domingo, 19 de marzo de 2023

Las bacanales romanas eran unas fiestas desenfrenadas


Según podemos leer en la RAE la definición de bacanal es la siguiente:

(Del lat. bacchanāle).
1.     adj. Dicho de ciertas fiestas de la Antigüedad: Celebradas en honor del dios Baco.
2.     adj. desus. Perteneciente o relativo al dios Baco.
3.     f. Orgía con mucho desorden y tumulto.

La definición creo que se queda corta para lo que la conciencia colectiva europea entiende por bacanal. A saber, una fiesta concurrida en donde el sexo, la lujuria y la depravación más desenfrenada se daban cita para disfrute de los romanos más pudientes.

Pero esta imagen es totalmente falsa y creada desde la Antigüedad con un fin muy concreto. ¿Os apetece conocer un poco más sobre las verdaderas bacanales romanas?


Muchos piensan que los romanos fueron tolerantes con las religiones extranjeras hasta tiempos del cristianismo. La idea general es que los romanos asimilaban las religiones de otros pueblos que conquistaban, añadiendo a su panteón nuevas deidades o equiparándolas con las suyas propias. Sin duda, el sincretismo creado con los dioses griegos es el mejor ejemplo de lo que estamos indicando.

Ahora bien, todo cambió con el cristianismo y su adoración a un único Dios, pues en el mundo romano el politeísmo era la norma y no adorar a los gobernantes como dioses era un crimen de Estado. Los cristianos fueron perseguidos por rechazar los cultos a los gobernantes romanos y ejemplos de mártires cristianos tenemos en todos los lugares.

Pero el cristianismo también era perseguido por otras razones. Y una de las más poderosas era que los fieles podían comunicarse directamente con la deidad, algo que atentaba contra los cimientos sociales romanos, cuya comunicación debía realizarse a través de pontífices que llevaban a cabo los sacrificios reglamentarios. Es decir, las religiones mistéricas, aquellas que se centraban en la vida tras la muerte y que obviaban la necesidad de intermediarios a la hora de comunicarse con los dioses provocaban un serio perjuicio moral (y económico) a la sociedad romana en general y a los pontífices en particular.

Y antes de la persecución a los cristianos hubo otra gran persecución a los fieles de una religión mistérica, la báquica.

Las bacanales no eran otra cosa que los ritos de una religión dedicada a rendir culto a Dioniso-Baco. Esta religión comparte con la posterior cristiana la creencia de una vida mejor tras la muerte siempre que se realicen unos ritos de redención en la vida mortal. Estos ritos o misterios (de ahí la denominación de mistéricas) eran practicados en absoluto secreto y no se comunicaban a personas ajenas al culto, razón por la cual desconocemos muchos pormenores de los ritos báquicos.

Este misterio respecto al culto también es una característica que compartieron con los posteriores cristianos perseguidos desde tiempos de Nerón, pues como bien sabemos por la experiencia histórica, lo desconocido aviva la imaginación y termina juzgando como perjudicial a lo foráneo.

La religión romana se basaba en la vida terrenal. Era una relación mercantil donde los romanos, a través de sacrificios, intentaban ganarse el favor de los dioses para lograr cosas concretas. El concepto de Más Allá romano no debía ser muy placentero, razón por la cual buscaban vivir en esta vida lo mejor posible. Si nos fijamos en el legado griego, sólo los héroes y más virtuosos eran enviados a los Campos Elíseos, lugar donde pasar una existencia feliz. Para la mayoría de los mortales el mejor lugar donde pasar la eternidad eran los Campos de Asfódelos, un lugar fantasmal donde las almas realizaban tareas cotidianas monótonas y se llevaba un nivel de vida bastante precario. En un nivel inferior del inframundo estaba el Tártaro, una auténtica mazmorra de sufrimiento eterno para las peores almas. Además de este concepto proveniente de Grecia, las diferentes corrientes filosóficas añadieron su particular visión. Así, tanto los epicúreos como los estoicos  afirmaban, directamente, en la inexistencia del más allá.

