Hoy voy a escribir sobre el feminismo. Se
trata de un tema de actualidad, aunque la importancia histórica del mismo me
sirve de excusa para criticar la deriva que este movimiento tiene en los comienzos
del siglo XXI.
De antemano os aviso que recibiré multitud
de críticas por mis afirmaciones, las cuales se salen bastante del camino
marcado por el establishment que se apropió del término para su
beneficio propio. Me son indiferentes. Esta es mi opinión, la cual pretende
advertir del camino erróneo que algunos dirigentes políticos han decidido
seguir a ciegas. Quien quiera escuchar bienvenido. Si mis palabras te incomodan
puede que necesites pensar nuevamente sobre lo que te dijeron que era el feminismo.
¿Te interesa el tema?
¿Qué es el feminismo?
Nada mejor que acudir a la RAE para
responder a esta pregunta. Según la Real Academia Española podemos definir el
feminismo como el “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el
hombre”.
Es decir, el feminismo busca equiparar los
derechos del hombre y de la mujer como individuos, sin que ninguno deba estar
por debajo del otro. Quedémonos con esta definición en la mente.
Yo soy feminista
Según la definición anterior yo soy un
feminista convencido. Considero que cualquier persona debe tener los mismos
derechos independientemente de sus atributos sexuales. Y en ello me esfuerzo
desde mi humilde contribución al mundo, tratando a las mujeres que me rodean
como iguales. El ejemplo social es lo que creo más adecuado para cambiar el
mundo que nos rodea.
Yo no soy un feminista teórico, sino
práctico. En mi trabajo he sufrido el
cercenamiento de mis aspiraciones profesionales por pedir una reducción de
jornada para cuidado de hijos (sí, en un mundo con igualdad de género los
hombres también podemos pedir esta reducción laboral). En este sentido sí
existe igualdad por parte de ciertos empresarios.
Igualmente, comparto (o al menos lo
intento) el 50% de las tareas del hogar y cuidado de mi hijo con mi pareja. Y
digo 50% con razón, pues una semana me encargo yo del pequeño y la siguiente mi
esposa. Es lo que tiene vivir con turnos rotatorios. Me río de la conciliación
familiar. Conciliación monoparental lo denomino yo. Cambio a mi pareja por un
hijo de lunes a sábado una semana, mientras que la siguiente me dedico a mis
labores (limpiar, planchar, cocinar…), como diría mi madre. Vamos, el típico
hombre blandengue, que diría el Fary, que en gloria esté.
Estos son sólo dos de los muchos ejemplos
que podría indicar para mostrar hasta qué punto soy consecuente con mis ideas
feministas. Por ello creo que tengo derecho a expresar mi opinión, aunque
resulte que, según las tesis oficiales, es más bien inapropiada. ¡Qué paradójico!
La apropiación del feminismo
Hoy en día si quieres ser feminista debes
ser de izquierdas. No queda otra. La izquierda más extrema se apropió del
concepto del feminismo al igual que antaño la derecha más extrema se apropió de
nuestra bandera.
Ponerte una camiseta con la bandera
española (fuera de algún campeonato futbolístico) es sinónimo de ser facha.
Ponerte una camiseta defendiendo el feminismo (da igual el momento) es sinónimo
de ser de izquierdas.
Pero lo anterior son convenciones sociales
artificiales impuestas por grupos minoritarios de nuestra sociedad. Ideologías
políticas trasnochadas que desean conservar su pírrica cuota de influencia
buscando la confrontación con el opuesto.
Esta apropiación indebida hace que cualquier
mujer de un partido contrario que se salga del camino marcado sea tildada de
machista (Ayuso
es lo contrario a una mujer feminista:
Irene Montero1). Es lo que tienen las dictaduras ideológicas,
conmigo o contra mí. No tendemos puentes para colaborar y avanzar; creamos
trincheras desde las que dispararnos.
El feminismo mal entendido
Hoy en día, la corriente oficial en la que
se han instaurado los dirigentes que teóricamente defienden el feminismo no es
la de buscar la igualdad entre sexos. Al contrario, han decidido voltear la
situación cuan tortilla de patata y pasar de una sociedad patriarcal a otra
matriarcal.
