La ciudad de Teruel es una de las grandes desconocidas
para el turismo nacional. Una ciudad llena de encanto pero que, debido a su
ubicación geográfica, no tiene el atractivo turístico de otras capitales de
provincia.
En Teruel vamos a conocer el estilo mudéjar en su
máxima expresión, la historia de sus amantes desdichados, un patrimonio
artístico envidiable y unos cuantos secretos que os maravillarán. ¿Os animáis a
conocer Teruel?
Teruel es una de esas ciudades pequeñas que pueden
pasearse tranquilamente, pues el casco histórico es reducido. Por ello os
recomiendo encarecidamente que dejéis el coche en las afueras (o en uno de los
parkings de pago de la ciudad) y os calcéis un calzado cómodo. Toca empaparse
andando de la ciudad de Teruel.
Nosotros, cuando visitamos la ciudad, dejamos el coche
en el aparcamiento gratuito situado próximo a la estación de tren. Nos venía
bien por estar cerca de nuestro alojamiento y es un buen punto de partida para
ver la ciudad.
Muy próximo a la estación vamos a encontrar el primer
monumento digno de mención, la conocida como Escalinata del Óvalo.
Esta obra monumental, inaugurada en 1921, tenía un
doble propósito. En primer lugar, funcional, pues pretendía salvar cómodamente el
fuerte desnivel entre la estación del ferrocarril y el centro histórico. Pero,
por otro lado, también tenía un objetivo monumental, pues se concibió como una
forma de embellecer esta entrada principal a la ciudad.
Obra del ingeniero turolense José Torán de la Rad
(1888-1932), supo mezclar, con gran inspiración, la belleza de las
construcciones mudéjares (uso ladrillo de barro cocido, piedra tallada,
cerámicas coloreadas y estilizados torreones coronando) con elementos
modernistas (forja de las farolas). De esta forma nos anticipaba lo que
encontraremos en Teruel una vez paseemos por sus calles.
Por su gran armonía y el adecuado uso de los elementos
que la componen se la puede considerar, junto con la puerta de la Catedral,
como la obra más representativa del neomudéjar turolense y uno de los
monumentos emblemáticos de la ciudad. ¡Ahí es nada!
La escalinata, por último, no deja de ser también una
exaltación de la historia de la ciudad, tal como queda reflejado en el
altorrelieve de Los Amantes de Teruel, situado en el frontispicio de la placeta
principal, entre el escudo de la ciudad y la fuente.
Una vez subamos la escalinata debemos girar hacia la
izquierda y acercarnos a la Iglesia y Torre de El Salvador. La Torre es
una de las mejores postales que encontraréis en la ciudad y, personalmente, me
recuerda mucho, en su composición, a los minaretes almohades. Merece la pena
detenerse para admirar su exuberante decoración, a base de arcos mixtilíneos
entrecruzados, cerámica vidriada y elementos geométricos realizados con los
ladrillos.
Mientras admiráis la belleza de esta torre os contaré
una leyenda que conecta esta torre con la de San Martín, que se encuentra muy
próxima. Una leyenda de amor y desdicha, típica de Teruel.
La Leyenda de las
Torres
Cuenta la leyenda que Abdalá y Omar eran dos
arquitectos musulmanes que trabajaban en Teruel a principios del siglo XIV. Los
cristianos de la villa querían levantar para las iglesias de San Martín y El
Salvador sendas torres adosadas, y les encomendaron a los dos alarifes su
construcción. Iban a ser magníficas: la pericia de los mudéjares para la
albañilería era conocida y apreciada en todo el reino.
Y quiso el destino (o el amor: no podía ser de otra manera en esta ciudad) que
una hermosa mora se cruzara en el camino de los maestros. Zoraida era
pretendida por los dos, pero a la muchacha le gustaban ambos y no se decidía.
Entonces se le ocurrió al padre de la joven intervenir; les propuso que la mano
de su hija sería para quien alzara la torre más bella en menor tiempo. Los tres
expresaron su acuerdo, y comenzaron las tareas.
Pasaron los meses. Los dos edificios, casi gemelos, se elevaban cubiertos por
lonas, andamios y cañizos. Omar había terminado su obra el primero; llegó el
momento de ofrecer orgulloso su maravillosa atalaya a todos los turolenses.
