domingo, 30 de abril de 2023

Hitler no se suicidó en 1945

 

Uno de los mitos más duraderos que rodean a Hitler es el de su supuesta supervivencia tras la caída del Tercer Reich.

 

Según algunas de las teorías conspirativas más señeras, el líder nazi no sólo logró huir del Berlín conquistado por los soviéticos, sino que atravesó Europa y viajó hasta Latinoamérica, concretamente Argentina. Allí, supuestamente, pasaría el resto de su vida de una manera bastante apacible.

 

Esta es una de las muchas invenciones históricas que se quedaron en el tintero y no pudieron entrar dentro de las 366 mentiras que conforman mi último ensayo: Mis mentiras favoritas. Historia Contemporánea. ¿Os interesa?

 

¿Qué pasó realmente con Hitler al final de la Segunda Guerra Mundial?

 

El 30 de abril de 1945, viendo que no existía resistencia posible en Berlín ante el avance de los aliados, Hitler decidió quitarse la vida de un disparo en la sien. Le acompañó su mujer, Eva Braun, quien prefirió utilizar el cianuro.

 

El Führer había decidido tomar este camino influenciado por el dantesco final de su amigo Benito Mussolini, atrapado por los partisanos mientras huía, ejecutado a sangre fría y profanado su cadáver en público los días siguientes.

 

Según las indicaciones que dejó a sus subordinados, los cadáveres de la pareja fueron rociados con gasolina y quemados en el exterior del búnker que había servido como último refugio del líder alemán. Tras arder más de dos horas, sus restos fueron enterrados en un cráter próximo que había dejado una de las muchas bombas que caían sobre la capital germana.

 

¿Cuándo se conoció la noticia de su muerte?

 

Al día siguiente, el 1 de mayo, la emisora de radio Reichssender Hamburg interrumpió su programa normal para anunciar la muerte del Führer y presentar a su sucesor en el cargo, Karl Dönitz.

 

Para entonces los aliados ya conocían el fatal desenlace de su enemigo. El General alemán Hans Krebs le comunicó la noticia al soviético Vasili Chuikov en las primeras horas del 1 de mayo, mientras intentaba negociar un alto el fuego. La noticia de la muerte de Hitler apareció en todas las portadas de los periódicos del día siguiente, como podemos apreciar en el diario militar estadounidense The Stars and Stripes.

 


¿Cuándo comenzó a propagarse la mentira sobre la supervivencia de Hitler?

 

El 26 de mayo de 1945, en un encuentro entre el dictador soviético Stalin y el legado estadounidense Harry Hopkins, el primero afirmó lo siguiente: “Hitler no ha muerto, sino que está escondido en alguna parte”. Y dio su opinión del medio de transporte que utilizó para escapar, un submarino. Desde ese momento, la idea de que Hitler no hubiera muerto se ha mantenido viva en la mente de muchas personas.

 

La afirmación anterior dejó atónitos a los aliados. Según habían comunicado oficiales del Ejército Rojo los primeros días de mayo a diversos periodistas y oficiales occidentales, el cadáver de Hitler era uno de los cuatro que habían encontrado en las afueras del búnker. Estas afirmaciones se mantuvieron hasta finales de mayo, momento en el cual Stalin dio ordenes de negar la muerte de Hitler a sus oficiales. Uno de los primeros que negaron haber encontrado al Führer en Berlín fue Gueorgui Zhúkov, a principios de junio.

 

Pronto comenzaron a sucederse, en los siguientes meses, las noticias más variopintas sobre Hitler. Las mismas, lejos de aclarar la cuestión, conferían mayor confusión. Al Führer se le vio viviendo escondido desde en un rincón oculto de Renania hasta en un monasterio español, pasando por una hacienda sudamericana.

 

¿Qué pruebas se recogieron en aquel momento para confirmar la muerte de Hitler?

 

Los soviéticos fueron los primeros en llegar al búnker donde se ocultaba Hitler y detener a todas las personas que pasaron los últimos momentos con el Führer. Entre ellos se encontraban Heinz Linge, ayuda de cámara de Hitler, y Otto Günsche, edecán personal del dictador. Ambos relataron todo lo que ocurrió los últimos días en el búnker.

 

Según sus relatos, varias personas intentaron convencer a Hitler sobre la necesidad de escapar, pero el dictador negó tal opción, asegurando que antes se quitaría la vida de un disparo en la cabeza. Eso es lo que hizo, en su despacho, el 30 de abril. Linge y Martin Bormann fueron los que encontraron el cadáver con un disparo en la sien. Al lado estaba su mujer, Eva Braun, que se había suicidado con veneno.