Con este panorama y en tiempos de crisis sociales profundas, no resulta extraño que la mayoría de los mortales acogieran con agrado religiones mistéricas que alimentaban la esperanza de una vida mejor en el Más Allá realizando una serie de ritos o misterios (sacramentos se llaman en el cristianismo).

El culto al dios Dionisio-Baco (de ahí proviene el nombre de religión báquica) tenía una larga tradición histórica. Los primeros ejemplos de culto a este dios lo encontramos ya en Micenas (siglo XIII a.C.) y su popularidad la confirmamos cuando encontramos hasta cinco versiones mitológicas diferentes sobre su origen.

Un aspecto curioso de este dios es que fue asesinado, descuartizado y resucitado, lo que le relaciona con dioses de otras religiones, como el Osiris egipcio.

Respecto al culto báquico nos vamos a quedar con la leyenda que cuenta como, tras morir la madre de Dionisios (Sémele, hija del rey de Tebas) estando embarazada, Zeus, su padre, gestó al bebé prematuro en su propio muslo. Cuando nació, por segunda vez, el dios Zeus se lo entregó a las hermanas de Sémele, que lo cuidaron y lo protegieron de la envidiosa esposa de Zeus, Hera. Para ello lo ocultaron en un cofre de madera, lo cubrieron con pieles de ciervo coronadas de racimos de vid y danzaron y tocaron tambores y címbalos para ocultar sus llantos y protegerlo de la ira de Hera.

En este origen mitológico ya tenemos los aspectos esenciales del culto al Dios Baco: la presencia de vino y los bailes con música. En efecto, las bacantes, las mujeres iniciadas en el culto a Baco, realizaban unas particulares danzas extáticas ataviadas con pieles de ciervo y coronas de hojas de parra, portando varas entrelazadas de hiedra y haciendo sonar flautas, címbalos y panderos. Los movimientos erráticos, las contorsiones realizadas y la originalidad del baile, a la que se llegaba ayudadas de la ingesta del inhibidor vino, hicieron que a estas mujeres se las denominara también con el término ménades, relativo a la locura.

Gracias a este particular baile, las iniciadas entraban en un estado de éxtasis que las liberaba y las ponía en contacto con la divinidad. En una comparación anacrónica, podríamos equiparar estos bailes a los realizados actualmente por los mevlevíes o derviches de Turquía.

Hasta ahora nada equipara al culto báquico con el significado que damos actualmente a la palabra bacanal. Al igual que sorprende que los rituales báquicos de danzas, sólo realizados por mujeres, se les denominara como orgía, otro término con una connotación sexual en la actualidad.

El cambio se produjo a finales del siglo III a.C., cuando una Roma inmersa en la Segunda Guerra Púnica estaba al borde del colapso por las incesantes victorias de Aníbal. El número de personas que demandaban integrarse en esta religión aumentó de manera muy significativa y una sacerdotisa de Baco llamada Pácula Annia decidió cambiar algunas normas para realizar el ingreso. Los rituales iniciáticos pasaron a realizarse todas las semanas (cuando anteriormente apenas se realizaban tres días al año) y se levantó la prohibición para aceptar a los hombres.

Tal fue la masa de personas que se iniciaron en el culto al dios Dionisio-Baco que el asunto se convirtió en un problema social y estatal, pues muchos de estos fieles dejaron a un lado la religión tradicional. El Senado romano vio un problema importante en que su pueblo dejara de acudir a los sacerdotes tradicionales, auténticos y únicos mediadores con las divinidades. No sólo estaba en juego la tradición social romana, sino uno de los fundamentos importantes de control social a través de la religión y un no menos fundamental motor económico del gremio sacerdotal.

Decididos a atajar el problema, en el año 186 a. C., el cónsul Espurio Postumio Albino, junto con su colega en el cargo, iniciaron una investigación que terminaría en la represión general del culto.

