Una de las películas más famosas del siglo XX fue
Ben-Hur (1959). Una epopeya dramática ambientada en el antiguo imperio romano
en el que seguimos la vida de Judá Ben-Hur, un judío interpretado por Charlton
Heston. Enfrentado al malvado romano Messala, quién le llevó a la ruina
destrozando a su familia, tomará finalmente venganza en el circo romano,
mediante una carrera de carros mítica que se convirtió en una de las secuencias
cinematográficas más famosas de todos los tiempos.
Pero, ¿qué parte de verdad y qué de invención existe
en aquella carrera?
Lo primero que debemos indicar es que la película de
1959, dirigida por Andrew Marton y Yakima Cannut no fue la primera que llevó a
la gran pantalla la obra literaria de Lewis Wallace (Ben-Hur, 1880).
Anteriormente, en 1925, el director Fred Niblo realizó una versión
verdaderamente meritoria de las carreras de carros llena de emoción, aunque
adolecía de ciertas licencias poco históricas que se volvieron a repetir en la
posterior película de 1959.
Si en 1925 el coste de realizar el circo romano fue de
300.000 dólares, en la versión de 1959 la construcción se llevó 1.000.000 de
dólares del presupuesto total de la película (15.175.000 dólares). Su
recaudación, 146.900.000 dólares (en su estreno inicial) nos pone sobre aviso
respecto a lo que supone la realización de una película exitosa.
A continuación, vamos a separar los puntos positivos y
negativos de la película en cuanto a veracidad histórica se refiere. Empecemos
por los puntos favorables de la versión de 1959, los cuales sirven para
enseñar al público como era una carrera de carros antigua:
Antes de comenzar la carrera la película muestra una
escena en la que Messala y Sheik Ilderim apuestan sobre el posible ganador. Las
apuestas en este tipo de eventos
estaban permitidas en Roma y los fervorosos seguidores llegaban a jugar grandes
cantidades de dinero. Durante los días previos existía en Roma un seguimiento
de los participantes, analizando el estado de los aurigas y de sus caballos. Algo
similar a lo que ocurre hoy día en los partidos de futbol importantes. Tras
obtener toda la información posible los romanos apostaban a favor de sus carros
favoritos, añadiendo emoción extra al espectáculo.
También el cuidado
que se muestra en la película respecto a los caballos es el adecuado. Eran los auténticos protagonistas, junto
con el auriga, y de su salud dependía buena parte del éxito. Como se muestra en
la película cada uno tenía un nombre y unas características concretas que aquí
debemos intuir: mientras los centrales (iugales)
eran los encargados de tirar del carro, los laterales (funales) eran fundamentales para tomar las curvas (de ahí el
comentario del ancla al caballo Antares o de la velocidad de Rigel).
La preparación de los caballos en las caballerizas
está bastante lograda. Al igual que la preparación de los aurigas. La magia y los
amuletos protectores eran de uso
común en las carreras de carros y en una escena aparece un competidor anudando
una tira de cuero con una imagen a su carro, muestra de algún talismán.
Ben-Hur, por su parte, ora al dios de Israel y fija en su pecho un emblema con
la estrella de David, lo que también podemos considerar una especie de amuleto
mágico en sentido amplio.
La salida
se produce cuando Poncio Pilato (organizador de los juegos) suelta el mappa, una especie de pañuelo. Como este gesto no podía ser
visto por los participantes (encerrados en las carceres) se tocaba una tuba para dar la salida. En la película se
sustituyó por dos grandes banderas como licencia cinematográfica que recuerda a
las carreras actuales y la señal del semáforo.
Uno de los aspectos más logrados es la emoción que
imprime a la carrera, llena de accidentes (naufragios). Un acierto es mostrar
que en las curvas era donde se producían
la mayor parte de los accidentes.
Pasemos ahora a los puntos negativos históricamente hablando:
En primer lugar, debemos indicar que los caballos utilizados en el film eran de
una talla bastante superior a los utilizados por los
antiguos romanos para competir. Tal vez ello se deba al uso de un carro más grande y pesado que los
originales romanos, el cual recuerda al utilizado en los triunfos romanos
más que los de las carreras. De igual forma, el modo de uncir los caballos
tampoco es el correcto.
Antes de comenzar la carrera vemos que el protagonista
no se dispone como los antiguos aurigas. En primer lugar, se quita el casco antes de empezar, algo inconcebible en la antigüedad
y similar a que un corredor de motos compita sin casco. Sin duda la razón fue
que se pudiera ver mejor la cara de Charlton Heston, pero en la película de
1925 el protagonista portaba su casco de cuero y no existía confusión alguna
con otros participantes.
