domingo, 3 de septiembre de 2023

La Crisis de los misiles de Cuba supuso el momento de mayor peligro nuclear de la Historia


La historia está configurada por diferentes hitos. Por acontecimientos importantes que produjeron cambios notorios en su desarrollo o por situaciones peligrosas que, de haberse producido, hubieran cambiado totalmente nuestra existencia.

Uno de los mayores peligros recientes para la especie humana fue la posibilidad de iniciarse una guerra nuclear. Una contienda con uso de armas nucleares provocaría una destrucción masiva en el mundo, hasta el punto de verse en peligro tanto nuestra existencia como la del resto de animales que pueblan nuestro planeta.

Y dentro del peligro nuclear hubo un momento histórico en el que el mundo estuvo a punto de embarcarse en una guerra radioactiva sin retorno. En los libros de historia se le llamó la Crisis de los misiles de Cuba. Pero, ¿realmente fue el momento más peligroso para todos nosotros?

No voy a extenderme mucho en la Crisis de los misiles de Cuba. Corría el año 1962 y, en plena Guerra Fría, cuando los soviéticos decidieron colocar en la isla de Cuba plataformas de lanzamiento para misiles nucleares R-12. La excusa era impedir las constantes intenciones estadounidenses de invadir la isla para desalojar a Fidel Castro, aunque más profundamente la URSS pretendía devolver a los EEUU la presencia de misiles nucleares en Alemania y Turquía apuntando a los soviéticos.

Los norteamericanos se enteraron de la colocación de las plataformas para los misiles por un avión espía y decidieron realizar un bloqueo naval y aéreo a la isla para que los misiles no llegaran a entrar. El 22 de octubre de 1962 el presidente norteamericano Kennedy informó a la población de todo esto por la televisión.


Los rusos, con el presidente Nikita Jrushchov al frente, decidieron mantener el envite estadounidense e hicieron saber que consideraban el bloqueo como una agresión directa.

Como se puede leer en muchos libros, valga como ejemplo el de Ricardo Jorge Ruggero en Nosotros y los otros: Efectos colaterales de la Guerrilla Argentina en una familia que migró de Cosquín a Barcelona: “Fue el momento de la Guerra Fría en que más cerca se estuvo del enfrentamiento directo entre la URSS y los EEUU y de la hecatombe nuclear”.

La tensión en los días siguientes fue máxima y la guerra nuclear pudo haber comenzado, fortuitamente, en varios momentos. El día más peligroso fue el 27 de octubre de 1962, cuando los norteamericanos, preocupados por el desvío accidental de un avión espía U-2 sobre el Mar de Bering (pensaban que podían perder otro tras abatir los soviéticos sobre Cuba uno ese mismo día) enviaron a los F-102 Delta Daggers armados con misiles nucleares Falcon aire-aire para defenderlo. Por su parte, los soviéticos habían enviado sus famosos MIG para derribarlo. Afortunadamente no se encontraron, el avión espía salió del espacio soviético y todo volvió a la calma.

También ese mismo día un submarino soviético intentó romper el bloqueo a Cuba y fue interceptado por el destructor USS Beale, que le lanzó cargas de profundidad para hacerlo salir a la superficie. El capitán del submarino B-59, Valentin Savitsky, estaba convencido que les estaban atacando y decidió lanzar un misil nuclear al destructor. Afortunadamente el segundo al mando, Vasili Arkhipov, se enfrentó a su superior y le convenció para subir a la superficie y esperar órdenes desde Moscú.

La situación se resolvió con la diplomacia, pues ninguno de los contendientes estaba dispuesto a desatar una guerra nuclear. Norteamericanos y soviéticos negociaron la desmantelación de las plataformas de los misiles a cambio de que los norteamericanos se comprometieran a no invadir Cuba y a desmantelar, por su parte, el Misil balístico de alcance medio PGM-19 Jupiter de Turquía (algo que se conocería meses después del conflicto). De esta forma ambas superpotencias mantenían su ego intacto y no mostraban debilidad alguna ante el enemigo.

Y si bien es cierto que ese día 27 de octubre de 1962 el mundo estuvo en un gran peligro nuclear, considero que hubo otro momento aún más peligroso en lo que al inicio de una guerra nuclear se refiere. Y, como suele ser habitual, el peligro ocurrió de manera imprevista y fue evitado por una simple persona.

