Seguro que muchos conocéis la expresión popular pasar
una noche toledana. La mayor parte de las personas la utilizan para
referirse a una mala noche donde apenas hemos podido descansar.
Por la red circulan numerosas leyendas asociadas al
origen de esta expresión, siendo una de las más difundidas la anécdota de la Jornada
del Foso acaecida en Toledo en el año 797. ¿Os gustaría conocer el verdadero
origen de esta expresión?
La asociación de pasar una noche toledana con este
episodio ocurrido durante el emirato de Al-Hakam I en Al-Ándalus sólo tiene
como protagonistas a la ciudad y a la leyenda que rodea la Jornada
del Foso. Según cuenta la Historia o Descripción de la Imperial Ciudad
de Toledo de Pedro Alcocer, impresa en 1554, el emir ideó, a través de su
agente Amrús, nombrado gobernador de la ciudad, un plan para deshacerse de la
nobleza levantisca toledana.
Con el engaño de invitar a los personajes más notables
a la celebración por el nombramiento del gobernador, los conducía, de manera
individual, hacia un foso donde los verdugos acababan con ellos. Como los
nobles entraban por una puerta y salían por otra, el engaño no se descubrió
hasta que murieron muchos de ellos. Para terminar de adornar la historia otras
leyendas cuentan que Amrús actuaba como venganza ante la muerte de su hijo por
los toledanos.
La veracidad de este relato se ha puesto en duda por
algunos expertos, como el filólogo Álvaro Galmés de Fuentes, indicando que
podría tratarse de una tradición literaria del Próximo Oriente, pues tenemos
relatos similares en Persia y, más adelante, en el Reino de Granada con el
famoso episodio de los Abencerrajes.
Sea como fuera, tal suceso no parece corresponder con
el significado de la expresión actual, lo que nos debe llevar a buscar otro
origen a la misma y desechar todas las referencias que intentaron enlazar la
expresión con este suceso. El origen de este intento fue el romántico siglo
XIX, con Eugenio de Olavaria y Huarte como primer impulsor de tal relación en
su obra Tradiciones de Toledo de 1880.
Para rastrear el origen debemos retroceder un poco más
en la historia y centrar nuestra atención en una obra teatral de nuestro
gran Lope de Vega, la comedia titulada Noche toledana (1605). En
esta obra el argumento gira en torno a una posada y a un conjunto de personajes
que pretenden tener una noche apacible con sus amores pero que, al final,
terminan en un lío de confusiones.
La obra de Lope de Vega nos muestra que para
principios del siglo XVII ya existía, en la cultura popular, tanto la expresión
como el significado de pasar una mala noche sin dormir. No en vano, poco
después, en el año 1611, en la obra de Covarrubias y Orozco titulada Tesoro
de la lengua castellana o española, se define a la noche toledana como
aquella en la que “se pasa de claro en claro, sin poder dormir, porque los
mosquitos persiguen a los forasteros que no están prevenidos de remedios como
los demás”. Es decir, la expresión se equiparaba a pasar una mala noche sin
dormir, desvelado por alguna preocupación o molestia.
Con ser la definición más aceptada de la expresión,
otros autores propusieron diferentes teorías sobre su supuesto origen. Una de
las más citadas es la de Francisco del Rosal, autor del Origen de los
vocablos castellanos (1601), el cual indicaba que la expresión provenía
de una antigua costumbre llevada a cabo por las mujeres toledanas en la Noche
de San Juan. Al parecer, las mozas estaban atentas a las primeras palabras
que escuchaban esa noche pues pronosticaban cual sería su casamiento futuro.
En contra de este origen está la constancia de no
haberse expandido tal tradición con el tiempo ni que las mozas tuvieran que
pasar una mala noche esperando tales palabras.
Hoy en día asociamos una noche toledana a una mala
noche en la que, por diversas circunstancias, no podemos conciliar el sueño
correctamente. En el pasado puede que la expresión se asociara con los
mosquitos, pero hoy en día es más frecuente asociarla con las noches de calor
tropical.
Sea como fuera, lo que parece bastante claro es que la
expresión está muy alejada de la pretensión de los autores románticos de
asociarla con episodios legendarios del pasado, como la Jornada del Foso.
Porque una noche toledana es un fastidio, pero siempre tenemos la mañana
siguiente para contarlo.
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