domingo, 1 de octubre de 2023

Madrid oculto: La Casa de la Villa


Pocas veces hablo de Madrid, mi ciudad, en el apartado sobre viajes. Resulta que suelo informarme de todo lo que hay que ver en los sitios que visito de vacaciones y, en cambio, sobre mi ciudad poco menos que apenas conozco los lugares típicos.

 

Por ello voy a realizar algunas entradas sobre lugares que puede ser no atraigan tanto a los turistas, pero que bien merecen una visita si tenemos ocasión y fortuna de poder acceder. Y este lugar es uno de ellos, pues no suele estar abierto al público general la mayor parte del año. Yo aproveché el último evento organizado por Open House Madrid, un festival internacional de arquitectura donde visitar edificios que no suelen estar abiertos y realizar rutas arquitectónicas por la ciudad.

 

¿Os apetece descubrir que me encontré en el interior de la Casa de la Villa?

 

Comencemos nuestra visita en el exterior del edificio. En su fachada principal, la cual da a la Plaza de la Villa. Se trata de un lugar histórico, donde se reunían los antiguos habitantes medievales de Madrid para celebrar sus reuniones y decidir asuntos importantes relativos a su villa. Sin duda, su ubicación no puede ser más acertada con la historia.

 

Casa de la Villa. Madrid. 2023.

La Casa de la Villa se levanta sobre el solar del antiguo palacio de Juan de Acuña que fue adquirido por el Concejo madrileño a su fallecimiento y derribado, junto a otras casas, en el año 1620. En 1629, Felipe IV otorgó una licencia al Concejo de Madrid para que pudieran construir allí la que sería su sede, solucionando el problema de tener que estar alquilando palacios de nobles para realizar las reuniones periódicas.

 

La construcción no fue rápida. No comenzaría hasta 1644 y las obras se fueron dilatando en el tiempo, no siendo el palacio inaugurado hasta 1692, ¡casi cincuenta años después!

 

Para aquel entonces el arquitecto que había ideado el proyecto, Juan Gómez de Mora, ya había fallecido. Fueron varios los que participaron en la construcción, siendo el más destacado José de Villarreal, quién añadió la decoración escultórica, a base de escudos, sobre las dos puertas y en las torres. Más adelante, el arquitecto municipal Juan de Villanueva añadió la galería de columnas toscanas que da a la calle Mayor (1789), cuyo objetivo perseguía permitir a los reyes ver la procesión de Corpus Christi. Y, por último, Luis Bellido restauró el edificio en 1915, construyendo un pasadizo elevado, al estilo veneciano, que lo une con la Casa de Cisneros y permitía el trasiego de los funcionarios entre ambos lugares.

 

No obstante, las trazas originales de Gómez de Mora se respetaron en lo básico: edificación sobria, con un gran zócalo de granito en la base y muros de ladrillo que se rematan en torres con chapiteles de pizarra en las esquinas. Un estilo barroco herreriano que apreciamos en otros edificios de los Austrias, como El Escorial.

 

Como curiosidad indicar que la existencia de dos puertas se debía a que, en el proyecto inicial, se contemplaba la construcción de una cárcel en el edificio que, luego, no se llevó a cabo por levantarse en otro lugar.

 

Pasemos ahora al interior. Tras pasar el arco de seguridad y girar a nuestra izquierda llegaremos a la base de una espectacular escalera. Aquí quiero detenerme en la escultura que se muestra en la hornacina. Se trata de una Venus del siglo XVI a la que los madrileños la apodaron la Mariblanca, por su color blanco. Construida en piedra caliza, mide 1,70 cm y aparece acompañada por dos delfines, símbolos del mar donde nació, y por su hijo Cupido, el de las flechas. Una copia suya se encuentra en la Puerta del Sol y, antaño, en vez de estar sobre una columna, se elevaba sobre una fuente. Hasta una canción tenía la escultura: “En Madrid hubo una fuente llamada la Mariblanca, fuente más bonita que ella nunca la tuvo una plaza”.

 

Mariblanca.

La escalera de honor del palacio es similar a la que podemos encontrar en otros palacios de la época. Lo más destacado aquí son los tapices que decoran sus paredes: los dos laterales muestran escenas de equitación, mientras que el mayor, situado en la parte más ancha, muestra una escena relativa a la Guerra de Troya. Este último fue realizado por Van der Bogat, según cartón de Rubens, en el siglo XVII.

 

Escalera de Honor

Cuando subamos las escaleras merece la pena detenerse en una singular escultura modernista de finales del siglo XIX llamada Náyade. Realizada por el gran Miguel Blay, muestra un desnudo femenino que interactúa con un pájaro en una escena muy tierna.

 

El edificio se articula en torno a un patio central en su interior, el cual dejaremos para la parte final del recorrido. Los guías nos dirigirán hacia el Salón de Goya, atravesando primero la llamada antesala real, donde se exponen retratos de los monarcas Alfonso XIII e Isabel II.

 

Salón de Goya. Casa de la Villa de Madrid.

