Una de las leyendas urbanas más extendidas
en la actualidad es la que se refiere a los Chemtrails, palabra inglesa que
podemos traducir por estala química.
Según varias personas que difunden su
particular paranoia por Internet, las estelas dejadas por los aviones y que
vemos en los cielos no son otra cosa que la fumigación con productos químicos
para producir un efecto determinado. En la red encontraréis que con ello se
controla el clima, la natalidad o que provocan enfermedades. La variedad de
conspiraciones secretas es realmente sorprendente. Lo que nos debería hacer
dudar de su veracidad, creo yo.
A continuación, os voy a explicar un poco
más sobre los Chemtrails y su sencilla explicación. Así como la existencia de
este tipo de mitos mucho antes que los aviones volaran por el cielo. ¿Os
interesa?
¿Qué nos dice esta leyenda urbana?
Según podemos leer en Wikipedia “La
teoría conspirativa de las estelas químicas también llamadas quimioestelas
(chemtrails en inglés) plantea la creencia errónea de que las estelas
de condensación de larga duración dejadas por los aviones a gran altura son en
realidad «estelas químicas» que consisten en agentes químicos o biológicos
rociados por los aviones con fines nefastos no revelados al público en general.
Los creyentes en esta teoría
conspirativa dicen que si bien las estelas de vapor normales se disipan
relativamente rápido, las estelas que permanecen más tiempo deben contener
sustancias adicionales. Quienes se suscriben a la teoría especulan que el
propósito de la liberación química podría ser el manejo de la radiación solar,
modificación del clima, manipulación psicológica, control de la población
humana o una guerra biológica o química, y que las estelas causan enfermedades
respiratorias y otros problemas de salud”.
Una segunda parte de esta leyenda urbana
nos advierte que estas peligrosas sustancias químicas terminan cayendo al
suelo, apareciendo como filamentos largos y pegajosos que fluctúan en el aire.
Son similares a unas telarañas y, en ocasiones, incluso pequeñas arañas las
acompañan.
Ahora bien, para aquellos apasionados de
lo ignoto, aquellos filamentos no crean la trama de una telaraña, pero tiene
una consistencia sedosa, por lo que deben ser algún tipo de compuesto
artificial. Un polímero sintético creado para nuestra destrucción.
¿De dónde surgió esta leyenda urbana?
Aunque cueste creerlo, el mito de las
perversas fumigaciones podemos rastrearlo en los años ochenta del siglo pasado.
En aquella ocasión, debido a una prolongada sequía, corrió el rumor sobre la
existencia de algunos lobbies interesados en que en el cielo siempre brillara
el sol. Y la manera que había tenido para conseguirlo había sido modificar el
clima rociando unos compuestos químicos capaces de disolver las nubes.
Toda leyenda urbana tiene un sustrato
real
En 1996, la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos (USAF) publicó un informe titulado El clima como multiplicador de
fuerza: adueñándose del clima en 2025. En el mismo se teorizaba sobre un
futuro sistema estratégico de modificación del clima con el propósito de
mantener el dominio militar. Pero sólo era eso. Una hipótesis de trabajo
imposible de llevar a la práctica en aquel momento. No obstante, muchas
personas conspiranoicas creyeron que aquello era realidad y difundieron con
fuerza el bulo sobre que el gobierno rocía a la población agentes químicos.
El asunto caló entre un amplio público
debido a que el gobierno estadounidense no era la primera vez que ocultaba
algún asunto militar, como todo lo relacionado con las pruebas nucleares en
suelo estadounidense.
Ahora bien, en la actualidad, más de 50
países llevan a cabo actividades sobre modificación artificial del tiempo.
Ahora bien, sus intenciones no son destruir a la humanidad, sino crear sistemas
que permitan combatir el cambio climático y seguir manteniendo un planeta
habitable para la vida humana. Sus resultados, lamentablemente, no son aún muy
decisivos: incrementar modestamente la precipitación (10-20%), reducir el
tamaño del granizo y los daños ocasionados y dispersar la niebla localmente.
Por otro lado, las estelas que
dejan los aviones en el cielo es algo real y visible por todos. Pero su explicación
no tiene ningún misterio para alguien con unos mínimos conocimientos técnicos
sobre el asunto.
Las estelas de condensación son nubes en
forma de línea, compuestas de partículas de hielo, que son visibles detrás de
los motores de los aviones a reacción, y que se forman generalmente a altitudes
de crucero en la atmósfera superior. Las estelas han sido un efecto normal de
la aviación a reacción desde sus primeros días. Dependiendo de la temperatura y
la cantidad de humedad en el aire estas estelas se evaporan rápidamente (si la
humedad es baja) o persisten y crecen, en caso contrario, si la humedad
ambiente es más acusada. De hecho, el escape del motor a reacción de los
aviones proporciona solo una pequeña porción del agua que forma hielo en el
caso de las estelas persistentes, que están compuestas principalmente por el
agua presente de forma natural en la atmósfera a lo largo de la trayectoria de
vuelo del avión.
