La India es un país totalmente increíble a
ojos de un occidental. Su cultura milenaria tiene tantos aspectos distintos a
la europea que resulta, en ocasiones, difícil explicarse ciertas costumbres
ancestrales.
Una de ella es el amor que tienen hacia
las vacas, consideradas divinas. Para los hindúes la vaca es símbolo de vida,
al igual que pudiera ser la Virgen María para los cristianos. Y, por tanto, matar
a una vaca se considera un sacrilegio horrible.
Resulta triste la imagen de hindúes
famélicos que, a pesar de las adversidades, mantienen vivas a sus vacas sin
comérselas. En un acto que nosotros identificamos como de altos valores
espirituales, pero, a la vez, de escasa practicidad. ¿Cómo llegar a entender
tal actitud ante la vida?
Hoy os voy a explicar la razón práctica de
esta creencia, en apariencia, irracional. ¿Os interesa el tema?
Bajo nuestros ojos occidentales resulta
totalmente ineficaz y contra productivo mantener vivos unos animales que no
producen. Las vacas indias son muy diferentes a las vacas especializadas
occidentales. Aquellas no aportan leche (apenas 227 litros/año vs 2267 litros/año
de una europea), ni carne (por el tabú respecto a matarlas) y, a la vez,
compiten con humanos y otros animales por tierras de cultivo y alimentos.
Además de lo anterior, puesto que los
hindúes comparten espacio vital con los musulmanes (comedores de vaca), los conflictos
suelen ser frecuentes entre ambas comunidades y, en ocasiones, sangrientos.
Algo que continúa envenenando las relaciones diplomáticas entre India y
Pakistán.
Para muchos, este culto a las vacas
antieconómico es la causa número uno de pobreza en la India. Por tanto, la
conclusión occidental es que la irracional doctrina hindú de sacralizar a las
vacas es el principal problema para que la India avance y logre sacar de la
pobreza a la mayor parte de su población.
Ahora bien, Marvin Harris, famoso
antropólogo estadounidense fallecido en el año 2001, escribió un interesante
libro que nos explica la razón lógica de este culto a la vaca y su utilidad
práctica en la India. Os muestro las principales ideas de su razonamiento.
En primer lugar, en la India existen
numerosos agricultores que viven de lo que producen sus escasas tierras. Para
los trabajos de granja se necesita la tracción animal. En concreto bueyes, un
animal indispensable y que en la India es deficitario si consideramos el número
de tierras cultivadas. Por tanto, ante la imposibilidad de comprar un tractor
por parte del pobre agricultor hindú, los bueyes son fundamentales. Y estos
animales proviene de las vacas. Por tanto, la primera utilidad práctica de
las vacas en la India es producir tractores, esto es, bueyes. Y bajo este
prisma la comparación con la vaca productora de leche occidental ya no es
válida.
La segunda utilidad práctica la encontramos
en sus heces. En Europa la agricultura intensiva
utiliza abonos agrícolas que han sustituido al estiércol animal. Pero
esto no ocurre en la India, donde los agricultores no pueden permitirse el lujo
de comprar fertilizantes ni pesticidas. Tampoco sería recomendable mecanizar la
agricultura como en occidente, pues ello conllevaría una reducción de puestos de
trabajo (la agricultura sería más eficiente con menos trabjadores) y la
consiguiente emigración del campo a la ciudad. Unas ciudades en la India ya
excesivamente masificadas. Es decir, la mecanización de la agricultura en la
India (en caso hipotético de disponer del capital de dinero suficiente para
llevarse a cabo), lejos de mejorar la vida de la mayoría de la población la
empeoraría notablemente.
Pero resulta que la boñiga de vaca, en la
India, además de utilizarse como abono, también es un eficaz
combustible en la cocina (sustituye eficazmente la escasez de petróleo,
carbón y madera), pues tiene una llama limpia, lenta (permite cocinar a fuego
lento) y es la fuente preferida de calor. Y, mezclada con agua, se convierte en
una pasta que recubre el suelo de los hogares humildes, otorgando una
superficie lisa que se barre con facilidad.
