Se acerca Halloween y todos los niños se emocionan
vistiéndose de todo tipo de monstruos fantásticos. Cuanto más miedo den mejor.
Se reparten chucherías, se hacen fiestas en los colegios y todos vivimos el Día
de Todos los Santos con un ambiente festivo que, en parte, nos aleja de la
inmensidad moral que supone la muerte.
Algunos sectores de la sociedad no son muy proclives
a celebrar Halloween, abduciendo que se trata de una fiesta extranjera ajena a
las costumbres religiosas tradicionales en el país. Y es cierto que la versión
actual de Halloween tiene un claro componente norteamericano. Ahora bien, si
miramos su origen en el pasado descubriremos una tradición claramente europea.
Hoy vamos a descubrir unas cuantas historias
perfectas para Halloween, aunque ambientadas en un pasado tan remoto que
algunos se sorprenderán al descubrirlo. ¿Os animáis?
Lo primero que hay que indicar es el origen de la
tradición de Halloween. Fueron irlandeses emigrantes a Norteamérica los que
llevaron la festividad hacia 1840, aunque no logró tomar forma y fama hasta
1921. La internacionalidad de esta celebración se logró a partir de 1970.
En 1745 ya existe una celebración atestiguada con
este nombre, cuya etiología remite a la lengua escocesa. Se trata de la forma
acortada de la expresión inglesa All Hallows'
Even, que significa víspera de todos los Santos. Y esta festividad ya era
celebrada por los cristianos desde tiempos del Papa Gregorio III (731-741). Los
cristianos realizaron una especie de sincretismo con una antigua festividad
celta llamada Samhaim (final del
verano), logrando así suplantarla y, con el tiempo, hacerla olvidar. No es la primera
vez que ocultaron de esta forma cultos paganos arraigados en el pueblo (el 25
de diciembre es otra de estas fechas, por ejemplo).
Los antiguos celtas creían que la línea que une a
este mundo con el Otro Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus
(tanto benévolos como malévolos) pasar a través. Los ancestros familiares eran
invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se
cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los
espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu
maligno para evitar ser dañad. Los romanos, al conquistar a los celtas,
incorporaron esta festividad a la suya (fiesta de la cosecha) y al final, el
cristianismo, haría lo mismo con aquella.
Como vemos, nuestro concepto de Halloween no difiere
en exceso del que tenían nuestros antepasados europeos. Tampoco lo son los
personajes habituales que aparecen en los disfraces más queridos por los niños.
Hombres lobo, brujas, fantasmas, zombis o casas encantadas no son ideas
modernas provenientes del Romanticismo o la Edad Media. Al contrario, tienen su
origen remoto en nuestra cultura grecolatina, en la que podemos encontrar
diversos ejemplos de historias terroríficas con este tipo de personajes. A
continuación os voy a dejar unos cuantos ejemplos para que podáis contárselos a
vuestros hijos en estas fechas.
El mito de los
hombres lobo comenzó en Grecia. Ovidio, en su famosa obra Metamorfosis, nos relata espléndidamente
como Júpiter castigó al tirano de Arcadia, Licaón, por ser un mal anfitrión y
dudar de su divinidad.
Grabado neerlandés, atribuido a Hendrick Goltzius, para una edición de 1589 de Las metamorfosis de Ovidio: Licaón transformado por Zeus. |
Arcadia era la región de los licántropos en la
Antigua Grecia y son múltiples los relatos de autores antiguos que se refieren
a hombres lobos provenientes de aquella región. Como ejemplo de relato con este
tipo de monstruo os dejo la historia relatada por Nicerote, la cual aparece en El Satiricón de Petronio. Me gusta
porque aparecen símbolos que aún tenemos asociados a este monstruo, como por
ejemplo la luna llena:
“Encontrando
la ocasión convenzo a un huésped nuestro para que me acompañe hasta el quinto miliario.
Era un soldado fuerte como Orco. Nos marchamos más o menos con el canto del
gallo. La luna lucía como a mediodía. Llegamos entre los sepulcros: mi hombre
se puso a hacer sus necesidades junto a las estelas funerarias. Yo me senté
canturreando y fui contando las estelas. Después miré a mi compañero: se había
desnudado y había puesto sus vestidos junto al camino. Tenía el corazón en un
puño y me quedé tieso como un muerto. Él meó alrededor de sus vestidos y de
repente se convirtió en lobo. No penséis que estoy de broma, no mentiría por
todo el oro del mundo. Pero como iba diciendo, después de que se convirtió en
lobo empezó a aullar y escapó al bosque. Yo primero no sabía dónde estaba.