Pero el deslumbramiento duró unos segundos. La torre de San Martín estaba
levemente torcida. El enfurecido Omar subió las escaleras de tres en tres,
trepó a lo más alto y desde allí se precipitó a la calle.
Unos días después, cuando Zoraida y Abdalá, unidos ya en matrimonio, se
deleitaban con las vistas en el campanario de El Salvador, dejaron escapar un
suspiro de melancolía al contemplar la torre del rival.
El interior de la Torre es visitable. Posee tres
plantas, más el campanario (ojo con las vistas), las cuales se han musealizado
con elementos expositivos para la interpretación de la arquitectura mudéjar. En
este recorrido conoceremos el fenómeno social en el que nace, los materiales y
procesos constructivos que la convierten en el único tipo de arte
exclusivamente español, cuyo máximo exponente se alcanzó en la ciudad de Teruel,
y, por último, la expansión por el territorio nacional.
No os perdáis el interesante vídeo que se encuentra en
la planta inferior, junto a las taquillas, para entender la historia de Teruel.
¿Qué es el mudéjar?
Los mudéjares eran aquellos musulmanes que
vivían y trabajaban en los reinos cristianos durante el período de la
Reconquista de la Península Ibérica (no confundir con los mozárabes, que eran
cristianos en tiempos de Al-Ándalus). La aparición del estilo mudéjar tuvo
lugar en torno al siglo XII gracias a la labor de la mano de obra musulmana e
incluso de algunos ciudadanos cristianos que conocían bien y admiraban el arte
islámico plasmado en palacios, castillos, mezquitas o madrazas. La llegada del
mudéjar está considerada como un punto de encuentro fuerte entre la cristiandad
y el islam en tiempos de guerra. Los mudéjares, que mantuvieron el mismo
sistema de trabajo artístico que predominaba en el Al-Ándalus, incorporaron su
tradición y técnica dentro de otros estilos arquitectónicos como podían ser el
románico y posteriormente el gótico.
La Iglesia de El Salvador es un templo
reconstruido en el siglo XVII cuyo mayor atractivo es la imagen del Santo
Cristo de El Salvador, situada en el centro del espectacular retablo principal.
Se trata de una talla del siglo XIII que, de manera común, se la conoce como el
Cristo de las tres manos. Si os fijáis en el lateral izquierdo de su torso
comprobaréis la razón del nombre. Una mano aparece en ese lado, perteneciente a
una figura perdida. Se especula que la imagen formaría, originalmente, una
composición del típico descendimiento de la cruz.
Andando hacia el centro os toparéis con la Casa
Ferrán, uno de los edificios modernistas más representativos de la ciudad
Turolense. Fue construida en 1910 por el arquitecto catalán Pablo Monguió,
quién embelleció Teruel con edificios de este peculiar estilo arquitectónico a
principios del siglo pasado. Su labor convirtió a Teruel en el enclave con más
arquitectura modernista de Aragón.
La Casa Ferrán es la primera de estas obras plenamente
modernista. Se localiza en chaflán entre las calles Nueva, Laureano y El
Salvador. El edificio tiene siete plantas y destaca por la elegancia y el
dinamismo de su decoración, así como por el juego de materiales y formas que se
utilizaron en su construcción. Combina la piedra, la madera, el estuco, mármol,
forja y presenta una delicada decoración modernista. Elementos clave que no
debéis dejar pasar son la puerta principal, que aparece flanqueada por jambas
con ornamentación vegetal a los lados y un óculo circular en su parte superior
cerrado por una interesante rejería; el mirador achaflanado y el bello alero de
madera decorado por casetones. Si tenéis la oportunidad de entrar merece la
pena admirar la cancela del vestíbulo y la caja de la escalera.
¿Qué es el modernismo?
El modernismo arquitectónico, desarrollado a
finales del siglo XIX y principios del XX, es un estilo caracterizado por
formas orgánicas, decoraciones exuberantes y una fuerte influencia de la
naturaleza. Se destacó por el uso de nuevas tecnologías y materiales, como el
hierro y el vidrio, y tuvo exponentes notables como Antoni Gaudí en España y
Victor Horta en Bélgica.
Su enfoque artesanal y único lo diferencia de
otros movimientos posteriores más racionalistas y rompía con los estilos
historicistas anteriores.