El objetivo no es igualar los
derechos de hombres y mujeres. El objetivo es
colocar a la mujer en el lugar que, durante siglos, ocupó el hombre y hacerle
pasar las humillaciones que han sufrido las mujeres a lo largo de la historia.
En definitiva, crear un matriarcado que podríamos definir como un machismo
femenino.
Por supuesto, este intento de crear artificialmente
en la sociedad un sistema de valores tan opuesto al actual genera rechazo y repulsa,
por igual, tanto de feministas varones, como de feministas mujeres con otro
pensamiento, como de machistas empedernidos. Mal camino hemos tomado cuando
del feminismo se expulsa a aquellos hombres y mujeres que en un principio lo
eran. Algo se está haciendo rematadamente mal.
A todas las que defienden el matriarcado
agresivo les valdría mucho releer a Mary Wollstonecraft, filósofa que sentó las
bases del feminismo en el siglo XVIII. Entre sus muchas enseñanzas afirmó que “yo
no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas
mismas”.
En el sentido del mal camino me gustaría
realizar un breve apunte sobre la Ley de Violencia de Género, aprobada en
2004. Una ley que intentaba frenar la sangría continua de asesinatos de mujeres
a manos de sus parejas. Es cierto que se trata de una ley con discriminación de
género (aunque en esto los juristas no le dan mucha importancia), pero tiene su
sentido si atendemos al número muchísimo mayor de mujeres maltratadas y asesinadas
respecto al de hombres asesinados.
La Ley Orgánica de Violencia de Género
entró en vigor en enero de 2005. Ese año se contabilizaron 57
mujeres víctimas mortales por violencia de género en España2.
En el año 2021 la cifra fue de 44, el valor más bajo de la media histórica. Ahora
bien, si hacemos la media entre 2004 y 2021 nos sale la cifra de 57. Parece que
la ley no funciona, pues seguimos básicamente igual que antes de aplicarla.
Como conclusión evidente podemos decir que esta ley no ha cumplido con su
función de defender a las mismas.
Además, en muchas ocasiones, los hombres
han sido acusados con falsos testimonios, lo que les ha provocado serios
problemas sociales en su entorno inmediato. ¿Cuántos mártires (inútiles) hombres
han sufrido la humillación social, moral y jurídica de verse enjuiciados e,
incluso condenados, injustamente por una denuncia falsa? No tenemos
estadísticas que mostrar porque al establishment matriarcal no le
interesa abordar este tema. No existen estadísticas oficiales porque nadie se
preocupa de cuantificar estos casos, por el daño que haría al feminismo3.
Mi opinión al respecto en este tema es que
debemos reconsiderar esta ley. Debemos defender mejor a las mujeres
principalmente, pero también a los hombres en su justa medida. Y debemos
conocer todos los datos a fin de tomar mejores decisiones. El conocimiento
sólo es perjudicial para el que teme la verdad.
¿Qué hacen los gobernantes para solucionar
esta lacra social? Inician otra situación polémica aún más grave. En efecto, me
refiero a la Ley del “solo sí es sí”, aprobada a finales de 2022. Sus
intenciones puede que fueran buenas, pero la falta de rigor jurídico en su
confección ha provocado serios efectos indeseados.
Esta ley pretendía defender mejor a todas
aquellas mujeres que sufren agresiones sexuales. En concreto, todo surgió a
raíz de una polémica sentencia sobre una violación grupal, el caso conocido
como “la manada”: cinco hombres violaron a una joven de 18 años en un
portal de Pamplona y fueron condenados a penas de 15 años. El veredicto del
juez fue acusarlos por abuso continuado y no por agresión sexual.
Podemos intentó solucionar este problema
con una idea genial: unificando los delitos de abuso y agresión (ahora todas
son violaciones) y colocando el consentimiento expreso para determinar si hay o
no violación. Pero esto son palabras e intenciones políticas, no jurídicas,
pues el consentimiento ya era algo fundamental en toda sentencia. Y unificar
ambos conceptos es un error, pues siempre será más grave una agresión con
intimidación y violencia que otra donde no existan tales condicionantes.