Para que se forme una estela, deben darse
las condiciones adecuadas inmediatamente detrás de un motor a reacción. Se
formará una estela de vapor si, a medida que los gases de escape se enfrían y
mezclan con el aire circundante, la humedad aumenta o la temperatura disminuyen
lo suficiente para que se produzca condensación de agua líquida. El nivel de
humedad alcanzado depende de la cantidad de agua y la temperatura tanto en el
aire circundante como inmediatamente detrás del escape. Si se produce
suficiente humedad en la columna de escape, el agua se condensa en las
partículas para formar gotas de líquido. A medida que el aire de salida se
enfría debido a la mezcla con el aire frío local, las gotas recién formadas se
congelan rápidamente y forman partículas de hielo que forman una estela.
Por otra parte, la explicación a los
filamentos pegajosos que aparecen en la atmósfera también resulta sencilla.
Si parece un pato y suena como un pato es muy posible que sea un pato. Por
tanto, si esos filamentos parecen telarañas y se acompañan, en ocasiones, de
arañas, es plausible pensar que sean eso, telarañas.
En efecto, se trata de simples filamentos
emitidos por arañas, las cuales utilizan este sistema para transportarse por el
aire. Es un fenómeno conocido denominado ballooning (globo aerostático)
y que los arácnidos utilizan tanto para expandir sus territorios de caza como
para escapar de depredadores.
Toda leyenda urbana tiene su teoría
de la conspiración
Esta leyenda urbana, tal como he explicado
anteriormente, hunde sus raíces en todas aquellas ideas conspirativas por la
cual un organismo o un gobierno oculta información a su población. Esto, que de
por sí es lógico en ámbitos militares o de seguridad nacional, se convierte en
la raíz misma de la conspiración, pues las intenciones se ocultan por la maldad
de las mismas y las consecuencias nefastas que tiene para el conjunto de la
sociedad.
Toda leyenda urbana se centra en
algún miedo irracional
De nuevo estamos ante un miedo muy común,
el de la existencia de una organización en la sombra capaz de crear desgracias
a una gran parte de la población utilizando para ello algún tipo de tecnología
oculta y muy avanzada. No es extraño que en los foros sobre Chemtrails terminen
apareciendo los OVNIS, pues las estelas y sus filamentos bien podrían ser
restos de este tipo de naves de fabricación ex terráquea.
A ello se suma la aparición de fenómenos
meteorológicos inusuales (prolongadas sequía o lluvias torrenciales) para cuya
explicación muchas personas prefieren acudir a una explicación irracional
conspiranoica antes que asumir que vivimos en un caos incontrolable.
El ser humano necesita percibir que su
vida se rige por ciertas normas controlables y, mentalmente, resulta mucho más
placentero pensar en una organización secreta dirigiendo el mundo, aunque sus
intenciones sean malvadas, que asumir que en este mundo “nadie va en el
volante”.
¿Existen precedentes de esta leyenda
urbana en la antigüedad?
En las fuentes antiguas podemos encontrar
múltiples referencias sobre las telarañas voladoras.
En la obra Problemas, atribuida a
Aristóteles, se comenta la existencia de telarañas en el aire presentes tras un
buen aguacero. Algo sobre lo que insistió el discípulo de Aristóteles,
Teofrasto en el tratado Sobre los signos meteorológicos: la presencia de
muchas telarañas transportadas por el aire anunciaría viento o borrascas.
Ante un fenómeno natural inexplicable, los
antiguos imaginaban algún tipo de explicación sobrenatural que les permitía
asimilarlo mentalmente. Un ejemplo lo tenemos en el relato del filósofo
Porfirio sobe un pueblo del norte de Italia que bien podrían haber sido los
etruscos. Según Porfirio, los etruscos se solían encontrar con apariciones
durante la noche que ardían, mientras que por el día se manifestaban como “ciertos
cuerpos quemados, sutiles y evanescentes, similares a telarañas”.
Es plausible pensar que Porfirio se
refiriera a los filamentos de las telarañas. Y que ardieran con la noche está
relacionado con la electricidad estática presente ante la proximidad de un
temporal. Los etruscos interpretaban tales fenómenos como el residuo dejado
tras de sí por algún tipo de demonio. Una explicación que entronca
perfectamente con los residuos dejados desde los aviones por organizaciones
malévolas y/o demoniacas, al fin y al cabo.
No es la única explicación sobrenatural
que se dio a este fenómeno. En el medievo, a las telarañas que fluctuaban por
los aires se las denominaba, en muchas partes de Europa, hilos de María o
cabellos de la Virgen.
Conclusión
Tras analizar pormenorizadamente esta leyenda
urbana podemos concluir que estamos ante la típica explicación paranormal y
conspirativa a un suceso natural bien conocido por los expertos.
Siento despertaros de vuestra ilusión.
Nadie está rociando veneno desde los aviones con fines malvados.
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