Dentro de todas las capitales de provincia
de Catilla La Mancha, Guadalajara no ocupa los primeros puestos de visitas
turísticas. Toledo primero, y Cuenca después, son dos destinos mucho más
atrayentes para el turista. La ciudad de las tres culturas, con su
sobresaliente catedral o el Museo del Greco, así como la escarpada Cuenca, con
sus Casas Colgantes o su moderno museo de dinosaurios, suelen atraer a los
turistas mucho más que Guadalajara.
Ahora bien, Guadalajara tiene suficientes
encantos como para merecer una visita y os aseguro que se encuentra en el top 3
de la Comunidad de Castilla La Mancha. ¿Os animáis a pasar un entretenido día
recorriendo sus principales encantos?
Guadalajara se encuentra a escasos 70
kilómetros de Madrid, por lo que llegar ella en coche apenas nos llevará una
hora escasa. También tiene servicio de tren cercanías, por lo que no existe
excusa para no visitarla desde la capital de España.
En caso de venir en coche a mi siempre me
gusta aparcar en la calle Dos de Mayo, junto a la estación de autobuses.
Aquí no existe zona azul y se encuentra relativamente cerca del centro.
Caminando un poco hacia la glorieta vamos
a encontrarnos con la oficina de turismo, donde recoger un mapa e informarnos
de los horarios de los monumentos.
Subiendo la Avenida del Ejército llegaremos
a nuestra primera parada, principal edificio histórico de Guadalajara y una
excusa perfecta para acercarnos a la ciudad: El Palacio del Infantado.
Fue mandado construir por Íñigo López de
Mendoza y Luna, segundo duque del Infantado, a finales del siglo XV, atribuyéndose
el proyecto a Juan Guas. Su fachada es lo más espectacular, destacando la
balconada superior gótica flamígera o el elemento ornamental de las cabezas de
clavos, típicamente morisco. Pero, sin duda, recordaréis este edificio por las
puntas de diamante que se disponen por toda la fachada, otorgándole un aire
único y convirtiéndole en una joya del arte gótico civil.
La puerta principal está descentrada hacia
la izquierda y se encuentra flanqueada por dos poderosas columnas. El escudo de
los Mendoza se alza majestuoso sujetado por dos hombres barbudos y figuras de águilas
decoran la parte superior del tímpano.
En 1569 el quinto duque del infantado
realizó una serie de reformas que le otorgaron el aspecto actual. En la fachada
añadió ciertos elementos renacentistas en las ventanas. En el interior decoró
varios salones con pinturas al fresco, realizadas por artistas italianos que
estaban trabajando en El Escorial, como Rómulo Cincinato. Y en el lateral
derecho creó el pequeño jardín mitológico, el cual se abre ante la doble
galería renacentista.
Las estancias de este palacio vieron pasar
a notables personajes de la historia de España. Aquí se casó Felipe II con
Isabel de Valois en 1560; en 1738, Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II, fue
autorizada a regresar a España desde su exilio en Bayona y se instaló en este
palacio, donde murió poco después, en 1740; y aquí se encontraron Felipe V e
Isabel de Farnesio después de haberse casado por poderes.
Para acceder al edificio debemos rodearlo
por su izquierda. En el interior vamos a poder descubrir, en primer lugar, el Museo
Provincial de Guadalajara. Aquí vamos a poder admirar numerosas piezas
históricas que pertenecen al patrimonio cultural de toda la provincia. Dividida
la exposición en Bellas Artes, Arqueología y Etnografía, siguen un discurso
unitario, recogiendo las ideas de vida, muerte y religiosidad de las culturas
que se sucedieron en la zona.
Entre las principales obras que podemos
admirar en esta primera parte del recorrido voy a destacar la escultura romana
del siglo II firmada por Zenón de Afrodisias; el grupo escultórico de Luisa
Roldán, una de las pocas mujeres reconocida como escultora en la historia del
arte; las máscaras de botarga, una fiesta que se remonta a los íberos; o la
espectacular Virgen de la leche, obra de Alonso Cano.
