Uno de los mitos más duraderos que rodean
a Hitler es el de su supuesta supervivencia tras la caída del Tercer Reich.
Según algunas de las teorías conspirativas
más señeras, el líder nazi no sólo logró huir del Berlín conquistado por los
soviéticos, sino que atravesó Europa y viajó hasta Latinoamérica, concretamente
Argentina. Allí, supuestamente, pasaría el resto de su vida de una manera
bastante apacible.
Esta es una de las muchas invenciones
históricas que se quedaron en el tintero y no pudieron entrar dentro de las 366
mentiras que conforman mi último ensayo: Mis
mentiras favoritas. Historia Contemporánea. ¿Os interesa?
¿Qué pasó realmente con Hitler al
final de la Segunda Guerra Mundial?
El 30 de abril de 1945, viendo que no
existía resistencia posible en Berlín ante el avance de los aliados, Hitler
decidió quitarse la vida de un disparo en la sien. Le acompañó su mujer, Eva
Braun, quien prefirió utilizar el cianuro.
El Führer había decidido tomar este camino
influenciado por el dantesco final de su amigo Benito Mussolini, atrapado por
los partisanos mientras huía, ejecutado a sangre fría y profanado su cadáver en
público los días siguientes.
Según las indicaciones que dejó a sus
subordinados, los cadáveres de la pareja fueron rociados con gasolina y
quemados en el exterior del búnker que había servido como último refugio del
líder alemán. Tras arder más de dos horas, sus restos fueron enterrados en un
cráter próximo que había dejado una de las muchas bombas que caían sobre la
capital germana.
¿Cuándo se conoció la noticia de su
muerte?
Al día siguiente, el 1 de mayo, la emisora
de radio Reichssender Hamburg interrumpió su programa normal para anunciar la
muerte del Führer y presentar a su sucesor en el cargo, Karl Dönitz.
Para entonces los aliados ya conocían el
fatal desenlace de su enemigo. El General alemán Hans Krebs le comunicó la
noticia al soviético Vasili Chuikov en las primeras horas del 1 de mayo, mientras
intentaba negociar un alto el fuego. La noticia de la muerte de Hitler apareció
en todas las portadas de los periódicos del día siguiente, como podemos
apreciar en el diario militar estadounidense The Stars and Stripes.
¿Cuándo comenzó a propagarse la
mentira sobre la supervivencia de Hitler?
El 26 de mayo de 1945, en un encuentro
entre el dictador soviético Stalin y el legado estadounidense Harry Hopkins, el
primero afirmó lo siguiente: “Hitler no ha muerto, sino que está escondido
en alguna parte”. Y dio su opinión del medio de transporte que utilizó para
escapar, un submarino. Desde ese momento, la idea de que Hitler no hubiera
muerto se ha mantenido viva en la mente de muchas personas.
La afirmación anterior dejó atónitos a los
aliados. Según habían comunicado oficiales del Ejército Rojo los primeros días
de mayo a diversos periodistas y oficiales occidentales, el cadáver de Hitler
era uno de los cuatro que habían encontrado en las afueras del búnker. Estas
afirmaciones se mantuvieron hasta finales de mayo, momento en el cual Stalin
dio ordenes de negar la muerte de Hitler a sus oficiales. Uno de los primeros
que negaron haber encontrado al Führer en Berlín fue Gueorgui Zhúkov, a
principios de junio.
Pronto comenzaron a sucederse, en los siguientes
meses, las noticias más variopintas sobre Hitler. Las mismas, lejos de aclarar
la cuestión, conferían mayor confusión. Al Führer se le vio viviendo escondido
desde en un rincón oculto de Renania hasta en un monasterio español, pasando
por una hacienda sudamericana.
¿Qué pruebas se recogieron en aquel
momento para confirmar la muerte de Hitler?
Los soviéticos fueron los primeros en
llegar al búnker donde se ocultaba Hitler y detener a todas las personas que
pasaron los últimos momentos con el Führer. Entre ellos se encontraban Heinz
Linge, ayuda de cámara de Hitler, y Otto Günsche, edecán personal del dictador.
Ambos relataron todo lo que ocurrió los últimos días en el búnker.
Según sus relatos, varias personas
intentaron convencer a Hitler sobre la necesidad de escapar, pero el dictador
negó tal opción, asegurando que antes se quitaría la vida de un disparo en la
cabeza. Eso es lo que hizo, en su despacho, el 30 de abril. Linge y Martin
Bormann fueron los que encontraron el cadáver con un disparo en la sien. Al
lado estaba su mujer, Eva Braun, que se había suicidado con veneno.