Después me acerqué a recoger sus vestidos, pero se habían convertido en piedra.
¡Quién no se moriría de miedo sino yo! Sin embargo, desenvainé mi espada y
seguí mi camino dando estocadas a las sombras hasta que llegué a casa de mi
amiga. Entré como un fantasma, estaba al borde del colapso, el sudor me
empapaba las ingles, tenía los ojos sin vida. Apenas pude recuperarme.
Mi Melisa se asombró de que anduviese
rondando tan tarde y me dijo:
—Si hubieras venido antes, al menos nos
habrías ayudado: un lobo entró en la casa y, como un carnicero, desangró a
todos nuestros animales. Pero no se rio de nosotros. Aunque huyó, uno de
nuestros esclavos le atravesó el cuello con una lanza.
Después de oír eso, ya no pude pegar ojo y
al amanecer huí a casa como posadero desplumado. Cuando llegué al sitio en el
que los vestidos se habían convertido en piedra, no encontré nada excepto
sangre. En cuanto llegué a casa mi soldado yacía en la cama como un buey y un
médico curaba su cuello. Me di cuenta de que era un hombre lobo y a partir de
entonces ya no pude comer un pedazo de pan en su compañía; antes hubiera dejado
que me mataran”.
Los
fantasmas y las casas encantadas son también un clásico
en la Antigüedad. Desde el mismo momento en el que el ser humano concibe un
mundo de ultratumba situado en un plano distinto al que vive a diario, la
posibilidad de conexión entre los dos mundos se hace posible y temida. Para los
griegos resultaba tan natural la conexión de los dioses del Olimpo con los
humanos como los fantasmas del Hades.
Para los griegos, un fantasma podía aparecer por
tres causas principalmente: no haber sido sepultado correctamente, haber muerto
antes de tiempo o haber perecido de muerte violenta. Estas situaciones podían
provocar que la sombra del difunto (el fantasma que bajaba al Hades) no tuviera
descanso y perturbara la paz de los que aún vivían.
Y en la mayor parte de los casos el objetivo de la
aparición era lograr un enterramiento digno, realizar algo que había quedado
pendiente o vengarse de aquel que le había dado muerte injustamente.
Personalmente, el género que más me gusta, en este
tipo de apariciones, es el que conjuga el fantasma y la casa embrujada, dos
conceptos que los vemos repetidos, periódicamente, en las pantallas de cine actuales.
El caso más famoso de la Antigüedad sobre casas
encantadas lo tenemos en una carta escrita por Plinio el Joven a su amigo
Licinio Sura en el año 107 d.C. En él vamos a ver la existencia de un recurso
que siguen utilizando los fantasmas actuales, el de arrastrar cadenas:
“Había en
Atenas una casa amplia y espaciosa pero de mala fama y maldita. En el silencio
de la noche un sonido de hierro, y si prestases más atención, un estrépito de
cadenas, resonaba primero más alejado y luego desde más cerca. A continuación
aparecía un fantasma, un viejo consumido por la delgadez y la suciedad, de
larga barba y cabello erizado. En los tobillos llevaba grilletes, en las manos
cadenas que agitaba. A partir de entonces las noches eran siniestras y terribles
para los habitantes, que velaban por miedo. A la vigilia seguía una enfermedad
y después, con el terror que iba en aumento, venía la muerte; pues aunque la
visión había desaparecido, el recuerdo del espectro se clavaba en los ojos y
más duradero era el temor que su causa. Deshabitada a partir de entonces y
condenada a la soledad, se abandonó la casa entera a aquel fantasma. Sin
embargo se ponía a la venta por medio de carteles por si alguien deseaba
comprarla o alquilarla, ignorante de una maldición tan grande.
