Hoy nos acercamos a una de las ciudades más
sorprendentes de Castilla La Mancha. Y digo esto porque, en general, no se
trata de una de las ciudades de esta comunidad que más llamen la atención de
los turistas. Y, cómo vamos a poder comprobar en este pequeño repaso a sus
encantos, se trata de un error.
¿Os interesa descubrir todo lo que puede ofrecer
Cuenca?
¿Cómo llegar a Cuenca?
Visitar Cuenca desde Madrid resulta muy cómodo pues,
aunque supone recorrer casi 200 kilómetros, todo el trayecto se realiza por
autovía. Primero debemos tomar la A-3 dirección Valencia y luego desviarnos a
la A-40 cuando lleguemos a la altura de Tarancón. En unas dos horas llegaremos
a la ciudad sin grandes complicaciones.
¿Dónde aparcar gratis en Cuenca?
A la hora de aparcar tenemos dos zonas preferentes. Un
gran aparcamiento nos espera a la entrada de la ciudad, nada más cruzar el río
Júcar. Se encuentra junto al Parque de los Moralejos y es totalmente gratuito
(a partir de este punto comienza la zona azul). La única pega está en su
lejanía del centro histórico, algo a valorar dadas las numerosas cuestas que
subiremos hasta llegar a los monumentos principales.
La otra opción está en la zona del Parador de Cuenca,
un punto ideal desde el que descubrir Cuenca al estar situado muy cerca de las
famosas Casas Colgadas. Eso sí, aquí deberéis llegar pronto para encontrar
sitio en las escasas plazas. Una opción alternativa también puede ser la zona
del castillo, situada en el punto más alto de la ciudad, si bien llegar hasta
allí no me resulta muy cómodo.
¿Qué podemos ver en Cuenca?
Seguro que os voy a sorprender si os comienzo contando
que mi primera visita no fue a ningún monumento de la ciudad sino a un
yacimiento arqueológico situado a escasos 20 minutos en coche. Estaba valorando
visitar el Museo arqueológico de la ciudad o acercarme a estas ruinas. Teniendo
en cuenta que el yacimiento romano de La Noheda posee el mosaico
figurativo más grande de toda España la decisión fue clara.
Sobre este lugar tenéis un artículo específico en este
blog (aquí)
por lo que solamente os voy a dejar una foto para abriros boca de la
preciosidad de mosaicos que se conservan en este lugar.
La primera visita que hicimos en Cuenca fue el Museo
paleontológico de Castilla La Mancha, un lugar ideal para todos
aquellos a los que les apasionen los dinosaurios y, en especial, para todos los
que visiten Cuenca con niños.
Y digo esto porque los más pequeños se quedarán
totalmente obnubilados con las grandes maquetas que pueblan las salas de este
museo y el jardín anexo. Dinosaurios a tamaño real que nos hacen recordar lo
pequeños que somos como especie.
El museo tiene multitud de piezas recabadas en dos
importantes yacimientos paleontológicos: Las Hoyas (Cretácico Inferior de La
Cierva) y Lo Hueco (Cretácico Superior de Fuentes), exponiendo en vitrinas y a
través de imágenes y vídeos los dinosaurios que poblaron este lugar hace varios
millones de años.
Además de por el valor de las piezas representadas,
este museo nos ofrece la posibilidad de descubrir la línea temporal y las
especies que fueron poblando estas tierras según avanzaba el tiempo.
Recorreremos la sala del Paleozoico y sus fósiles de 500 millones de años, el
Mesozoico, la época del famoso Jurásico y Cretácico (fin de los dinosaurios),
el Cenozoico, el Mioceno, con los famosos tigres de dientes de sable y el
Pleistoceno, donde se ha representado una escena de caza neandertal.
De entre todos los dinosaurios que vamos a ver tiene
especial importancia el Concavenator, un cazador conquense
particularmente característico por su peculiar joroba.