Según las instrucciones que había dejado
Hitler, Linge, Günsche y tres soldados de las SS envolvieron los cadáveres con
mantas, los llevaron al jardín de la cancillería y les prendieron fuego con
gasolina. En aquel curioso crematorio improvisado estaban presentes Bormann,
Goebbels y dos generales. Tras quemarse varias horas los restos fueron enterrados.
Günsche, al ser detenido por los
soviéticos, confesó el lugar exacto donde enterraron a Hitler. Soldados del
Ejército Rojo excavaron en el lugar y recogieron los escasos restos que no se
habían consumido por el fuego: un parte de la mandíbula y dos puentes dentales.
Los mismos, guardados en una caja de
tabaco, fueron analizados por el dentista personal de Hitler, quién los
identificó como pertenecientes al dictador.
Tal como indicó posteriormente el
historiador Ian Kershaw, “Al parecer los restos mortales de Adolf Hitler
cabían en una caja de cigarros”.
Todos estos datos fueron recogidos por los
soviéticos en una colosal investigación con nombre en clave Operación Mito, la
cual fue llevada a cabo por el comisario Serguéi Kruglov. Puesto que las
conclusiones del informe no cuadraban con la posición oficial que deseaba
mantener Stalin, tal trabajo estuvo oculto en los archivos soviéticos durante
toda la Guerra Fría. Sólo con la caída de la Unión Soviética en 1990 el mundo
pudo descubrir que Stalin había estado engañando al mundo durante décadas
respecto a la muerte de Hitler.
¿Qué investigación llevaron a cabo
los aliados para confirmar la muerte de Hitler?
Lo aliados, confusos ante tales noticias,
decidieron investigar por su cuenta el asunto. El elegido para emitir un
informe al respecto fue el historiador Hugh Trevor-Roper. Sus conclusiones se
recogieron en el libro Los últimos días de Hitler (Macmillan, 1947). En
el mismo concluye que Hitler murió en el búnker sin lugar a dudas.
El historiador británico basó sus
conclusiones en los informes de la inteligencia británica, en las entrevistas a
varios testigos y en documentos como el diario de reuniones de Hitler y su
testamento. Aún así, su trabajo adoleció del testimonio primordial de las
personas presentes en el búnker en los últimos días, detenidas por los
soviéticos. Igualmente, tampoco pudo contar con todo el material recogido por
los soviéticos in situ. Pero, a pesar de todo ello, sus conclusiones se
dieron por válidas.
¿Hubo otras investigaciones posteriores?
La siguiente investigación sobre la muerte
de Hitler se llevó a cabo por un tribunal alemán a raíz de una denuncia sobre
una pintura de Vermeer que había pasado a engrosar la colección privada del
Führer. El juez de Berchtesgaden comenzó a investigar para declararlo
oficialmente muerto, recopilando el testimonio de importantes testigos
presenciales. Muchos ya habían sido liberados por los soviéticos y vivían en
occidente.
Uno de los testimonios más importantes fue
el de Heinz Linge, ayuda de cámara de Hitler, quién declaró haber participado
en la incineración del cadáver del dictador. El juez emitió el certificado de
defunción de Hitler en 1956.
¿Qué razones llevaron a Stalin a
mentir sobre la muerte de Hitler?
Como suele ser habitual en el ámbito
político, las mentiras obedecen a unos calculados planes con el que obtener
alguna ventaja personal.
En el caso de Stalin esta mentira,
inicialmente, le servía para un doble motivo. Por un lado, fortalecía su idea
de tratar con dureza a los alemanes tras la victoria en la Segunda Guerra
Mundial. Con ello se evitaba que el nazismo pudiera renacer en los siguientes
años. Además, de paso, se eliminaba cualquier posible halo de heroísmo a
Hitler, presentándolo como un cobarde que eludía de manera rastrera su
responsabilidad, abandonando a todos esos fieles alemanes que le habían
seguido.
Más adelante, la hipótesis de que Hitler
había huido y que las fuerzas occidentales le estaban ocultando le sirvió para
reforzar el patriotismo de su nación durante la Guerra Fría.
Este es un discurso recurrente en Rusia,
tal como lo hemos comprobado en la reciente invasión de Ucrania. El fantasma
del nazismo (recordemos que Putin pretendía desnazificar Ucrania) es una excusa
que aún tiene un gran predicamento en el ámbito soviético.
¿Qué consecuencias tuvo la mentira
sobre la supuesta supervivencia de Hitler?
Los soviéticos, durante toda la Guerra Fría,
continuaron creando confusión sobre este asunto, a pesar de conocer con certeza
manifiesta que Hitler estaba muerto. Si añadimos a lo anterior la falta de las
declaraciones de los testigos clave (detenidos por los soviéticos en las
primeras décadas), entendemos que se creara el caldo de cultivo perfecto para
cierta cabida de todo tipo de teorías de conspiración.
