Cuando pregunto a alguien profano sobre la historia de
las islas Canarias las respuestas tienen más que ver con la leyenda mitológica
que con la realidad histórica.
Son muchos los que remiten la denominación al Jardín
de las Héspérides en vez de la realidad de su denominación. Pocos conocen
cuando se produjo el primer poblamiento de las islas o si permanecieron ocultas
para los europeos hasta la llegada de los invasores castellanos. Todo ello
vamos a descubrirlo en un breve repaso. ¿Os interesa?
¿Cuándo
fueron pobladas las islas Canarias por primera vez?
Se han emitido diversas teorías sobre el momento
exacto en el que fueron pobladas las islas Canarias por primera vez. Puesto que
no tenemos fuentes escritas, los historiadores han tenido que buscar la
respuesta en los restos arqueológicos.
Las dataciones por radiocarbono no retrasan los
primeros vestigios más allá del siglo I, por lo que debemos descartar
poblamientos prehistóricos. Esta idea se refuerza al analizar en detalle los
restos materiales de los primeros canarios, pues ni la industria lítica ni
costumbres prehistóricas africanas (como la mutilación dentaria) están
presentes en las islas. Tampoco la existencia del buey en las canarias, animal
típico del Neolítico africano nos induce a pensar en un posible poblamiento
prehistórico.
Por tanto, dado el seguro entroncamiento de los
aborígenes canarios con lso antiguos beréberes del norte de África, debemos
concluir que el poblamiento se realizó ya en época histórica. Y, en este
sentido, la tesis de J. Alvarez Delgado suele ser una de las que más peso sigue
teniendo en este tema. Según sus palabras, las canarias “fueron descubiertas paulatinamente y exploradas por marinos gaditanos,
por el griego Eudoxo y el romano Estacio Seboso entre los años 125-25 a. C.
Juba II de Mauritania, por mandato y con consentimiento de Augusto, a cuyo
imperio pertenecían, las pobló y colonizó con gétulos del África cercana en el
último cuarto del siglo I a. C.”.
El problema del primer poblamiento de las islas ya fue
tratado en época moderna y, tal vez, sea adecuado recordar aquí las palabras al
respecto de Fray Alonso de Espinosa (1594) “que
la [opinión] mía es que ellos [los guanches] son africanos y de allá traen
descendencia, así por la vecindad de las tierras como por lo mucho que frisan
en costumbres y lengua… Y añade: Sean los que quisieren, desde que hay gente en
estas islas hay memoria de más de mil quinientos y tantos años”.
Resulta interesante distinguir entre primer
poblamiento y conocimiento de las islas Canarias, algo que vamos a tratar en la
siguiente pregunta.
¿Existen
noticias de las islas Canarias en la Antigüedad?
Dejando a un lado la posible identificación de las islas
Canarias con los Campos Elíseos o el Jardín de las Hespérides que relataran los
griegos, algunos vestigios arqueológicos apuntan a una lejana presencia de
fenicio-libios en Canarias, quizá atraídos por la riqueza pesquera de sus
aguas, la madera de sus bosques y otros recursos naturales.
Antes pudo ser que las islas fueran descubiertas en el
periplo del cartaginés Hannón el navegante, el cual realizó un viaje de
circunvalación africano hacia el siglo VI a. C.
Sea como fuera, la descripción más antigua de las
islas Canarias se debe al geógrafo latino Plinio el Viejo (23-79 d.C.) y se
basa en datos recogidos por algunas expediciones a las entonces llamadas “Islas Afortunadas”. La existencia de
estas expediciones las tenemos confirmadas arqueológicamente debido a la
presencia de diversas ánforas romanas que datan del siglo IV d.C.
Plinio relató el viaje del rey Juba II de Mauritania a
las islas en el año 40 a.C. y fue el primero en utilizar el término Canarias
para referirse a la isla de Gran Canaria. El nombre fue otorgado debido a la
captura de dos grandes perros mastines que fueron capturados por Juba y
llevados a Mauritania. Ambos animales aparecen en el actual escudo de armas de
Canarias, recordando la identificación de la isla con los canes que allí
existían. La denominación como Canarias para todo el archipiélago deberá
esperar algo más, aparece citado por primera vez en el siglo IV, en el libro
Contra los Gentiles, del escritor norteafricano Arnobio de Sica.
El geógrafo hispanorromano Pomponio Mela las situó por
primera vez con exactitud en un mapa y en el mapa de Ptolomeo (S. IV), el
meridiano cero pasa por la isla de El Hierro (Junonia para los romanos), el
punto más occidental del mundo conocido hasta entonces.
