Muchas personas creen conocer
la figura de Viriato, aquél héroe lusitano que mantuvo en jaque a todo el
Imperio Romano en el siglo II a.C. La imagen que posee el imaginario común de
este personaje es la de un pastor que se enfrentó a Roma como un guerrillero,
al estilo Curro Jiménez contra los franceses. Un héroe que encarna los valores
atemporales de nobleza, libertad, honor y sobriedad, al fin y al cabo un
libertador ante la opresión del invasor extranjero.
Hace años, una serie española
llamada Hispania ahondó un poco más
en este mito actualizándolo y fijándolo en otra generación de españoles, al
igual que la educación franquista lo grabó en la mente de los escolares de la
época, hoy día nuestros padres y abuelos.
Pero Viriato no se parece en
nada a la persona que creemos conocer. No fue un humilde pastor convertido en
general, no fue un guerrillero oculto en las montañas y, por supuesto, no fue
ni portugués ni español.
Desconocemos totalmente el
origen de Viriato. Las fuentes clásicas no nos aportan información alguna sobre
la fecha o el lugar de nacimiento del héroe hispano. Se suele considerar como
fecha probable entre el 190 -170
a.C. en base a que su primera aparición en la historia
ocurre en el año 150 a.C.
Al haber tenido en esa fecha una vida llena de acontecimientos se postula que
debía tener entonces entre 20 y 40 años. Pero todo son conjeturas.
Las fuentes clásicas para el
estudio de Viriato son, principalmente, Diodoro, Apiano y Tito Livio. Diodoro
de Sicilia nos indica de manera clara su origen lusitano:
“[…] pero después, cuando tuvieron a Viriato, infligieron graves
perjuicios a los romanos. Pertenecía éste, en efecto, a los lusitanos que viven
junto al océano; pastor desde niño,
estaba acostumbrado a la vida en la montaña,[…] ”.
Estatua de Viriato en Zamora |
Desde esta fuente varios
autores intentaron poner lugar de nacimiento al héroe. El más tenaz fue
Schulten, quién imaginó un origen en la Sierra de la Estrella. Y digo imaginó
porque en ninguna fuente aparecen expresamente el Mons Herminius para afirmar tal cosa. En época no tan remota hubo
una seria polémica entre España y Portugal por fijar la nacionalidad del héroe.
Los portugueses se debatían entre Coimbra y Viseu, lugar donde se alzó un
monumento conmemorativo. Mientras, en España se han propuesto multitud de localizaciones
a cual más dispar: Valencia, la antigua Beturia (concretamente la ciudad de
Arsa, en la Bética) y Zamora. Esta última opción fue defendida por los
investigadores de principios del siglo XX y se erigió en la ciudad una notable
escultura de bronce, obra de Eduardo Barrón, colocada sobre una gran roca
traída expresamente de la comarca de Sayago. Ello se debía a que la precisión
de estos historiadores llegaba a tal punto que hacían a Viriato originario de
la aldea de Torrefrades, en Sayago. Ignoro de donde pudieron sacar tal
información, al igual que el resto de propuestas descabelladas.
Ninguna tiene posibilidades
de convertirse en real. La zona de la península que los romanos llamaron Lusitania, reunía a un conglomerado de
pueblos que difícilmente podemos considerarlos como una unidad étnica o
geográfica: célticos, vettones, lusitanos, galaicos, túrdulos… Y, por supuesto,
no son los originarios de los lusos/portugueses actuales. Este gentilicio
proviene de la provincia romana de Lusitania,
creada por Augusto 27 a.C.,
en lo que hoy día es territorio de Portugal y España (partes de ambas Castillas
y parte de Extremadura).
Por tanto, debemos indicar
que el origen de Viriato, así como su fecha de nacimiento son totalmente
desconocidos. Me gustaría creer que era sayegués, entre otras cosas, porque el
pueblo de mi padre, Luelmo de Sayago, se encuentra a escasos kilómetros del
supuesto lugar de origen. Pero la historia no confirma nada al respecto.
El origen como pastor de
Viriato está bien documentado en las fuentes clásicas, pero la investigación
actual ha comenzado a ponerlo seriamente en duda. Entre otras cosas, porque la
mayoría de autores se repiten y el tópico que muestran tiene más de cliché
literario que de realidad.