La consecuencia ha sido desastrosa:
multitud de violadores (centenares hasta la fecha) han visto rebajadas sus
penas y, en algunos casos, han salido a la calle antes de tiempo. Y ello porque
con la nueva ley se rebajaban las penas respecto a la anterior, por mucho que
Podemos negara la mayor.
¿Qué hizo el ministerio de Igualdad? En
vez de asumir su error y modificar el texto para evitar esta consecuencia fatal
se defendió atacando y acusando al poder judicial de machista4.
¿Qué hizo el PSOE para solucionar el
problema? Demorar la solución con unas negociaciones estériles que sólo se
iniciaron cuando la presión popular indicaba un castigo electoral en las inminentes
próximas elecciones. Es decir, no se ponen a solucionar el problema creado por
vergüenza, sino por cálculo electoral. Así de alejados están nuestros políticos
actualmente del pueblo que gobiernan.
Y
yo me pregunto, ¿para qué ha servido todo esto? ¿están ahora mismo las mujeres
más seguras que antes? Imagino que a las que excarcelaron a su violador la
respuesta será obvia.
La caza de brujas.
Cuando el feminismo se impone desde el
Estado a la sociedad de una determinada forma surgen problemas varios. Los
cambios sociales duraderos siempre partieron de la base social más que del
reducido grupo dominante. Y máxime cuando este grupo es un grupúsculo radical
que aboga por una especie de ideología dictatorial propia de cualquier régimen
totalitario.
Para el feminismo mal entendido cualquier
hombre es un violador en potencia5.
Es lo que tiene el feminismo victimista que se ha expandido por nuestro país. Y
si alguien critica esta afirmación es tachado de post-machista, un género
inventado al que se acude de vez en cuando para tratar a todos esos varones
incapaces de catalogarlos como machistas plenos. Ahora, afirma que cualquier
musulmán con chilaba es un terrorista en potencia y verás como cambia el
discurso. Un sinsentido.
En esta caza de brujas contra el
hombre en general me gustaría rescatar la polémica sobre el supuesto machismo
de Pablo Motos, un humorista y presentador de un
programa de éxito. El ministerio de Igualdad se gastó más de un millón de euros
para llamarle machista cuando, en verdad, sacaban de contexto una frase de
hacía varios años atrás. Por supuesto, el presentador se defendió con un vídeo
donde mostraba que las preguntas las realizaba por igual a hombres y mujeres6.
Pero eso ya daba igual. El establishment matriarcal había señalado a su
presa y sus fieles seguidores le atacaron sin piedad. Es lo que tiene no poseer
pensamiento crítico propio. Siempre es más sencillo que otros piensen por
nosotros y nos digan lo que debemos hacer.
Motos concluyó su alegato de defensa diciendo:
“Creo que el feminismo es necesario y no es de ningún partido político, es
un movimiento social”. Aquí les volvió a golpear donde más les duele,
mostrando sus miserias. Lo más gracioso de este caso es que la campaña se
lanzó, con la excusa del machismo, para atacar a un periodista crítico con
Podemos, tal como quedó evidente tras las declaraciones
de Pablo Iglesias7.
Vamos, que hicieron lo que yo llamo un Felipe II: te invado por hereje, aunque
lo que realmente quiero son tus riquezas.
Los árboles no nos dejan ver el
bosque
Otra discusión a destacar, vía Twitter,
tuvo como protagonistas a Pablo Echenique y a Arturo Pérez Reverte8.
El primero criticó a la RAE en los siguientes términos: “De los 41 sillones
de la RAE, sólo 8 están ocupados por mujeres en 2022. Desde 1713, 477
académicos han ocupado un sillón de la RAE y sólo 12 han sido mujeres. La
primera, en 1979.
Parece evidente que siempre van unas
cuantas décadas tarde, especialmente en materia de igualdad”.
Arturo Pérez Reverte, siempre tan poco
comedido en sus respuestas, le puso en su sitio de la siguiente manera: “¿De
verdad cree que si hubiera 41 mujeres en la RAE serían tan estúpidas como para
utilizar el absurdo lenguaje inclusivo?... Hágase el favor de ocuparse de su
turbio negocio, su dócil clientela, sus groseras mingas y domingas, y no se
meta en lo que ni conoce ni comprende”.
