Albi es una pequeña localidad francesa
situada en el valle del río Tarn, en la región de Occitania. Puede que no se
trate de un lugar muy conocido en nuestro país, pero su riqueza arquitectónica
merece una visita si pasáis por la zona. Yo me acerqué desde Toulouse, ciudad
situada a poco más de 100 Km. Existe posibilidad de ir tanto en coche como en
tren, existiendo varios viajes entre ambas ciudades con una frecuencia de una o
dos horas dependiendo del momento del día.
Albi, ciudad episcopal Patrimonio de la Humanidad desde 2010
Desde el año 2010 está incluida en la
lista de patrimonio mundial de la UNESCO. Y ello se debe a los tres principales
encantos que atesora en un radio de 500 metros: La Catedral de Sainte Cécile,
el Palacio de la Berbie y la Colegiata de Saint Salvi.
¿Os animáis a conocer este lugar?
La primera vez que visité Albi fue antes
de que la UNESCO le concediera la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Fui atraído
por su maravillosa catedral y puedo aseguraros que su visita, sólo por esto,
merece mucho la pena.
Aquel viaje me dejó con ganas de regresar y
explorar algún encanto más de esta ciudad cruzada por el río Tarn, por lo que
cuando visité Toulouse no me resistí a subirme a un tren y pasar un día en
Albi. A continuación, os dejo una guía del que fue mi viaje.
Madrugamos para subirnos al tren de las
9:00h que llevaba a Albi. El viaje desde Toulouse dura en torno a una hora y
existen billetes por unos 10€. La estación, Albi Ville, se encuentra en las
afueras del centro histórico, aunque el trayecto apenas nos llevará unos 15-20
minutos.
La guía será el campanario de la Catedral,
el cual se alza poderoso con sus 78 metros de altura. Su forma de torre
fortificada sin apenas decoración, con diversos escalonados, le proporciona un
curioso perfil, austero y sobrio. A lo anterior se une el material de
construcción, el ladrillo de la zona denominado brique foraine, un
material extraño que no suele verse en las catedrales góticas salvo para
abaratar costes. Aquí, en cambio, se trata del material principal, al que se le
saca todo el partido posible, otorgando al conjunto un color precioso y
característico. Indicar que esta torre fue un añadido que data de 1392 y
formaba parte del recinto defensivo, denominándose Dominica de Florence.
Pero será cuando lleguemos a la plaza de
Sainte Cécile cuando comprendamos la inmensidad de lo que vamos a visitar. La Catedral
de Sainte Cécile es una auténtica fortaleza de ladrillo. Pretendía evocar
así la fortaleza de la fe y de la Iglesia en una época de disputas teológicas.
La Catedral comenzó a construirse en el año 1282, justo tras la cruzada albigense;
y se necesitaron 200 años para poder verla terminada.
Catedral de Sainte Cécile, Albi.
Levantada en el particular estilo del
gótico meridional francés, se trata del templo construido en ladrillo más
grande del mundo. Posee 113 metros de largo y 35 metros de ancho. Su
exterior es austero respecto a la decoración. Apenas unas gárgolas y la
sucesión de ventanales enmarcados en torres cilíndricas enclaustradas entre los
muros. El único lugar donde se saltaron esta norma fue en la especie de
baldaquino que conforma la entrada a la Catedral, ahora sí con una nutrida
escultura tendente a catequizar al pueblo. Esta entrada debería advertirnos de
lo que nos espera en el interior. La Catedral de Albi está llena de sorpresas.
En efecto, cuando entramos en este templo,
la sobriedad expresada en el exterior deja paso a una explosión de colores que
lo inunda todo. Como si del horror vacui románico se tratara, el interior de
esta Catedral tiene como máxima no dejar un lugar sin rellenar. Ya sea mediante
esculturas o frescos, todo el espacio está ocupado. La sensación de apabullamiento
es aún mayor que en el exterior. Pareciera que acabamos de entrar en otro
mundo. Para los que les gusten las cifras indicar que posee 18.500 m2 de
frescos, convirtiéndose en la Catedral pintada más grande de Europa.
Interior de la Catedral de Sainte Cécile, Albi
Mención aparte tienen los frescos de la bóveda (1509-1512), los cuales son el mayor conjunto de pinturas italianas realizadas en Francia. Su excepcional conservación se debe a dos factores. Por un lado, los excelentes materiales utilizados. Por ejemplo, con lapislázuli y óxido de cobre consiguieron ese fondo azul tan característico, el conocido como azul real. Por otro lado, el ladrillo y las saeteras de los muros permiten que el aire circule en el interior y los frescos se mantengan mejor conservados. Son contemporáneos de los de la Capilla Sixtina y aún no han tenido que ser restaurados.