Las vacas de la India son una raza que
puede sobrevivir largo tiempo con muy poco alimento y agua, siendo muy
resistentes a las enfermedades. Por ello es típico ver vacas famélicas en
épocas de sequía vagando libremente sin ser sacrificadas. Esto no se hace por
espiritualidad, sino por practicidad. El campesino humilde, dueño de una única
vaca, sabe que si sacrifica al animal tendrá pan para hoy y hambre para
mañana. Si sobreviven a la sequía no podrán arar sus campos, lo que los
llevará a la ruina absoluta. Por tanto, la doctrina sagrada respecto a las
vacas tiene unos cálculos muy racionales.
Pero en la India también se sacrifican vacas.
La presión del hambre hizo que, en épocas pasadas, los hindúes tuvieran que
saltarse sus doctrinas. Pero, incluso, cuando las vacas ya son totalmente
improductivas en todos los sentidos de la palabra, su sacrificio es aprovechado.
Existen castas de rango inferior a los que se les permite comer carne de vaca.
Casualmente, son las castas dedicadas al trabajo del cuero, donde la India ha
creado una floreciente industria artesanal.
Por tanto, las vacas no se sacrifican
hasta el último momento pues, las más viejas y famélicas puede que sirvan, en
épocas de escasez, como alimento, permitiendo salvar así a las más aptas. Y
cuando llega el momento los hindúes han sabido seguir aprovechando al animal
hasta en sus últimas consecuencias: carne y cuero.
Aunque en ocasiones se ha especulado con
que realizar una industria cárnica mejoraría la calidad de vida de la India,
esto es falso respecto a las vacas. Y ello se debe a que el valor calórico
consumido por un animal siempre es muy superior al valor calórico de su cuerpo.
Es decir, en un país donde la ingestión de calorías per cápita ya está por
debajo de los requisitos mínimos diarios, la orientación de tierras cultivadas
hacia la producción de carne sólo provocaría la mayor competencia respecto a
tierras, el aumento de precios por los alimentos y el empobrecimiento de la
población.
La verdadera ventaja de las vacas indias
respecto a las europeas reside en que no compiten con los humanos respecto a
los cultivos. Las vacas de los hindúes es un infatigable devorador de
desperdicios y sólo una parte muy pequeña proviene de pastos. En esencia, las
vacas consumen productos de desecho humano o que no pueden ser consumidos por los
hombres y otorgan numerosas ventajas prácticas: producción de bueyes, abono, combustible,
leche y carne. “Esencialmente, el ganado vacuno convierte artículos con poco
valor humano directo en productos de utilidad inmediata”.
La cruda realidad
de las vacas hindúes no es la que los occidentales pensamos. Ese amor sagrado
hacia estos animales es perfectamente compatible, bajo la mentalidad hindú, con
el aprovechamiento despiadado hasta el último momento. Dejan que las
vacas malvivan, alimentándose de desperdicios, y luego las exprimen todo lo
posible hasta que el animal no sirve para nada más, momento en el que se
sacrifica y se sigue aprovechando en forma de carne para ciertas castas y del
trabajo del cuero con su piel.
En verdad, “el amor a las vacas es un
elemento activo en un orden material y cultural complejo y bien articulado, que
activa la capacidad latente de los seres humanos para mantenerse en un
ecosistema con bajo consumo de energía, en el que existe poco margen para el
despilfarro”.
En realidad, diversos estudios han
demostrado que, en contra de lo que podemos pensar, este sistema posee un alto
rendimiento y eficiencia, mucho mayor que el occidental. La clave reside en que
los hindúes aprovechan todo de la vaca a cambio de invertir en ella muy poco.
Justo lo contrario que la ganadería occidental, donde se debe invertir mucho
para una producción masificada.
Por tanto, como conclusión, no nos dejemos
engañar por conceptos tan banales como que los hindúes tienen mayores valores
espirituales que nosotros al respetar la vida de un animal improductivo como la
vaca de la India. Al contrario, se trata de un sistema económico-social de
equilibrio con la Naturaleza donde a la vaca se la exprime hasta la extenuación
en todos los sentidos de la palabra. No en vano, su supervivencia está en
juego.
Hasta la próxima

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