Como complemento al post anterior, y puesto que este
es un blog dedicado a asuntos históricos, vamos a poner un poco de luz sobre el
preservativo más antiguo de la Historia. Máxime, cuando en muchas páginas que
circulan por internet podemos leer que nuestros antepasados prehistóricos ya
utilizaron este método anticonceptivo.
Concretamente, la supuesta imagen donde aparece un
preservativo se sitúa en la cueva francesa de Les Combarelles, la cual fue poblada por nuestros antepasados
cromañones hace unos 12.000 años. En esta cueva no sólo se encontraron diversas
pinturas de animales o signos, algo habitual en las cuevas prehistóricas, sino
que también aparecen figuras antropomorfas, algunas, en representaciones de claro
contenido sexual. Esto dio pie a algunos investigadores a teorizar sobre el uso
de preservativos por aquellos antepasados. No obstante, los que hemos tenido la
oportunidad de estudiar estas imágenes no podemos dar crédito a tales
afirmaciones. Máxime, cuando aquellos dibujos no eran un entretenimiento
ocioso, sino una forma de influir en la magia de la naturaleza. Nuestros
antepasados pensaban que aquellos dibujos podían influir al grupo para cazar
mejor, o para reproducirse mejor en el caso que nos ocupa.
Desde el descubrimiento de Les Combarelles se han encontrado en muchas otras cuevas escenas de
contenido sexual, siendo famosas en nuestro país las escenas de la cueva de Los Casares. Y en ninguna de ellas
podemos aventurar el uso de preservativo por parte de nuestros antepasados.
Desmitificada la autoría prehistórica, los
pseudocientíficos interesados en el tema ponen su acento en las civilizaciones
antiguas. Respecto a Grecia ponen como ejemplo la leyenda del Rey Minos. Según
este antiguo relato el rey Minos de Creta, hacia el año 1.200 a.C., utilizó el primer preservativo de la
Historia, fabricado con la vejiga de una cabra (o con los pulmones de un pez,
según otros autores). Su objetivo no era prevenir embarazos no deseados, sino
evitar el contagio de enfermedades infecciosas. El remedio no llegó a tiempo,
pues el rey se había infectado antes de utilizarlo.
Respecto a la veracidad del relato poco podemos
decir. Es posible conjeturar que se utilizaran por el hombre métodos con los
que combatir el contagio de enfermedades de transmisión sexual, pero falta la
confirmación arqueológica o la confirmación literaria para poder afirmar que en
la antigüedad se utilizaron preservativos. Sólo con un relato épico de dudosa
historicidad no podemos afirmar el uso del preservativo.
Más base puede tener la afirmación del uso de
preservativos por parte de los egipcios. De nuevo, las pinturas que aparecen en
las tumbas egipcias no son definitivas para poder afirmar tal cosa. Pero en el
Museo Egipcio se expone una pieza realmente curiosa, en cuya etiqueta podemos
leer: “Preservativo de Tutankhamón”. Se trata de una especie de preservativo
fabricado en lino, el cual posee dos cordeles con el que anudarlo a la cintura.
Para muchas personas esta era la prueba definitiva
de la invención del preservativo por parte de los egipcios, pero debemos
matizar varias cosas. Lo extraño y único del descubrimiento no permite realizar
generalizaciones. La mayoría de científicos no realizan la equivalencia directa
entre la pieza egipcia y los preservativos actuales por varios motivos. La
interpretación más aceptada sobre esta pieza egipcia es la de ser un objeto
utilizado en rituales de fecundación alegórica, donde la semilla del faraón
tenía su importancia simbólica. Por tanto, en ningún caso se trataría de un
método para evitar embarazos o infecciones de enfermedades de transmisión
sexual, por lo que no se podría comparar a nuestros modernos preservativos.
Por
otro lado, el uso de esta extraña pieza en verdad se nos escapa. Pudiera ser
una simple funda para evitar la picadura de los molestos insectos que abundan
en el Nilo, o un curioso adorno. Incluso algunos niegan que se trate de un
objeto para colocar en el pene.
De lo que sí tenemos abundante información en los
papiros egipcios es de los diversos métodos utilizados para evitar
embarazos. En el Papiro de Petri podemos leer varias recetas anticonceptivas. En una
de ellas se aconseja el uso de excremento de cocodrilo, el cual se introducía
en la vagina a modo de pasta. La investigación actual ha podido corroborar la
eficacia de este método anticonceptivo, pues además del efecto barrera, la
acidez elevada de estos excrementos operaba como un potente espermicida
natural. Otra de las recetas consistía en irrigar la vagina con una mezcla de
miel y bicarbonato de sodio antes de realizar la copulación. Por su parte, el Papiro de Ebers, tiene la primera
referencia a un tapón de hilaza. El texto dice lo siguiente: “Tritúrese con una medida de miel,
humedézcase la hilaza con ello y colóquese en la vulva de la mujer”.
