Recuerdo perfectamente la cara que puso mi esposa
cuando la propuse ir de turismo cultural a Valladolid. ¿Qué tiene de interés
Valladolid para pasar un fin de semana largo en la ciudad?
Creo que esta ciudad castellanoleonesa es una de las
más desconocidas por parte del turismo nacional y, a continuación, os voy a
indicar cinco motivos (que son muchos más) para visitar Valladolid y quedaros
sorprendidos con sus encantos. ¿Os interesa?
El recorrido que vamos a realizar por la ciudad de
Valladolid va a consistir en nombraros cinco temas turísticos generales y
rellenarlos con la enorme oferta turística que posee esta maravillosa ciudad.
Plazas
Espacio urbano público por antonomasia, lugar de
reunión, centro neurálgico y comercial de toda ciudad…, las plazas son lugares
nucleares que aglutinan la representación del poder de cada localidad.
En Valladolid destaca, por encima de cualquier otra,
su Plaza Mayor. Se trata de una de
las plazas cerradas más grandes de España. Creada inicialmente como una plaza
de mercado y celebraciones en el siglo XIV, la configuración actual data de
mediados del siglo XVI, tras una reforma impuesta por un incendio que la
destruyó.
Su estructura (plaza cerrada regular con
soportales) fue posteriormente copiada
por otras plazas similares, como la de Madrid. Aunque en esta ocasión no existe
un cierre tan marcado como en la de la capital de España. Es más, en Valladolid
la plaza se abre en numerosos puntos, como arterias de un corazón que irradian,
en este caso comercios, hacia la periferia.
El rojo del pavimento, combinado con el de la piedra
de los edificios le otorga una imagen muy particular e inconfundible. Su
aspecto renacentista queda roto por el edificio del ayuntamiento, de principios
de siglo XX y con una evidente influencia francesa en su decoración.
En el centro se alza la escultura del conde Pedro
Ansúrez, fundador de la ciudad en la Edad Media.
Una plaza con encanto muy próxima a la Plaza Mayor es
la Plaza del Ochavo, cuyo nombre
proviene de su forma octogonal imitando a esta antigua moneda castellana.
Constituida por bellos soportales, aún posee unas argollas que nos recuerdan el
cierre de la calle Platerías con cadenas.
La Plaza de San
Pablo es uno de los enclaves históricos principales de Valladolid. La
fachada de la Iglesia de San Pablo, auténtico retablo en piedra, el Palacio de
Pimentel, lugar de nacimiento de Felipe II e inconfundible con su balcón en
esquina, y el Palacio Real, lugar ocupado por personajes tan variopintos como Santa
Teresa de Jesús, Lord Wellington, Napoleón, José I, Amadeo de Saboya o Alfonso
XII, conforman un conjunto arquitectónico único y precioso.
Otro lugar con gran
encanto es la Plaza de la
Universidad, situada detrás de la Catedral. Su nombre se debe al
excepcional edificio barroco, al cual custodian unos leones sobre columnas. Y
mucho cuidado con contar su número si aún no terminaste los estudios
universitarios, pues existe la leyenda urbana de que nadie los terminará si
dice su número antes de terminar de estudiar. Aunque a las columnas les faltan
las cadenas (que delimitaban la zona en la que existía el fuero especial
universitario) y hoy día el edificio sólo acoge la Facultad de Derecho, el
encanto de la plaza es evidente.
La Plaza Zorrilla
fue erigida en honor al más famoso literato vallisoletano de todos los tiempos.
La escultura que se alza junto a la fuente fue realizada con la máscara
mortuoria del personaje y su situación junto a la entrada de Campo Grande y con
el edificio de la Academia de Caballería como fondo le otorgan una belleza
particular.
Una original plazuela es la Plaza del Viejo Coso. Antigua plaza de toros y cuartel de la
Guardia Civil en el siglo XIX, los pasados balcones de la plaza son ahora
ocupados por pisos de viviendas, en lo que supone un original reaprovechamiento
urbano privado de un elemento ciudadano público.
Muchas otras plazas merecen también una visita, como
Plaza España o Santa Ana, pero no quiero hacer el post demasiado largo por lo
que me centraré en lo más imprescindible.