Lo anterior estaba en relación con una
polémica noticia que afectaba a la Guardia Civil y la intención del Ministerio
del Interior de rebajar la nota de las mujeres que quieran ingresar en el
Cuerpo respecto a los hombres y conseguir así que el 40%
de la plantilla sea femenina9.
Pretender conseguir artificialmente
una igualdad por cuotas para mejorar la situación de las mujeres es un error.
Y lo digo con conocimiento de causa pues, en mi profesión, rara es la empresa
donde la presencia femenina no supone un mínimo de un 75%. Con esta magnitud de
mujeres, ¿se ha logrado la pretendida igualdad? De ningún modo.
Si observamos los puestos de dirección de
muchas de las empresas de mi sector comprobamos que el porcentaje de mujeres en
esos puestos es mucho menor al que le correspondería por su porcentaje total de
miembros en la misma. Y eso sólo se explica por el machismo que aún impera en
ellas.
Trabajar con mujeres me ha dado la
posibilidad de entender sus demandas y sufrir, junto a ellas, las injusticias
que sufren por ser mujeres. He visto con mis propios ojos como se promocionaban
hombres, antes que mujeres, por el mero hecho de ser hombres. Y también he
visto lo contrario (aunque menos, lógicamente), cuando las escasas mujeres en
puestos de dirección premian a otras mujeres por serlo, antes que por méritos, debido
a una mal entendida lucha contra la sociedad patriarcal.
Mi conclusión, debido a mi experiencia
laboral, no pretende convertirse en ninguna norma. Ahora bien, me hace entender
que la igualdad artificial de género no lleva implícita una igualdad per
se. La igualdad se logra mediante la práctica de la misma por personas que
entienden y practican el feminismo sano. Y aún quedan unos años para ver
jubilados a ciertos mandos superiores que bebieron del machismo dictatorial más
acérrimo. Afortunadamente, su labor machista nos muestra a las siguientes
generaciones la manera en la que no debemos actuar.
La autocensura masculina
Hemos llegado a un punto donde los hombres
nos sentimos discriminados socialmente en muchos momentos de nuestras
relaciones sociales. Y voy a poner un ejemplo de mi práctica diaria.
En una ocasión estaba enseñando a poner y
quitar lentillas a una chica veinteañera. Aunque lo normal es que apenas les
cueste, esta no se apañaba a colocarse la lentilla de ningún modo. Se empezó a
acalorar y decidió quitarse el abrigo que traía. Fue mano de santo, pues se la
puso al primer intento. De haberlo sabido te tenías que haber quitado el abrigo
antes, comenté chistoso como forma de eliminar tensiones.
El ojo izquierdo también se resistía y en
mi mente surgió un comentario gracioso que pretendía relajar a la paciente y
hacer que lograra su objetivo sin estresarse. Vas a tener que quitarte también
la sudadera para ponerte la lentilla en ese ojo, pensé. Ahora bien, una luz
roja se encendió en mi cerebro y me callé el chiste. Me autocensuré con una
broma inocente por el miedo a molestar. Creo que no es necesario escribir que
poco me importaba que la muchacha se quedara en camiseta.
Pero la pretendida molestia sólo se
producía en esa situación concreta. Siendo yo contactólogo hombre y ella
paciente mujer. Si hubiera sido un paciente hombre la broma no hubiera sentado
mal y nos hubiéramos reído ambos. Y si hubiera sido una contactóloga mujer
tampoco habría pasado nada, fuera el paciente mujer u hombre. Pues las mujeres
pueden hacer bromas de este tipo a los hombres, pero no al revés. Recordemos
que todos los hombres somos violadores en potencia para el feminismo
victimista.
Algo no funciona si una broma tiene
gracia salvo que la realice un hombre a una mujer. Esta no es la sociedad que
yo quiero dejar a mis hijos. Y este no es el
camino apropiado para defender a las mujeres.
Si alguna vez una mujer trató a
un hombre de una manera que no les gustaría que la trataran a ella eso no esta
bien. Es una actitud a erradicar tan cuestionable como el machismo.