En los documentos griegos también encontramos
referencias a diversos métodos anticonceptivos donde la mujer era la
protagonista. Por ejemplo, en la obra de Aristóteles Historia Animalium podemos leer: “Algunos impiden la concepción untando la parte de la matriz en la que
cae el semen con aceite de cedro o con un ungüento de plomo o con incienso
mezclado con aceite de olivo”. Igualmente, se considera a Hipócrates el
inventor de un rudimentario DIU en el S. IV a.C. Este sabio griego comprobó que
colocando un objeto extraño en el útero se evitaban los embarazos. Y su
descubrimiento fue ampliamente utilizado con las camellas de los nómadas, las
cuales no podían quedarse embarazadas en los largos trayectos por el desierto.
En su caso, a las pobres camellas se les introducían piedras de río.
Además de lo anterior, tanto griegos como romanos
utilizaban algo parecido a lo que hoy día se conoce como la “píldora del día
después”. Existía una planta llamada silfio (laserpicium en latín), sólo cultivada en Cirene (actual Libia), de
la cual se extraía su resina, llamada laser.
Pues bien, nuestros antepasados descubrieron que tomar laser en los días
siguientes a la cópula servía para evitar la concepción. La eficacia de tal
remedio era altísima (estudios actuales la aproximan al 100%), por lo que como
podemos suponer, la voracidad del ser humano llevó a la extinción de tan
delicada planta. Plinio el viejo, en su obra Historia Natural, nos remite la queja de que el laser importado de
otras regiones del imperio nada tenía que ver con el original cirenaico.
Y, por último, el método más común y general en
todas las culturas antiguas era el conocido coitos
interruptus, del cual tenemos una descripción en el poema de Arquiloco de
Paros (S. VII a.C.) y en el famoso pasaje del Génesis que se refiere a la
historia de Onan: “Pero Onán, sabiendo
que la prole no sería suya, cuando entraba en la mujer de su hermano se
derramaba en la tierra para no dar prole a su hermano…” Según este relato
Dios terminaba castigando a Onán por tal actitud, lo que debía servir de algún
ejemplo a los jóvenes actuales. No en el sentido de sufrir el castigo divino,
sino en el de poder tener un hijo antes de tiempo, pues la baja eficacia de
esta acción como método anticonceptivo está de sobra probada y documentada.
Algo que no me cansaré de repetir mientras sigan existiendo estudios que
muestran esta técnica como la tercera utilizada por los españoles, siendo usada
por el 33% de los jóvenes (datos del estudio revista médica Jano 2008).
En vista de los documentos anteriores podemos
conjeturar que la anticoncepción estaba en manos de la mujer principalmente. Y
que en muchos casos se trataba de abortivos para después del acto o de
anticonceptivos colocados antes de la cópula.
En todo caso resulta muy aventurado asegurar el uso
de preservativos por parte de las civilizaciones antiguas. En ningún caso se
debieron utilizar de forma generalizada ni para un control planificado de los
embarazos. Puede que sujetos muy activos sexualmente, y con posibilidades técnicas
o monetarias, pudieran fabricarse o adquirir preservativos fabricados con
tripas de animales. Siendo su objetivo principal sería evitar las enfermedades
de transmisión sexual. No obstante, no podemos asegurar su uso en ninguna
civilización antigua, pues no disponemos ni de pruebas físicas ni de
documentación específica relativa a ellos.
Para encontrar los primeros preservativos de la
Historia debemos avanzar bastante en el tiempo. La primera mención que tenemos
de algo similar a un preservativo es la realizada por Gabrielle Falopio
(1532-1562) en su obra “De morbo gallico”.
En ella describe un artilugio fabricado en lino que cubría tan solo el glande
del pene, siendo sujetado al miembro viril por una cinta. El objetivo de tal
funda era evitar el contagio de la sífilis, un mal que estaba causando muchos
estragos en el S. XVI. Y si creemos sus
palabras, el artilugio debió tener éxito: “Intenté
el experimento en 1100 hombres y pongo a dios inmortal por testigo de que
ninguno de ellos fue infectado”. No obstante, a Falopio se le conoce mucho
más por dar su nombre a las conocidas trompas femeninas.
La arqueología, esta vez sí, ha logrado confirmar lo
que nos muestran las fuentes escritas. En las excavaciones del Castillo de
Dudley (Inglaterra) se encontraron varios preservativos que datan del S.