Para ello comenzaron a recopilar pruebas sobre los supuestos atentados que se cometían en las orgías y bacanales. Una aportación fundamental fue la de una iniciada arrepentida llamada Híspala Fecenia, que junto a su amante Publio Ebucio, relataron toda clase de desenfrenos depravados. Su testimonio fue tomado por cierto, aunque hoy en día los historiadores dudan mucho de ello debido a la suculenta cantidad de 100.000 ases que recibiría esta prostituta por su declaración acusatoria. Igualmente, el hecho que fueran las propias madres las que llevaran a sus hijos a estos ritos hace dudar de que allí se produjeran actos depravados.

Tito Livio dejó recogidas las principales acusaciones que se vertieron contra los seguidores del dios Dionisio-Baco:

Al rito religioso se añadieron los placeres del vino y los banquetes para atraer a mayor número de adeptos. Después de que el vino hubiese inflamado los ánimos y de que la noche y la promiscuidad de sexos y edades, tierna y adulta, hubiesen eliminado todo límite de pudor, comenzaron a cometerse toda clase de depravaciones, pues cada uno tenía a su alcance la satisfacción del deseo al que era más proclive por naturaleza. Y no se trataba de un solo tipo de maldad, como la violación indiscriminada de hombres y de mujeres, sino que de la misma fragua salían falsos testigos, falsos sellos de testamentos y delaciones: allí mismo se producían envenenamientos y muertes a escondidas, de manera que a veces ni siquiera se encontraban los cadáveres para darles sepultura. […] Esta violencia quedaba tapada por el hecho de que, debido a los chillidos y el estrépito de los tímpanos y címbalos, no se podía oír ni una sola voz de los que pedían auxilio en medio de las violaciones y las muertes. […] Desde que los ritos eran promiscuos y se mezclaban hombres y mujeres y se había añadido la permisividad de la noche, no había delito ni inmoralidad que no se hubiera perpetrado allí; eran más numerosas las prácticas vergonzosas entre hombres que entre hombres y mujeres. Los que se mostraban más reacios a someterse al ultraje o más remisos para las malas acciones, eran inmolados como víctimas”. (Tito Livio, Desde la fundación de la ciudad XXXIX,8, 5-8; 13, 10-11).

Bacanal ante una estatua de Pan de Nicolas Poussin. 1631-33. National Gallery de Londres.

En base a las acusaciones el Senado romano suprimió por decreto los cultos báquicos. Este Senatus consultum de bacchanalibus se ha conservado gracias a que en la ciudad de Tirioli se traspasó a una placa de bronce para exhibirlo en el foro. Hoy este documento, conocido como Epistula consulum ad teuranos de bacchanalibus (carta de los cónsules a los teuranos sobre las bacanales) se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena.

La persecución fue brutal y muy eficaz, pues se conminaba a los propios ciudadanos a denunciar a sus vecinos. Como podemos imaginar, las falsas acusaciones debieron solucionar viejas rencillas comunales y el miedo a ser acusado hacía que todos se convirtieran en delatores para salvar el pellejo.

La pena a todos aquellos que habían participado en alguna bacanal fue la muerte, seguramente por estrangulamiento. Se comenta que se detuvieron a unas 7.000 personas, siendo ajusticiadas la gran mayoría. Sólo se salvaron aquellos que pudieron demostrar que no habían participado en ninguna orgía.

El culto se siguió practicando posteriormente, pero despojado de todas las características que habían logrado aumentar exponencialmente su influencia. Entre las medidas principales estuvo volver a prohibir el ingreso de hombres o las reuniones de más de cinco personas.

Y fue el engaño perpetrado por las élites romanas, justificando la erradicación de las bacanales con conductas sexuales desenfrenadas, lo que permitió la aceptación del pueblo romano de entonces y lo que originó el significado que empleamos actualmente a palabras como bacanal u orgía.

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