Tito Livio, el autor más cercano
a los acontecimientos nos relata lo siguiente:
“En Hispania, Viriato, que antes había pasado de pastor a cazador y de
cazador a salteador, y pronto también se convirtió en jefe de un verdadero
ejército, se adueñó de Lusitania entera […]”.
Floro nos comenta
prácticamente lo mismo:
“Por lo demás, Viriato levantó a los lusitanos; era un hombre de una
agudeza extrema, que se convirtió de cazador en salteador, de salteador pasó en
seguida a jefe y a general y, si la fortuna lo hubiese consentido, habría sido
el Rómulo de Hispania;”
Ya vimos que Diodoro también
nos comentaba que se trataba de un pastor. Y Orosio, en el siglo V d.C. nos
sigue comentando que Viriato era “pastor
y bandolero”. Pero diferentes hechos posteriores relatados en las mismas fuentes
contradicen esta visión humilde.
Por un lado está la boda de
Viriato con la hija del rico noble Astolpas, algo impensable para un simple
pastor. El relato de la boda lo tenemos recogido en la obra de Diodoro de
Sicilia y en él vemos todas las anécdotas de la historiografía helenística,
presentando a Viriato como un hombre recto que desprecia el poder de los
objetos lujosos ante el poder otorgado por las armas. Algunos autores quisieron
ver en este pasaje los desequilibrios en el interior de la sociedad lusitana,
entre el rico dueño de los campos de la llanura y el pobre monte poblado de
pastores y bandidos. Pero si lo analizamos bajo el prisma de la invención
literaria el asunto queda mucho más claro.
Lens Tuero y García Moreno
fueron los que siguieron esta interpretación, quienes analizan la personalidad
legada por los autores clásicos sobre Viriato como un ejemplo del buen salvaje. Debemos pensar que en los
relatos históricos de la antigüedad resultaba muy difícil separar el hecho en
sí de la filosofía del autor. Y en este sentido la personalidad de Viriato casa
perfectamente con la consideración de persona ejemplar dentro del estoicismo y
cinismo propio de la época de Posidonio, autor en el que se basan la mayoría de
fuentes antiguas que poseemos sobre Viriato.
El estoicismo ensalza la idea
del hombre sobrio que desprecia las riquezas, algo que vemos tanto en la boda
como en el reparto desinteresado del botín relatado por Diodoro, del hombre
natural emparentado con la naturaleza, algo que vemos representado en el origen
como pastor. La idea de justificar las conquistas romanas en base al derecho de
civilizar pueblos bárbaros también aparece recogida en la figura de Viriato.
Para los romanos los pueblos bárbaros eran salvajes y sus héroes bandoleros,
palabra expresamente utilizada por varios autores clásicos para definir a
Viriato.
Por tanto, los autores
clásicos crearon un mito del agrado de sus lectores. Exageraron el primitivismo
del personaje, otorgándole un origen humilde, y lo envolvieron con distintas
características propias del hombre ideal estoico. Por tanto, poco o nada es lo
que podemos saber sobre el verdadero Viriato y su personalidad.
Y una de las pruebas, a mi
entender, más claras que evidencian la creación de un mito por los autores
clásicos es la inclusión de una fábula muy conocida de Esopo (Hsr. 31, Ch. 52)
en el relato de los hechos de Viriato. Según nos cuenta Diodoro los habitantes
de la ciudad de Tica tan pronto estaban aliados con los romanos como con los
lusitanos. Por ello, Viriato les advirtió de lo que les pasaría si seguían con
tal actitud:
“Resulta que les contó que un hombre de mediana edad estaba casado con
dos mujeres; la más joven, que se afanaba por que su marido se pareciera a
ella, le arrancaba de la cabeza las canas y la vieja los cabellos negros; y el
resultado fue que, arrancándole las dos el pelo, pronto se quedó calvo. Algo
semejante iba a pasarles a los habitantes de Tica, pues, si los romanos mataban
a los que les eran hostiles y los lusitanos aniquilaban a sus propios enemigos,
pronto iba a quedar desierta la ciudad.”