XVI-XVII. Fabricados con intestinos de animales, estaban cosidos por un
extremo, mientras que por el otro poseían una cinta para mantenerlos en su
sitio. Eran tremendamente finos, aunque su tamaño era bastante inferior a los
actuales. El pensamiento más extendido sobre ellos era que fueron utilizados
por personas que frecuentaban prostíbulos, siendo ésta su manera de protegerse
de la infección de enfermedades venéreas.
Preservativos de este tipo debieron ser utilizados
por personas pudientes a lo largo del S. XVII. Existe la anécdota de que el promiscuo
Carlos II de Inglaterra (1725-1798) pidió que le fabricaran unos para sus
múltiples escarceos. El conde Condom fue quién los realizó, con intestinos de
cordero estirado, perfeccionando el diseño inventado por Falopio.
Muchas personas asocian a este personaje que el
preservativo se llamara condón, aunque tal asociación es bastante improbable. La
etiología de la palabra condón es muy discutida y otros investigadores creen que deriva del latín condus (recipiente) o de condere (proteger). Sea como fuera, la primera mención escrita de
la palabra condón la realizó el doctor Turner en el S. XVIII, dentro de su
libro Tratado sobre la sífilis.
Uno de los preservativos antiguos mejor conservados
fue encontrado en la ciudad de Lund (Suecia). Se ha datado en el año 1640 y
consistía en una tripa de cerdo de una pieza con unos cordeles de ajuste en la
parte posterior. Lo curioso era que adjuntaba un pequeño libro de instrucciones
escrito en latín. En el podemos leer que el preservativo debía sumergirse en
leche hirviendo antes de su uso, lo que evitaba el contagio de enfermedades.
Esto nos hace suponer que el preservativo debía reutilizarse varias veces.
Condón sueco de Lund (1640) FUENTE: elotonodelahistoria |
El museo de Ciencias de Londres también posee una
pequeña colección de preservativos de este tipo, siendo la mayoría del S.XVIII.
Para entonces ya existía una tienda en Londres que surtía de condones de tripa
a lo más selecto de la alta sociedad. Y, en verdad, este método para evitar el
contagio de enfermedades, sólo se lo podían permitir las clases adineradas.
Y por lo que toca a nuestro país, en el año 2008,
mientras se catalogaba un ejemplar de un libro de medicina del S. XVI en la biblioteca
Histórica de la Universidad de Salamanca, los archiveros encontraron un par de
preservativos envueltos cuidadosamente en una hoja de periódico de 1857. Hoy
día puede observarse uno de ellos en una vitrina, junto a otros objetos
curiosos encontrados entre los libros antiguos.
Su uso comenzaría a expandirse al resto de la
población a lo largo del S. XIX. De ello tenemos claras pruebas con echar un
vistazo a la prensa. En 1861, en el periódico “The New York Times” aparecía un
anuncio que animaba a comprar “Los condones franceses del Dr. Power”.
Y es que el S. XIX vio un avance importantísimo para
la industria del preservativo. Charles N. Goodyear logró la vulcanización del
caucho, lo que hacía que este material perdiera su molesta pegajosidad y se
volviera flexible y elástico. Gracias a este invento se pudieron fabricar
condones de caucho.
No obstante, para ver una producción en masa debemos
esperar hasta el S. XX, y concretamente al período de entreguerras, momento del
desarrollo del látex. Su éxito, no
exento de polémica, durará hasta el año 1955, momento de la invención de la
píldora anticonceptiva y de la dispensación de antibióticos para tratar
enfermedades como la sífilis. Tras años de decaimiento, volverá a la palestra
en la década de los ochenta, cuando hace su mortal aparición el virus del
SIDA. Desde entonces, y a pesar de los
detractores de su uso, principalmente grupos religiosos, el preservativo se ha
colocado como uno de los principales métodos de planificación familiar y el más
eficaz para evitar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual.
Y hasta aquí una breve historia del preservativo
masculino. Del femenino, inventado en 1992, los datos son más escasos, pero
esto… ya es otra historia.
FUENTES:
Lugones Botell M. y Ramírez Bermúdez, M.: El
preservativo más viejo del mundo. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/gin/vol39_3_13/gin10313.htm
Martin Cabrejas, B.M.: Anticonceptivos, inseminación
e infertilidad. Ed: Edimat. 2003.
Martos, RA: Breve Historia del condón y de los métodos
anticonceptivos. Ed. Nowtilus. 2010
Tostado, F.J.: El preservativo, toda una historia.
Disponible en: franciscojaviertostado.com
De la tripa al aerosol: Historia del condón.
Disponible en: http://www.jardineria.pro/foro/viewtopic.php?f=26&t=2328&start=0&st=0&sk=t&sd=a&sid=8409917e96b9f7850118c95cd4128f0a
El origen del preservativo. Disponible en: http://elotonodelahistoria.blogspot.com.es/2011/06/el-origen-del-preservativo.html
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