 

Según las instrucciones que había dejado Hitler, Linge, Günsche y tres soldados de las SS envolvieron los cadáveres con mantas, los llevaron al jardín de la cancillería y les prendieron fuego con gasolina. En aquel curioso crematorio improvisado estaban presentes Bormann, Goebbels y dos generales. Tras quemarse varias horas los restos fueron enterrados.

 

Günsche, al ser detenido por los soviéticos, confesó el lugar exacto donde enterraron a Hitler. Soldados del Ejército Rojo excavaron en el lugar y recogieron los escasos restos que no se habían consumido por el fuego: un parte de la mandíbula y dos puentes dentales.

 

Los mismos, guardados en una caja de tabaco, fueron analizados por el dentista personal de Hitler, quién los identificó como pertenecientes al dictador.

 

Tal como indicó posteriormente el historiador Ian Kershaw, “Al parecer los restos mortales de Adolf Hitler cabían en una caja de cigarros”.

 

Todos estos datos fueron recogidos por los soviéticos en una colosal investigación con nombre en clave Operación Mito, la cual fue llevada a cabo por el comisario Serguéi Kruglov. Puesto que las conclusiones del informe no cuadraban con la posición oficial que deseaba mantener Stalin, tal trabajo estuvo oculto en los archivos soviéticos durante toda la Guerra Fría. Sólo con la caída de la Unión Soviética en 1990 el mundo pudo descubrir que Stalin había estado engañando al mundo durante décadas respecto a la muerte de Hitler.

 

¿Qué investigación llevaron a cabo los aliados para confirmar la muerte de Hitler?

 

Lo aliados, confusos ante tales noticias, decidieron investigar por su cuenta el asunto. El elegido para emitir un informe al respecto fue el historiador Hugh Trevor-Roper. Sus conclusiones se recogieron en el libro Los últimos días de Hitler (Macmillan, 1947). En el mismo concluye que Hitler murió en el búnker sin lugar a dudas.

 

El historiador británico basó sus conclusiones en los informes de la inteligencia británica, en las entrevistas a varios testigos y en documentos como el diario de reuniones de Hitler y su testamento. Aún así, su trabajo adoleció del testimonio primordial de las personas presentes en el búnker en los últimos días, detenidas por los soviéticos. Igualmente, tampoco pudo contar con todo el material recogido por los soviéticos in situ. Pero, a pesar de todo ello, sus conclusiones se dieron por válidas.

 

¿Hubo otras investigaciones posteriores?

 

La siguiente investigación sobre la muerte de Hitler se llevó a cabo por un tribunal alemán a raíz de una denuncia sobre una pintura de Vermeer que había pasado a engrosar la colección privada del Führer. El juez de Berchtesgaden comenzó a investigar para declararlo oficialmente muerto, recopilando el testimonio de importantes testigos presenciales. Muchos ya habían sido liberados por los soviéticos y vivían en occidente.

 

Uno de los testimonios más importantes fue el de Heinz Linge, ayuda de cámara de Hitler, quién declaró haber participado en la incineración del cadáver del dictador. El juez emitió el certificado de defunción de Hitler en 1956.

 

¿Qué razones llevaron a Stalin a mentir sobre la muerte de Hitler?

 

Como suele ser habitual en el ámbito político, las mentiras obedecen a unos calculados planes con el que obtener alguna ventaja personal.

 

En el caso de Stalin esta mentira, inicialmente, le servía para un doble motivo. Por un lado, fortalecía su idea de tratar con dureza a los alemanes tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Con ello se evitaba que el nazismo pudiera renacer en los siguientes años. Además, de paso, se eliminaba cualquier posible halo de heroísmo a Hitler, presentándolo como un cobarde que eludía de manera rastrera su responsabilidad, abandonando a todos esos fieles alemanes que le habían seguido.

 

Más adelante, la hipótesis de que Hitler había huido y que las fuerzas occidentales le estaban ocultando le sirvió para reforzar el patriotismo de su nación durante la Guerra Fría.

 

Este es un discurso recurrente en Rusia, tal como lo hemos comprobado en la reciente invasión de Ucrania. El fantasma del nazismo (recordemos que Putin pretendía desnazificar Ucrania) es una excusa que aún tiene un gran predicamento en el ámbito soviético.

 

¿Qué consecuencias tuvo la mentira sobre la supuesta supervivencia de Hitler?

 

Los soviéticos, durante toda la Guerra Fría, continuaron creando confusión sobre este asunto, a pesar de conocer con certeza manifiesta que Hitler estaba muerto. Si añadimos a lo anterior la falta de las declaraciones de los testigos clave (detenidos por los soviéticos en las primeras décadas), entendemos que se creara el caldo de cultivo perfecto para cierta cabida de todo tipo de teorías de conspiración.

