Seguro que muchos de vosotros habéis
escuchado, e incluso empleado, esta sentencia: “La excepción confirma la regla”. Ahora bien, salvo que seáis unos
expertos en lengua española (y latina) o unos investigadores amantes del método
científico seguro que la habéis empleado de mala manera.
Y no es culpa vuestra, no os fustiguéis.
Resulta que los españoles, en su gran mayoría, hemos mantenido y perpetuado un
grave error de traducción de esta sentencia latina (Y no somos los únicos).
Ejemplos tenemos en multitud de medios.
Por citar uno recordaré el de Mariano Rajoy, que tras ser agredido físicamente
en Pontevedra en el año 2015 dijo que era “la
excepción que confirma la regla del civismo de los españoles”.
Pues va a ser que no. Los españoles no
son, en su mayoría cívicos. Es más, lo que me confirma este episodio es justo
lo contrario, que existen muchas personas incívicas en España. Pero no
adelantemos acontecimientos.
¿Te apetece saber un poco más la historia
de esta expresión y su relación con la historia?
Para
todo científico esta frase, según se
emplea habitualmente, carece de toda lógica. Si existe una regla, una excepción lo que hace es desecharla como regla
general, en ningún caso confirmarla.
Un ejemplo clásico es la medida de la
precesión del perihelio de la órbita de Mercurio. Según la física de Newton
existía una discrepancia real entre las mediciones y las fórmulas teóricas de
cálculo. Pues bien, los investigadores no dejaron el asunto diciendo “será la
excepción que confirma la regla”, sino que se pusieron a investigar la razón
por la que no cuadraban los datos. Y resulta que de ello salió la Teoría de la
Relatividad de Einstein que cambió el mundo de la física.
Pero la
mayoría de españoles utilizan esta expresión como una forma de confirmar de
manera errónea una generalización. Por ejemplo, en la cena de Navidad tu
cuñado afirma que su hijo siempre saca sobresaliente en todas las asignaturas.
El hijo, inocente él, escucha la conversación y contradice a su padre indicando
que sacó un notable en Arts. El padre, con salida para todo, añade que ese
notable es “la excepción que confirma la regla”. Y todos tan contentos,
¿verdad?
En verdad, esa excepción no confirma nada.
No existe una regla por la que su hijo saque siempre sobresalientes. Dependerá
de su desempeño como estudiante, pero no de una norma escrita. Puede que sea
habitual, pero nunca una norma. En verdad, el uso que se le suele dar a esta
expresión es la de “yo tengo razón y no quiero hablar más sobre ello”.
La
causa de utilizar erróneamente esta expresión es una mala traducción del latín.
La frase original fue utilizada por Cicerón en uno de sus ya famosos discursos
en el proceso de defensa de Lucius
Cornellius Balbus. En latín podemos leer lo siguiente: “exceptio
probat regulam in casibus non exceptis”, la cual se suele traducir por
“la excepción confirma la regla en los
casos no exceptuados”. Es decir, una perogrullada.
Pero esta sentencia tiene un error de
traducción, pues el verbo latino probare
puede traducirse tanto como probar o confirmar, como verificar o poner a
prueba. Y si tomamos esta segunda acepción la frase cambia totalmente su
significado: “la excepción pone a prueba la regla”. Es decir, si encontramos
excepciones a una regla o norma, resulta que esta no es aplicable.
Personalmente me gusta más traducir el
verbo como poner a prueba más que verificar pues, en términos legales, la
excepción no verifica la regla, sino que sólo la sugiere.
Pongamos un ejemplo para que se entienda
mejor. Si vemos un cartel que indica “Permitido
aparcar los fines de semana” podemos deducir que existe una norma por la
que no podemos aparcar entre semana, pero no se verifica per se. Es posible que la norma sea que sólo se puede aparcar el
sábado y el domingo, pero no podemos saberlo. Por ello, para evitar posibles
ambigüedades, los carteles suelen ser más claros respecto a las normas, como
por ejemplo, “Prohibido aparcar salvo los
fines de semana”.
Explicado
el concepto, vamos a darle la vuelta. En Historia existen muchos casos en los
que una excepción se ha convertido en norma.
Es decir, un caso único se ha transformado en algo que ocurría en todo momento.
Como a mí me gusta mucho la historia de Roma vamos a poner un par de ejemplos
de cuando La excepción se convierte en
regla.
Séneca el Joven escribió lo siguiente
respecto a los opulentos banquetes que se realizaban en época del emperador
Nerón:
“De
todas partes acarrean cualquier cosa para satisfacer su glotonería, que
aborrece las que ya conocen; lo que su estómago, estropeado por las
exquisiteces, apenas admite, se les trae desde el confín del océano. Vomitan
para comer, comen para vomitar y ni siquiera se dignan a digerir los manjares
que buscan por todo el mundo” (Diálogos, Consolación a su madre Helvia, 10, 3).
Estos banquetes opíparos existieron
realmente, pero fueron una auténtica excepción y, como Séneca, fueron
criticados por numerosos contemporáneos que no veían con buenos ojos el exceso
de opulencia de cierta parte de la aristocracia romana.
Pues de
esa excepcional excentricidad se creó la imagen de unos romanos que realizaban
banquetes exuberantes con comidas tan copiosas que necesitaban vomitar para
seguir comiendo. Y el bulo adquirió tal empaque que hasta se aseguraba que
los romanos tenían en sus casas una sala dedicada a tal finalidad, el vomitorium. Podemos encontrar tal
referencia en la obra de Aldous Huxley La
danza de los sátiros.
Aunque realmente atrayente como teoría, esta
palabra latina fue utilizada por Macrobio (Obra Saturnales) para referirse a los accesos a las gradas de un
anfiteatro, en el sentido de expulsar (vomitare)
a los espectadores.
Otra
excepcionalidad muy difundida es la relativa a la frase con la que los
gladiadores se dirigían al emperador antes de luchar,
algo que se ha solidificado en el imaginario común a través del cine.
La frase fue escrita por Suetonio respecto
a un espectáculo de naumachia (la
representación de una batalla naval) realizado en tiempos del emperador
Claudio. Los condenados a morir en esa representación (llamados naumachiarii) fueron los que emitieron
las siguientes palabras junto a la tribuna de Claudio: “Have Imperator, morituri te salutant!” (Vidas de los doce Césares,
Vida del Divino Claudio, XXI, 6).
La traducción sería “Ave Emperador, los que van a morir te saludan”. Algo lógico porque
todos ellos eran condenados a muerte y estaban destinados a morir en el
espectáculo.
Gracias a Hollywood la frase se popularizó
y se identificó con los gladiadores alegremente. Algo que no guarda ninguna
lógica, pues en la mayoría de combates gladiatorios los participantes no
terminaban muriendo debido al alto coste que suponía entrenarlos y mantenerlos
para que ofrecieran un buen espectáculo. Si queréis saber más sobre las
verdaderas luchas de gladiadores os remito al libro Mis
mentiras favoritas. Historia Antigua.
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