domingo, 1 de diciembre de 2013

El preservativo se inventó en la Prehistoria



Como complemento al post anterior, y puesto que este es un blog dedicado a asuntos históricos, vamos a poner un poco de luz sobre el preservativo más antiguo de la Historia. Máxime, cuando en muchas páginas que circulan por internet podemos leer que nuestros antepasados prehistóricos ya utilizaron este método anticonceptivo.

Concretamente, la supuesta imagen donde aparece un preservativo se sitúa en la cueva francesa de Les Combarelles, la cual fue poblada por nuestros antepasados cromañones hace unos 12.000 años. En esta cueva no sólo se encontraron diversas pinturas de animales o signos, algo habitual en las cuevas prehistóricas, sino que también aparecen figuras antropomorfas, algunas, en representaciones de claro contenido sexual. Esto dio pie a algunos investigadores a teorizar sobre el uso de preservativos por aquellos antepasados. No obstante, los que hemos tenido la oportunidad de estudiar estas imágenes no podemos dar crédito a tales afirmaciones. Máxime, cuando aquellos dibujos no eran un entretenimiento ocioso, sino una forma de influir en la magia de la naturaleza. Nuestros antepasados pensaban que aquellos dibujos podían influir al grupo para cazar mejor, o para reproducirse mejor en el caso que nos ocupa.

Desde el descubrimiento de Les Combarelles se han encontrado en muchas otras cuevas escenas de contenido sexual, siendo famosas en nuestro país las escenas de la cueva de Los Casares. Y en ninguna de ellas podemos aventurar el uso de preservativo por parte de nuestros antepasados.

Desmitificada la autoría prehistórica, los pseudocientíficos interesados en el tema ponen su acento en las civilizaciones antiguas. Respecto a Grecia ponen como ejemplo la leyenda del Rey Minos. Según este antiguo relato el rey Minos de Creta, hacia el año 1.200 a.C.,  utilizó el primer preservativo de la Historia, fabricado con la vejiga de una cabra (o con los pulmones de un pez, según otros autores). Su objetivo no era prevenir embarazos no deseados, sino evitar el contagio de enfermedades infecciosas. El remedio no llegó a tiempo, pues el rey se había infectado antes de utilizarlo.

Respecto a la veracidad del relato poco podemos decir. Es posible conjeturar que se utilizaran por el hombre métodos con los que combatir el contagio de enfermedades de transmisión sexual, pero falta la confirmación arqueológica o la confirmación literaria para poder afirmar que en la antigüedad se utilizaron preservativos. Sólo con un relato épico de dudosa historicidad no podemos afirmar el uso del preservativo.

Más base puede tener la afirmación del uso de preservativos por parte de los egipcios. De nuevo, las pinturas que aparecen en las tumbas egipcias no son definitivas para poder afirmar tal cosa. Pero en el Museo Egipcio se expone una pieza realmente curiosa, en cuya etiqueta podemos leer: “Preservativo de Tutankhamón”.  Se trata de una especie de preservativo fabricado en lino, el cual posee dos cordeles con el que anudarlo a la cintura.

Para muchas personas esta era la prueba definitiva de la invención del preservativo por parte de los egipcios, pero debemos matizar varias cosas. Lo extraño y único del descubrimiento no permite realizar generalizaciones. La mayoría de científicos no realizan la equivalencia directa entre la pieza egipcia y los preservativos actuales por varios motivos. La interpretación más aceptada sobre esta pieza egipcia es la de ser un objeto utilizado en rituales de fecundación alegórica, donde la semilla del faraón tenía su importancia simbólica. Por tanto, en ningún caso se trataría de un método para evitar embarazos o infecciones de enfermedades de transmisión sexual, por lo que no se podría comparar a nuestros modernos preservativos. 

Por otro lado, el uso de esta extraña pieza en verdad se nos escapa. Pudiera ser una simple funda para evitar la picadura de los molestos insectos que abundan en el Nilo, o un curioso adorno. Incluso algunos niegan que se trate de un objeto para colocar en el pene.

De lo que sí tenemos abundante información en los papiros egipcios es de los diversos métodos utilizados para evitar embarazos.  En el Papiro de Petri podemos leer varias recetas anticonceptivas. En una de ellas se aconseja el uso de excremento de cocodrilo, el cual se introducía en la vagina a modo de pasta. La investigación actual ha podido corroborar la eficacia de este método anticonceptivo, pues además del efecto barrera, la acidez elevada de estos excrementos operaba como un potente espermicida natural. Otra de las recetas consistía en irrigar la vagina con una mezcla de miel y bicarbonato de sodio antes de realizar la copulación. Por su parte, el Papiro de Ebers, tiene la primera referencia a un tapón de hilaza. El texto dice lo siguiente: “Tritúrese con una medida de miel, humedézcase la hilaza con ello y colóquese en la vulva de la mujer”.