Avancemos un poco más y llegaremos al centro
neurálgico de Teruel, la Plaza del Torico. Se trata del centro de
reunión y ocio por antonomasia de la ciudad, pues está llena de restaurantes y
bares. Su forma trapezoidal tan poco ortodoxa nos recuerda su origen medieval.
Su nombre (en realidad se llama Plaza Carlos Castel)
proviene de la pequeña figura de un toro (50 cm y 50 Kg) que se ha convertido
en icono de la ciudad. Se alza en lo alto de una columna, en cuya parte
inferior existe una fuente de cuatro caños. Como curiosidad indicar que no se
trata de la escultura original colocada en 1858, sino de una réplica. En el año
2022 la escultura se cayó tras unos festejos y se dañó, por lo que se colocó
una réplica en su lugar.
Esta plaza, y este toro, es el centro neurálgico de las
Fiestas del Ángel, popularmente conocidas como La Vaquilla, en donde se escala
la columna para colocar un pañuelo al torico.
Yo tuve la suerte de poder visitar la ciudad en
fiestas y es una experiencia diferente y muy recomendable. Por la ciudad
existen numerosos lugares donde las peñas montan sus espectáculos. Las
charangas recorren el centro con su música y por las calles corre el famoso
toro ensogado. Si tenéis ocasión, a mediados de julio, os divertiréis en esta
celebración.
¿Por qué el Toro es el símbolo de Teruel?
El origen del toro como símbolo de Teruel se
remonta al siglo XII, durante la época de la Reconquista. Según cuenta la
leyenda, el rey Alfonso II buscaba un lugar idóneo para establecer una ciudad
fortificada. La elección del sitio vino determinada por un evento que los
lugareños interpretaron como una señal divina: un toro, supuestamente enviado
por el ejército moro, se detuvo en un lugar elevado bajo una estrella
resplandeciente. Los soldados del rey vieron en este hecho un augurio y
decidieron fundar la ciudad en ese preciso lugar.
Esa estrella era Actuel, y entre la conjunción
de toro y Actuel surgió Toruel, que luego derivó en Teruel.
Desde entonces, el toro y la estrella se
convirtieron en los símbolos primigenios de Teruel, quedando plasmados en el
escudo de la ciudad como testimonio de sus orígenes legendarios. Pero el toro
representa mucho más que una simple anécdota fundacional. Para los turolenses,
encarna la fuerza, la bravura y la determinación que caracterizaron a sus
antepasados durante los turbulentos tiempos de la Reconquista, cuando Teruel se
erigía como una importante plaza fronteriza entre los reinos cristianos y musulmanes.
Como la mayor parte de las leyendas, esta no deja de
ser un bonito relato carente de mucha historicidad. En realidad, Alfonso II
decidió fundar la ciudad en un bastión defensivo árabe llamado Tirwal, que se
encontraba donde luego se emplazó la judería.
En esta plaza se alzan dos importantes edificios
modernistas: la Casa el Torico y la Madrileña. La primera es la más famosa, tal
vez por su peculiar color violeta. Actual sede de la Caja Rural de Teruel,
destaca la galería de la primera planta, con siete columnas rematadas con un
motivo floral que sujetan al balcón de la segunda. La tercera presenta dos
grandes ventanales circulares que flanquean a una más pequeña, y la cuarta
queda rematada por un torreón lateral en la esquina que rompe un poco con la
simetría. Un bonito esgrafiado en la parte superior indica la fecha de su
inauguración: 1912.
Por su parte, el edificio de la Madrileña, posee un
estilo mucho más art Nouveau, tal como se aprecia en las formas curvas y las
decoraciones de motivos florales. La forja de los balcones, obra de Matías
Abad, presenta motivos geométricos y de animales.
No son las únicas casas modernistas que
encontraremos en la ciudad. Recorriendo sus calles podremos admirar la
anteriormente citada Casa Ferrán, así como la Casa Escriche o de Doña Blanca,
donde criaturas fantásticas o grotescos seres protegen sus vanos y entrada, o
la Casa Bayo o de los retales, característica por el trabajo de la herrería,
con un águila en el balcón superior.
