Hoy
os voy a proponer un plan muy interesante para pasar un domingo en familia. Se
trata de realizar una de las rutas de senderismo más famosas de la Comunidad de
Madrid, la que lleva hasta la Cascada del Purgatorio, una caída de agua
verdaderamente bella.
Como
no todo va a ser naturaleza, para los amantes del arte esta ruta tiene otro
importante atractivo, pues podemos finalizar nuestra jornada visitando el
Monasterio de El Paular, una belleza en plena sierra madrileña.
¿Os
apetece descubrir este paraje?
¿Cómo llegar?
Desde
Leganés, en el sur de Madrid, existen dos formas de llegar hasta el Monasterio
de El Paular, en cuyo amplio aparcamiento se inicia nuestra ruta (ATENCION: desde 2020 ya no está permitido aparcar aquí, por lo que las opciones son ir a la localidad de Rascafría o entrar en el aparcamiento de pago de la zona recreativa de Las Presillas).
La
manera más cómoda es coger la M-40 y, más tarde, la M-30, con el objetivo de
alcanzar la A-1 dirección Burgos. Dejaremos atrás Alcobendas y San Sebastián de
los Reyes hasta Lozoyuela. Nada más pasar dicha localidad tendremos la salida
69 y cogeremos la carretera M-604, la cual nos llevara al valle del Lozoya.
Cruzaremos todos sus pueblos, incluido Rascafría, y a un kilometro y medio
tenemos el parking del monasterio. Existe otro Parking algo más adelante, el de
la zona de las Presillas, pero en este caso cuesta 5€ el estacionamiento.
La
otra opción consiste en tomar la M-40 hacia Alcorcón y, más tarde, tomar la
autovía del noroeste A-6. Al llegar a Collado Villalba cogemos la salida 39 y
nos dirigimos hacia la M-601, dirección Puerto de Navacerrada. Una vez llegado
a lo alto del puerto debemos tener la precaución de girar inmediatamente a la
derecha para coger la M-604 dirección Cotos (o nos pasaremos a Segovia). Tras
la subida de este otro puerto llegaremos al monasterio. Esta segunda opción
resulta algo más pesada por las numerosas subidas, bajadas, curvas y ciclistas.
¿Cómo es la ruta?
La
ruta hacia la Cascada del Purgatorio tiene las siguientes características:
·
Distancia: 13 Km (6,5 Km de ida y otros tantos de
vuelta).
·
Dificultad: Media. Tiene un desnivel de 315
metros y la última parte tiene una subida entre piedras. Se puede realizar con
niños pequeños si están acostumbrados a andar (el mío la hizo con cuatro años
sin problema).
·
Duración: Entre 5-6 horas dependiendo el tiempo
de esparcimiento y dejando un hueco para comer en el camino.
·
Mejor época: la primavera y los días nublados,
pues no existen demasiados lugares con sombra en el camino.
Descripción de la ruta
El
inicio de la ruta comienza en el Puente del Perdón, junto al Monasterio
de El Paular. Su nombre proviene de la costumbre de realizar los juicios junto
a este monumento que cruza el río Lozoya. Los reos apelaban al tribunal en el
puente y, si eran perdonados, cruzaban el mismo evitando ser ahorcados (en un
lugar a 2 Km. en el puerto de Cotos).
Actualmente,
a la entrada del mismo, se encuentra una pequeña casa de madera que constituye
el centro de gestión del Parque Natural de Peñalara. En este lugar os
informarán de las distintas rutas por la zona.
Hay que cruzar el puente para continuar
de frente por la pista asfaltada que atraviesa la Finca Los Batanes (a los
niños les encantará ver las ovejas) y que, 300 m después, deja a mano izquierda
el acceso al Albergue Juvenil Los Batanes. 175 metros más adelante, hay que
pasar una valla metálica para poder
seguir por la pista asfaltada hasta que el camino se ramifica, momento en el
que hay que continuar recto (también podemos caminar por el de nuestra derecha,
pues ambos nos conducen al mismo lugar más adelante). Tras recorrer 375 m más, el
camino vuelve a ramificarse. La ruta sigue de frente, dejando a mano derecha el
acceso al Área Recreativa de Las Presillas. Este es un lugar de esparcimiento y
baño muy frecuentado en verano.