Pero los romanos no tenían gran interés en las islas,
comercialmente hablando, por lo que, poco a poco, se fueron olvidando de ellas.
Entre los siglos IV y XIV las islas parecen desaparecer de la historia. El
choque de civilizaciones entre el Occidente cristiano y el Islam, así como la
importancia de Bizancio o el ataque de los norteños vikingos determinó que las
palabras de Junior Philosopho, en el siglo IV, fueran tomadas al pie de la
letra: “Más allá de las Columnas de
Hércules todo es un yermo solitario y, según algunos, allá está el fin del
mundo”.
Son muy esporádicas las referencias que podemos
encontrar de ellas en el medievo. Al-Khaledat es de los pocos escritores árabes
que remiten noticias (S. X), por lo que podemos inferir que los árabes debieron
visitar las islas en el medievo.
¿Quiénes
fueron los que redescubrieron las islas Canarias por primera vez en época
medieval?
Existe la certeza de ciertas arribadas esporádicas a
las islas por navegantes europeos en el medievo, aunque la más reseñable fue la
del genovés Lancelot Malocello hacia 1312, siendo considerado el redescubridor
del archipiélago.
La presencia de Lancelot en el archipiélago está
atestiguada en las cartas naúticas del siglo XIV (portulano de 1339 del judío
mallorquín Angelino Dulcert), donde la isla de Lanzarote, a la que dio nombre,
se encuentra representada por el escudo de Génova. Allí permaneció varios años
y, según algunos, murió luchando contra los isleños.
¿Quiénes
intentaron por primera vez la conquista de las islas?
Muchas personas profanas en el tema piensan que los
castellanos fueron los primeros que intentaron conquistar las islas Canarias.
Pero antes de ellos hubo otros personajes que abrieron el camino para la
conquista final del archipiélago.
El nuevo descubrimiento, la exploración y la conquista
de las islas Canarias podemos contextualizarla dentro de la expansión
bajo-medieval que tiene lugar en Europa a partir del siglo XIV.
En un primer momento, al calor de la prosperidad
mercantil, genoveses, mallorquines y catalanes protagonizaron la exploración y
expansión por el atlántico en busca de nuevas riquezas que explotar. El fracaso
de esta primera expansión europea por las islas Canarias se debió,
fundamentalmente, al escaso valor comercial de las mismas y a la crisis
económica de la segunda mitad del siglo XIV, la cual obligó a centrarse en los
mercados más productivos.
Dentro de esta primera fase de nuevo contacto tenemos
el nombrado viaje de Lancelot Malocello, el cual abrió el camino a otros
posteriores. En 1341 se organizó desde Portugal una notable expedición,
comandada por Nicoloso de Recco. El viaje del capitán genovés proporcionó una
detallada descripción del archipiélago y sus habitantes, pues sabemos que
visitó Fuerteventura, Gran Canaria, El Hierro, Gomera y La Palma. A su regreso
a Lisboa, tras cinco meses de estancia, el literato Giovanni Boccaccio escribió
un retrato sobre el pueblo guanche, basándose en los datos que le había dado Da
Recco.
Y en 1342 llegaron a Gran Canaria dos expediciones
mallorquinas, las primeras de una empresa evangelizadora de gran calado. La
Iglesia se interesó mucho por las islas Canarias y el papa clemente VI
constituyó las islas como reino, concediendo el título a Luis de la Cerda,
almirante de Francia y miembro del linaje real castellano. El objetivo era
promover una cruzada de evangelización y conquista de las islas Canarias.
El proyecto quedó sin realizarse debido a la
incipiente lucha de Castilla y Portugal por los derechos de prioridad sobre la
conquista. Si los portugueses basaban sus derechos en el viaje de Da Recco, que
lo hizo como almirante lusitano, los castellanos alegaban su prioridad en base
a ser los legítimos herederos del reino visigodo, en el cual se encontraba la
Tingitana (Mauritania). Algo falso (tanto que perteneciera al reino visigodo
como que las islas Canarias se incluyeran en Mauritania) pero que sirvió para
pelear diplomáticamente.
Las empresas evangelizadoras fueron constantes a
partir de 1351 y la iglesia llegó a erigir el obispado de Fortuna en el poblado
aborigen de Telde (Gran Canaria).
La segunda fase de expansión europea ocupó el siglo XV
y, en esta ocasión, la protagonizarán castellanos y portugueses, dos estados
florecientes deseosos de crear imperios marítimos. Ahora comenzará la verdadera
conquista material del archipiélago.