Otra de las razones por lo
que un origen humilde no le cuadra a los historiadores actuales es el hecho de
aparecer en la historia, por primera vez, como un personaje de autoridad. Según
nos relata Apiano (Iber. 61-62), tras
la traición de Galba a los lusitanos, Viriato se convirtió en general de las
tropas en base a un discurso así relatado por el historiador:
“Viriato, que había escapado a la perfidia de Galba y entonces estaba
con ellos les trajo a la memoria la falta de palabra de los romanos… les dijo
que no había que desesperar de salvarse en aquel lugar, si estaban dispuestos a
obedecerle. Encendidos los ánimos y recobradas las esperanzas, lo eligieron
general…”
Ningún pastor salido de las
agrestes montañas, sin cultura alguna en el combate, se hubiera erigido líder
de los lusitanos tan fácilmente. Y la cultura guerrera de Viriato también quedó
demostrada desde el inicio de sus acciones contra los romanos, realizando unas
tácticas de combate y dirigiendo eficazmente a miles de hombres de una manera
que sólo un hombre versado en batallas podría haber realizado. Sabemos que en
la sociedad gentilicia lusitana la casta de los guerreros tenía gran
importancia, y de entre sus filas se erigían los jefes militares y los reyes.
Por tanto, analizando los hechos militares de Viriato contra los romanos,
podemos concluir que este personaje debía pertenecer a cierto importante linaje
local.
Lo anterior nos lleva
directamente a otro punto conflictivo de la figura de Viriato que hoy también
se ha puesto en cuestión: el carácter guerrillero del héroe.
Tal vez esta consideración
provenga de la siguiente descripción realizada por Diodoro V, 34, 4-7:
“Dicen que los lusitanos son diestros en emboscadas y persecuciones,
ágiles, listos y disimulados;”
Las fuentes contemporáneas
insisten en el carácter guerrillero de Viriato y así podemos leer lo siguiente
en la Historia de España de Modesto Lafuente:
“Viriato, ese tipo de guerreros sin escuela de que tan fecundo ha sido
siempre el suelo español, que de pastores ó bandidos llegan á hacerse prácticos
ó consumados generales; Viriato derrota cuantos pretores ó cónsules, y cuantas
legiones envía Eoma contra él. Pero los españoles, en vez de agruparse en derredor
de la bandera de tan intrépido jefe, permanecen divididos, y Viriato pelea
aislado con sus bandas. Aun así desbarata ejércitos, y hace balancear el poder
de la república, que en su altivez no se avergüenza de pedirle la paz; y no
sabemos dónde hubiera llegado, si la traición romana no hubiera clavado el
puñal asesino en el corazón del generoso guerrero lusitano. ¿Qué fuera si le
hubiera ayudado el resto de los españoles?”
El mismo autor, refiriéndose
a la invasión francesa de la península, nos indica lo siguiente:
“La Europa atenta supo con admiración que los triunfadores de Jena
habían rendido sus espadas en Bailón, y que las legiones del vencedor habían
dejado de ser invencibles en batalla campal. Los sitios de Zaragoza y Gerona
anunciaron á los nuevos romanos que se hallaban en la tierra de Sagunto y de
Numancia. Los nombres de aquellas dos heroicas poblaciones, tiempos y años
andando, han-sido invocados como tipos de heroísmo en cualquier región del
globo en que se ha querido excitar el ardor bélico y el
entusiasmo patrio con memorias de alto ejemplo.
Mientras tales lecciones daban las tropas regladas y los moradores de las
ciudades, plagábanse los campos de guerrilleros, de esos soldados sin escuela,
modernos Viriatos, de que tan fecundo dijimos ya en otra parte que ha sido
siempre el pueblo español: los cuales con rápidas y atrevidas maniobras,
ingeniosas revueltas é inesperados ataques, diezmaban pequeños cuerpos
enemigos, ó embarazaban el paso á gruesas columnas, ó sorprendían convoyes, y
con mil géneros de menudas hostilidades desesperaban á los famosos generales”.
Baste lo anterior como simple
ejemplo de la consideración como guerrillero de Viriato, pues la obra de
Modesto Lafuente ha llegado, con escasos añadidos, a la actualidad. Pero
analizando detenidamente las fuentes antiguas interpretamos otro tipo de
personaje. No se trató de grupos pequeños de guerrilleros que atacaban por
sorpresa a los romanos y se retiraban. Al contrario, Viriato condujo
eficazmente tropas formadas por miles de hombres, derrotó a ejércitos romanos
en el campo de batalla y utilizó tácticas de combate a la altura de los mejores
generales.
La mejor fuente para estudiar
las campañas de Viriato contra los romanos es Apiano, pues es el autor que nos
ofrece mayores detalles al respecto. Por tanto, seguiremos sus pasos a partir
de ahora.
