domingo, 9 de mayo de 2021

El gesto de la higa era un insulto ya en época romana


En una ocasión mi mujer recibió como regalo un colgante con la forma de una higa. Según la RAE, la higa es, en su primera acepción, un “Amuleto en forma de mano cerrada en que asoma el dedo pulgar entre el índice y el corazón”.

Este amuleto, según defienden los aficionados al mundo espiritual, sirve de protección ante el mal en general, y ante el mal de ojo en particular.

Pero la RAE contempla otras acepciones para este término. Las siguientes se refieren al gesto de la higa en términos de insulto y desprecio:

2. Gesto de asomar el dedo pulgar entre el índice y el corazón, con el puño cerrado, señalando a personas despreciables o contra el mal de ojo: “hacer a alguien la higa”.
3. Burla o desprecio.
4. una higa loc. col. Poco o nada: “no me importa una higa lo que opine de mí”.

Y yo me pregunto, puesto que nuestra cultura proviene de la romana, ¿cómo utilizaban los romanos este gesto?


Actualmente conocemos la utilización del gesto de la higa en la antigua Roma debido a dos tipos de fuentes: iconográficas y escritas.

En el primer tipo se encuentran multitud de amuletos, similares al de mi mujer, que han aparecido en las excavaciones arqueológicas, como en las de Pompeya y Herculano.



Aunque en los museos españoles vamos a encontrar un tipo curioso de amuleto que combina la higa con el fascinum, en lo que se supone una doble protección. Piezas de este tipo podemos encontrar en el Museo arqueológico de Jaén o en el Museo romano de Mérida.



Las fuentes escritas nos confirman el carácter protector de este gesto para los romanos. La fuente más clarividente al respecto es Ovidio, quién en sus Fasti nos habla del uso de la higa en la festividad de Lemuria, el día de los espíritus, que se celebraba los días 9,11 y 13 de mayo:

Cuando la noche se halla en mitad de su curso y ha traído el silencio requerido para el sueño, cuando los perros y vosotras, multicolores aves, permanecéis callados, el hombre cumplidor del ancestral rito y temeroso de los dioses se levanta (ninguna ligadura presentan sus pies) y hace un gesto introduciendo su pulgar entre los demás dedos juntos, para que ninguna sombra vana le salga al encuentro en su silenciosa marcha”.

¿Cuándo y cómo se pasó del uso como amuleto profiláctico contra el mal de ojo al del insulto?

Lo primero que debemos indicar es que la higa y la peineta son gestos similares, sólo diferenciados por levantar el dedo corazón en la peineta y dejarlo apretado contra la mano en la higa. Puede que en muchos casos la similitud de gestos llevara a utilizar ambos como insulto. Y como sabemos por un post anterior el gesto de la peineta si era utilizado por los romanos para ofender. Es muy probable que durante la Edad Media se confundieran ambos gestos, equiparándolos. Y la Iglesia, preocupada por la obscenidad del gesto, lo prohibió más por esta razón púdica que por su carácter de amuleto. Puede que el gesto de la higa fuera sustituido por el de la peineta a la hora de insultar, por ser más elocuente, pero su uso como amuleto no terminó de ser erradicado del todo y pervivió entre el pueblo llano.

La higa es un gesto de insulto en países como Grecia, Turquía, Bélgica y Francia, utilizándose de manera equiparable a la peineta.

Y en España sabemos de la utilización del gesto de la higa como insulto desde la definición de Covarrubias en 1546: “una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando el dedo pulgar entre el dedo índice y el medio; es disfrazada pulla”.

En nuestra obra más internacional, El Quijote, el gran Cervantes usó el término en boca de uno de los protagonistas: “Seis días estuvo don Quijote en el lecho, marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento. Consolábale Sancho, y, entre otras razones, le dijo:
 -Señor mío, alce vuestra merced la cabeza y alégrese, si puede, y dé gracias al cielo que, ya que le derribó en la tierra, no salió con alguna costilla quebrada; y, pues sabe que donde las dan las toman, y que no siempre hay tocinos donde hay estacas, dé una higa al médico, pues no le ha menester para que le cure en esta enfermedad: volvámonos a nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que no sabemos; y, si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso, aunque es vuestra merced el más mal parado”.

Igualmente, nuestro rico refranero también tiene un ejemplo en donde la higa es protagonista: “Mee yo claro y una higa para el médico”.

Pero el carácter de amuleto protector contra el mal de ojo derivado de la cultura romana también ha pervivido el paso del tiempo, como hemos indicado antes.

Durante el Renacimiento, con el interés por revivir la cultura clásica, se puso de moda el amuleto de la higa nuevamente. Modelos fabricados en variados materiales (azabache, cristal de roca…) fueron utilizados por las damas de la época, tal como demuestran diversos retratos realizados con ellos. Uno de los más famosos es el retrato de la Infanta Ana, obra de Juan Pantoja de la Cruz en 1602. De manera especial, y como hicieron los romanos, estos amuletos se colocaban a los niños para protegerles en su más tierna infancia.

La Inquisición en España y la religión en general terminarán condenando este tipo de amuletos, al igual que tiempo después la Ilustración, tan contraria a todo tipo de supersticiones. No obstante, la existencia actual de este amuleto es prueba suficiente como para indicar que las prohibiciones sirven de bien poco para eliminar acervos culturales tan profundos.

¿Inventaron los romanos el amuleto de la higa?

Protegerse del mal de ojo por medio de un amuleto con forma de mano es una tradición mediterránea. Si en el Occidente cristiano de tradición romana pervive el símbolo de la higa, en el ámbito musulmán podemos equipararlo con la mano de Fátima y en el ámbito judío con la Jamsa.

La protección contra el mal imponiendo una mano abierta podemos rastrearla desde la Prehistoria, con las pinturas parietales de numerosas manos en las cuevas. Es posible que la tradición posea un pasado tan alejado en el tiempo.

No obstante, ya en época histórica, es posible que fueran los egipcios quienes introdujeran la tradición de protegerse del mal por medio de la mano abierta o la higa. En concreto, en los textos de las Pirámides encontramos estos gestos utilizados para ahuyentar serpientes. Y en el Museo Ashmolean de Oxford se encuentra un amuleto egipcio, en forma de higa y fabricado en cerámica azul, y otro similar fenicio.

Desde estas culturas se traspasó la costumbre a Occidente, encontrando amuletos similares en necrópolis cartaginesas (en Ibiza, por ejemplo), etruscas y, más adelante, romanas. Y desde entonces hasta hoy traspasando el tiempo se mantiene la superstición de utilizar una mano abierta o cerrada con forma de higa para ahuyentar al mal de ojo.

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Bibliografía:

Fornés Pallicer, Mª A. y Puig Rodríguez-Escalona, M. Insultar con gestos en la Roma antigua y hoy. Minerva. Revista de filología clásica, 18. 2005. Pp 137-151.

Alvar Nuño, Antón. El mal de ojo en el occidente romano: materiales de Italia, norte de áfrica, península ibérica y Galia. Memoria para optar al grado de doctor. Madrid, 2010. ISBN: 978-84-693-7841-0.

Franco Mata, Mª A. Azabaches del M.A.N. boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo 4, Nº2, 1986.

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