Podemos indicar que el primer viaje con intención de
conquista fue organizado desde Castilla en el año 1393, en tiempos del rey
Enrique III. La expedición terminó siendo tanto de exploración como de saqueo
(esclavos), algo que fue una norma a partir de entonces. En el cambio de siglo
los aborígenes canarios conocieron la voracidad depredadora de los europeos, lo
que debió preparar sus mentes para soportar la siguiente fase en esta relación,
la del sometimiento. Tal vez, la falta de metales preciosos determinó que la
presión no fuese excesiva en estos primeros momentos.
La verdadera conquista de las islas Canarias por los
europeos dura casi un siglo, comenzando en 1402 con el desembarco en Lanzarote
del normando Jean de Bethencourt. Sí, habéis leído bien. Un normando, que
organizó la expedición desde el francés puerto de La Rochelle, es el primero
que intenta conquistar las islas Canarias.
Las hazañas conquistadoras de Jean de Bethencourt
quedaron reflejadas en la crónica francesa Le
Canarien, donde se incluyen también diversos comentarios sobre la naturaleza
de las islas, las costumbres y las creencias de sus habitantes.
Los normandos lograron conquistar Lanzarote,
Fuerteventura, El Hierro y La Gomera. Los castellanos estuvieron hábiles en la
diplomacia y Enrique III acogió la empresa bajo su protección soberana,
aceptando el vasallaje del conquistador. No obstante, esta inicial conquista
tuvo una duración breve (hasta 1408) y escasamente productiva, pues se fracasó
en el intento de tomar Gran Canaria.
Estas islas, que pasaron luego a otros propietarios
castellanos, se conocen como Islas de Señorío, diferenciándolas de La Palma,
Gran canaria y Tenerife, denominadas Islas Realengas debido a que su conquista
fue avalada por los Reyes Católicos.
Entre 1418, momento en el cual los Bethencourt, viendo
el escaso interés económico de sus conquistas, ceden sus derechos feudales al
conde de Niebla, Enrique de Guzmán, y 1477, momento en el cual la Corona
interviene directamente en la empresa de conquista, la empresa canaria estará
protagonizada por aristócratas sevillanos.
El interés estratégico de las islas Canarias en la
expansión atlántica hizo que castellanos y portugueses rivalizaran por el
archipiélago. La presencia castellana en aquellas islas perturbaba los planes
portugueses de expansión en el norte de África y su descenso hacia el sur,
razón por la cual intentaron primero desplazar y, luego, compartir el dominio
de ellas con los españoles.
Fracasadas sus expediciones a La Gomera (1424) y a
Gran Canaria (1427), intentaron la mediación pontificia en el conflicto,
también sin éxito. Desde entonces, incapaces de lograr sus objetivos,
decidieron apoyar a los indígenas rebeldes perjudicando la conquista
castellana. El asunto no se resolvería en primera instancia hasta 1454, cuando
España y Portugal acordaron la posesión castellana del archipiélago a cambio
del monopolio portugués en la navegación hacia Guinea. Nuevos intentos
portugueses de intervención en el archipiélago, a partir de 1460 y en el
contexto de la guerra de sucesión castellano-portuguesa, fueron definitivamente
abortados gracias al tratado de Alcaçovas-Toledo (1479).
Hasta 1476 los reyes castellanos habían actuado en las
islas a través de poderes señoriales interpuestos. A partir de aquella fecha,
con la ruta marítima hacia el oro de Guinea ya abierta, y en plena guerra
contra Portugal, la Corona tomó la decisión de intervenir directamente y
asegurar la conquista y dominio de aquel importante enclave atlántico,
evitando, al mismo tiempo, la temida competencia lusitana.
A tal efecto,
y previa una minuciosa información, se reconoció a los Peraza el señorío sobre
Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, pero la Corona se reservó el
dominio total de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, con ánimo de emprender la
conquista efectiva de aquellas islas mayores, pero no mediante el envío directo
de tropas, sino asentando capitulaciones con eclesiásticos y capitanes
encargados de llevarla a efecto, según el mismo procedimiento que más adelante
se siguió en América, al considerar que era empresa de importancia menor dentro
del contexto general de la política regia.
La crónica de la conquista está detallada en numerosos
lugares y excede de la intención de este artículo, por lo que únicamente
indicaré que la conquista terminará definitivamente en 1496, cuando Alonso
Fernández de Lugo logre someter definitivamente a los guanches de Tenerife.
¿Fue
la conquista castellana tan sangrienta como en América?
La evangelización es un aspecto básico de la
incorporación de las islas al mundo europeo, no sólo porque abarca los aspectos
religiosos, intelectuales y morales de la aculturación, sino también porque
define un tipo nuevo, menos inhumano, de relaciones entre indígenas y
conquistadores.