Al salir de esta primera parte del museo
accedemos al precioso patio de los leones. Con planta rectangular, está formado
por una doble arquería de arcos conopiales donde destaca la decoración
escultórica. En la planta baja destacan las famosas parejas de leones (emblema
de don Diego Hurtado de Mendoza), y sobre cada columna se alzan los escudos de
los Mendoza y los Luna. Una gran cartela, situada bajo los leones, recorre toda
la galería, informándonos sobre el autor del palacio. En la galería superior
los leones son sustituidos por grifos alados enfrentados y encadenados.
La siguiente parte de la exposición del
museo está dedicada a los Mendoza. En la primera sala destaca el magnífico
sepulcro de Doña Aldonza de Mendoza (1435), así como detalles de los azulejos
decorativos que en otro tiempo decoraron este palacio. En el pasado también fue
famoso por el artesonado de sus techumbres, si bien nada de eso nos ha llegado
a la actualidad.
De esta parte lo mejor son las pinturas al
fresco realizadas en diversas salas del palacio. Obra de Rómulo Cincinato,
decoran techos y paredes en un peculiar estilo clasicista que se remonta a la
decoración romana pompeyana, aunque actualizada bajo los cánones renacentistas.
La sala de las batallas o la que evoca la historia de Atalanta son dos de los
mejores espacios que podréis ver.
En la planta superior existen un par de
salas dedicadas a exposiciones temporales. Cuando yo visité el palacio se
mostraba una pequeña exposición de objetos de nuestro pasado reciente, desde
máquinas de escribir a los primeros modelos de cajas electrónicas en los
comercios. Personalmente tal exposición me hizo sentirme un poco viejo pues vi
un mapa de Europa, con la URSS y Yugoslavia, que me recordó al que yo estudiaba
de pequeño. O una vitrina con chuletas de diversos tipos, algunas de ellas muy
de moda en mi época de estudiante.
En definitiva, una visita imprescindible
donde el contenido no desmerece para nada el magnífico continente que lo
protege.
Al salir del Palacio vamos a tomar la
calle Miguel Fluiters hacia arriba, a nuestra derecha. La segunda calle a nuestra
izquierda que encontremos nos va a llevar a nuestro siguiente destino, la
recoleta Iglesia de Santiago Apóstol.
Y un poco más adelante vamos a encontrar
el Palacio Antonio de Mendoza, actualmente un instituto y donde merece
la pena entrar para admirar su patio de azulejos con los característicos
capiteles alcarreños.
Volviendo otra vez hacia la calle Miguel
Fluiters y continuando con nuestra subida llegaremos a la Plaza Mayor,
donde destaca el modernista Ayuntamiento de fachada blanca. No se puede decir
que sea una de las plazas más bonitas que vais a ver, pero en ciertas ocasiones
tiene su encanto, como con la decoración navideña.
Salgamos de la plaza por el callejón del
arco, situado justo enfrente del Ayuntamiento. En la próxima Plaza del Concejo
vamos a descubrir lo único que queda deun antiguo templo, el ábside de la
antigua Iglesia de San Gil. Esta iglesia medieval de estilo mudéjar fue
demolida en 1921 debido a su estado ruinoso, aunque la protesta de la Academia
de Bellas Artes logró frenar su demolición completa. Se perdió una de las joyas
que atesoraba este templo, la capilla de los Orozco, cuya decoración a base de
atauriques tallados y policromados era muy apreciada. Parte de lo que se pudo
salvar se expone en la actual Capilla de Lucena, la cual veremos algo más
adelante.
Nuestra siguiente parada será el Palacio
de la Cotilla, al cual llegaremos tras callejear un poco. Este palacio del
siglo XVII está, hoy en día, dedicado a la escuela de artes de Gudalajara.
