domingo, 3 de agosto de 2025

Leyendas urbanas (VI): Chemtrails

 

Una de las leyendas urbanas más extendidas en la actualidad es la que se refiere a los Chemtrails, palabra inglesa que podemos traducir por estala química.

 

Según varias personas que difunden su particular paranoia por Internet, las estelas dejadas por los aviones y que vemos en los cielos no son otra cosa que la fumigación con productos químicos para producir un efecto determinado. En la red encontraréis que con ello se controla el clima, la natalidad o que provocan enfermedades. La variedad de conspiraciones secretas es realmente sorprendente. Lo que nos debería hacer dudar de su veracidad, creo yo.

 


A continuación, os voy a explicar un poco más sobre los Chemtrails y su sencilla explicación. Así como la existencia de este tipo de mitos mucho antes que los aviones volaran por el cielo. ¿Os interesa?

 

¿Qué nos dice esta leyenda urbana?

 

Según podemos leer en Wikipedia “La teoría conspirativa de las estelas químicas también llamadas quimioestelas (chemtrails en inglés) plantea la creencia errónea​ de que las estelas de condensación de larga duración dejadas por los aviones a gran altura son en realidad «estelas químicas» que consisten en agentes químicos o biológicos​ rociados por los aviones con fines nefastos no revelados al público en general.

 

Los creyentes en esta teoría conspirativa dicen que si bien las estelas de vapor normales se disipan relativamente rápido, las estelas que permanecen más tiempo deben contener sustancias adicionales.​ Quienes se suscriben a la teoría especulan que el propósito de la liberación química podría ser el manejo de la radiación solar, modificación del clima, manipulación psicológica, control de la población humana o una guerra biológica o química, y que las estelas causan enfermedades respiratorias y otros problemas de salud”.

 

Una segunda parte de esta leyenda urbana nos advierte que estas peligrosas sustancias químicas terminan cayendo al suelo, apareciendo como filamentos largos y pegajosos que fluctúan en el aire. Son similares a unas telarañas y, en ocasiones, incluso pequeñas arañas las acompañan.

 

Ahora bien, para aquellos apasionados de lo ignoto, aquellos filamentos no crean la trama de una telaraña, pero tiene una consistencia sedosa, por lo que deben ser algún tipo de compuesto artificial. Un polímero sintético creado para nuestra destrucción.

 

¿De dónde surgió esta leyenda urbana?

 

Aunque cueste creerlo, el mito de las perversas fumigaciones podemos rastrearlo en los años ochenta del siglo pasado. En aquella ocasión, debido a una prolongada sequía, corrió el rumor sobre la existencia de algunos lobbies interesados en que en el cielo siempre brillara el sol. Y la manera que había tenido para conseguirlo había sido modificar el clima rociando unos compuestos químicos capaces de disolver las nubes.

 

Toda leyenda urbana tiene un sustrato real

 

En 1996, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) publicó un informe titulado El clima como multiplicador de fuerza: adueñándose del clima en 2025. En el mismo se teorizaba sobre un futuro sistema estratégico de modificación del clima con el propósito de mantener el dominio militar. Pero sólo era eso. Una hipótesis de trabajo imposible de llevar a la práctica en aquel momento. No obstante, muchas personas conspiranoicas creyeron que aquello era realidad y difundieron con fuerza el bulo sobre que el gobierno rocía a la población agentes químicos.

 

El asunto caló entre un amplio público debido a que el gobierno estadounidense no era la primera vez que ocultaba algún asunto militar, como todo lo relacionado con las pruebas nucleares en suelo estadounidense.

 

Ahora bien, en la actualidad, más de 50 países llevan a cabo actividades sobre modificación artificial del tiempo. Ahora bien, sus intenciones no son destruir a la humanidad, sino crear sistemas que permitan combatir el cambio climático y seguir manteniendo un planeta habitable para la vida humana. Sus resultados, lamentablemente, no son aún muy decisivos: incrementar modestamente la precipitación (10-20%), reducir el tamaño del granizo y los daños ocasionados y dispersar la niebla localmente.

 

Por otro lado, las estelas que dejan los aviones en el cielo es algo real y visible por todos. Pero su explicación no tiene ningún misterio para alguien con unos mínimos conocimientos técnicos sobre el asunto.

 

Las estelas de condensación son nubes en forma de línea, compuestas de partículas de hielo, que son visibles detrás de los motores de los aviones a reacción, y que se forman generalmente a altitudes de crucero en la atmósfera superior. Las estelas han sido un efecto normal de la aviación a reacción desde sus primeros días. Dependiendo de la temperatura y la cantidad de humedad en el aire estas estelas se evaporan rápidamente (si la humedad es baja) o persisten y crecen, en caso contrario, si la humedad ambiente es más acusada. De hecho, el escape del motor a reacción de los aviones proporciona solo una pequeña porción del agua que forma hielo en el caso de las estelas persistentes, que están compuestas principalmente por el agua presente de forma natural en la atmósfera a lo largo de la trayectoria de vuelo del avión.