Os aconsejo pasear tranquilamente por las
capillas, observando la cuidada decoración pictórica y como se combina con la
decoración escultórica. En algunas existe un juego de ilusión óptica por medio
de cuadrados repetidos que parecen simular cierta profundidad. Mención
particular merece la capilla de Santa Cecilia, con una escultura policromada
donde podemos observar los tres cortes en el cuello que le realizaron sus
verdugos.
Interior de la Catedral de Sainte Cécile, Albi
Interior de la Catedral de Sainte Cécile, Albi
Pero nuestras asombrosas miradas nos
llevarán hacia nuestra izquierda inexorablemente. Allí se alza un muro que
contiene la representación más antigua del Juicio Final (1474-1484). Resulta
interesante adquirir la audioguía y escuchar el significado de cada imagen, si
bien en muchas ocasiones podemos nosotros mismos averiguar el pecado capital
por el que son castigados los pecadores. Las escenas son muy explícitas y
seguro que a más de uno le dejarán impactado.
Juicio Final en la Catedral de Sainte Cécile, Albi
Juicio Final en la Catedral de Sainte Cécile, Albi
En ese momento nos enteraremos que esta
obra fue mutilada en el siglo XVIII para realizar una capilla situada a los pies
de la torre campanario. Esa capilla funcionó como el coro de la Catedral durante
muchos años y es por ello que nuestros pasos nos han llevado hacia allí.
Por cierto, puede que a muchos aún les
pasara por alto que encima del Juicio Final se alza un majestuoso órgano de
colosales dimensiones (16,40m de largo por 15,30m de altura). Se trata del órgano
Moucherel, uno de los más bellos de Francia. Su función, además de la
habitual, es decorativa.
Órgano Moucherel. Catedral Sainte Cécile, Albi.
El órgano que se alza sobre los muros
pintados con el Juicio Final nos descoloca. ¿Acaso los órganos no se encuentran
en los pies de toda iglesia? En efecto, aunque no os lo creáis os falta
descubrir el coro original de este templo, oculto por el muro del trascoro.
Toca retornar hacia la entrada y acceder por nuestra izquierda, junto a la
capilla de Santa Cecilia.
Las capillas del deambulatorio que rodean
el coro están igualmente decoradas con frescos, los cuales nos relatan
diferentes historias bíblicas. Las bóvedas continúan pintadas con frescos,
aunque ahora la decoración escultórica comienza a ser más rica. Me encantó la
capilla donde el infierno se representa en el piso inferior de una manera
tremendamente moderna.
Capillas deambulatorio de la Catedral Sainte Cécile, Albi.
El coro de la Catedral parece una iglesia
en sí misma. Para evidenciar la continuación entre el Viejo y el Nuevo
Testamento se dispusieron figuras simétricas dentro y fuera del mismo. Las
exteriores pertenecen al Viejo Testamento, mientras que las interiores al
Nuevo. Las mismas se mezclan con algunas figuras históricas, como Carlomagno o
Constantino, gobernantes cristianos por antonomasia. Debo reconocer que esta
parte de la visita resulta sobrecogedora por lo recargado del gótico flamígero.
Coro de la Catedral Sainte Cécile, Albi.
Coro de la Catedral Sainte Cécile, Albi.
En la otra parte del deambulatorio debéis
fijaros en la exquisitez con la que se representaron Jeremías o Judith. El
realismo de las tallas muestra la destreza de aquellos artesanos.
Coro de la Catedral Sainte Cécile, Albi.
En definitiva, una catedral que os romperá
los esquemas sobre lo que creíais conocer sobre el estilo gótico. Una fortaleza
exterior que guarda un tesoro interior colosal e inimaginable. Un templo único
que no encontraréis en ningún otro lugar de Europa. Sólo por esto merece la
pena acercarse a Albi. Pero tenemos más.
Justo al lado de la Catedral se alza el Palacio
de la Berbie. Un palacio fortaleza perteneciente a los antiguos obispos y
construido en el mismo material de ladrillo que la Catedral. El palacio consta
de varios edificios que incluían la residencia del obispo, una sala de
recepción y el tribunal eclesiástico de la inquisición desde el cual se
combatió la herejía cátara.
En el exterior el palacio es un conjunto
de edificio con aspecto de fortaleza por sus muros y torres. Ahora bien, cuando
entramos y nos acercamos a su jardín comprobamos que este también era un lugar
de esparcimiento.
Pasear por los jardines es una delicia. Máxime
si recorremos la galería que mira al río, desde donde vamos a obtener unas
preciosas vistas del río Tarn, el Puente Viejo y el barrio de la Madeleine, la Belle
Rive.