A los pocos pasos, el camino deja de
estar asfaltado y la ruta comienza a realizarse sobre tierra. En este tramo es
posible ver numerosas vacas pastando, lo que agradará a los más pequeños. No
obstante, tener precaución de no molestarlas. Como indicativo general, este
camino de tierra no debemos abandonarlo salvo en dos puntos, en los cuales
deberemos girar a la izquierda según nos marca la señalización.
Una vez recorridos 200 m, para poder
seguir de frente, es necesario pasar entre unos muros de piedra. Al rato, el
camino se ramifica. Debe seguirse recto hasta llegar a una nueva bifurcación en
la que, una vez más, se continuará recto. En ambos casos debemos seguir por la
pista principal. Unos 225 m después, se llega ante otra bifurcación y tal y
como indica la señalización, debe seguirse por la pista, que se abre a nuestra
izquierda.
Así se llega al arroyo del Aguilón, uno de los más caudalosos afluentes del río
Lozoya. Hay que cruzarlo por un puente para seguir por la pista que, a partir
de este momento, empieza a ascender. Cuando el camino vuelve a bifurcarse,
seguir nuevamente por la pista, tal como indica la señalización, la cual gira
hacia nuestra izquierda. Tras andar 525 m, se llega a una puerta de ganado que
hay que pasar para continuar por la pista que, 560 m después, a la altura de un
panel informativo sobre la ruta, debe abandonarse para tomar el camino de la
izquierda, como vuelve a indicar la señalización.
Al llegar frente al río, debemos
cruzarlo por un puente de madera y seguir su curso hacia nuestra derecha hasta
alcanzar una finca vallada. Esta finca debemos bordearla por la derecha,
siguiendo un estrecho sendero del que no hay que desviarse en ningún momento y
que se adentra en una zona de vegetación agreste compuesta por densos bosques
de pinos silvestres. 250 m más adelante, hay que cruzar el arroyo del Aguilón
por un puente de madera. Debe continuarse recto en todo momento y en paralelo a
su cauce. En este tramo los más pequeños disfrutarán con el rumor del agua y
con la búsqueda de renacuajos o lagartijas. Es bueno que cojan fuerzas
suficientes, pues nos falta el último kilómetro de la ruta, sin lugar a dudas
el más duro, debido a la subida y el camino irregular lleno de piedras.
Recorridos 880 m desde que se cruzó el
arroyo, la ruta sigue ascendiendo entre las rocas. Sin embargo, antes de
continuar el itinerario, es recomendable tomar el camino que desciende hacia la
derecha y que conduce a una primera cascada de menores dimensiones que
constituye un pequeño aperitivo de lo que uno se encontrará 25 m más adelante.
La ruta continúa ascendiendo entre rocas, como indica la señalización. 100 m
después, cuando el sendero se bifurca, hay que ir por la izquierda.
Tras superar una zona escarpada, se
llega al mirador de la Cascada del Purgatorio, donde concluye la ruta y desde
donde se obtienen las mejores vistas de uno de los parajes más bonitos de la
Sierra de Guadarrama. La Cascada del Purgatorio son dos espectaculares saltos
de agua que forma el arroyo del Aguilón y que descienden entre las rocas
creando una bellísima estampa. El punto final del itinerario es también un
magnífico lugar para observarse la inmensa silueta en vuelo del buitre negro,
ya que está incluido en las 7.869 hectáreas de superficie que ocupa la Zona de
Especial Protección para las Aves Alto Lozoya (ZEPA) que congrega la mayor
población nidificante de esta especie en toda la Comunidad de Madrid. En la
cascada y sus inmediaciones no está permitido el baño pero la mayor parte de
los excursionistas ocupan sus piedras adyacentes para comerse sus bocadillos.
