Uno de los capítulos de mi última publicación Mis mentiras favoritas. Edad Media trata
sobre el paso de los vikingos por la Península ibérica. Al contrario de lo que
solemos pensar sobre este suceso histórico, los vikingos influyeron de una
manera poderosa e intensa en los doscientos años que asolaron las ciudades
costeras españolas.
En el capítulo dedicado a los vikingos en el libro
descubrirás las distintas oleadas de ataques que sufrió España, sus
consecuencias inmediatas sobre la población y sobre los poderes locales, así
como las zonas que se vieron afectadas. Todo ello ha quedado solidificado de
diversas formas en nuestra mentalidad común como pueblo, aunque para el grueso
de la población lo más conocido sea la romería vikinga de Catoira.
Hoy os comentaré un suceso legendario que pudo tener
cierta base histórica y que se relaciona directamente con los ataques vikingos
a nuestro país. ¿Os interesa el tema?
En la Basílica de San Martín de Mondoñedo, situada
en el municipio lucense de Foz, existía un fresco, hoy en día ya muy
deteriorado, que narraba el milagro realizado por el obispo San Gonzalo.
Según nos cuenta la leyenda atribuida al santo, una
gran flota vikinga se aproximó a la localidad de Foz, lo que sumió a los
lugareños en un gran temor. Aquellas gentes del Norte, denominados normanni, lormanni, lordomani o leodomanni
en las crónicas, eran unos temibles piratas que asolaban los lugares por donde
pasaban. Como muy bien reflejaron los clérigos que las escribieron, eran gens crudelissima, más feroz que los
musulmanes.
La población, desesperada, pidió ayuda al obispo Gonzalo,
el que tenía fama de santo. Este personaje había sido abad en el monasterio de
Sahagún y fue obispo de la diócesis de Mondoñedo entre 1071 y 1112. Entre sus
milagros está el de tirar una zapatilla al suelo y hacer que brotara un agua
con propiedades milagrosas. Agua, por cierto, de la que se puede aún beber, ya
que brota de la cercana fuente de A Zapata, próxima a la basílica.
El caso que San Gonzalo, ni corto ni perezoso, se
decidió a intervenir. Agarró su báculo, una vara de madera de casi metro y
medio terminado en cabeza de animal (el cual se puede contemplar en el museo
parroquial), y subió al cercano monte de Alto da Grela. De rodillas, alzó sus
plegarias al cielo, el cual comenzó a nublarse de forma repentina. Una gran
tormenta se levantó y comenzó a arreciar sobre los barcos vikingos que
intentaban entrar en la ría. Uno tras otro, debido a la furiosa tempestad,
fueron hundiéndose ante la sorprendida mirada de los feligreses de San Gonzalo.
Sepulcro de San Gonzalo en la Basílica de San Martín de Mondoñedo |
Cuando apenas quedaban unas pocas naves a flote San
Gonzalo paró sus rezos, terminando en ese momento la tormenta. Su intención era
que permaneciesen algunos navíos a salvo para que pudieran contar el milagro en
sus tierras y desistieran de regresar.
Tal milagro es recordado en la localidad lucense
todos los años, el lunes de Pascua de Pentecostés, con una romería a la capilla
levantada en el preciso lugar en donde se produjo el milagroso suceso.
Numerosos investigadores han intentado
contextualizar históricamente la leyenda, aunque, como es lógico, surgen muchos
problemas para hacerlo. En primer lugar, la época en la que San Gonzalo estuvo
al frente de la diócesis de Mondoñedo ya habían pasado la mayoría de ataques
vikingos. En el siglo XI y XII lo más que hubo fueron cruzados normandos que,
en su viaje a Tierra Santa, realizaban esporádicas acciones de saqueo contra
las poblaciones costeras, aunque nunca ya con la furia de los primeros ataques.
Registrados en la época de San Gonzalo están las
empresas lideradas por Sigurd Jorsalafari, en 1108, y por Hacon Paalson, en
1111. Pero según relatan las crónicas, en ninguna de estas dos empresas podemos
encuadrar los sucesos narrados por la leyenda.
Muchos investigadores encuadran tal suceso en la
tercera oleada de ataques vikingos, la cual comenzó a partir de laño 968 y fue
realmente catastrófica para Galicia. La flota vikinga, liderada por el rey Gunderedo,
estaba compuesta por un centenar de naves. Y tras derrotar la resistencia local
en la batalla de Fornelos saquearon impunemente la comarca durante tres largos
años.
Otros investigadores retrasan aún más el milagro y
lo encuadran en la primera oleada de ataques, los cuales comenzaron hacia el
año 844. Según esta línea de investigación, el milagro estaría relacionado con
un suceso real, recogido por el obispo Prudencio Galindo, según el cual varios
barcos vikingos fueron hundidos en las costas gallegas debido a las
inclemencias provocadas por un temporal. El recuerdo, transmitido de boca en
boca a lo largo de los siglos, terminaría atribuyéndose a este famoso personaje
local.
Sea como fuera, la tradición de este suceso nos
muestra el temor que inspiraban los vikingos en la población local gallega, que
fue, sin duda, la más castigada por este tipo de incursiones piráticas.
Desde el 2011, los habitantes de Foz conmemoran el milagro
con una gran celebración. Realizada en el último o penúltimo fin de semana de
agosto, la fiesta normanda, como así se denomina, incluye una representación
teatral del milagro de San Gonzalo, así como un mercado medieval y una
recreación de un desembarco vikingo y el rechazo armado por parte de la población.
Tal evento se repite al día siguiente para los niños, lo que resulta un gran
divertimento para todos ellos.
Resulta curioso como el paso del tiempo transforma
unos sucesos catastróficos para muchas localidades gallegas en una festividad
de alegría y en un motor para el turismo local.
Al final va a ser cierto que los vikingos
contribuyeron al desarrollo económico de la región a pesar de tantas
incursiones violentas. Si antaño permitieron conectar Galicia con el Mar del
Norte, doy fe que aún hoy día se sigue estirando económicamente tal recuerdo.
Pero esto, ¡ya es otra historia!
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