Visitar este palacio tiene un interés
doble. Por un lado, vamos a visitar habitaciones históricas, destacando la gran
sala con techumbre de madera policromada. También podremos admirar obras pictóricas
pertenecientes a los obispos, entre las que descubriremos algún pintor famoso
como George de la Tour o Guardi.
Museo del Palacio de la Berbie, Albi.
Por otro lado, este palacio es la sede
del Museo Toulouse-Lautrec. Este museo alberga la mayor colección de obras
de este pintor local que nació en esta ciudad en 1864. A través de la muestra
descubriremos su particular biografía, destacando su enfermedad rara de origen
genético (picnodisostosis), que le provocó una osteosclerosis en el esqueleto,
estatura baja y fragilidad ósea, o la vida nocturna de París, que junto con los
excesos de alcohol y la sífilis le llevaron a fallecer con tan solo 37 años.
También descubriremos el recorrido
pictórico y su evolución a lo largo de los años, llegando a ser considerado una
de las figuras más importantes del postimpresionismo. La muestra comienza con
algún autorretrato, retratos realizados por amigos del pintor y otro realizados
por el mismo a algunos familiares. Aquí vemos como su destreza en el uso del
color y la rapidez en la ejecución lo acercaba a los impresionistas.
Museo Toulouse-Lautrec en el Palacio de la Berbie, Albi.
Museo Toulouse-Lautrec en el Palacio de la Berbie, Albi.
Una de las obras maestras del artista es
el cuadro Salon Rue des moulins (1894). Toulouse-Lautrec tenía en las
prostitutas uno de sus temas favoritos. En este caso eligió mostrarlas en un
momento cotidiano de su día a día, cuando descansan esperando a los clientes.
Su modernidad reside precisamente en el encuadre y el tema elegido, totalmente
intrascendente, así como en el color o la perspectiva, lograda por la presencia
de amplios lugares vacíos. En el museo se conserva tanto el cuadro como el
boceto en pastel.
Museo Toulouse-Lautrec en el Palacio de la Berbie, Albi.
Otro de los temas donde Toulouse-Lautrec
destacó fue en los carteles, los cuales llevó a la categoría de obras maestras.
Muchos de sus más famosos los podremos ver en este museo, como Moulin rouge
- La Goulue (1891), Aristide Bruant en su cabaret o Divan
japonais (1892-1893).
Museo Toulouse-Lautrec en el Palacio de la Berbie, Albi.
En definitiva, una visita muy completa si
os gusta el arte, descubriendo a uno de los pintores franceses más famosos.
La tercera pata del banco en Albi es la Colegiata
de Saint Salvi, un conjunto monástico excepcional que data del siglo X. A
la iglesia podemos acceder por una escalinata justo enfrente de la oficina de
turismo de la localidad. Según vamos subiendo comprobamos que este templo tiene
una curiosa mezcla de elementos románicos y góticos, palpables en su torre que
combina piedra y ladrillo. Las ventanas góticas junto a la entrada contrastan
poderosamente con el arco románico, cuya única decoración es la talla del santo
en la hornacina.
Colegiata de Saint Salvi, Albi.
El interior de la iglesia sorprende por su
altura esbelta, con una preciosa bóveda de crucería gótica sustentada por
poderosas columnas.
Destacar las vidrieras del altar, así como
una de sus capillas laterales, donde se encuentra un precioso conjunto
escultórico que representa a los que juzgaron a Jesús.
El otro punto fuerte de este lugar es el
claustro histórico. Aunque se conserva sólo una parte y los capiteles tallados
se encuentran bastante desgastados debo reconocer que este remanso de paz resulta
muy bello.
Claustro de la Colegiata de Saint Salvi
Del resto de la ciudad yo os aconsejaría
perderos callejeando. Vais a encontrar numerosas casas con entramados de
madera, algo característico en la zona y que particularmente me encantó.
Junto al mercado cubierto de Albi se
encuentra una casa muy particular, en donde se utilizaron piezas de época
romana en su construcción.
Y dentro de los numerosos palacios que
podéis visitar en Albi, ya de época moderna, voy a destacar L´Hotel Reynès, del
siglo XVI, por contener el patio interior con torre más bonito de todos los que
visité aquel día.
Y para despedirse de la ciudad nada mejor
que acercarse al Puente Nuevo y admirar las vistas que desde allí se obtienen
del casco histórico.
Vista de Albi desde el Puente Nuevo
Un magnífico final para un día lleno de
emociones.
Espero que os gustara el post y, si tenéis
tiempo, visitéis esta ciudad francesa.
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