Cuando entremos en su recoleto patio veremos los carteles que nos muestran las
diferentes secciones: pintura, escultura…
Debemos subir las escaleras principales de
madera para acceder a la primera planta, donde vamos a poder descubrir uno de
esos tesoros ocultos que oculta Guadalajara. Me refiero al Salón Chino,
un salón de té único en España por poseer en sus paredes una decoración con
paneles pintados con motivos propios de la Dinastía Qing.
La visita a este espacio se realiza
mediante un guía, quien os explicará todos los pormenores relativos a estos
espectaculares paneles. Descubriréis que las pinturas se realizaron sobre papel
de arroz, y que los antiguos dueños del palacio (marqueses de Villamejor) compraron
varios rollos para decorar esta sala. A finales del siglo XIX existía una
creciente moda por el arte oriental en Europa que explica la existencia de este
salón. Debido a que se cortaba según la necesidad del cliente, ignoramos como
comenzaba la historia de los dibujos, pues se trata de un relato continuo que
comienza en la derecha y avanza hacia la izquierda (según el sistema de
escritura chino).
La historia parece reproducir un torneo donde se elegían a funcionarios mediante algún tipo de prueba, como el tiro con arco. Merece la pena admirar los cuidados detalles de los dibujos y la gran cantidad de figuras, más de 350, destacando los ropajes coloridos o las soluciones para crear cierta perspectiva. En la parte superior del pórtico encontramos las escasas representaciones femeninas del salón.
Además de este espectacular salón el palacio ofrece un par más de salas expositivas donde conocer el arte de dos artistas de la ciudad: el escultor José de Creeft y el dramaturgo y pintor español Antonio Buero Vallejo.
A breves pasos de este palacio nos topamos
con la Concatedral de Santa María de Guadalajara. Se trata de un templo
claramente mudéjar en su construcción, tanto por el material utilizado para
levantarlo, el ladrillo, como por su sobria torre o sus puertas de entrada,
características por utilizar vistosos arcos de herradura.
El interior, en cambio, nos sorprende por
su pulcro barroco de color blanco. Las usuales capillas están aquí sustituidas
por pequeños nichos donde apenas cabe una figura. Los puntos importantes que
debemos prestar atención son el baptisterio, con una pila bautismal románica,
el retablo del altar mayor, realizado por Francisco Mir en 1624 dentro del
estilo manierista, y la capilla anexa a la cabecera, donde podremos admirar una
escultura del papa Juan pablo II rezando, recuerdo de su visita a este templo.
Sin duda, un templo peculiar que merece
una breve visita.
Justo enfrente de la Concatedral, tomando
la cuesta de San Miguel, llegaremos a otro de esos rincones escondidos de la
ciudad, la Capilla de Luis Lucena.
Se trata del único resto que ha quedado de
la antigua Iglesia de San Miguel, único templo cristiano durante el dominio
musulmán de la ciudad. Su función como templo se perdió en el siglo XIX,
pasando a tener la función de almacén de grano. La dejadez y falta de
conservación provocaría, algo más adelante, su ruina, desplomándose totalmente
en 1877.
La capilla que podemos visitar en la
actualidad fue construida, anexa a la iglesia, entre 1538-1540. Pertenecía al
clérigo alcarreño Luis de Lucena, quién decidió levantar un espacio eterno
donde pudieran reposar sus restos y los de sus familiares, algo que finalmente
no logró, al ser enterrado en Roma en 1552. Este clérigo formaba parte del cuerpo
médico del Vaticano y tuvo la oportunidad de codearse con las principales
figuras artísticas del momento, como Miguel Ángel. Debido a sus altos
conocimientos de arte, los expertos aventuran que el proyecto artístico de esta
capilla pudo salir de su cabeza.
La capilla posee una curiosa simbología
que podemos descubrir tanto en sus motivos constructivos como decorativos. El
exterior posee un cierto aire militar debido a los bastiones almenados, la
disposición de los ladrillos (paramentos de ladrillo flanqueados por cubos
defensivos) y las ventanas aspilleras. Todo ello nos lleva a la región del Midi
francés y, concretamente, a la Catedral Fortaleza de Albi. Como allí, la
intención es crear una imagen de castillo de la fe que vence a las herejías y a
las desviaciones de la ortodoxia.