Templos
religiosos
En primer lugar destacaría la Catedral, comunicada con la Plaza mayor siguiendo las comerciales
calles Regalado y Ferrari. La construcción de la Catedral se inició sobre el
solar de la antigua Colegiata en 1527. Hacia 1580, Juan de Herrera proyectó
sobre la planta basilical precedente un templo de tres naves y crucero,
inconcluso. En 1596, por voluntad de Felipe II, se le otorgó la categoría de
Catedral. En el s. XVIII, Alberto Churriguera retomó el esquema herreriano y le
dio su peculiar impronta barroca.
Los vallisoletanos la denominan la inconclusa, pues nunca se llegó a terminar. Puede que algunos,
al ver su fachada con una sola torre piensen que le falta este elemento pero no
es cierto. La torre se cayó en 1841 (tras quedar muy debilitada por el
terremoto de Lisboa de 1755) y no fue reconstruida. La iglesia sólo se
construyó hasta el crucero y se quedó en proyecto la que iba a ser la mayor
catedral de Europa. Por tanto, su interior resulta desconcertante, con el recargado
altar mayor (retablo de Juan de Juni) en la zona del crucero contrastando con
la sobriedad del estilo herreriano. En el exterior resulta apreciable comprobar
los muros sin construir del templo, así como las ruinas del templo antiguo que
pretendía sustituir.
Es posible subir a la torre para disfrutar de una
vista panorámica de la ciudad así como visitar el museo catedralicio,
interesante tanto por las piezas expuestas como por ubicarse en los restos de
la antigua catedral románica destruida parcialmente según se levantaba el
templo principal.
Aquí yace enterrado el conde Ansúrez, fundador de la
ciudad y cuya escultura se encuentra en la Plaza Mayor.
Junto a la Catedral, en la parte posterior de la
misma, se encuentra el símbolo y emblema de la ciudad, la Iglesia de Santa María de la Antigua. El primitivo edificio
románico del siglo XI construido por el Conde Ansúrez desapareció en el s. XIV
para dar paso a la iglesia gótica, que no parará de sufrir diversas
transformaciones. De época románica sólo podemos observar la espléndida Torre y
el pórtico norte, siendo el resto gótico. Pero es suficiente para obtener una
estampa tan bella como inconfundible.
La cruz ante su fachada indica la existencia de un
cementerio y los lugareños cuentan la antigua leyenda de la aparición del
cadáver incorrupto de un niño romano con toda su vestimenta en este lugar. El
supuesto milagro se atribuyó a que fue enterrado con arena de Tierra Santa.
En la histórica calle de San Ignacio, a la que asoman
palacios y casonas, se halla la Iglesia
de San Miguel y San Julián. Edificada por los jesuitas entre 1579-91, se
trata de un templo característico de esta orden, con una sola planta muy
espaciosa. Su fachada exterior, en tonos amarillos, resulta inconfundible y en
nada nos prepara para lo que encontraremos en el interior. Una decoración
barroca extremadamente rica cubre los muros y techos del templo. Dorados
altares y retablos, pinturas al fresco y tallas de gran riqueza decoran el
interior.
Como curiosidad indicar que es posible entrar en la
sacristía, la cual posee un retablo en trampantojo así como una curiosa imagen
en anamorfosis, y en la capilla adyacente de las reliquias. Sin duda, el templo
más decorado de toda la ciudad.
Otro imprescindible es el Monasterio y la Iglesia de San Benito el Real. La
iglesia nueva se comenzó a reedificar por los arquitectos Juan de Arandia y
García de Olave en 1499. Se trata del monasterio más importante de la orden
benedictina en toda Europa. De la iglesia destaca su pórtico fachada con dos
poderosos pilares octogonales que custodian la entrada. La impresión actual
está disminuida respecto al proyecto original, pues en el siglo XIX se tuvieron
que desmontar las torres que coronaban la fachada. Como curiosidad indicar que
en este templo se conserva el único escudo de armas de José I Bonaparte, el
cual podemos ver alzando la vista antes de entrar al interior. Dentro nos
sobrecogerá la inmensidad del espacio y la sobria arquitectura gótica de
bóvedas de crucería y gruesas columnas que soportaban tamaña construcción. En
esta ocasión la austera decoración interior es lo que define al templo,
contrastando poderosamente con el anterior de los jesuitas.
