual que la
reconstrucción de los ladrillos huecos de las termas por donde circulaba el
vapor y mantenía las salas caldeadas.
Otro edificio triple, reconstruido a modo
de templo, acoge una pequeña exposición temporal y más lápidas y sarcófagos en
sus aledaños.
Por último, los más pequeños tienen para
divertirse un pequeño parque infantil
en donde las atracciones tienen nombres de la mitología griega, tales como
Hércules y la Hidra o la leyenda de Aracne. Una idea muy original, así como un
pequeño visor por el que retroceder unos cuantos siglos.
En definitiva, una visita muy interesante
para todos aquellos que disfrutan entre ruinas arqueológicas y, especialmente,
romanas. Que nadie se espere una Pompeya húngara, pero no están nada mal en su
conjunto.
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