Llega
a Atenas el filósofo Atenodoro, lee el cartel y al oír el precio, ya que era
sospechoso que fuese tan barata, se informa y entera de todo, y precisamente
por eso la alquila. Cuando empezó a anochecer, manda que se le prepare un lecho
en la parte anterior de la casa, pide las tablillas, el estilo, la luz, envía a
los suyos a la parte más interior. Él concentra toda su mente, sus ojos y su
mano en la acción de escribir para que la mente no invente que ha oído
fantasmas o cree miedos sin sentido. Al principio, como era habitual, el
silencio de la noche, después se golpea el hierro, las cadenas se mueven. Aquel
no levanta los ojos, no deja el estilo, sino que fortalece su espíritu y lo
opone a sus oídos. Entonces el fragor aumenta, avanza y se oye incluso en el
umbral, ya dentro del umbral. Mira hacia atrás, observa y reconoce al fantasma
del que le han hablado. Estaba plantado de pie y hacía un gesto con el dedo,
similar al que hace el que llama. Este a su vez le hace una seña con la mano,
haciéndole ver que espere un poco y vuelve de nuevo a la cera y el estilo. El
fantasma hace ruido con las cadenas sobre la cabeza del que escribe. Mira hacia
atrás de nuevo al fantasma, que seguía indicándole lo de antes, y sin demora
coge la lumbre y le sigue. El fantasma andaba despacio hacia el patio de la
casa, como cargado a causa de las cadenas. Después de que se desvió hacia el
patio de la casa, desapareciendo de repente, abandona a su compañero. Este, al
verse abandonado, coloca en el lugar una señal reuniendo hierbas y hojas.
Al
día siguiente se presenta a los magistrados, aconseja que manden que se excave
el lugar. Se encuentran huesos mezclados y rodeados de cadenas que el cuerpo,
podrido por el tiempo y la tierra, había dejado desnudos y enlazados entre las
cadenas. Una vez recogidos, son enterrados a expensas del estado. La casa quedó
libre del fantasma una vez que sus restos fueron sepultados según el rito”.
Los zombis
han logrado fama mundial en los primeros años de nuestro siglo debido a
diversas películas, libros y series de televisión, siendo el ejemplo mítico la
premiada The Walking Dead.
Su origen se suele remitir a época moderna, pues la
primera vez que apareció esta palabra fue en la novela, de 1697, de Pierre-Corneille
de Blessebois, Le Zombi du Grand Pérou
(aunque en verdad no se tratara de un zombi en sentido estricto). También se
relaciona con el culto vudú y con la situación de muchas personas en Haití en
régimen de esclavitud.
Ahora bien, zombis, como cadáveres que pueden
resucitar o volver a la vida, han existido en la literatura Grecolatina.
La más famosa de las historias de muertos vivientes
de la Antigüedad la transmite Flegón de Trales, en el siglo II, en su Libro sobre los prodigios. En el relato
nos cuenta como una joven murió repentinamente nada más celebrar su boda. Unos
meses después, los padres alojaron en su casa a un apuesto joven llamado
Mácates. Filinion, la hija muerta de los posaderos, deseosa de disfrutar del
amor que le fue vedado por morir antes de tiempo, comienza a visitar al joven
en su habitación y entablar una relación. Las sirvientas de la casa la
reconocieron y avisaron a sus padres, los cuales no dieron crédito a tales
confesiones hasta que lo vieron por sus propios ojos. Cuando una noche
sorprendieron a la pareja la hija les recriminó su actitud de la siguiente
manera: “Madre, padre, qué injustos
habéis sido conmigo al ver con malos ojos que pasara tres noches con el huésped
en la casa paterna sin hacer ningún mal. Ahora, por vuestra curiosidad,
renovaréis vuestro luto desde el principio, mientras que yo retornaré al lugar
establecido, pues no llegué hasta aquí sin la voluntad divina”.
En ese momento el cuerpo de su hija se posó inerte
sobre la cama. Las autoridades que investigaron el caso abrieron la tumba de la
joven y no sólo descubrieron que estaba vacía, sino que allí estaban un anillo
y una copa que Mácates le había regalado a la muchacha el primer día que se
conocieron.
Como curiosidad indicar que este relato inspiró a
Goethe para escribir su balada Die Braut
von Korinth (La novia de Corinto) en 1797.
Dejando a un lado este zombi romántico también
existían zombis más sanguinarios, tales como los que solemos hoy día
identificar con esta palabra. El mismo autor nos relata otro sórdido cuanto
sobre ellos. Os dejo el extracto tal como lo comenta Fernando Lillo Redonet en
el libro sobre el cual gira todo este artículo, Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma:
“En la región
de Etolia un tal Polícrito había sido elegido magistrado a causa de la nobleza
de sus antepasados. Mientras ocupaba el cargo, se casó con una mujer de Lócride
con la que durmió tres noches falleciendo en la cuarta. La mujer permaneció
viuda pero estaba embarazada y cuando dio a luz resultó que el niño tenía dos
órganos genitales: el masculino y el femenino. Llenos de asombro, los parientes
los llevaron al ágora y convocaron a especialistas que explicaran el prodigio.