En la plaza del mismo nombre se encuentra la Iglesia de San Pablo. La construcción
del templo, donde fue bautizado Felipe II, y su sacristía, entre los siglos
XV-XVI, se debe a los cardenales Juan de Torquemada y García de Loaysa y a Fray
Alonso de Burgos.
La fachada de este templo simula un auténtico retablo
construido en piedra que pasa por ser una de las joyas del estilo gótico de
España. Las esculturas que componen esta entrada monumental están dedicadas a
la glorificación de la orden dominica así como a la memoria del Duque de Lerma,
quién incluyó su escudo en los motivos decorativos junto al de los Reyes
Católicos (sujeto por leones y con la granada). Aquí yace el Duque de Lerma, el
infante Alonso, el rey Juan II y la reina María de Portugal.
Y uno de los templos más originales que podemos
visitar en la ciudad es la Parroquia de
María Reina de la Paz Franciscanos Capuchinos. Situado en la Plaza de
España, su aspecto exterior modernista nos anticipa el interior minimalista con
el que se constituye la iglesia.
Otros templos con menor interés turístico, pero dignos
de mencionarse son la Iglesia de San Lorenzo (custodio de la patrona de la
ciudad) o la Iglesia de Santiago, situada en la céntrica calle del mismo nombre
y que posee un valioso retablo.
Museos
A muchos les puede sorprender que Valladolid sea una
ciudad con importantes museos. Tres destacan sobre los demás por ser
referencias en su género para toda España.
En primer lugar voy a destacar el Museo Nacional de Escultura, el cual posee la mayor colección de
Europa de esculturas de madera policromada. Visitar este museo es una excusa
perfecta para visitar Valladolid y compensa el viaje sobradamente.
La parte principal del museo se encuentra en el
edificio del Colegio de San Gregorio (1496), bello ejemplo del gótico
isabelino con una portada tan recargada como la de la anexa Iglesia de San
Pablo. Poder admirar las piezas que atesora este museo en el marco de este
edificio palaciego es uno de sus muchos atractivos. La visita comienza
admirando la capilla del Colegio, la cual posee el primer retablo atribuido a
Alonso Berruguete, el sepulcro del obispo don Diego de Avellaneda y las
estatuas orantes de los Duques de Lerma. Todas ellas son obras traídas aquí
desde otros templos, pues el sepulcro de fray Alonso de Burgos, para quién se
construyó la capilla, y el retablo de Gil de Siloe, desaparecieron durante la
guerra de la Independencia.
El resto de la exposición se articula en las salas en
torno al patio renacentista del palacio. La colección histórica que dio origen
al Museo está formada por escultura de tema religioso realizada durante los
siglos XV a XVIII. Destaca por la calidad artística y la originalidad técnica,
por su patetismo emocional en tanto que imágenes sagradas; y, finalmente, por
su valor como documento de la vida espiritual, cultural y política de la España
de la era Moderna.
Entre las piezas más importantes destacar el Retablo
Mayor de San Benito el Real, obra capital de Berruguete y expuesto en tres
salas para su mejor admiración; la excelente sillería del mismo templo, obra
cumbre del Renacimiento hispano; el Entierro de Cristo de Juan de Juni, cargado
de teatralidad manierista; los Retablos relicarios del convento de San Diego;
el Cristo yacente barroco de Gregorio Fernández; la famosa escultura de
Magdalena penitente de Pedro de Mena; y los Pasos Procesionales de Semana Santa
cargados de expresividad.
Museo escultura. Valladolid. |
El museo se extiende por otros dos edificios anexos
que poseen diferentes atractivos. En el anexo Palacio de Villena
podremos ver tanto unas salas dedicadas a exposiciones temporales como la
exposición permanente de un bello Belén Napolitano, cuya particularidad es la
conservación intacta de la vestimenta de los personajes.
Por último, en la Casa del Sol, el bello
palacio renacentista contiene una exposición cuidada de la colección de
reproducciones artísticas. Se trata de copias de esculturas antiguas famosas.
