Los ópticos optometristas constituyen una de las
profesiones sanitarias más accesibles para los pacientes. Sin necesidad de
pedir cita al especialista o esperar largo tiempo para ser atendidos, las personas
con algún problema visual son capaces de recibir una rápida atención médica. Y
sólo en casos donde el optometrista no pueda resolver la situación, el paciente
será derivado hacia el especialista adecuado para su problema.
La importancia de esta atención primaria contrasta
con la escasa consideración que tiene la sociedad respecto a nuestro colectivo
profesional. Y no sólo me refiero a la ignorancia manifiesta sobre nuestros
conocimientos universitarios. Ni al desprestigio que supone realizar numerosos
exámenes visuales por menos de lo que vale una bolsa en el Carrefour.
Concretamente lamento numerosos prejuicios que pesan sobre nosotros. Hoy me
referiré a uno de ellos, la cirugía refractiva.
Todos los ópticos optometristas hemos escuchado este
tipo de frases en alguna ocasión: “La cirugía os va a quitar el trabajo”. “Tú
eres contrario a la cirugía refractiva, ¿verdad? Como llevas gafas…”. “Tengo
dudas sobre la cirugía refractiva pero, claro, ¿tú que me vas a decir? Que siga
con las gafas, ¿verdad?”. Podría seguir indefinidamente.
No creo que nadie vaya al banco y le diga a la
persona que le atiende que el cajero automático le va a quitar el trabajo. Ni
supongo que tampoco nadie pensará que la cirugía estética erradicará la fealdad
del mundo.
Hoy voy a escribir un poco sobre la cirugía
refractiva y mostraros lo que yo aconsejo a todos aquellos que me preguntan
sobre ella. Ya os advierto que lo que vais a leer a continuación no os animará
ni desanimará. No voy a tomar la decisión de operarse por vosotros. Eso es algo
que debéis decidir cada uno de vosotros. Eso sí, teniendo claro los pros y los
contras.