Por último, en la cercana calle Ramón y Cajal se
encuentra un pequeño acceso a los aljibes medievales. Una curiosa visita
donde descubriréis la problemática de la ciudad para obtener agua y la
ingeniería medieval que posibilitó la solución a este problema. En la ocasión
que visité la ciudad estaban cerrados, por lo que me lo dejo para otra vez en
pendientes.
Acerquémonos ahora a uno de los lugares míticos de
Teruel, la Fundación de los Amantes de Teruel. Nuestros Romeo y Julieta
patrios.
La visita a este espacio consta de varios lugares diferenciados. Por un lado, está el Mausoleo de los amantes, un edificio inaugurado en el año 2005 en donde descubrir todo lo que rodea a esta historia: el contexto donde surgió, los hechos que sucedieron y la influencia posterior que tuvo el relato.
Os dejo un breve resumen para los que no conozcan su historia.
La historia de los amantes de Teruel
En los primeros años del siglo XIII viven en la
ciudad Juan Diego de Marcilla e Isabel de Segura, cuya temprana amistad se
convierte pronto en amor. Rechazado por la familia, al carecer de bienes de
fortuna por segundón, el pretendiente consigue un plazo de cinco años para
enriquecerse. Parte a la guerra y regresa a Teruel cuando expira el plazo.
Isabel es ya esposa de un hermano del señor de Albarracín. Consigue Juan Diego
entrevistarse con ella en su casa y le pide un beso. Se lo niega Isabel y el
joven muere de dolor. Al día siguiente se celebran los funerales en la Iglesia
de san Pedro. Se acerca al féretro una mujer enlutada: es Isabel que quiere dar
al difunto el beso que le negó en vida. Lo hace y repentinamente muere junto a
él.
La parte más interesante, en mi opinión, es el lugar
donde se encuentra el Mausoleo de los Amantes propiamente dicho, obra del
escultor Juan de Ávalos.
Sin duda, es la imagen más icónica de los amantes: dos
estatuas yacentes sobre dos sarcófagos, esculpidas en alabastro de una forma
prodigiosa, con un nivel de detalle impresionante y un tratamiento de los
pliegues de los ropajes que maravillan. Ella lleva la mano en el vientre y los
pies desnudos, como símbolo de su pureza. Él lleva la mano en el pecho, como
símbolo de gallardía. Ambos inclinan sus cabezas como si tuvieran intención de
ver al otro, aunque no lo consiguen. Las otras manos cuelgan a un lado de sus
sepulcros, en el centro de la composición. Parece que se tocan, pero no es así.
Es un amor nunca consumado, que solo parece haber triunfado en el más allá.
Los sarcófagos se asientan en bases moldeadas en
bronce. Para él, leones que simbolizan la valentía. Para ella, ángeles que
señalan fidelidad y obediencia. Entre la base y la escultura yacente, en la
cabecera de los sepulcros, los escudos de la familia. A los lados, una especie
de celosías de alabastro permiten ver los cuerpos momificados que se hallaron
siglos atrás en la cercana Iglesia de San Pedro.
El otro espacio expositivo que visitaremos con la
entrada será la Iglesia de San Pedro, un templo de nave única profusamente
decorado que os dejará sin habla. Personalmente fue el templo que más me gustó,
por la sorpresa que ofrece al visitante. Merece la pena admirar el retablo
renacentista del altar mayor de madera tallada (sin pintar), obra de Gabriel
Joly, así como las capillas laterales o las vidrieras que ofrecen una luz
especial al interior.
En el recorrido de la visita también podremos admirar el
claustro mudéjar (uno de los pocos que se conservan en Aragón), el jardín
(donde se obtienen las mejores vistas del ábside) y la Torre y el ándito, un
elemento arquitectónico que rodea la iglesia por el exterior, desde el que se
pueden apreciar los detalles del exterior de la torre, las vidrieras y el
rosetón de la iglesia. Es posible subir a lo alto de la torre, donde se
encuentran las campanas.
Volvamos nuevamente a la Plaza del Torico para
realizar un pequeño descanso. Seguro que ya es hora de comer o tapear. Podéis
hacerlo en el Restaurante Torico Gourmet. Nosotros también comimos en el Mesón
Óvalo, cerca de la escalinata. Comida correcta y con buenos precios.