El otro museo importante de la ciudad es el Museo Oriental, pues se trata de la
mejor colección de arte oriental existente en España. Los fondos que posee el
museo fueron conseguidos gracias a las misiones evangelizadoras de los
agustinos en Asia: a Filipinas llegaron Fr. Andrés de Urdaneta y otros cuatro
agustinos en 1565, siendo los primeros evangelizadores de las islas. Martín de
Rada y Jerónimo Marín, también agustinos, viajaron a China en 1575, al frente
de una embajada, siendo los primeros españoles en visitar el “País del Centro”.
El museo, fundado en 1874, ocupa el edificio del Real
Colegio de los P.P. Agustinos y consta de 18 salas en las que vamos a poder
admirar numerosas piezas de arte chino, filipino y japonés. Aunque las piezas
se exponen en vitrinas antiguas (no esperéis la modernidad de los museos más
actuales) el interés de la exposición radica tanto en las piezas mostradas como
en la inclusión de numerosas costumbres
que nos acercan a tan alejadas culturas. Por tanto, a través de las
piezas, vamos a poder entender desde la religiosidad de esas culturas hasta aspectos
de su vida diaria.
Bronces, cerámicas, porcelanas, lacas pintadas, tallas
de marfil, bordados en seda, mobiliario, armas y pinturas forman un conjunto
tan pintoresco como atractivo a los ojos occidentales. Sin lugar a dudas uno de
los museos que más os agradará visitar.
Entre las piezas que más me llamaron la atención, a
modo de ejemplo, destacaré las esculturas de las Tres Felicidades Chinas.
Pertenecientes al Taoísmo Chino, se las denomina "Sa Sing" (Tres
Estrellas), "Los Tres Venerables Ancianos", o "Tres
Felicidades". Son divinidades estelares muy respetadas que representan a Fuxing,
"Estrella de la buena fortuna", dios de la felicidad; Shouxing,
"Estrella de la vejez", dios de la longevidad; Luxing "Estrella
de la prosperidad", dios de los cargos oficiales y de la abundancia. Al
final, resulta que el secreto de la felicidad es tener “muchos hijos, muchos
años y muchos bienes”.
Otro museo digno de mención y tan sorprendente y
exótico como el anterior es el Museo de
Arte Africano. De nuevo, la colección se sitúa en un bello palacio renacentista,
el Colegio de Santa Cruz, considerado el primer edificio renacentista de
España.
Nacido a raíz de la creación, en el año 2004, de la
Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso, todos sus fondos pertenecen
actualmente a la Universidad de Valladolid. En las tres salas de las que se
compone vamos a poder admirar una excepcional colección de escultura figurativa
en terracota de África subsahariana, única en Europa, que se completa con el
conjunto denominado reino de Oku (Camerún).
En la primera sala expositiva, Sala de los Rectores,
vamos a poder introducirnos en el arte africano admirando piezas realizadas en
terracota (la mayor parte de las personas profanas asocian el arte africano con
las tallas de madera exclusivamente). Relacionadas con la religión y el mundo
funerario destacan las piezas de los jinetes a caballo, llenas de una
expresividad y un esquematismo que lo acercan al arte cicládico.
En la segunda sala, denominada Sala Renacimiento,
merece la pena alzar un momento la vista para admirar el artesona original del
palacio. En lo referente a las piezas destacan las figuras de divinidades así
como las urnas funerarias, todas ellas realizadas con terracota y siguiendo
patrones antropomorfos mucho más realistas. Todas las piezas, las cuales
conforman una de las colecciones más importantes del mundo, tanto por número
como por calidad, pertenecen a las culturas asentadas en las cuencas de los
ríos Níger y Congo. También hay piezas de Tanzania y Etiopía de igual belleza.
Por último, subiendo a la planta superior, encontramos
en la Sala de San Ambrosio lo mejor de la exposición, el conjunto del Reino de
Oku. Este reino, asentado en la actual Camerún, tenía en el rey a su figura
principal y sólo él podía utilizar ciertos objetos, tanto rituales como
cotidianos. Así veremos desde tronos a camas y ropajes tallados en madera.