¿Imaginan un plató lleno de hombres que
piropean a una invitada por su belleza y que incluso el presentador se atreve a
comentarle que si fuera más joven veríamos que pasaba entre ellos y le magrea
impunemente? Bueno, pues esto mismo con público femenino, presentadora mujer e
invitado masculino ha
ocurrido10.
Y muchas veces antes. Seguramente estos hombres no se sintieron muy bien, pues
las consecuencias del acoso de las fans han llegado a provocar que algunos
deban abandonar sus domicilios. Es el caso de, por ejemplo, Can
Yaman11.
Que no aparezca en las noticias como algo
deleznable es por el convencionalismo social instaurado por el matriarcado
feminista. Y si no te remueve la conciencia, entonces, lo mismo no eres tan
feminista como quisieras ser.
¿Qué nos queda por hacer?
Todo lo que falta para llegar a la
igualdad se resume en dos palabras: educación y ejemplo.
Educación como la que me dieron a mí mis
padres y maestros, donde hombres y mujeres son tratados con igualdad. Y
educación como la que doy a mi hijo, potenciando el feminismo bien entendido.
Ejemplo siendo consecuentes con nuestros
actos. Practicando el feminismo en todos y cada uno de los actos de nuestra
vida. No por obligación, por moda o por imposición gubernamental, sino,
simplemente, porque creemos en el mismo.
No podemos defender el feminismo de
boquilla y, luego, lanzar frases
desafortunadas al respecto y excusarnos
en una conversación privada (sí, me refiero al azotarla hasta sangrar de Pablo
Iglesias a Mariló Montero12).
Espero que todos estos funestos ejemplos
de determinadas actitudes sociopolíticas e informativas, carentes de fundamento
científico real y de corte limitante, se olviden poco a poco para enfocar los
problemas del feminismo, que son muchos, en los problemas reales a combatir.
También deseo con estas breves líneas haber removido alguna conciencia y que la lucha por la igualdad tome un camino correcto a partir de ahora.
Sea cual sea el color del próximo gobierno salido de las urnas en este 2023, una de sus principales misiones debería ser legislar sobre violencia de género de una manera eficaz y que erradique, de una vez por todas, la lacra que sufrimos respecto al asesinato de mujeres a manos de sus parejas.
Una legislación alejada de partidismos y que se centre en lo importante, salvar vidas.
Feliz Día de la Mujer (por adelantado) de alguien que, hasta ahora, formaba parte de esa llamada mayoría silenciosa.
Fuentes documentales:
1. Montero
afirma que Ayuso es lo contrario al feminismo y equipara bipartidismo y
machismo. Niusdiario.es.
2. Número
de mujeres víctimas mortales por violencia de género en España de 2003 a 2022.
Statista.com.
3. Las
Denuncias Falsas en Casos de Violencia de Género: ¿Mito o Realidad? Francisco
Pérez Fernández y Beatriz Bernabé Cárdaba Universidad Camilo José Cela, España.
4. Irene
Montero acusa a los jueces de “machismo” y de “incumplir” la ‘ley del solo sí
es sí’ por rebajar penas. Elpais.es.
5. No
todos los hombres. Eldiario.es
6. Pablo
Motos responde a la última campaña de Igualdad que utiliza una frase suya:
"El Ministerio miente". 20minutos.es
7. Pablo
Iglesias, muy duro contra Pablo Motos: "Él encarna al hombre cuya pequeñez
moral e intelectual no le impide alcanzar el éxito". 20minutos.es
8. Echenique
y Pérez-Reverte vuelven a chocar en Twitter a cuenta de la presencia femenina
en la RAE. Diariodesevilla.es
9. Malestar
en la Guardia Civil por el empeño del Gobierno para favorecer a la mujer con
una rebaja de la nota. Elmundo.es.
10. William
Levy iba a una entrevista y acabó en un "desparrame" con Mercedes
Milá, 400 fans alocadas y 40 grados de temperatura. 20minutos.es
11. Can Yaman abandona Roma sobrepasado por las
fans: “Os quiero pero también me quiero a mí”. Telecinco.es
12. Mariló
Montero denuncia a Pablo Iglesias por su "la azotaría hasta que
sangrase". Libertaddigital.com
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