Por último, destacar su jardín exterior, lleno de
réplicas de dinosaurios integrados en el paisaje que harán las delicias de
todos aquellos a los que les encante el tema. Igualmente, existe un bonito
mirador del casco antiguo de Cuenca.
Una vez visto el museo decidimos que era hora de comer
y recuperar fuerzas. En Cuenca existen multitud de restaurantes con menús del
día donde elegir por lo que no me voy a demorar mucho más en ello.
La visita más típica de Cuenca son las Casas
Colgadas. Se trata de una construcción cuyos balcones desafían la
gravedad asomados a un gran barranco. No se conoce el origen del edificio,
aunque algunos lo datan en época musulmana. Se trata de tres casas palaciegas
con artesonados mudéjares y celosías góticas en su interior, donde acoge el
Museo de Arte Abstracto Español.
Presidiendo el cañón del río Huecar, estas casas
tienen su mejor panorámica desde el Puente de San Pablo, un puente de 100
metros construido en hierro y madera que data de inicios del siglo XX. Sin
duda, una de las mejores vistas de la ciudad y uno de sus monumentos más
emblemáticos.
En mi opinión el mejor edificio para visitar en la
ciudad es la Catedral de Santa María y San Julián, una joya del
gótico inconfundible por su pórtico sin torres. Esta parte del templo data de
inicios del siglo XX, cuando el derrumbe de la torre del Giraldo obligó a
reconstruir la puerta principal. Vicente Lampérez ideó una fachada neogótica
inspirándose en Reims. No obstante, su proyecto no se llevó a cabo y se dejaron
sin levantar las dos torres planificadas. A pesar de lo anterior, la fachada
con su triple pórtico resulta muy atractiva.
El interior resulta sorprendente por su magnitud, algo
típico en los templos góticos. 120 metros de longitud y 36 de altura acogen un
espacio de 10.000 metros cuadrados donde se distribuyen numerosas capillas
laterales, destacando entre ellas las de los Apóstoles, la del Espíritu Santo y
la de Caballeros, además de salas nobles como la Sacristía o la sala Capitular.
La zona central la ocupa el Altar Mayor y el Coro,
ambos lugares donde detenernos para admirar el precioso trabajo en madera.
Uno de los elementos más curiosos de este templo son
sus vidrieras. A semejanza de las existentes en la Catedral alemana de Colonia,
aquí vamos a poder observar vitrales decorados de manera abstracta, lo que
constituye un elemento dinamizador y moderno dentro de la continua evolución
del templo a lo largo de los siglos de su existencia. Si visitáis el templo un
día soleado el juego de luces os sorprenderá.
La visita al claustro se realiza a través del
excepcional Arco de Jamete, considerado uno de los mejores elementos
arquitectónicos del templo. Aunque se trata de un espacio algo desangelado,
merece la pena asomarse a su balcón y admirar las vistas.
Antes de salir no os olvidéis de subir al triforio,
una pequeña subida por una escalera de caracol que nos permitirá ver desde las
alturas la ciudad, así como contemplar una impresionante vista del interior de
la catedral.
Con la entrada de la Catedral es posible visitar
también la Iglesia de San Pedro, un curioso templo de planta
octogonal con gran cúpula central donde lo más destacable es el precioso artesonado
de la capilla de los condes de Toreno o las vistas que se obtienen desde lo
alto de su torre.
Desde aquí os recomiendo acercaros al mirador
Camilo José Cela y buscar los famosos ojos de la mora, un relieve
natural decorado con dos ojos que nos hacen imaginar la presencia de una mujer
con turbante. Su historia podéis encontrarla en el artículo donde me dedico a
compilar los ojos curiosos que voy encontrando por el mundo (aquí).
Quedan muchos lugares interesantes por descubrir en
Cuenca, pero yo no tuve más tiempo para exprimir la ciudad. Por ello siempre me
quedará la posibilidad de volver y visitar todo lo que se quedó pendiente.
Aun así, os dejo unas cuantas fotos de los rincones
preciosos que encontré caminando por las calles de esta ciudad.
Hasta la próxima
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