La vuelta se realiza por la misma ruta,
razón por la cual no veo necesidad de reproducirla nuevamente en sentido
contrario. Confío en vuestra buena memoria reciente.
No obstante, existe una ruta alternativa
(no señalizada) que permite realizar la vuelta por otro camino paralelo. Cuando
lleguemos al puente que salva el arroyo del Aguilón, en vez de cruzarlo de
vuelta, podemos tomar un camino que sigue de frente, atravesando una portilla.
Este camino terminará juntándose con el otro un poco antes del área de las Presillas,
y nos ofrecerá nuevos paisajes que no hemos visto a la subida, además de ser un
poco más corto. Atravesaremos algunas zonas donde hay animales pastando, por lo
que recordar cerrar los portones por los que paséis. En el camino encontraremos
un par de bifurcaciones, pero básicamente se trata de evitar los caminos que
salgan hacia la derecha, para mantenernos siempre cercanos al río (tramo
alternativo, no señalizado). Finalmente saldremos al camino principal a pocos
metros de Las Presillas.
¿Qué podemos
hacer por la tarde?
Como ya os comenté al principio del
artículo, esta ruta tiene un doble encanto. En primer lugar por la parte de
senderismo y contacto con la naturaleza de la sierra, algo que les encantará a
los más pequeños. En segundo lugar, por la visita cultural que nos permite
realizar antes de marcharnos a casa. Me refiero a la visita al Real
Monasterio de Nuestra Señora Santa María de El Paular.
Se trata de un monasterio fundado por
orden de Enrique II de Castilla a finales del siglo XIV. Los cartujos fueron
los encargados de realizar los trabajos de construcción y habitar el primer
cenobio de San Bruno en Castilla. No obstante, hoy día, los cartujos ya no
habitan sus muros. Una pequeña comunidad benedictina de 10 miembros es la que
mantiene el lugar activo y abierto a las visitas, las cuales tienen una parte
guiada y otra abierta.
Resulta fundamental realizar la visita
guiada, pues será donde nos expliquen y muestren las verdaderas joyas
artísticas que atesora este lugar. Por tanto, os aconsejo consultar los
reducidos horarios en su página web: http://monasteriopaular.com/.
De todos modos, y con el objeto de
contaros un poco en qué consiste la visita a este monasterio, os voy a
describir el recorrido que yo realicé cuando lo visité.
Nada más sacar las entradas vamos a
esperar a que nos lleven al interior del monasterio en un claustro moderno en
el cual se exponen, en murales explicativos, las diferentes reformas realizadas
en el lugar para recuperar el patrimonio histórico deteriorado. Tras la
desamortización de Mendizabal de 1835 los cartujos abandonaron el recinto, el
cual pasó a manos privadas. La falta de cuidados apropiados fue degenerando el
lugar, hasta que la guerra civil le dio el toque de gracia. La sierra, en campo
republicano, sufrió el expolio y la destrucción de unas tropas escasamente
afines a la iglesia. En 1954 el Paular recuperó la vida monástica de mano de
los monjes benedictinos (los cartujos no vieron capaz recuperar el monasterio)
y poco a poco fue recuperando el esplendor que tuvo antaño. Hoy día, los monjes
realizan las visitas guiadas, regentan la hospedería y dirigen las misas en la
iglesia.
Tras reunir al grupo nos conducirán al
patio interior que se encuentra al lado de la iglesia. Para llegar a él debemos
atravesar una larga galería con techo constituido por una bóveda de cañón. No
obstante, lo verdaderamente original es el empedrado del suelo. Justo antes de
llegar al patio existe un curioso mosaico floral realizado con huesos de
animales.