No obstante, lo más destacado de la exposición son los
trajes y máscaras utilizados por sociedades secretas que cultivaban aspectos
mágicos relacionados con la medicina. Como si de una procesión se tratara los
veremos desfilar hacia el rey, quién se encuentra ante la reproducción de un
pórtico real de gran belleza decorativa. Instrumentos musicales y utensilios
vinculados a la medicina tradicional completan una exposición en la que los
niños disfrutarán admirando los coloridos vestidos y las inquietantes máscaras
del reino de Oku (una vitrina con figuras de Playmobil simulando un paisaje
africano también les encantará).
Dejando a un lado estos tres museos, en mi opinión,
totalmente imprescindibles si se visita la ciudad, existen otros atractivos
museísticos que pueden completar una escapada cultural de manera fenomenal. A
continuación voy a nombrar los más destacados.
En el palacio de Fabio Nelli de Espinosa, un rico banquero
que levantó uno de los mejores edificios
renacentistas de Valladolid en el siglo XVI se encuentra el Museo de Valladolid. Su inconfundible
fachada está presidida por un arco del
triunfo romano a modo de entrada, sobre el que se grabó la enigmática
inscripción Soli deo honor et gloria
(Solo a Dios honor y gloria). La colección se articula en torno a un elegante
patio de dos alturas.
La exposición del museo nos invita a recorrer la
Prehistoria y la historia de Valladolid, hasta el siglo XIX, a través de
diversas piezas arqueológicas. Especial mención merecen los mosaicos romanos
(el de las cuatro estaciones es el más excepcional), las pinturas del Maestro
de Osma y de Vicente Macip, la espada que la tradición atribuye al Conde
Ansúrez (aunque, como la de El Cid, fuera fabricada en una época bastante
posterior) y el Sillón del Diablo. Este sillón tiene una particular leyenda
negra (la cual aparece en un vídeo en el Museo Africano). Un estudiante
portugués de medicina, el cual fue arrestado por practicar la vivisección a un
niño, indicó que había sido el diablo quién le había otorgado los conocimientos
para ello tras sentarse en esa silla. Y advirtió que, además de otorgar
conocimiento, quién se sentara tres veces en ella sin ser médico moriría
irremediablemente. Por si acaso, una cinta impide que nadie pueda activar esa
maldición.
Valladolid posee un original Museo de arte contemporáneo español, ubicado en uno de los
claustros del Monasterio de San Benito. El Patio Herreriano, pues así se denomina,
organiza diversas exposiciones de artistas contemporáneos que permiten, junto a
sus fondos propios, mostrar la evolución del arte contemporáneo español en el
siglo XX. Cuando visité el museo lo más destacado fue descubrir la obra de Juan
Genovés.
Otro atractivo de la ciudad es la existencia de las
Casas Museo. Una de ellas, situada junto al Palacio de Villena, es la Casa Museo de José Zorrilla. En una
agradable visita de media hora nos explicarán la vida de Zorrilla en los dos
momentos que ocupó la casa, en la infancia hasta los siete años, y tras volver
a Valladolid en la vejez, disfrutando en su tierra de su merecida fama. Entre
las salas a visitar veremos el comedor (sólo utilizado con las visitas), la
habitación de Zorrilla, la sala de baile o su despacho, el cual conserva la
silla en la que falleció. También una pequeña sala en la que Zorrilla cuenta
como se le apareció el fantasma de su abuela.
La otra Casa
Museo a destacar es la de Cervantes,
que vivió en Valladolid durante el año 1603 y 1604. La enorme biblioteca, el
espacio reservado a las mujeres, la cocina o los relieves del jardín decorados
con escenas de El Quijote nos trasladan a la época en la que vivió el artista y
nos recuerdan que fue viviendo en esta casa cuando se publicó la primera
edición de su obra más universal.
La Universidad también posee diferentes museos
temáticos. En la Plaza de España se sitúa su colección de Ciencias Naturales, cuyo
origen se encuentra en el Gabinete de
Ciencias Naturales, creado con fines pedagógicos en la Universidad hacia
1860. Animales disecados, esqueletos de diversos animales y maquetas de todo
tipo abordan el mundo animal y vegetal de manera instructiva para los más
pequeños.