Dentro de todas las teorías que se
sucedieron en los primeros años tuvieron un largo recorrido aquellas que
aseguraban que en el búnker había muerto un doble de Hitler y que el mismo
había huido a Argentina en submarino. Por supuesto, tales teorías se apoyaban
en sucesos reales, como que aquel país fue refugio de nazis o en la llegada de
dos submarinos alemanes a Argentina tras la guerra. Cuando se comprobó que en
aquellos submarinos no viajó Hitler (el capitán lo desmintió y múltiples
testigos negaron tal posibilidad) se decidió elegir otros que habían
desaparecido misteriosamente en aquellas fechas. Para cuando se confirmó que
habían sido hundidos, la mentira ya tenía tantos seguidores que era imposible
frenar esa vía.
Desde finales de la década de 1940 el bulo
de la presencia de Hitler en Argentina apareció en varios medios, como el
periódico francés Le Monde. Junto a Emil Ludwig y Ted Armstrong, fueron
los principales difusores de esta teoría de la conspiración, la cual, si
analizamos críticamente, sólo se basa, en palabras del historiador McKale “en
suposiciones e insinuaciones, sin documentos ni declaraciones de testigos
reales”.
A pesar del largo recorrido que ha tenido
este bulo, en ningún libro ni artículo que defiende esta idea existe la más mínima
prueba que sustente tales afirmaciones. Nadie vio a Hitler en Argentina. Nadie
puede aportar ningún documento o fotografía de Hitler viviendo en aquel país. Y
lo más importante, nadie puede asegurar que Hitler huyó sin obviar que tenemos
su mandíbula identificada.
¿Cuál es la razón de mantener vivo
este falso mito?
Las principales webs donde se mantiene viva
la teoría de conspiración relativa a la huida de Hitler del búnker tienen, como
denominador común, aspectos relacionados con el ocultismo y/o el movimiento
neonazi ultraderechista.
El historiador McKale supo explicar en su
día muy bien el peligro que encierra este bulo para la historia de la
humanidad:
“Se trata de un tema peligroso, que aún
sigue entre nosotros: que Hitler había organizado una trama para despistar al mundo,
lo que ponía de relieve una vez más la singularidad de su genio maligno […]
todas estas teorías legan a la generación actual y a las futuras la impresión
de que Hitler, aunque era el peor asesino de masas de la historia, fue una
especie de superhombre capaz de engañar al mundo una última vez […] vendría a
demostrar su carácter inhumano, casi divino. Generar esta clase de mitos
comporta el riesgo de favorecer entre algunas personas el deseo inconsciente de
un nuevo Hitler, una figura carismática y legendaria que pudiera encabezar la
protesta de masas contra males opresores como el comunismo o la decadente
cultura occidental”.
También es interesante recoger aquí la
opinión del periodista de investigación Roger Clark sobre lo perjudicial que
resulta sostener tal bulo:
“Los teóricos conspiranoicos contaminan
los pozos del conocimiento, se aprovechan de la falta de educación de personas
a las que desdeñan, y agravan su ignorancia. Fomentan que la gente desconfíe de
las obras académicas y arrastran por el suelo la reputación de los
historiadores legítimos […] Si dañamos la credibilidad de los libros y las
películas que nacen de una buena investigación estamos instalando mitos en
lugar de la realidad […] Desazona constatar cuántos defensores de la
supervivencia de Hitler son también antisemitas y niegan la existencia del
Holocausto. La historia falsa hace daño de verdad”.
Por último, como indicó El historiador
Richard J. Evans:
“En algunas versiones, las teorías
conspirativas, incluso aquellas que sostienen que Hitler sobrevivió a 1945, pueden
parecer relativamente inocuas. Desde luego no todas responden a propósitos
políticos malignos. Pero todas ellas tienen en común un escepticismo radical,
aunque en algunos aspectos ingenuo, que no solo arroja dudas sobre la verdad de
las conclusiones obtenidas por medio de una investigación histórica minuciosa y
objetiva, sino sobre la idea misma de la verdad. Y una vez desacreditada esta
idea, lo que se está poniendo en cuestión es la posibilidad misma de organizar
la sociedad de acuerdo con argumentos racionales y a partir de decisiones
informadas y argumentadas”.
Sirva el desenmascaramiento de este bulo
para recordarnos lo perniciosas que pueden llegar a ser las mentiras en el conjunto
de nuestras sociedades democráticas y los importantes intereses de diversos colectivos
en derrumbar nuestro sistema de valores.
Si te ha gustado este artículo te pido dar
una oportunidad al último ensayo que he publicado relativo a mentiras
históricas: Mis
mentiras favoritas. Historia Contemporánea. Disponible en Amazon tanto en
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Hasta la próxima.
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