Igualmente, las riendas en la antigua Roma estaban
atadas a la cintura de los corredores, los cuales llevaban el látigo para
manejar a los caballos. Así entendemos la función del cuchillo que todos los
aurigas portaban en el cinturón: la de cortar las riendas en caso de accidente
y no verse arrastrado por los caballos. En
la película las riendas no están
atadas al torso y se pierde la esencia que implicaba.
La salida desde
las carceres (las cuales carecen
de las históricas puertas) tampoco es fidedigna. En este caso, en vez de salir
a la carrera, realizan una vuelta triunfal a la pista, a modo de presentación,
que no deja de ser otra licencia cinematográfica que persigue mostrar la
grandeza de los escenarios.
En la película compiten
nueve cuadrigas (el número máximo en Roma era de doce) que representan a diferentes regiones del Imperio. En realidad, las
cuadrigas se dividían en facciones representadas por diferentes colores: rojos,
verdes, azules y blancos. Y las carreras podían ser individuales (un carro por
facción) o por equipos (con dos o tres carros por facción). Pareciera más bien
una prueba olímpica que una carrera de carros romana.
Aunque podían participar todo tipo de hombres, los aurigas solían ser esclavos o libertos.
En ningún caso solían competir personalidades tan importantes como un tribuno
romano o un príncipe judío.
El número de
vueltas que aparece en la película es de nueve, cuando en realidad se
realizaban 7 vueltas. El tiempo de la carrera son poco más de ocho minutos, lo
que le acerca al tiempo real de las carreras romanas, aunque teniendo en cuenta
que han dado dos vueltas más.
Uno de los aspectos más llamativos de la carrera es el
uso de un carro tipo griego por parte de Messala. Se trata de un carro que posee unas cuchillas en las
ruedas capaces de destrozar las ruedas de sus rivales. Esta licencia
cinematográfica, realizada para añadir mayor emoción visual a la carrera, es la
que más a enturbiado el conocimiento de las carreras de carros romanas. En ningún
caso se utilizaban este tipo de carros y su uso no aparece en la obra original.
Igualmente, aunque estaba permitido golpear con el
látigo a los caballos rivales, en ningún
modo los aurigas podían golpear a sus rivales con el látigo, tal como hace
Messala con Ben-Hur.
Hasta aquí la disección de la película de 1959. Recientemente,
en el año 2016, Timur Bekmambetov realizó
una versión del clásico que aportó nuevas escenas interesantes, históricamente
hablando. Sus aciertos, respecto a versiones anteriores fueron los siguientes:
La reconstrucción de las carceres y su salida abriendo las puertas es mucho
más próxima a la realidad. Aunque en la antigua Roma no empezaba ahí la carrera
como muestra el film. En realidad, al abrir las puertas, las cuadrigas
avanzaban hasta una línea blanca desde la cual salían (evitando así iniciales
accidentes al llegar a la spina).
El atuendo de
Ben-Hur está basado en fuentes iconográficas antiguas, aunque le sigue
faltando el gorro y el puñal (como contraste, el de Messala, portando el
uniforme de soldado romano es ridículo).
Los carros
también son más próximos a los utilizados en la antigua Roma.
En la carrera varios aspectos siguen a las fuentes
históricas: salida soltando el pañuelo
(mappa); número de vueltas correcto (siete) marcado por el contador de
delfines; línea de meta trazada con polvo
blanco.
Igualmente, el original sistema de filmar con una
cámara GoPro nos adentra en la carrera de una manera que nunca antes habíamos
logrado. La sensación de confusión
provocada por la gran cantidad de polvo que levantaban los competidores nos
hace comprender la presencia de los hortatores
(no aparecen en el film), quienes se acercaban a las cuadrigas e informaban a
los cocheros de su posición y de la de sus rivales durante las carreras.
Como aspectos
negativos debemos indicar varios que se siguen repitiendo en esta versión
respecto a sus predecesoras: riendas sin atar al torso, corredores
representando regiones y no facciones, salida escasamente real, personas viendo
el espectáculo en la spina, excesivos
naufragios y accidentes, haciendo hincapié en el aspecto más truculento de los
mismos (tal vez nuestra necesidad de sangre sea mayor que la de los romanos) o
nula preparación del protagonista (dando la sensación de que las cuadrigas
podía manejarlas cualquiera).
Como conclusión
podemos indicar que, aunque nos vamos aproximando, aún nos queda mucho para
poder ver en el cine una carrera de cuadrigas que se asemeje a la llevada a
cabo en la Antigua Roma. Y, tal vez, nunca lleguemos a verla realmente, pues el
cine y la historia no utilizan las mismas pautas ni herramientas.
Si queréis conocer más sobre las antiguas carreras de
carros romanas os recomiendo leer el libro Hijos
de Ben-Hur (Evohé, 2016), de Fernando Lillo Redonet, del cual obtuve la
información para realizar este post.
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