El salón lleva el nombre del pintor de Fuendetodos debido a la existencia, presidiendo la sala, de una réplica del famoso cuadro conocido como Alegoría de la Villa de Madrid. Esta obra fue encargada por el Ayuntamiento como retrato de José I Bonaparte. La matrona que ocupa el lugar principal, apoyada sobre el escudo, representa la Villa de Madrid, mientras que la cabeza del monarca se situaba en el medallón. No busquéis tal retrato, pues ahora mismo no existe. Y la razón la encontramos en las vicisitudes políticas tan complejas del siglo XIX español.

 

Cuando se marchó José Bonaparte, en Mayo de 1812, el Ayuntamiento envió el cuadro al taller del artista para que se cambiara el retrato del monarca por la palabra Constitución, en alusión a la recientemente proclamada en Cádiz. Al volver el rey intruso a Madrid, el Ayuntamiento envió de nuevo el lienzo al taller del pintor para que José I fuese reinstalado en el medallón. Tras la expulsión de los franceses en 1813, se mandó al taller para que apareciera otra vez la palabra «Constitución». No terminó aquí el «pinta» y «borra». A la llegada a España de Fernando VII se determina que sea la efigie del rey absolutista quien figure en el lienzo. Durante el trienio liberal un miliciano nacional rasgó con su bayoneta el retrato y el pintor Vicente López (1826) lo restaura. En 1843 época de fervor liberal pareció aconsejable colocar en lugar del retrato Libro de la Constitución y así se hizo. Pero no terminaron aquí las sustituciones, porque, finalmente, el Marqués de Sardoal, alcalde de Madrid, ordenó, en 1872, al pintor Palmaroli la búsqueda del primitivo retrato de José I, original de Goya, pero al levantar las sucesivas capas se pudo apreciar que estaba raspado y se decidió entonces sustituirlo por la inscripción Dos de Mayo como una solución neutral y en recuerdo de la heroica jornada con la que hoy aparece.

 

Otros dos importantes cuadros decoran las paredes de esta sala: La Crucifixión de Francisco Ricci (1662), y el lienzo Los enterramientos del 3 de mayo de 1808 de Vicente Palmaroli, que pasa por ser una de sus mejores obras. Otros objetos destacables son las mesas y los jarrones (un tibor de porcelana de Sèvres, regalado al municipio por el presidente de la República francesa en 1905), aunque a mí me gustó especialmente la maravillosa lámpara con decoración en cristal tallado proveniente de LA Granja de San Ildefonso.

 

La siguiente estancia que veremos se denomina la Sala de la Custodia debido a la custodia que se encuentra aquí descansando. Se trata de una pieza excepcional de arte sacro realizada por Francisco Álvarez con el dinero recaudado de los madrileños. El Ayuntamiento la mandó construir porque, al no ser Madrid entonces sede episcopal y carecer por lo mismo de catedral, no existía una custodia importante para una procesión que presidía el rey en persona y a la que asistían las primeras autoridades del país y de la ciudad. No escatimaron: son casi 49 kilos de plata y se estrenó en la procesión del Corpus de 1574.

 

Sala de la Custodia en la Casa de la Villa de Madrid

Otras piezas importantes de esta sala son un crucificado de marfil de estilo barroco, atribuido al italiano Alejandro Algardi, en el que destacan minúsculos detalles, como la perfección de los dientes dentro de la boca, o los documentos donde Alfonso X o Juan II otorgaban derechos a la Villa de Madrid.

 

Pasamos ahora al Patio de cristales, llamado así por la espectacular bóveda de vidriera que lo cubre. Este era el antiguo patio de luces. Lo que ahora son puertas, antes eran ventanas, y sobre ellas se encuentran las esculturas de diversos madrileños ilustres, como Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina… Lo mejor, la laboriosa bóveda de cristal que cubre el lugar. Realizada en los años 40 del siglo pasado, muestra el escudo de la ciudad, así como lugares tan emblemáticos como la Puerta de Alcalá. Sin duda, una de las principales excusas para visitar el lugar.

 

Patio de cristales en la Casa de la Villa de Madrid. 2023

La última gran sala que veremos es el Salón de Plenos. Al contrario de lo que suele ser en la actualidad, aquí los concejales se situaban enfrentados unos a otros, como en el Parlamento británico, tal como apreciamos por la disposición de los sillones.

 

Su riqueza ornamental es espectacular. Un dintel sostenido por dos atlantes separa a los concejales de la Tribuna Pública, donde os sentaréis para recibir las explicaciones de los guías. El techo fue pintado al temple por Antonio Acisclo Palomino en 1692 con el tema «Apología de Carlos II», monarca entonces reinante y cuyo retrato puede verse en un medallón sostenido por un águila, dentro de la recargada decoración arquitectónica del salón. La pintura sigue el estilo italiano imperante entonces de pintar estructuras arquitectónicas que intentan engañar a la vista. Las paredes están forradas en parte con telas de seda, y el retrato del monarca actual preside la sala.

 

Salón de Plenos de la Casa de la Villa de Madrid. 2023

Hoy en día este lugar solo se utiliza para eventos y celebraciones, pues el Ayuntamiento fue trasladado en el año 2008 al antiguo Palacio de Comunicaciones, en Cibeles.

 

Terminaremos la visita con una sala donde se exponen los retratos de algunos alcaldes de Madrid anteriores a 1922. Los posteriores se encuentran en la cercana Casa de Cisneros, que dejaremos para otro momento.

 

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