En los documentos griegos también encontramos referencias a diversos métodos anticonceptivos donde la mujer era la protagonista. Por ejemplo, en la obra de Aristóteles Historia Animalium podemos leer: “Algunos impiden la concepción untando la parte de la matriz en la que cae el semen con aceite de cedro o con un ungüento de plomo o con incienso mezclado con aceite de olivo”. Igualmente, se considera a Hipócrates el inventor de un rudimentario DIU en el S. IV a.C. Este sabio griego comprobó que colocando un objeto extraño en el útero se evitaban los embarazos. Y su descubrimiento fue ampliamente utilizado con las camellas de los nómadas, las cuales no podían quedarse embarazadas en los largos trayectos por el desierto. En su caso, a las pobres camellas se les introducían piedras de río. 

Además de lo anterior, tanto griegos como romanos utilizaban algo parecido a lo que hoy día se conoce como la “píldora del día después”. Existía una planta llamada silfio (laserpicium en latín), sólo cultivada en Cirene (actual Libia), de la cual se extraía su resina, llamada laser. Pues bien, nuestros antepasados descubrieron que tomar laser en los días siguientes a la cópula servía para evitar la concepción. La eficacia de tal remedio era altísima (estudios actuales la aproximan al 100%), por lo que como podemos suponer, la voracidad del ser humano llevó a la extinción de tan delicada planta. Plinio el viejo, en su obra Historia Natural, nos remite la queja de que el laser importado de otras regiones del imperio nada tenía que ver con el original cirenaico.

Y, por último, el método más común y general en todas las culturas antiguas era el conocido coitos interruptus, del cual tenemos una descripción en el poema de Arquiloco de Paros (S. VII a.C.) y en el famoso pasaje del Génesis que se refiere a la historia de Onan: “Pero Onán, sabiendo que la prole no sería suya, cuando entraba en la mujer de su hermano se derramaba en la tierra para no dar prole a su hermano…” Según este relato Dios terminaba castigando a Onán por tal actitud, lo que debía servir de algún ejemplo a los jóvenes actuales. No en el sentido de sufrir el castigo divino, sino en el de poder tener un hijo antes de tiempo, pues la baja eficacia de esta acción como método anticonceptivo está de sobra probada y documentada. Algo que no me cansaré de repetir mientras sigan existiendo estudios que muestran esta técnica como la tercera utilizada por los españoles, siendo usada por el 33% de los jóvenes (datos del estudio revista médica Jano 2008).

 En vista de los documentos anteriores podemos conjeturar que la anticoncepción estaba en manos de la mujer principalmente. Y que en muchos casos se trataba de abortivos para después del acto o de anticonceptivos colocados antes de la cópula.

En todo caso resulta muy aventurado asegurar el uso de preservativos por parte de las civilizaciones antiguas. En ningún caso se debieron utilizar de forma generalizada ni para un control planificado de los embarazos. Puede que sujetos muy activos sexualmente, y con posibilidades técnicas o monetarias, pudieran fabricarse o adquirir preservativos fabricados con tripas de animales. Siendo su objetivo principal sería evitar las enfermedades de transmisión sexual. No obstante, no podemos asegurar su uso en ninguna civilización antigua, pues no disponemos ni de pruebas físicas ni de documentación específica relativa a ellos.

Para encontrar los primeros preservativos de la Historia debemos avanzar bastante en el tiempo. La primera mención que tenemos de algo similar a un preservativo es la realizada por Gabrielle Falopio (1532-1562) en su obra “De morbo gallico”. En ella describe un artilugio fabricado en lino que cubría tan solo el glande del pene, siendo sujetado al miembro viril por una cinta. El objetivo de tal funda era evitar el contagio de la sífilis, un mal que estaba causando muchos estragos en el S. XVI.  Y si creemos sus palabras, el artilugio debió tener éxito: “Intenté el experimento en 1100 hombres y pongo a dios inmortal por testigo de que ninguno de ellos fue infectado”. No obstante, a Falopio se le conoce mucho más por dar su nombre a las conocidas trompas femeninas.