Mención aparte tiene la decoración
interior, donde destaca poderosamente el repertorio decorativo de la techumbre.
Formado por un valiosísimo conjunto de pinturas al fresco, cubre la totalidad
de las bóvedas y arcos, recordando, salvando las distancias, al programa de la
Capilla Sixtina. No obstante, su paralelo más inmediato es el Escorial, donde
el programa salomónico decora la Biblioteca, la Sala Capitular y la Celda del Prior
del monasterio de Felipe II.
De forma simbólica vemos que Lucena va a rendir
un sentido tributo a la Sabiduría y la Justicia mediante escogidas escenas del
Antiguo Testamento. Primero aparecen imágenes de la marcha del pueblo de Israel
desde Egipto a la Tierra Prometida, siguiendo Moisés las órdenes de Dios.
Un segundo tramo nos muestra episodios de
la vida del rey Salomón, icono de la sabiduría y prefiguración de Jesús, algo
que vemos en las escenas elegidas: la entrada en Guijón es representación de la
de Jesús en Jerusalén; la visita de la reina de Saba, de la de los Reyes Magos;
la del famoso juicio para saber quien era la madre de un niño, del Juicio
Final.
Estos episodios narrativos están
escoltados por la representación de los personajes que anunciaron la venida del
Mesías, las Sibilas paganas y los Profetas bíblicos, así como por las
representaciones de las Virtudes cardinales y teologales.
Para poder admirar de cerca las pinturas
de la bóveda existe, al final de la capilla, una estrecha escalera de caracol
donde acceder al piso superior.
El resto de la decoración escultórica de
la capilla pertenece a restos salvados de otros templos ya destruidos, como la
mencionada anteriormente Iglesia de San Gil.
En definitiva, una visita sorprendente que
os dejará pasmados.
Dirijamos ahora nuestros pasos hacia la
cercana Plaza de Bejanque, donde pasaremos por una de las antiguas puertas de
la muralla. En esta plaza se alza majestuoso el Convento de San Francisco,
donde podréis admirar una bonita cripta llena de mármol que muchos definen como
la hermana menor de El Escorial.
Nuestro objetivo es llegar al Paseo de San
Roque, una tranquila avenida que nos llevará a nuestra última visita de la
mañana, el Panteón de la Duquesa de Sevillano. Se trata de uno de los
monumentos más desconocidos de Guadalajara y cuya belleza bien merece una
visita. El acceso es mediante visita guiada y no se permiten realizar fotos del
interior, algo incomprensible en los tiempos que corren y que no impide
encontrar en Internet fotografías del mismo.
Este magnífico panteón fue ordenador
levantar, entre 1882 y 1916, por doña María Diega Desmaissières y Sevillano,
condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano. Esta aristócrata madrileña,
proveniente de una rica familia belga, recibió una cuantiosa herencia al ser la
hija única (su única hermana falleció con tres años) de una noble familia. La
misma se vio incrementada por la herencia de su tía la Vizcondesa de Jorbalán,
elevada a los altares como Santa María Micaela. Siendo una de las fortunas más
importantes de España, doña María Diega decidió emplearla en mejorar la vida de
los alcarreños más pobres. Influida por su tía mandó construir un gran complejo
educativo y de acogida para sacar a chicas de la calle, así como este panteón
donde enterrar a todos sus familiares.
Falleció repentinamente y sin herederos en
1916, siendo su féretro traído directamente desde Burdeos a Guadalajara para
que reposara en el panteón. Su herencia sería gestionada a partir de entonces
por la congregación de las Hermanas Adoratrices fundada por su tía Santa María
Micaela del Santísimo Sacramento.
Este panteón de estilo bizantino fue
edificado por el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco, conocido por
haber levantado el famoso Palacio de Cristal del Retiro de Madrid. La
decoración exterior de la cúpula, realizada con tejas de reflejos metálicos en
forma de escamas, es obra del ceramista Daniel Zuloaga.
