domingo, 10 de diciembre de 2023

Todas las religiones son iguales


Hoy toca reflexionar un poco sobre religión. Es cierto que este campo se escapa un poco de la ciencia histórica a la que os tengo acostumbrados, pero creo que es conveniente recapacitar un poco sobre una pregunta que tiene múltiples respuestas ¿Son todas las religiones iguales?


Evidentemente, cada religión es diferente. Cada una ha sido confeccionada en base a una realidad histórica diferente y tiene una interrelación cultural profunda e indisociable con la sociedad y la época en la que fue creada. Como indicó en una ocasión Tom Flynn, las religiones, como creaciones humanas, son todas diferentes porque son manifestaciones de culturas distintas.

Unas religiones han tenido notable éxito y han perdurado en el tiempo de manera importante. Es el caso, por ejemplo, de las grandes religiones monoteístas; creadas en la historia antigua y medieval, aún mantienen prácticamente intacto su mensaje inicial.


Un aspecto importante para la perduración de las religiones en el tiempo es su asociación con el poder terrenal. No es casualidad que la mayor expansión del cristianismo ocurriera cuando Constantino elevó esta religión a credo estatal. Y no es necesario indicar la especial idiosincrasia del judaísmo o de islám en la sociedad y política de sus fieles.

Y si nos fijamos en otras religiones antiguas podremos ver que existía una profunda simbiosis entre el poder de los reyes o gobernantes y el de los sacerdotes encargados de cuidar el culto religioso. Es más, tenemos casos donde el poder de los religiosos es de tal magnitud que el poder político tiene problemas para desembarazarse de él. Un caso paradigmático es el del faraón Akhenatón, que llegó a cambiar la deidad principal de Egipto con el objetivo de oponerse al poder acumulado por los sacerdotes del dios Amon.

Pero dejando a un lado las similitudes en cuanto a la relación terrenal de las distintas religiones, a mí me parece más importante destacar las similitudes existentes en su mensaje.

En todas las religiones existe una similitud bastante evidente: en todas se pretende lograr el favor de la deidad mediante sacrificios personales. En las religiones antiguas tenemos los ejemplos de los sacrificios rituales de animales entre los romanos o de los sacrificios humanos en las culturas precolombinas. Pero también podemos considerar sacrificios el seguir los preceptos ordenados por las diferentes religiones, como no comer pescado los viernes de cuaresma en el cristianismo o realizar cinco oraciones diarias en el islam. En el judaísmo, aún en la actualidad se mantiene en ciertos sectores el rito de los Kaparot, consistente en sacrificar un pollo en señal de expiación la víspera del Yom Kipur. Y en el budismo o el hinduismo existe el sacrificio Joma, un ritual en el que la acción principal es la realización de ofrendas en un fuego consagrado.

Otro de los aspectos más importantes en los que coinciden todas ellas es la intención de dar sentido a nuestra existencia. Explicar la razón por la que hemos sido creados, el objetivo de nuestra vida, y la existencia de un más allá, sea en la forma que sea, resulta común a todas las religiones existentes en el mundo. Cada una tiene su especial idiosincrasia y unas son más benévolas que otras, pero la existencia de una vida trascendente más allá de la terrenal es algo que las conecta y les da sentido. Ofrecen un consuelo espiritual a los creyentes, en muchos casos fundamental e insustituible.

El Dalai Lama, indicó en una ocasión que “todas las religiones tienen el mismo mensaje de amor, compasión y de perdón”. Es cierto. En todas podemos encontrar aspectos positivos y que son similares. Para demostrarlo voy a mostraros unos breves ejemplos obtenidos de los principales cultos existentes en el planeta.

Cristianismo: Todo lo que quisierais que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también por ellos porque ésta es la ley de los profetas (Mateo, 7:12).

Islam: Ninguno de vosotros es un creyente, hasta que desea para su hermano aquello que también quiere para sí mismo (Sunnah. Al Bujári 13, Muslim 45).

Judaísmo: Lo que es despreciable para ti, no lo practiques con tus iguales. Esta es la ley; todo el resto es comentario (Talmud, Shabbat, 31ª).

Budismo: No hieras a los otros pues no te agrada que te hieran (Udana-Varga, 5-18).

Confucianismo: Esta es la máxima de la bondad. No hagáis con los otros lo que no queréis que ellos hagan con vosotros (Analectas, 15, 23).

Taoísmo: Mira la ganancia de tu vecino como la tuya propia y su pérdida como tu pérdida (T`ai Shang Kan Ying P`ien).

Brahmanismo: Este es el compendio del deber: no hagáis nada a los otros que os causaría dolor si os lo hicieran a vosotros (Mahabharata, 5, 1517).

Zoroastrismo: Tu naturaleza es buena sólo cuando evita hacer a los otros todo lo que no es bueno para ti mismo (Dadistan-i-dinik, 94, 5).

De la misma manera que he podido recopilar las anteriores sentencias sobre el bien al prójimo, podemos encontrar también similitudes parecidas en cuanto a defender y difundir la fe entre el resto de personas. Cada cual puede destacar el aspecto que desee de las religiones, razón por la cual siempre existirá la excusa de utilizar la religión para cometer actos de violencia (la yihad islámica es un buen ejemplo), sin que esa lectura sea ni la correcta ni la única a considerar.

Por tanto, cada religión es diferente en muchos aspectos, pero en lo básico todas pretenden lo mismo: consolarnos en cuanto a nuestra existencia y difundir un mensaje de paz y amor en el que la convivencia entre nosotros sea mejor.

Si alguien obtiene otro tipo de mensajes leyendo los libros sagrados de cada religión, la culpa no la tiene la religión en sí misma, sino la escasa comprensión lectora o el interés por excusarse en la religión para satisfacer deseos mundanos más aborrecibles.

Hasta la próxima

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