Tras llenar la panza es hora de visitar la Catedral
de Teruel. A la misma llegaréis tomando la calle donde hace esquina la
tradicional confitería Muñoz, donde degustar dulces típicos turolenses, como
los Suspiros de amante (tartaletas rellenas de crema dulce de queso).
La catedral de Santa María de Mediavilla de Teruel es
una de las construcciones más importantes del mudéjar en España, y una de las
dos únicas catedrales españolas, junto con la de Tarazona, construida en este
estilo. Sólo por esto la visita debería ser obligada, ¿no os parece?
Aunque originalmente románica, de este estilo apenas
queda nada al reconstruirse casi totalmente en el siglo XIV. Con un nuevo
estilo gótico-mudéjar, se utilizó el ladrillo para elevar la construcción y dar
más iluminación interior.
De la fachada principal vamos a destacar la portada
neomudéjar, realizada por Monguió en el siglo XX, llena de elementos
fundamentales del mudéjar, tales como el ladrillo (realizando diversas
decoraciones geométricas) o la cerámica de colores.
El otro elemento a destacar es la imponente torre
campanario, una de las más antiguas de la ciudad junto con la de San Pedro. Se
construyó en el año 1258. Su decoración está compuesta por arcos de medio punto
entrecruzados y los frisos de esquinillas están decorados con cerámica vidriada
verde y blanca. A ello se unen las ventanas abocinadas y los ajimeces, de
herencia islámica. Lo anterior contrasta con el cuerpo de campanas, claramente
de tradición cristiana. Por tanto, tenemos una mezcolanza de estilos decorativos
bastante original.
Por último, no podemos dejar de anotar la preciosidad
del cimborrio (elemento situado sobre el crucero), realizado en el siglo XVI en
un estilo que aúna elementos renacentistas y mudéjares. Este elemento lo
veremos mejor cuando visitemos el Museo de Teruel.
En su interior varios son los elementos destacables.
En primer lugar, el retablo mayor, Considerado como la obra cumbre de la
escultura renacentista en la provincia de Teruel fue construido por Gabriel
Joly y está dedicado a la Asunción de Nuestra Señora.
Tallado por completo en madera, sorprende por conservar
su color natural, careciendo de las típicas decoraciones con profusión de
policromía y dorados. En él se representan los misterios de la vida de Cristo y
de su Madre, que aparece en la hornacina central como Asunta a los cielos. Las
tallas están dotadas de una gran fuerza y patetismos que se asocia a la
influencia de Berruguete.
Pero, si por algo es famoso el interior de la Catedral
de Teruel, es por su excepcional techumbre, considerada la Capilla Sixtina
del mudéjar. Se trata de una estructura de armadura de par y nudillo y una
sorprendente función estructural (casi todas las techumbres mudéjares sólo son
decorativas).
Tiene una longitud de unos 32 metros y data de
mediados del siglo XIII. Lo mejor es que se conservaron todos los motivos
decorativos, los cuales incluyen desde vegetales y geométricos, propios del
arte islámico, hasta figurativos. Mirando hacia el cielo descubriremos figuras
de todo tipo: Oficiales, artesanos, personajes históricos, seres fantásticos.
Hasta composiciones de figuras, como si de un comic se tratara. Os reto a
encontrar la caza del jabalí, de excepcional factura, o la adoración de los
Reyes Magos.
En definitiva, una maravilla medieval como no existe
otra en España.
Si queréis informaros más detenidamente en cada
elemento de esta Catedral os aconsejo visitar la siguiente página: https://www.aragonmudejar.com/teruel/pag_catedral/catedral00.htm
Al salir de la Catedral no olvidéis entrar al museo de
arte sacro, en el Palacio episcopal, que también está incluido en la entrada
con la que accedisteis al templo. En su interior encontraréis piezas de arte
religioso que cubren diferentes etapas históricas, desde el románico al
barroco.
Muy cerca de la Catedral se encuentra el Museo Provincial de Teruel, cuya muestra es tanto arqueológica como etnográfica.
En la exposición permanente vais a poder admirar objetos que van desde la
prehistoria turolense hasta la Edad Media, con especial mención a la cerámica.
Por su parte, en la parte etnográfica, descubriréis las
características generales del poblamiento y la vida cotidiana en Teruel, con
aspectos tan significativos como la vivienda, la indumentaria, la alimentación,
la explotación de los recursos económicos o la religiosidad, con especial
incidencia en los siglos XIX y XX.