La primera acción de Viriato
contra los romanos se produjo en el año 147 a.C. y nos muestra la audacia de los
grandes generales. Los Lusitanos invadieron la Turdetania y se encontraron con
el ejército del gobernador Gayo Vetilio, el cual les rodeó en Urso. Viriato
utilizó una estratagema para retirarse sin sufrir excesivas pérdida. Dispuso a
sus hombres para el combate pero les ordenó retirarse, por caminos diferentes,
hasta Tríbola. Viriato se quedó con mil jinetes, los cuales hostigaron a los
romanos hasta que el grueso de sus tropas huyó. Vetilio llegó a Tríbola
persiguiendo a Viriato y allí fue emboscado en un desfiladero, donde encontró
la muerte junto a 4.000 soldados romanos.
Los éxitos de Viriato
continuaron los años siguientes. Así, en el año 146 a.C. utilizó la táctica
de la falsa huída para aniquilar un contingente de 4.000 romanos enviado por el
pretor Gayo Plaucio, al que también derrotó antes del invierno en batalla
campal.
Luego, en el año 145 a.C. tuvo que enfrentarse
al cónsul Q. Fabio Maximo Emiliano, enviado expresamente por Roma para acabar
con la rebelión. Inicialmente Viriato acosó a este gran contingente, de unos
15.000 hombres, el cual estaba falto de preparación, logrando iniciales
victorias en varias escaramuzas. Provocó a los romanos sacando a su ejército
para plantar batalla, pero Emiliano se negó a ello conociendo sus deficiencias.
Pero una vez preparado, el ejército de Emiliano derrotó a Viriato, quién fue
obligado a huir.
Aunque algunos autores ven en
este episodio un claro ejemplo de actitud guerrillera de Viriato, en verdad
debemos interpretarlo como una sabia retirada ante unas fuerzas que le
superaban en número notablemente. Vamos, que aplicó el famoso “Una retirada a tiempo vale más que mil
victorias”.
Viriato se refugió en las
montañas y se preparó para un nuevo ataque en los años siguientes. En este
momento debemos insertar la boda de Viriato, en un momento donde acumula apoyos
contra los romanos. Su siguiente entrada en escena en la historia es en el año 143 a.C., momento en el que
incita a la sublevación a varios pueblos belicosos, como arévacos, titos y
belos (aquí se inserta la insurrección de Numancia). Viriato, repuestas sus
fuerzas, venció al general Quintio, arrebatándole algunas enseñas. Además
expulsó a la guarnición de Ituca, lo que nos muestra que el ejército de Viriato
tenía la fuerza suficiente como para tomar ciudades, algo imposible para
simples guerrilleros.
Como nos relata Apiano en Iber, 66: “También devastó el país de los bastitanos, sin que Quintio acudiera en
auxilio de éstos a causa de su cobardía e inexperiencia. Por el contrario,
estaba invernando en Córduba desde mitad del otoño y, con frecuencia, enviaba
contra él a Gayo Marcio, un ibero de la ciudad de Itálica”.
En el año 142 a.C. Quintio fue sucedido
en el cargo por “Fabio Máximo Serviliano,
el hermano de Emiliano”, quien llegó a Hispania con dos legiones y el apoyo
de tropas Númidas de África. En su camino hacia Ituca logró repeler un ataque
del ejército de Viriato pero luego éste se vengó en la siguiente confrontación.
Serviliano logró hacer huir al ejército de Viriato, pero la persecución fue
desordenada y el lusitano lo aprovechó para contraatacar. Tal vez utilizara la
misma táctica de fingir una huida desordenada para luego caer con todas sus
fuerzas sobre los romanos. Fuera como fuese Viriato acorraló a los romanos en
su campamento y los hostigó duramente, hasta que las tropas de Serviliano
lograron regresar a Ituca nuevamente.
Al año siguiente Serviliano
emprendió una campaña de castigo contra los aliados de Viriato. Apiano nos dice
que “invadió la Beturia y saqueó cinco
ciudades que se habían puesto de parte de Viriato”, además de limpiar la
zona de bandoleros y salteadores. A los enemigos capturados les cortó las manos
o les vendió como esclavos.
Luego, mientras sitiaba la
ciudad de Erisana, Viriato le atacó, levantando el sitio y venciendo al
ejército romano, que se había desplegado en orden de batalla. Luego, en su huida,
los condujo a un desfiladero sin salida. Podía haber Viriato perpetrado una
masacre, pero prefirió negociar la paz.
