Internet es un lugar maravilloso en el que poder
encontrar información de casi cualquier cosa. Gracias a su existencia he podido
consultar libros que de otra forma me hubiera sido imposible, trabajos y tesis
doctorales científicos, así como compartir con vosotros parte del conocimiento
que acumulé con el estudio y la práctica clínica diaria.
Ahora bien, también es lugar para la difusión de
diferentes mitos y falsedades que, por medio de la repetición, terminan por
parecer reales. Hoy voy a tratar sobre el crecimiento del ojo humano. ¿Os interesa conocer la verdad sobre este mito?
Circulan por Internet diversas páginas de noticias en
las que podemos ver cosas semejantes a esta: “El ojo humano nunca crece, en cambio la nariz y las orejas nunca paran
de crecer”. Ignoro como está el tema respecto a la nariz y las orejas pero
de ojos puedo hablar un poco.
Lo primero que debemos indicar es que es posible medir
la longitud del ojo por medio de la biometría
ultrasónica, la cual utiliza un rayo ultrasónico unidireccional que
atraviesa el globo ocular desde la cara anterior de la córnea hasta la retina.
Al ser una medida de no contacto resulta muy poco invasiva para el paciente y
muy sencilla de realizar.
En concreto, los optometristas suelen medir la longitud axial. Esta longitud se define
como la distancia que hay desde la parte anterior del ojo (córnea) hasta la parte
más posterior del mismo (retina).
En el momento del nacimiento,
esa longitud axial tiene una media de 16
mm (otros autores afirman que es de 17,5 mm). Y en los primeros 20 meses alcanza el 90% de su tamaño adulto1.
Podemos entender que, a simple vista, los ojos de un
bebé son unos auténticos ojazos. Parecen más grandes de lo que deberían y, tal
vez por ello, nos pueden llevar al error apreciaciones como la de que no crecen
nunca más. Es cierto que, en proporción con otros órganos, su crecimiento es
relativamente pequeño. Pero, crecer, crecen.
Ya hemos visto que el ojo adquiere, antes de los dos
años de edad, un tamaño bastante próximo al de la edad adulta. Es el momento en
el cual crece más rápido, llegando a incrementar su longitud axial hasta un
total de 4 mm. Luego, en los 3 o 4 años siguientes, el crecimiento se ralentiza
a una media de unos 0,4 mm por año2. A partir de los 7 años, el ojo
tiene un tamaño similar al que tendrá en la edad adulta, unos 23-24 mm3. No obstante, el ojo puede
seguir teniendo pequeños ajustes hasta la edad de 20 años (otros autores bajan
esta edad hasta los 15 años). Y diversos estudios más recientes indican que este valor puede aumentar hasta en adultos de 30 años4.
Por supuesto esto son las medias universales. Todos
los que han tenido niños y comienzan con las revisiones de altura y peso saben
que en esas medias son pocos los que se encuadran. Para disgusto de sus madres.
La
longitud axial de un adulto puede variar entre un mínimo de 20 mm y un máximo
de 30 mm, lo que supone unas fuertes diferencias de graduación.
Debemos tener en cuenta que por cada milímetro de longitud axial el sistema
visual genera 3 Dioptrías de graduación3.
La variación de
la longitud axial durante nuestros primeros años de vida está en estrecha relación con el cambio de curvatura (y por tanto
de potencia dióptrica) de la córnea y el
cristalino. De otro modo, al aumentar nuestra longitud axial el ojo se
volvería irremediablemente miope.
En el primer año de vida la córnea disminuye su curvatura
según aumenta la longitud axial. Luego, será el cristalino quién más
modificaciones realice para compensar el aumento de tamaño horizontal de
nuestros ojos. En el caso del cristalino, además de la variación de la
curvatura de sus caras se produce un cambio en el índice de refracción de esta
lente ocular. Igualmente se han observado cambios en la profundidad de la
cámara anterior (espacio interno del ojo, entre la córnea y el iris, relleno de
humor acuoso)
En
todo este proceso de crecimiento ocular, el cual tiende a la emetropización (es decir, a no tener
ninguna graduación), cualquier desajuste
puede provocar errores que supondrá la necesidad de utilizar gafas5.
Y en el caso de la miopía parece ser evidente que el
factor más influyente en la refracción final de una persona es la longitud axial6. Analizados diferentes ojos miopes encontraron que tanto
medidas corneales como de cámara anterior eran similares a los ojos de personas
sin miopía. No fue así con la longitud axial, la cual se comprobó que era
mayor.
Por tanto, debemos quedarnos con unas ideas claras:
-
El ojo si crece durante nuestra vida. En
lso primeros años de vida tiene un crecimiento bastante importante en
proporción, ralentizándose más tarde y
estabilizando su tamaño entre los 7 y los 20 años.
-
El crecimiento del ojo es un proceso
normal que tiende a la emetropización de todo el sistema, viéndose implicadas
diferentes estructuras oculares.
-
Desajustes en el crecimiento entre las
partes implicadas es lo que provoca la existencia de ametropías en la infancia.
Especialmente evidente parece ser la relación entre la miopía y la mayor
longitud axial.
Bibliografía consultada:
1. Lemke
BN, Lucarelli MJ: Anatomy of the ocular adnexa, orbit and related facial
structures. In Nesi FA, Lisman ED, LEvine MR (eds): Smith´s opthalmic plastic
and reconstructive surgery, St Louis, 1998, Mosby.
2. Gordon
RA, Donzis PB. Refractive development of human eye. Arch. Pohthalmol. 1985;
103: 785-789
3. Puell
Marin, Mª Cinta. Óptica Fisiológica. Universidad Complutense de Madrid. 2006.
4. Ulaganathan
S et al. Influence of seasons upon personal light exposure and longitudinal
axial length changes in young adults. Acta Ophthalmol. 2019 Mar;97(2): e256-e265.
doi: 10.1111/aos.13904. Epub 2018 Oct 4. Montes Micó, R. Optometría: principios
básicos y aplicación clínica. Elsevier, 2011.
5. Castiella
JC, Pastor JC. La refracción en el niño. McGraw Hill Interamericana, 1998.
6. Ortiz
Toquero et al. Relación de los parámetros biométricos en el ojo miope. Gaceta
Óptica, Nº 474, octubre 2012.
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