Entre las piezas principales se encuentra el Mosaico
romano de Calanda, encontrado en una villa del siglo IV. El mosaico tiene
varias particularidades que lo hacen sumamente especial: se extendía por los
peldaños que separaban dos habitaciones, posee forma semicircular en una de las
salas y, por último, tiene representados animales propios del norte de África,
tales como la pantera, el león y el leopardo, lo que hace pensar a los expertos
que el dueño sería un cazador de la aristocracia.
Antes de marcharos, en la parte superior, existe una
terraza donde obtener las mejores vistas del cimborrio de la Catedral.
Dirigiéndonos desde aquí hacia la Iglesia de San
Miguel, encontraremos las Murallas de Teruel. Datan de los siglos XIV-XV
y fueron realizadas en mampostería, obtenida a partir de la mezcla de piedra,
ladrillo, cal, arena y agua. Tiene siete puertas, destacando el Portal de San
Miguel conocido como Portal de la Traición, situada junto al Centro de
Interpretación.
Leyenda de la
Puerta de la traición
Se cuenta en la ciudad que, durante la guerra
de los Dos Pedros, un contingente castellano asediaba la ciudad de Teruel ya
que era una ciudad muy bien amurallada y perfectamente defendida. Con el paso
de los días empezaron a escasear los alimentos y la población comenzó a sentir
miedo a ser aniquilados. Pero un juez de Teruel, temiendo ser torturado e
incluso pagar con la muerte, decidió establecer un pacto secreto con el
enemigo: abrirle el portal de San Miguel. El día tres de mayo, el día de Santa
Cruz, las tropas de Pedro I entraron en la ciudad por el “Portal de la
Traición” y Teruel, sin remedio, tuvo que rendirse, quedando bajo dominio
castellano.
El rey castellano quedó tan satisfecho con su
conquista que decidió no tomar represalias contra los turolenses, incluso les
permitió que siguieran con sus costumbres.
Antes de abandonar Teruel, el ejército castellano saqueó la ciudad y se llevó
consigo los pendones y banderas que los turolenses habían conseguido en nobles
batallas. Al enterarse el rey aragonés de la escasa resistencia, del saqueo y
de los bienes usurpados por los castellanos, se enfadó tanto con el pueblo de
Teruel que le retiró los Fueros. Pasado un tiempo y ante las súplicas de los
turolenses, Pedro IV decidió devolverles los fueros. Quien no perdonó nunca al
juez traidor fue Teruel, tampoco pudo aplicarle justicia por haber huido con el
enemigo castellano.
En el centro de interpretación de las murallas
turolenses descubriréis, además de la historia anterior, todo lo relativo al
sistema defensivo de la ciudad, incluyendo sus torres y puertas. Una visita
interesante que la dejo en pendientes.
Y ya que estáis por esta zona de la ciudad acercaros
al Acueducto de los Arcos, bonita obra de ingeniería hidráulica del
renacimiento (siglo XVI).
Y para terminar con un buen sabor de boca os aconsejo
acercaros a la Torre de San Martín, muy similar, estéticamente hablando,
a la que vimos en El Salvador al principio de nuestro recorrido. Personalmente,
tuve ocasión de admirarla en diferentes momentos del día y me gustó más incluso
que la primera.
Para un día, sin duda, este recorrido es más que
suficiente. Y si no queréis correr demasiado podéis dedicarle un fin de semana
y pasear tranquilamente por su recoleto casco urbano.
Os dejo un mapa muy sencillo con los principales
atractivos de la ciudad.
Ahora bien, Teruel tiene muchos más encantos que
descubrir, por lo que podéis visitar la ciudad más de un día debido a los
numerosos atractivos que posee en los alrededores. Os pongo algunas pocas
visitas recomendadas:
· Albarracín,
uno de los pueblos más bonitos de España (pronto escribiré un post).
· Dinópolis,
parque de dinosaurios que hará especial ilusión a los niños.
· Museo
minero de Escucha, donde adentrarse en las entrañas de una mina de carbón.
Espero que os entraran las ganas de visitar Teruel,
para mí, una de las grandes desconocidas del turismo nacional.
Hasta la próxima























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