Debemos situarnos en el 26 de septiembre de 1983. Ese día, a las 00:14h de Moscú, los operadores de satélites soviéticos del Bunker Serpukhov-15, situado al sur de Moscú, detectaron la presencia de un misil nuclear estadounidense aproximándose. Según los sensores, el misil se habría lanzado desde la base de Malmstrom (Montana, Estados Unidos) y en 20 minutos aproximadamente alcanzaría la Unión Soviética. Al momento, los sensores detectaron cuatro misiles más.

El teniente coronel Stanislav Yevgráfovich Petrov era el máximo responsable del Bunker y, según el protocolo, debía informar a sus superiores para que se iniciara la respuesta ante el ataque, que en aquellos momentos consistía en una represalia total.

El contexto de aquella época sugería que la guerra entre ambas superpotencias podía iniciarse en cualquier momento. Tres semanas antes, la URSS había derribado un avión de pasajeros surcoreano (vuelo 007 de Korean Air) que había traspasado el espacio aéreo soviético, lo que había indignado a los EEUU. Entre los 269 fallecidos se encontraban varios estadounidenses, destacando el congresista Larry McDonald.

Como respuesta, Ronald Reagan prohibió que las aerolíneas rusas realizaran vuelos en el espacio de los EEUU y acusó a los soviéticos de haber realizado un derribo salvaje e injustificado (palabras de Jeane Kirkpatrick, embajadora estadounidense en Naciones Unidas).

Los soviéticos admitieron el derribo, pero indicaron que ignoraban que se trataba de un avión de pasajeros. Y tal explicación era verdadera, tal como se supo después por unos documentos clasificados que salieron a la luz (archivos desclasificados del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón en 2015): los soviéticos confundieron realmente el avión de pasajeros con uno espía que había realizado la misma trayectoria de vuelo un día antes y que también aquel día estaba realizando una incursión espía ocultándose en la trayectoria del vuelo comercial.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, el teniente coronel Petrov estaba en la texitura de informar a sus superiores de lo que parecía un ataque contra la URSS. Ahora bien, tal como él contó posteriormente, tuvo la sangre fría de pensar un momento y llegar a la conclusión de que “La gente no empieza una guerra nuclear con solo cinco misiles”.

Petrov sabía que el sistema satélite de alerta temprana soviética podía dar un falso positivo en algunas ocasiones y decidió, basándose en su poderoso argumento, no hacer nada y esperar a que los sensores terrestres detectaran la presencia de los supuestos misiles. La decisión era muy crítica, pues estaba perdiendo un tiempo precioso para organizar la respuesta de la URSS ante un posible ataque.

Finalmente, la decisión fue la acertada y se confirmó el falso positivo tras unos 20 minutos agónicos en el Bunker Serpukhov-15. Todo se había debido a una peculiar conjunción astronómica entre el Sol, la Tierra y el satélite soviético: los sensores confundieron como misiles la luz del sol reflejada en nubes situadas a gran altitud. Por ello, este incidente, se denominó del equinoccio de otoño.

Petrov, con su decisión de no seguir el protocolo, logró evitar lo que hubiera sido una guerra nuclear de nefastas consecuencias.

Este episodio fue silenciado por los soviéticos y Petrov degradado por haber puesto en peligro a la Unión Soviética con su actitud irresponsable.

Solo tras la caída de la URSS este incidente salió a la luz pública, siendo Petrov galardonado con varios premios internacionales por su importante decisión de no comenzar una Tercera Guerra Mundial. Entre otros obtuvo el World Citizen Award el 21 de mayo de 2004.


La singular historia de este militar soviético fue descrita en el documental realizado por Kevin Costner “The Red Button & The Man Who Saved The World” (2008), en el que el protagonista dijo sobre el suceso:

Todo lo que pasó no me concernía - era mi trabajo. Estaba simplemente haciendo mi trabajo y fui la persona correcta en el momento apropiado, eso es todo. Mi difunta esposa estuvo diez años sin saber nada del asunto. '¿Pero qué hiciste?', me preguntó. No hice nada”.

Muchas veces, saltarse las normas y no actuar según lo previsto suele ser la mejor decisión de todas las posibles. Y ejemplos como el anterior nos lo demuestran. Como decían en la película Hombres de honor (2000):

La historia la hacen aquellos que rompen las reglas”.

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