En una ocasión mi mujer recibió como regalo un
colgante con la forma de una higa. Según la RAE, la higa es, en su primera
acepción, un “Amuleto en forma de mano
cerrada en que asoma el dedo pulgar entre el índice y el corazón”.
Este amuleto, según defienden los aficionados al mundo
espiritual, sirve de protección ante el mal en general, y ante el mal de ojo en
particular.
Pero la RAE contempla otras acepciones para este
término. Las siguientes se refieren al gesto de la higa en términos de insulto
y desprecio:
2. Gesto de
asomar el dedo pulgar entre el índice y el corazón, con el puño cerrado,
señalando a personas despreciables o contra el mal de ojo: “hacer a alguien la
higa”.
3. Burla o
desprecio.
4. una higa loc.
col. Poco o nada: “no me importa una higa lo que opine de mí”.
Y yo me pregunto, puesto que nuestra cultura proviene
de la romana, ¿cómo utilizaban los romanos este gesto?
Actualmente conocemos
la utilización del gesto de la higa en la antigua Roma debido a dos tipos de
fuentes: iconográficas y escritas.
En el primer tipo se encuentran multitud de amuletos,
similares al de mi mujer, que han aparecido en las excavaciones arqueológicas,
como en las de Pompeya y Herculano.
Aunque en los museos españoles vamos a encontrar un
tipo curioso de amuleto que combina la higa con el fascinum, en lo que se supone una doble protección. Piezas de este
tipo podemos encontrar en el Museo arqueológico de Jaén o en el Museo romano de
Mérida.
Las fuentes escritas nos confirman el carácter
protector de este gesto para los romanos. La fuente más clarividente al
respecto es Ovidio, quién en sus Fasti
nos habla del uso de la higa en la festividad de Lemuria, el día de los espíritus, que se celebraba los días 9,11 y
13 de mayo:
“Cuando la noche
se halla en mitad de su curso y ha traído el silencio requerido para el sueño,
cuando los perros y vosotras, multicolores aves, permanecéis callados, el
hombre cumplidor del ancestral rito y temeroso de los dioses se levanta
(ninguna ligadura presentan sus pies) y hace un gesto introduciendo su pulgar
entre los demás dedos juntos, para que ninguna sombra vana le salga al
encuentro en su silenciosa marcha”.
¿Cuándo
y cómo se pasó del uso como amuleto profiláctico contra el mal de ojo al del
insulto?
Lo primero que debemos indicar es que la higa y la
peineta son gestos similares, sólo diferenciados por levantar el dedo corazón
en la peineta y dejarlo apretado contra la mano en la higa. Puede que en muchos
casos la similitud de gestos llevara a utilizar ambos como insulto. Y como
sabemos por un post anterior el gesto de la peineta si era utilizado por los
romanos para ofender. Es muy probable que durante la Edad Media se confundieran
ambos gestos, equiparándolos. Y la Iglesia, preocupada por la obscenidad del
gesto, lo prohibió más por esta razón púdica que por su carácter de amuleto.
Puede que el gesto de la higa fuera sustituido por el de la peineta a la hora
de insultar, por ser más elocuente, pero su uso como amuleto no terminó de ser
erradicado del todo y pervivió entre el pueblo llano.
La higa es un gesto de insulto en países como Grecia,
Turquía, Bélgica y Francia, utilizándose de manera equiparable a la peineta.
Y en España sabemos de la utilización del gesto de la
higa como insulto desde la definición de Covarrubias en 1546: “una manera de menosprecio que hacemos
cerrando el puño y mostrando el dedo pulgar entre el dedo índice y el medio; es
disfrazada pulla”.
En nuestra obra más internacional, El Quijote, el gran
Cervantes usó el término en boca de uno de los protagonistas: “Seis días estuvo don Quijote en el lecho,
marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la
imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento. Consolábale Sancho, y,
entre otras razones, le dijo:
-Señor mío, alce vuestra merced la cabeza y
alégrese, si puede, y dé gracias al cielo que, ya que le derribó en la tierra,
no salió con alguna costilla quebrada; y, pues sabe que donde las dan las
toman, y que no siempre hay tocinos donde hay estacas, dé una higa al médico,
pues no le ha menester para que le cure en esta enfermedad: volvámonos a
nuestra casa y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que
no sabemos; y, si bien se considera, yo soy aquí el más perdidoso, aunque es
vuestra merced el más mal parado”.
Igualmente, nuestro rico refranero también tiene un
ejemplo en donde la higa es protagonista: “Mee
yo claro y una higa para el médico”.
Pero el carácter de amuleto protector contra el mal de
ojo derivado de la cultura romana también ha pervivido el paso del tiempo, como
hemos indicado antes.
Durante el Renacimiento, con el interés por revivir la
cultura clásica, se puso de moda el amuleto de la higa nuevamente. Modelos
fabricados en variados materiales (azabache, cristal de roca…) fueron
utilizados por las damas de la época, tal como demuestran diversos retratos
realizados con ellos. Uno de los más famosos es el retrato de la Infanta Ana,
obra de Juan Pantoja de la Cruz en 1602. De manera especial, y como hicieron
los romanos, estos amuletos se colocaban a los niños para protegerles en su más
tierna infancia.
La Inquisición en España y la religión en general
terminarán condenando este tipo de amuletos, al igual que tiempo después la
Ilustración, tan contraria a todo tipo de supersticiones. No obstante, la
existencia actual de este amuleto es prueba suficiente como para indicar que
las prohibiciones sirven de bien poco para eliminar acervos culturales tan
profundos.
¿Inventaron
los romanos el amuleto de la higa?
Protegerse del mal de ojo por medio de un amuleto con
forma de mano es una tradición mediterránea. Si en el Occidente cristiano de
tradición romana pervive el símbolo de la higa, en el ámbito musulmán podemos
equipararlo con la mano de Fátima y en el ámbito judío con la Jamsa.
La protección contra el mal imponiendo una mano
abierta podemos rastrearla desde la Prehistoria, con las pinturas parietales de
numerosas manos en las cuevas. Es posible que la tradición posea un pasado tan
alejado en el tiempo.
No obstante, ya en época histórica, es posible que
fueran los egipcios quienes introdujeran la tradición de protegerse del mal por
medio de la mano abierta o la higa. En concreto, en los textos de las Pirámides
encontramos estos gestos utilizados para ahuyentar serpientes. Y en el Museo Ashmolean
de Oxford se encuentra un amuleto egipcio, en forma de higa y fabricado en
cerámica azul, y otro similar fenicio.
Desde estas culturas se traspasó la costumbre a
Occidente, encontrando amuletos similares en necrópolis cartaginesas (en Ibiza,
por ejemplo), etruscas y, más adelante, romanas. Y desde entonces hasta hoy
traspasando el tiempo se mantiene la superstición de utilizar una mano abierta
o cerrada con forma de higa para ahuyentar al mal de ojo.
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Bibliografía:
Fornés Pallicer, Mª A. y Puig Rodríguez-Escalona, M.
Insultar con gestos en la Roma antigua y hoy. Minerva. Revista de filología
clásica, 18. 2005. Pp 137-151.
Alvar Nuño, Antón. El mal de ojo en el occidente
romano: materiales de Italia, norte de áfrica, península ibérica y Galia. Memoria
para optar al grado de doctor. Madrid, 2010. ISBN: 978-84-693-7841-0.
Franco Mata, Mª A. Azabaches del M.A.N. boletín del
Museo Arqueológico Nacional. Tomo 4, Nº2, 1986.
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