Este panteón posee un estilo ecléctico
historicista donde vemos mezclado el estilo neorrománico-lombardo en sus
fachadas, la decoración mudéjar en sus capiteles y una bella decoración a base
de mosaicos que nos recuerdan el arte bizantino.
Para acceder al interior debemos subir
unas pronunciadas escaleras. Nada más entrar descubrimos, en una planta de cruz
griega, que la duquesa no escatimó en dinero a la hora de decorar su morada
eterna. A ambos lados descubrimos dos importantes pilas bautismales realizadas
en un solo bloque de mármol de Carrara. En los muros vemos esa sucesión
vertical de estilos, según ascendemos la mirada por las diversas plantas, hasta
llegar a los mosaicos bizantinos de la bóveda, verdaderamente espectaculares y
una de las imágenes que más recordaremos del interior. Mediante teselas doradas
de diferentes colores se nos muestra a María Madre coronada con el favor de la
Trinidad católica: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que la reconocen eje
de su aparato teológico. Además, escudos, santos y apóstoles, monjas y beatos,
fundadores y arcángeles…
Justo enfrente de la puerta vemos un altar
con una preciosa imagen de una Crucifixión, pintada por Alejandro Ferrant. A la
izquierda encontramos una escultura de San Diego de Alcalá, un santo al que
tenía gran devoción la duquesa y que se explica por ser Diego el nombre de su
padre. A nuestros pies una decoración que mezcla el mosaico con el vidrio,
formando una curiosa solución para dar luminosidad a la parte inferior.
Bajando las escaleras situadas junto a la
Crucifixión llegaremos a la falsa cripta. Y decimos falsa porque no está
enterrada bajo tierra, como suele ser lo habitual, sino elevada sobre el nivel
del suelo (recordemos las empinadas escaleras que subimos para entrar). Era
deseo de la condesa no enterrarse bajo tierra y el féretro fue colocado aquí
directamente por un agujero realizado en uno de los muros, el cual fue posteriormente
tapado. Hoy cubre esa pared el altar dedicado a la Virgen de las Nieves.
Lo primero que encontramos, nada más
bajar, son las figuras de tres ángeles, los cuales parecen anunciarnos a quien
allí descansa. Así parece realizarlo el ángel que sostiene un amplio pliego de
papel.
Por detrás se encuentra el conjunto del
sarcófago. La duquesa está enterrada en la zona inferior, tal como nos indica
el busto tallado sobre piedra de basalto en el frente del sarcófago. La parte
superior está decorada con cuatro figuras de ángeles que portan un sarcófago. En
los nichos de las paredes laterales se encuentran las tumbas de todos sus
familiares, así como las coronas que se portaron en la procesión de sus restos en
1916.
En conjunto, se trata de un panteón
impresionante en cuanto a decoración y del que los alcarreños deben sentirse
muy orgullosos.
Muy próximo a este panteón se encuentra la
Iglesia de Santa María Micaela, cuyo interior está bellamente decorado
con un precioso artesonado mudéjar. Si tenéis la suerte de encontrarla abierta
(sólo los domingos) os recomiendo visitarla.
Ya es hora de comer por lo que toca volver
al centro atravesando el Parque de la Concordia. Lugares típicos para comer en
esta ciudad son la Casa Palomo o el Restaurante de la Duquesa.
Para terminar la visita a Guadalajara he
dejado un plan que seguro agradará a todos aquellos que visitan la ciudad con
niños. Se trata del Zoo de Guadalajara, situado en las orillas del río
Manzanares. Dedicado a la conservación de especies autóctonas, su carácter
gratuito y sus escasas dimensiones lo hacen ideal para una corta visita.
Entre los animales que podremos observar
en este particular zoológico destacan los ciervos, los pavos reales, los linces
o el oso pardo.
Espero que este pequeño post os anime a visitar Guadalajara si aún no la conocéis. Y si hace tiempo que la habéis visitado seguro que os agradará conocer lugares nuevos, como a mí me pasó.
Hasta la próxima.
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