También para los niños puede ser interesante acercarse
al Museo de la Ciencia, aunque su
situación alejada del centro lo hace escasamente abordable si disponemos de
poco tiempo en la ciudad. Otros museos a destacar son la Casa-Museo de Colón (donde descubrir los viajes colombinos), el Museo de San Joaquín y Santa Ana (obras
religiosas del siglo XII al XVIII), el Museo
Catedralicio (tesoro Catedral), y el Museo
de la Academia de Caballería (Previa cita).
Edificios
históricos
Valladolid posee una riqueza arquitectónica colosal
que ya hemos ido descubriendo en la descripción de los atractivos anteriores.
Sus iglesias y palacios renacentistas son un testimonio de la importancia de la
urbe en época moderna, cuando fue capital de la corte durante varios años.
Pero Valladolid también posee una importante riqueza
arquitectónica modernista, en lo que fue un resurgir de la ciudad hacia el
siglo XIX. En el Paseo de Recoletos vamos a poder admirar la Casa Resines (Nº
8), la Casa del Príncipe (Nº11) o, ya en la plaza, la Casa Mantilla, que fue el
primer edificio con ascensor de la ciudad. Y en la próxima calle Miguel Íscar,
así como otras adyacentes, si nos fijamos bien podremos admirar edificios con
espléndidos balcones de madera acristalados y estructuras modernistas en su
concepción.
Otros dos ejemplos del resurgir arquitectónico de la
ciudad de Valladolid hacia el siglo XIX lo tenemos en dos edificios
comerciales. Muy cerca de la plaza Mayor se encuentra el Mercado del Val, ejemplo de mercado en hierro típico del París de
finales del siglo XIX. Hoy día, completamente renovado y modernizado, se ha
convertido en un interesante centro comercial lleno de bares y puestos
gastronómicos en los que comprar producto fresco y tomarlo cocinado en algún
puesto anexo.
El otro gran edificio de esta época es el Pasaje Gutiérrez. Inaugurado en el año
1886, se trata de uno de los pocos pasajes comerciales españoles construidos
según la moda imperante en la Europa de finales del Siglo XIX. Estos antiguos
centros comerciales poseían cubiertas de hierro, tejas de vidrio y una moderna
iluminación de gas que permitía a la burguesía de la época realizar sus compras
resguardados del mal tiempo y al comercio aumentar su exposición en las calles
más importantes.
El pasaje Gutiérrez se articula en torno a una cúpula
acristalada central con la estatua de Mercurio (dios del comercio), del que
salen dos tramos de galerías decoradas con yeserías, arcos y pinturas que
remiten a la época decimonónica.
Parques
El denominado Campo
Grande es el pulmón verde de la ciudad. Un lugar de descanso por el que
pasear relajadamente entre más de 60 especies diferentes de árboles. Los niños
disfrutarán acercándose al lago (se puede montar en barca) o interactuando con
los pavos reales, que campan a sus anchas por la zona totalmente libres, o con
las ardillas. Un lugar en el que suelen encontrarse es en los alrededores de la
Fuente de la Fama o junto al lago.
Sin duda, un lugar de esparcimiento ideal en el cual
descansar de la ajetreada vida urbana del centro de Valladolid.
Muy cerca de la Plaza Mayor se encuentra la Plaza de Poniente, un pequeño lugar de
esparcimiento que resulta ideal para los niños por la existencia de diversos
columpios en un área infantil.
Y cruzando la calle en dirección al río Pisuerga
encontramos la Rosaleda, un
imprescindible en primavera para los sentidos por las numerosas rosas que vamos
a encontrar y un agradable paseo junto al río que atraviesa Valladolid.
¿Dónde
alojarse?
Hace tiempo que para mis visitas turísticas utilizo la
oferta de apartamentos de las ciudades a donde voy, pues me permiten disfrutar
de mi estancia como si estuviera en mi casa (me gusta comer mi comida y tener
más espacio que el de una fría habitación de hotel). Como recomendación para
Valladolid os indicaré el Apartamento Duratón, situado en la calle Nogal, 13
4ºd.
Espero que con esta guía pormenorizada de viaje sobre
Valladolid os animéis a visitar la ciudad.
Para ampliar la información y conocer todos los
horarios de los museos y monumentos os recomiendo visitar las siguientes webs:
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