Subiendo unas escaleras accederemos al
atrio de la iglesia (lugar que en el pasado se compraban las entradas). Hoy
día, en este atrio, esperamos la llegada del monje que nos acompañará en el
recorrido. Saldrá por la puerta de la iglesia, un bellísimo ejemplo de
decoración de la época de los Reyes Católicos. Realizada por Juan Guas, esta
entrada renacentista se compone de unas hojas labradas, tres arquivoltas
ojivales bellamente decoradas y una piedad policromada en el tímpano, sobre la
puerta. En ella podemos leer VIDETE SI
EST DOLOR SICUT DOLOR MEUS, que viene a significar algo así como mira a ver si existe dolor como el mío.
Lo primero que nos sorprende de la
iglesia es su bóveda barroca con decoración rococó, pues sería de esperar un
templo de trazas eminentemente góticas. Ello se debe a la destrucción del
artesonado mudéjar que cubría la techumbre original a raíz del terremoto de
Lisboa.
La iglesia posee una sola nave y, como
la costumbre cartuja, se dividía en tres tramos. El primero se destinaba a los
seglares y está separado del resto por una magnífica reja de hierro forjado y
policromado, obra del cartujo Fray Francisco de Salamanca, la cual se considera
una obra maestra.
El segundo tramo está constituido por el
coro de los hermanos conversos, mientras que el tercero, junto al presbiterio,
se reservaba para los monjes. Las sillerías del coro son otra obra maestra.
Talladas en madera de nogal por Bartolomé Fernández, poseen diversos motivos
religiosos, tanto escenas como personajes bíblicos. Antes de la desamortización
fueron trasladadas a la iglesia madrileña de San Francisco el Grande, no
volviendo al Paular hasta el año 2003.
Con todo, lo más importante de la
iglesia es su retablo de alabastro policromado. Además de por su original
material (suelen realizarse en madera), su valor reside en la excelente
decoración escultórica que posee, que lo convierten en uno de los más bellos de
Castilla. Presenta 17 escenas bíblicas repartidas en cinco niveles:
·
Parte
inferior: Virgen con el niño en una escena en la que dan de comer uvas a un
pájaro. Se encuentran rodeados de ángeles con instrumentos musicales de la
época. Dos puertas muy decoradas se disponen en los laterales de la imagen
principal.
·
Primer
piso: aparecen seis escenas que relatan desde la Anunciación hasta el
nacimiento de Jesús y la adoración de
los Reyes Magos.
·
Segundo
piso: cuatro escenas nos muestran la Presentación del Niño en el Templo, El
Bautismo en el Jordán, la Última Cena y el Prendimiento.
·
Tercer
piso: cuatro escenas nos muestran la Flagelación ante la presencia de Herodes,
el Camino del Calvario, la Crucifixión y por último el Descendimiento o Piedad.
·
Último
piso: dos únicas escenas nos relatan la bajada de Jesús al Limbo, figurado como
la boca de un gran dragón y a la derecha la Resurrección.
Todo el retablo termina coronado por el
clásico Calvario y se encuentra adornado por múltiples esculturas de distintos
santos y santas (39 en total). Una reciente limpieza hace que su esplendor sea
lo más próximo al original.
Por una entrada lateral de la iglesia
accederemos a la antigua sala capitular, hoy reacondicionada como capilla
auxiliar para realizar las misas en verano. Lo más destacado de esta capilla es
su retablo barroco del siglo XVIII, obra de Churriguera. Como curiosidad
indicar que el lugar principal del retablo, hoy día ocupado por una imagen de
la Inmaculada, fue antaño habitado por una imagen de San Bruno.
A continuación atravesaremos un par de
salas hasta llegar a otra de las joyas de este lugar, la capilla del Sagrario.