Unos decían que significaba que se produciría una separación entre los
habitantes de Etolia y Lócride, otros querían deportar a la madre y al niño
fuera del territorio y quemarlos.
Mientras
debatían se les apareció Polícrito en medio de la asamblea llevando un atuendo
negro. Los presentes querían huir, pero la aparición les dijo que tuvieran
valor y escucharan lo que tenía que decirles. Les dijo que estaba muerto de
cuerpo, pero que ahora estaba vivo porque no quería que quemaran a su hijo.
Pidió que se lo entregaran sano y salvo y que lo hicieran rápido, puesto que los
que dominaban el mundo infernal no le permitían prolongar mucho más su estancia
entre los vivos. El pueblo deliberaba y parecía que no iba a acatar la petición
del muerto viviente. Entonces Polícrito les dijo que si les acontecía alguna
desgracia no le echaran a él la culpa. Acto seguido se apoderó del niño, lo
desgarró en pedazos y lo devoró. Se armó un gran griterío y le arrojaron
piedras, pero él era inmune a los golpes y continuó devorando al niño excepto
la cabeza. Luego se volvió invisible. La cabeza del niño, que estaba en el
suelo, emitió en forma de oráculo los acontecimientos venideros que eran muy
desgraciados para los etolios.
Efectivamente,
al año siguiente surgió una guerra entre etolios y acarnanios produciéndose una
gran masacre en ambos bandos”.
Por último voy a tratar del tema de las brujas, un personaje muy asociado a
Halloween.
Solemos identificar a las brujas con el medievo. Y
no en vano, la palabra bruja data de
finales del siglo XIII. No obstante, estos personajes también existían en la
Antigüedad, siendo su nombre el de magas o hechiceras.
La hechicera más famosa de la Antigüedad es Circe,
cuya historia aparece en la Odisea de
Homero. Este personaje posee muchas de las características que hoy día
asociamos a las brujas así como elementos que aparecerán en posteriores relatos
de brujas.
Circe ofreciendo la copa a Odiseo (John William Waterhouse, 1891). Galería de Arte de Oldham. |
Circe vive solitariamente en una isla y Ulises
descubre su morada en medio de un bosque. Aunque aquí los hombres no son
atraídos mediante un engaño a su guarida, como en Hansel y Gretel, pues dudan
ni por un momento en descubrir quién vive allí (a pesar de que vienen de sufrir
dos traumáticos episodios con el cíclope Polifemo y los gigantescos lestrigones
antropófagos). Tan sólo podemos aventurar que el canto de Circe atrae a los
hombres al llegar a la puerta de su morada.
Circe muestra sus artes de hechicera de diversos
modos: posee amaestrados a la puerta de su guarida a fieros animales (lobos y
leones) mediante brebajes mágicos; con una pócima, el uso de su varita mágica y
el poder de sus palabras convirtió a los amigos de Ulises en animales (cerdos).
Ulises, ayudado por el dios Hermes, que le ofrece un
antídoto a los brebajes de Circe, logra vencer a la hechicera, quién devuelve
la forma humana a sus compañeros y aconseja a nuestro héroe en sus próximas
aventuras.
Este cambio hacia la bondad una vez que es derrotada
la hechicera no suele ser lo más habitual. El caso contrario, de una hechicera
buena que se vuelve malvada lo tenemos recogido en la historia de Medea,
sobrina de Circe.
Medea y Jasón (John William Waterhouse, 1907). Colección privada. |
Tal como nos la describe Apolonio de Rodas en su
obra Argonaúticas, Medea era una sacerdotisa
de la diosa Hécate (divinidad de la
brujería) y posee todas las características típicas de las hechiceras
grecorromanas: fabrica filtros con los que es capaz de apagar fuegos, detener
los ríos y variar el curso de los astros y la sagrada luna, mueve a su antojo
las nubes, alborota el mar, hace temblar los montes, los espíritus salen de sus
sepulcros, las puertas se abren solas a su paso, busca por la noche plantas y
cadáveres para realizar sus conjuros, lanza males de ojo (al gigante de bronce cretense
Talos) y es capaz de volar, aunque en vez de una escoba utiliza un carro tirado
por dragones.