Ésta, según nos dice Apiano,
no duró mucho, pues “Cepión, hermano y
sucesor en el mando de Serviliano, el autor del pacto, denunció el mismo y
envió cartas afirmando que era el más indigno para los romanos. El senado en un
principio convino con él en que hostigara a ocultas a Viriato como estimara
oportuno. Pero como volvía a la carga de nuevo y mandaba continuas misivas,
decidió romper el tratado y hacer la guerra a Viriato abiertamente”.
Viriato decidió huir ante
unas fuerzas que le sobrepasaban en número. Y los romanos, ante la
imposibilidad de darles caza, decidieron saquear las ciudades rebeldes,
logrando obtener un suculento botín y esperando que estos hechos sirvieran para
que Viriato se enfrentara a ellos en campo abierto.
Tal vez, harto de tanto
sufrimiento, Viriato decidió negociar la paz con los romanos. Envió al
campamento de Cepión a tres fieles seguidores, “Audax, Ditalcón y Minuro”, quienes en vez de llevar a Viriato unas
condiciones de paz le llevaron la traición. Cepión los sobornó para matar al
lusitano y éstos aceptaron asesinándolo por la noche en su misma tienda. Al
morir Viriato, su ejército no aguantó la presión de los romanos y Tántalo, el
nuevo líder, rindió sus tropas ante las de Cepión, finalizando así la guerra.
Del relato de Apiano se puede
deducir que Viriato era un gran líder, que logró enfrentarse y vencer, varias
veces, a un ejército romano en el campo de batalla. También les venció con
estratagemas, utilizando la táctica de huida fingida y ataque a los
desorganizados perseguidores. Y también logró tomar ciudades. Viriato pudo ser
muchas cosas, pero no fue un simple guerrillero.
Tampoco fue Viriato el caudillo
que hubiera podido unificar España, tal como lo presentó el franquismo. En
época de Viriato no existía nada parecido a lo que hoy día conocemos como
España (ni tampoco Portugal), y la península se hallaba dividida entre
poblaciones aliadas a Roma y otras rebeldes. Por tanto, la unificación de toda
ella se antojaría harto difícil.
Como caudillo, el mismo
Franco fue comparado con el antepasado lusitano en un primer momento. Pero a
partir de 1945, terminados ya los rescoldos de la guerra civil, cambiará esa
denominación de caudillo por la de guerrillero que ha pervivido hasta hoy día
perniciosamente.
Pero debemos olvidar la idea
del héroe que lucha por su patria ante el invasor opresor. Entre otras muchas
cosas porque Viriato asesinó por igual a los romanos que a sus aliados
ibéricos. Tenemos ejemplos varios como la matanza de mil belos y titos (Apiano Iber. 63) o los tributos exigidos a los
campesinos carpetanos (Apiano Iber. 64).
Además, entre sus tropas se mezclaban pueblos de diverso origen que sólo tenían
como denominador común su odio hacia los romanos. Y uno de los méritos más
importantes de Viriato fue que supo, en todo momento y durante años,
mantenerlos unidos y sin indisciplinas de ningún tipo. Algo más propio de un
gran líder político y guerrero que de un simple pastor. Su personalidad debió
ser arrebatadora y el respeto que le tuvieron sus tropas quedó reflejado en el
funeral relatado por Apiano.
Viriato es uno de esos
grandes personajes de la historia donde resulta muy complicado diferenciar la
realidad del mito. Por ello, la imaginación de los historiadores del pasado fue
moldeando un retrato de un héroe atemporal que en nada debió parecerse al
Viriato original.
Para todos aquellos que vean
la historia de forma superficial el relato tradicional les parecerá coherente y
plausible, muy acorde con la historia, tantas veces repetida, del héroe
obligado a serlo, en busca de venganza, ante un enemigo mayor. Pero la realidad
no es todo blanco y negro. Y son los matices de gris los que hemos perdido con
Viriato y lo que nos impiden reconstruirlo hoy día.
Fuentes:
Gorges, J-G., Nogales
Basarrate, T.: Sociedad y cultura en Lusitania romana: IV mesa redonda internacional. Badajoz. Tecnigraf. 2000.
Quesada
Sanz, F.: “Viriato, un héroe para España”. La
Aventura de la Historia. Año 13. Nº 148. 2011.
Quesada
Sanz, F.: “Los mitos de Viriato”. Vaccea.
Nº 4. julio 2011.
En la red:
No hay comentarios:
Publicar un comentario