Obra maestra del barroco español realizada por Francisco Hurtado. Nada más
llegar nuestras miradas se sentirán atraídas hacia la zona del Transparente,
una estructura hexagonal, realizada en distintos mármoles, que alberga un
Sagrario monumental. Una gran custodia barroca de plata ocupaba el centro,
aunque fue robada durante la invasión francesa. Interesante resulta fijarse en
el suelo, de excelente factura y decorado con motivos vegetales.
El resto del espacio se compone de una
capilla octogonal con forma de cruz griega decorada en estilo rococó, con
cuatro capillas (en muy mal estado de conservación) y tres altares que contiene
santas bíblicas (Santa Lucía y Santa Catalina) y santos cartujos (San Bruno y
San Antelmo).
Nuestra siguiente parada es el
refectorio. Se trata de una alargada sala gótica en la que los monjes
realizaban las comidas en silencio mientras un monje leía la biblia desde el
púlpito elevado. Hoy día sólo se utiliza en festividades por la congregación.
La sillería es sencilla, sin elaborados tallados como en la iglesia, y la
verdadera joya de la sala son un par de enormes paneles pintados. El superior
es una crucifixión, mientras que el inferior se trata de la Última cena de Tiziano, copia realizada
por Eugenio Orozco para el Paular y que, tras la desamortización, fue a manos
del Marqués de Cerralbo. Durante muchos años estuvo en su casa museo, hasta que
se decidió trasladarla a su lugar original.
El final de la visita consiste en
atravesar un diminuto claustro que comunica con todas las salas anteriormente
visitadas. Lo más destacado de este lugar es la decoración, en la mitad
inferior de sus muros, con azulejo de Talavera.
Hasta aquí la parte de la visita guiada.
La visita libre comienza en la misma entrada a la iglesia y, a través de un
pasillo, nos conduce al claustro en el que se encontraban las celdas de los
antiguos monjes. En otro tiempo este claustro se visitaba tanto por sus
galerías como por su jardín interior, aunque en esta ocasión no podremos
acercarnos al bello templete que corona el centro de su jardín. Por el
contrario, los muros de las galerías se han poblado con excelentes paneles que
conforman la serie pictórica más ambiciosa de los monjes cartujos.
Encargada a Vicente Carducho en 1626, se
trata de una serie de 56 lienzos de grandes dimensiones destinados a este
claustro mayor. Hoy día podemos admirar 54, las cuales siguen un orden
cronológico de la historia de los cartujos:
Los primeros 27 ilustran aspectos
vitales de San Bruno de Colonia, fundador de la orden.
Un segundo grupo se concentra en hechos
notables realizados por los cartujos en diferentes lugares de Europa y muestra
aspectos característicos de los cartujos, tales como su retiro a lugares
apartados de gran belleza, su vida de humildad y penitencia y su dedicación al
estudio y la oración.
Un último grupo relata diversas
persecuciones y martirios sufridos por la orden cartuja entre los siglos XV y
XVI.
Vicente Carducho, el artista más
respetado de la corte madrileña de aquelal época, fue el encargado de realizar
este complicado trabajo, tanto por las grandes dimensiones de las obras como
por la necesidad de seguir una narrativa precisa. La serie se realizó entre los
años 1626 y 1632 y se mantuvo en este lugar hasta la desamortización de 1835.
A partir de esta fecha, las pinturas
sufrieron múltiples deterioros cuando se conservaron, primero, en el convento
de la Trinidad y, más tarde, se distribuyeron por diferentes instituciones y
museos. En el año 2002 se inició el proceso de recuperación de los paneles,
lográndose unificar la serie en el año 2006. No obstante, la llegada al Paular
se retrasaría hasta el año 2011.
Y hasta aquí la visita al Monasterio de
El Paular. La primera vez que visité este monasterio fue en el cambio de
milenio y, desde entonces, numerosos cambios han enriquecido las entrañas de
este magnífico lugar. Si hace tiempo que no lo visitáis no dudéis en acercaros,
pues os sorprenderá el cambio a mejor que se ha producido.
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