 

Para que se forme una estela, deben darse las condiciones adecuadas inmediatamente detrás de un motor a reacción. Se formará una estela de vapor si, a medida que los gases de escape se enfrían y mezclan con el aire circundante, la humedad aumenta o la temperatura disminuyen lo suficiente para que se produzca condensación de agua líquida. El nivel de humedad alcanzado depende de la cantidad de agua y la temperatura tanto en el aire circundante como inmediatamente detrás del escape. Si se produce suficiente humedad en la columna de escape, el agua se condensa en las partículas para formar gotas de líquido. A medida que el aire de salida se enfría debido a la mezcla con el aire frío local, las gotas recién formadas se congelan rápidamente y forman partículas de hielo que forman una estela.

 

Por otra parte, la explicación a los filamentos pegajosos que aparecen en la atmósfera también resulta sencilla. Si parece un pato y suena como un pato es muy posible que sea un pato. Por tanto, si esos filamentos parecen telarañas y se acompañan, en ocasiones, de arañas, es plausible pensar que sean eso, telarañas.

 

En efecto, se trata de simples filamentos emitidos por arañas, las cuales utilizan este sistema para transportarse por el aire. Es un fenómeno conocido denominado ballooning (globo aerostático) y que los arácnidos utilizan tanto para expandir sus territorios de caza como para escapar de depredadores.

 

Toda leyenda urbana tiene su teoría de la conspiración

 

Esta leyenda urbana, tal como he explicado anteriormente, hunde sus raíces en todas aquellas ideas conspirativas por la cual un organismo o un gobierno oculta información a su población. Esto, que de por sí es lógico en ámbitos militares o de seguridad nacional, se convierte en la raíz misma de la conspiración, pues las intenciones se ocultan por la maldad de las mismas y las consecuencias nefastas que tiene para el conjunto de la sociedad.

 

Toda leyenda urbana se centra en algún miedo irracional

 

De nuevo estamos ante un miedo muy común, el de la existencia de una organización en la sombra capaz de crear desgracias a una gran parte de la población utilizando para ello algún tipo de tecnología oculta y muy avanzada. No es extraño que en los foros sobre Chemtrails terminen apareciendo los OVNIS, pues las estelas y sus filamentos bien podrían ser restos de este tipo de naves de fabricación ex terráquea.

 

A ello se suma la aparición de fenómenos meteorológicos inusuales (prolongadas sequía o lluvias torrenciales) para cuya explicación muchas personas prefieren acudir a una explicación irracional conspiranoica antes que asumir que vivimos en un caos incontrolable.

 

El ser humano necesita percibir que su vida se rige por ciertas normas controlables y, mentalmente, resulta mucho más placentero pensar en una organización secreta dirigiendo el mundo, aunque sus intenciones sean malvadas, que asumir que en este mundo “nadie va en el volante”.

 

¿Existen precedentes de esta leyenda urbana en la antigüedad?

 

En las fuentes antiguas podemos encontrar múltiples referencias sobre las telarañas voladoras.

 

En la obra Problemas, atribuida a Aristóteles, se comenta la existencia de telarañas en el aire presentes tras un buen aguacero. Algo sobre lo que insistió el discípulo de Aristóteles, Teofrasto en el tratado Sobre los signos meteorológicos: la presencia de muchas telarañas transportadas por el aire anunciaría viento o borrascas.

 

Ante un fenómeno natural inexplicable, los antiguos imaginaban algún tipo de explicación sobrenatural que les permitía asimilarlo mentalmente. Un ejemplo lo tenemos en el relato del filósofo Porfirio sobe un pueblo del norte de Italia que bien podrían haber sido los etruscos. Según Porfirio, los etruscos se solían encontrar con apariciones durante la noche que ardían, mientras que por el día se manifestaban como “ciertos cuerpos quemados, sutiles y evanescentes, similares a telarañas”.

 

Es plausible pensar que Porfirio se refiriera a los filamentos de las telarañas. Y que ardieran con la noche está relacionado con la electricidad estática presente ante la proximidad de un temporal. Los etruscos interpretaban tales fenómenos como el residuo dejado tras de sí por algún tipo de demonio. Una explicación que entronca perfectamente con los residuos dejados desde los aviones por organizaciones malévolas y/o demoniacas, al fin y al cabo.

 

No es la única explicación sobrenatural que se dio a este fenómeno. En el medievo, a las telarañas que fluctuaban por los aires se las denominaba, en muchas partes de Europa, hilos de María o cabellos de la Virgen.

 

Conclusión

 

Tras analizar pormenorizadamente esta leyenda urbana podemos concluir que estamos ante la típica explicación paranormal y conspirativa a un suceso natural bien conocido por los expertos.

 

Siento despertaros de vuestra ilusión. Nadie está rociando veneno desde los aviones con fines malvados.

 

 

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