 

Dentro de todas las teorías que se sucedieron en los primeros años tuvieron un largo recorrido aquellas que aseguraban que en el búnker había muerto un doble de Hitler y que el mismo había huido a Argentina en submarino. Por supuesto, tales teorías se apoyaban en sucesos reales, como que aquel país fue refugio de nazis o en la llegada de dos submarinos alemanes a Argentina tras la guerra. Cuando se comprobó que en aquellos submarinos no viajó Hitler (el capitán lo desmintió y múltiples testigos negaron tal posibilidad) se decidió elegir otros que habían desaparecido misteriosamente en aquellas fechas. Para cuando se confirmó que habían sido hundidos, la mentira ya tenía tantos seguidores que era imposible frenar esa vía.

 


Desde finales de la década de 1940 el bulo de la presencia de Hitler en Argentina apareció en varios medios, como el periódico francés Le Monde. Junto a Emil Ludwig y Ted Armstrong, fueron los principales difusores de esta teoría de la conspiración, la cual, si analizamos críticamente, sólo se basa, en palabras del historiador McKale “en suposiciones e insinuaciones, sin documentos ni declaraciones de testigos reales”.

 

A pesar del largo recorrido que ha tenido este bulo, en ningún libro ni artículo que defiende esta idea existe la más mínima prueba que sustente tales afirmaciones. Nadie vio a Hitler en Argentina. Nadie puede aportar ningún documento o fotografía de Hitler viviendo en aquel país. Y lo más importante, nadie puede asegurar que Hitler huyó sin obviar que tenemos su mandíbula identificada.

 

¿Cuál es la razón de mantener vivo este falso mito?

 

Las principales webs donde se mantiene viva la teoría de conspiración relativa a la huida de Hitler del búnker tienen, como denominador común, aspectos relacionados con el ocultismo y/o el movimiento neonazi ultraderechista.

 

El historiador McKale supo explicar en su día muy bien el peligro que encierra este bulo para la historia de la humanidad:

 

Se trata de un tema peligroso, que aún sigue entre nosotros: que Hitler había organizado una trama para despistar al mundo, lo que ponía de relieve una vez más la singularidad de su genio maligno […] todas estas teorías legan a la generación actual y a las futuras la impresión de que Hitler, aunque era el peor asesino de masas de la historia, fue una especie de superhombre capaz de engañar al mundo una última vez […] vendría a demostrar su carácter inhumano, casi divino. Generar esta clase de mitos comporta el riesgo de favorecer entre algunas personas el deseo inconsciente de un nuevo Hitler, una figura carismática y legendaria que pudiera encabezar la protesta de masas contra males opresores como el comunismo o la decadente cultura occidental”.

 

También es interesante recoger aquí la opinión del periodista de investigación Roger Clark sobre lo perjudicial que resulta sostener tal bulo:

 

Los teóricos conspiranoicos contaminan los pozos del conocimiento, se aprovechan de la falta de educación de personas a las que desdeñan, y agravan su ignorancia. Fomentan que la gente desconfíe de las obras académicas y arrastran por el suelo la reputación de los historiadores legítimos […] Si dañamos la credibilidad de los libros y las películas que nacen de una buena investigación estamos instalando mitos en lugar de la realidad […] Desazona constatar cuántos defensores de la supervivencia de Hitler son también antisemitas y niegan la existencia del Holocausto. La historia falsa hace daño de verdad”.

 

Por último, como indicó El historiador Richard J. Evans:

 

En algunas versiones, las teorías conspirativas, incluso aquellas que sostienen que Hitler sobrevivió a 1945, pueden parecer relativamente inocuas. Desde luego no todas responden a propósitos políticos malignos. Pero todas ellas tienen en común un escepticismo radical, aunque en algunos aspectos ingenuo, que no solo arroja dudas sobre la verdad de las conclusiones obtenidas por medio de una investigación histórica minuciosa y objetiva, sino sobre la idea misma de la verdad. Y una vez desacreditada esta idea, lo que se está poniendo en cuestión es la posibilidad misma de organizar la sociedad de acuerdo con argumentos racionales y a partir de decisiones informadas y argumentadas”.

 

Sirva el desenmascaramiento de este bulo para recordarnos lo perniciosas que pueden llegar a ser las mentiras en el conjunto de nuestras sociedades democráticas y los importantes intereses de diversos colectivos en derrumbar nuestro sistema de valores.

 

Si te ha gustado este artículo te pido dar una oportunidad al último ensayo que he publicado relativo a mentiras históricas: Mis mentiras favoritas. Historia Contemporánea. Disponible en Amazon tanto en formato electrónico como en papel.

 


Hasta la próxima.

 

 

 

 

 

 

 

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