Sin este elemento protector, la suerte de las
poblaciones indígenas habría sido todavía mucho peor: dado que los canarios no
eran infieles, como los musulmanes, sino paganos, susceptibles de ser
incorporados directamente a la Iglesia, era preciso respetar la libertad de sus
personas si aceptaban pacíficamente la presencia de misioneros y el dominio
político cristiano-europeo.
Esta fue la tesis que prevaleció, la que impidió un
proceso esclavizador generalizado, la que convirtió en abusos perseguidos por
las autoridades eclesiásticas y monárquicas lo que de otra forma hubieran sido
usos indiscutidos, al no pesar aquella mínima consideración de derechos humanos
derivada de la reflexión religiosa. Que tales abusos se cometieron, y en gran
número, es cierto, pero también lo es que en Canarias se quiso aplicar un
criterio distinto, más humano, en el contacto entre dos sociedades, y esto no
sólo en el terreno de los principios, sino también en el de la práctica.
No obstante, es cierto que existieron abusos y
esclavizaciones, tal como hemos indicado. Aunque existían numerosas disposiciones
pontificias que prohibían toda clase de depreciaciones y reconocía la libertad
de los aborígenes para facilitar la acción misionera, cuyo apoyo se premiaba
con diversas indulgencias, así como la redención o manumisión de canarios
cautivos, es cierto que la guerra de conquista incumplió en numerosas ocasiones
tales disposiciones.
A pesar de ello, un número apreciable de indígenas
logró integrarse en la nueva cultura y fundir su sangre con la de los nuevos
habitantes de las islas Canarias. Pues no olvidemos que, al contrario que en
otras empresas colonizadoras futuras, la conquista de las islas Canarias, una
vez efectiva, supuso incorporar al archipiélago y a sus habitantes como unos
miembros más, en igualdad de condiciones, de la sociedad castellana. Aquí no
existió la dicotomía de metrópoli o colonia, pues el archipiélago se incorporó
como un miembro de derecho más al nuevo imperio español que estaba
conformándose.
¿Qué
importancia tenían las islas Canarias en la época Moderna?
Las islas Canarias tuvieron una importancia decisiva
en el devenir de Castilla y del futuro imperio español.
En primer lugar, habría que indicar que no haber
tenido Castilla la posesión de estas islas es muy probable que no se hubiera
embarcado en la aventura propuesta por Colón y que terminó, como todos sabemos,
con el descubrimiento del continente americano. No sólo fue fundamental en el
primer viaje colombino, sino que supuso un punto geográfico fundamental en el
trayecto al continente americano como pista de lanzamiento.
Igualmente, el contacto con los aborígenes canarios,
cuya situación era tan primitiva que desconocían la agricultura o los metales,
fue una experiencia enriquecedora y formativa para el posterior encuentro con
los indios antillanos. En muchos sentidos Canarias fue una experiencia
colonizadora de vital importancia para los castellanos, la cual les enseñó y
capacitó para llevar a cabo empresas posteriores de mayor calado.
Una vez sometidas y repobladas las islas Canarias, a
su importancia como escala de aprovisionamiento de materias primas se le unió
la de aportación de hombres. Ya en 1526 Montejo, en su viaje hacia el Yucatán,
reclutó hombres en Tenerife, abriendo una costumbre asentada en el tiempo y que
iniciaba la notable emigración de canarios hacia América. El estudio de los apellidos
nos permite observar el gran trasplante de población canaria en América.
Desde las islas Canarias no sólo partieron hombres y
suministros básicos, sino que llevaron a América productos europeos. Un buen
ejemplo de ello es la caña de azúcar, llevada desde San Miguel de la Palma. Con
ella se elaborarían los famosos rones caribeños.
El nuevo poblamiento de las ciudades americanas tiene
su precedente más inmediato en la urbanización de La Laguna e incluso aspectos
arquitectónicos, como el uso del barroco, las techumbres mudéjares o los
balcones con celosías tienen su origen en la arquitectura canaria.
Tengo la suerte de leer lo mejor , más sereno para comprender la Historia de Canarias . Salvo el vocablo "guanche" que entiendo aparecería en Tenerife . calificando a los "Alzados", por el rechazo a la nueva cultura yéndose a lugares escabrosos con aGUA ,que es lo que tendrían en abundancia , pues ni minerales ,ni agricultura. Enhorabuena a quien o quienes esto escribieron , lo copio para recrear la lectura.
ResponderEliminarHola José, muchas gracias por comentar.
EliminarMe alegro que te gustara el artículo. Lo hice tras visitar Tenerife y empaparme de la rica cultura canaria. Una especie de homenaje a esa tierra que tan bien me trató y de la que guardo tan gratos recuerdos.
Saludos