La arqueología, esta vez sí, ha logrado confirmar lo que nos muestran las fuentes escritas. En las excavaciones del Castillo de Dudley (Inglaterra) se encontraron varios preservativos que datan del S. XVI-XVII. Fabricados con intestinos de animales, estaban cosidos por un extremo, mientras que por el otro poseían una cinta para mantenerlos en su sitio. Eran tremendamente finos, aunque su tamaño era bastante inferior a los actuales. El pensamiento más extendido sobre ellos era que fueron utilizados por personas que frecuentaban prostíbulos, siendo ésta su manera de protegerse de la infección de enfermedades venéreas.

Preservativos de este tipo debieron ser utilizados por personas pudientes a lo largo del S. XVII. Existe la anécdota de que el promiscuo Carlos II de Inglaterra (1725-1798) pidió que le fabricaran unos para sus múltiples escarceos. El conde Condom fue quién los realizó, con intestinos de cordero estirado, perfeccionando el diseño inventado por Falopio.

 Muchas personas asocian a este personaje que el preservativo se llamara condón, aunque tal asociación es bastante improbable. La etiología de la palabra condón es muy discutida y otros investigadores  creen que deriva del latín condus (recipiente) o de condere (proteger).  Sea como fuera, la primera mención escrita de la palabra condón la realizó el doctor Turner en el S. XVIII, dentro de su libro Tratado sobre la sífilis.

Uno de los preservativos antiguos mejor conservados fue encontrado en la ciudad de Lund (Suecia). Se ha datado en el año 1640 y consistía en una tripa de cerdo de una pieza con unos cordeles de ajuste en la parte posterior. Lo curioso era que adjuntaba un pequeño libro de instrucciones escrito en latín. En el podemos leer que el preservativo debía sumergirse en leche hirviendo antes de su uso, lo que evitaba el contagio de enfermedades. Esto nos hace suponer que el preservativo debía reutilizarse varias veces.

Condón sueco de Lund (1640) FUENTE: elotonodelahistoria
 
El museo de Ciencias de Londres también posee una pequeña colección de preservativos de este tipo, siendo la mayoría del S.XVIII. Para entonces ya existía una tienda en Londres que surtía de condones de tripa a lo más selecto de la alta sociedad. Y, en verdad, este método para evitar el contagio de enfermedades, sólo se lo podían permitir las clases adineradas.

Y por lo que toca a nuestro país, en el año 2008, mientras se catalogaba un ejemplar de un libro de medicina del S. XVI en la biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca, los archiveros encontraron un par de preservativos envueltos cuidadosamente en una hoja de periódico de 1857. Hoy día puede observarse uno de ellos en una vitrina, junto a otros objetos curiosos encontrados entre los libros antiguos.
Su uso comenzaría a expandirse al resto de la población a lo largo del S. XIX. De ello tenemos claras pruebas con echar un vistazo a la prensa. En 1861, en el periódico “The New York Times” aparecía un anuncio que animaba a comprar “Los condones franceses del Dr. Power”.

Y es que el S. XIX vio un avance importantísimo para la industria del preservativo. Charles N. Goodyear logró la vulcanización del caucho, lo que hacía que este material perdiera su molesta pegajosidad y se volviera flexible y elástico. Gracias a este invento se pudieron fabricar condones de caucho.

No obstante, para ver una producción en masa debemos esperar hasta el S. XX, y concretamente al período de entreguerras, momento del desarrollo del látex.  Su éxito, no exento de polémica, durará hasta el año 1955, momento de la invención de la píldora anticonceptiva y de la dispensación de antibióticos para tratar enfermedades como la sífilis. Tras años de decaimiento, volverá a la palestra en la década de los ochenta, cuando hace su mortal aparición el virus del SIDA.  Desde entonces, y a pesar de los detractores de su uso, principalmente grupos religiosos, el preservativo se ha colocado como uno de los principales métodos de planificación familiar y el más eficaz para evitar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual.

Y hasta aquí una breve historia del preservativo masculino. Del femenino, inventado en 1992, los datos son más escasos, pero esto… ya es otra historia.

FUENTES:

Lugones Botell M. y Ramírez Bermúdez, M.: El preservativo más viejo del mundo. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/gin/vol39_3_13/gin10313.htm

Martin Cabrejas, B.M.: Anticonceptivos, inseminación e infertilidad. Ed: Edimat. 2003.

Martos, RA: Breve Historia del condón y de los métodos anticonceptivos. Ed. Nowtilus. 2010

Tostado, F.J.: El preservativo, toda una historia. Disponible en: franciscojaviertostado.com



El origen del preservativo. Disponible en: http://elotonodelahistoria.blogspot.com.es/2011/06/el-origen-del-preservativo.html

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