Medea se enamoró perdidamente de Jasón y le ayudó en
las múltiples pruebas que debía realizar el héroe griego. De hecho, en muchas
de ellas fue la verdadera protagonista (al contrario de lo que mostraron las
películas y series televisivas del siglo pasado). Al final de sus aventuras,
cuando Jasón llegó a Corinto, se apartó de Medea y se casó con la hija del rey,
llamada Glauce. La venganza de Medea, furiosa por el abandono y llena de celos
fue brutal, tal como nos la cuenta Apolodoro:
“Ellos
llegaron a Corinto y vivieron felices durante diez años hasta que Créon, el rey
de Corinto, prometió a su hija Glauce a Jasón y él, desdeñando a Medea, se casó
con ella. Medea, invocando a los mismos dioses por los que Jasón había jurado y
reprendiendo muchas veces la ingratitud de Jasón, envió a la novia un peplo
impregnado de veneno. Cuando Glauce se lo puso, fue consumida por un fuego
terrible junto con su padre, que había acudido a ayudarla. Mató a los hijos que
había tenido con Jasón, Mérmero y Feres, y huyendo en un carro de dragones
alados que le había dado el Sol, llegó a Atenas”.
Tesalia era la región de las brujas en la antigua
Grecia y allí residían dos famosas brujas que aparecen en la literatura
grecorromana. Erictho aparece en la obra Farsalia,
de Marco Anneo Lucano, y logra predecir el futuro de la famosa batalla mediante
un conjuro con el cual hace hablar a un muerto. Esta es la típica bruja, fea y
delgada, que vive apartada en medio de un cementerio y sus cabellos tienen el
aspecto de serpientes. Pamphile es otra bruja que habitaba en Tesalia y aparece
descrita en la obra El asno de Oro,
de Lucio Apuleyo. Esta malvada bruja evocaba a los espíritus muertos y se
apoderaba de los jóvenes transformándolos en animales.
Por último, para terminar con estos personajes voy a
ofreceros una descripción satírica de las brujas realizada por el poeta
Horacio. Se encuentra en su Sátira 1,8:
“Yo mismo he
visto deambular a Canidia [nombre que remite a la vejez]con su manto negro recogido, los pies
descalzos y el cabello suelto, dando aullidos con Sagana [proviene de la
palabra latina Saga que significa
bruja], de más edad. La palidez les hacía
a ambas tener un aspecto horrible. Empezaron a escarbar la tierra con sus uñas
y a despedazar a mordiscos una cordera negra[la evocación tradicional a los
muertos no era tan brutal, sino que se cavaba y se sacrificaba al animal con
una espada]. Vertieron la sangre en un
hoyo para atraer a los espíritus de los muertos que responderían a sus
preguntas. Había un muñeco de lana y otro de cera; mayor el de lana para
someter con castigos al más pequeño. El de cera estaba en actitud suplicante,
como si fuera a morir de modo servil. Una invocaba a Hécate, la otra a la cruel
Tisífone [una de las Furias vengadoras cuyos cabellos estaban entrelazados
con serpientes], y verías vagar a
serpientes y perros infernales [clara asociación con Hécate, diosa de la
brujería], y a la Luna esconderse colorada
tras los grandes sepulcros para no ser testigo de esto. Si en algo miento, que
mi cabeza se manche con las blancas cagadas de los cuervos y vengan, para mear
y cagar sobre mí, Julio y el delicado Pediacia o el ladrón Vorano. ¿Para qué
recordar cada detalle? Cómo las sombras, hablando con Sagana por turno, emitían
un sonido triste y agudo y cómo escondieron furtivamente bajo tierra la barba
de un lobo y el diente de una culebra de colores; cómo el fuego se avivó con la
imagen de cera y cómo me horroricé con las voces y hechos de las dos Furias,
aunque este testigo no se fue sin venganza. Abrí mis nalgas de madera de
higuera y me tiré un pedo que sonó como una vejiga al estallar. Ellas corrieron
hacia la ciudad y verías con gran risa y diversión cómo se cayeron los dientes
de Canidia y la alta peluca de Sagana y las nocivas hierbas y las cintas
encantadas de sus brazos”.
Si os han gustado todas estas historias os
recomiendo encarecidamente ampliarlas con el libro de Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma, de Fernando Lillo
Redonet (Ed. Evohe, 2015).
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