El 4 de abril de 2022 los medios publicaron, en el
contexto de la guerra de Ucrania, la siguiente noticia: “Algunos miembros de
las fuerzas rusas murieron y muchos más resultaron gravemente enfermo después
de que civiles en la región de Járkov les dieran comida y alcohol envenenados,
según informaron funcionarios ucranianos el sábado pasado”.
Según la información que acompañaba a la noticia, dos
soldados rusos pertenecientes a la 3.ª División de Fusileros Motorizados
murieron como consecuencia de la ingestión de pasteles envenenados por parte de
civiles de la localidad de Izium, y otros 28 fueron internados con pronóstico
grave.
Además de pasteles, los habitantes locales ofrecieron
bebidas a los invasores rusos, provocando que alrededor de 500 soldados
tuvieran que ser hospitalizados debido a una intoxicación grave por alcohol de
origen desconocido.
Esta manera de actuar de la población civil, o del
enemigo al que estas invadiendo, es algo muy común en cualquier conflicto bélico
y tenemos numerosos ejemplos de ello en el pasado. ¿Te interesa conocerlos?
Claudio Eliano fue un profesor de retórica romano que
tuvo su máximo esplendor durante el gobierno de Septimio Severo. Entre las
obras que conservamos de él destaca Sobre la naturaleza de los animales,
una curiosa colección de breves historias sobre la naturaleza que nos muestran
tanto lecciones morales alegóricas como sorprendentes anécdotas.
Comparando el contraste entre el comportamiento animal
y el humano Eliano advertía de algo innato en nuestra naturaleza: Los
hombres, en cambio, son víctimas de sus apetitos desordenados de comida y
bebida (5.29).
Eliano había reparado en algo fundamental que sufría
cualquier ejército en campaña, la vulnerabilidad a cualquier trampa relacionada
con la comida y la bebida. Y no fue el único que avisaba sobre ello más o menos
directamente.
Eneas el Táctico aconsejaba en el siglo IV a.C. que la
mejor manera de atacar a un enemigo era esperar a que se tornara descuidado y
comenzara a “saquear para satisfacer su avidez […] Se colmarán de
comida y bebida y, una vez borrachos […] su rendimiento será
insuficiente”.
De ahí a envenenar los alimentos para debilitar más
eficazmente al enemigo tan solo hay un paso. Y en la misma época en la que
escribía Eneas, Cautilia ya explicaba como administrar venenos “en la dieta”
del enemigo.
Existen múltiples ejemplos donde se ha debilitado al
enemigo con comidas y bebidas envenenadas con el objetivo de lograr una cómoda
victoria. Y, a pesar de los numerosos ejemplos, parece increíble que hasta en
la actualidad más reciente se siga cometiendo el mismo error logístico.
Comencemos por la táctica, tantas veces repetida, de
colmar de alimentos a un ejército escaso de provisiones. Cuenta Frontino que,
en el contexto de las guerras contra los celtíberos en Hispania (178 a.C.),
Tiberio Graco se sirvió del hambre como arma de guerra. Conocedor de la escasez
de provisiones que afectaba al enemigo, abandonó en su campamento un “esmerado
suministro de todo tipo de alimentos”. Cuando los celtíberos estaban
confiados y exhaustos tras darse un gran festín con ellos, Graco regresó y los
aniquiló fácilmente. Esta táctica no era propia de los romanos, quienes ya la
habían sufrido en sus carnes frente al cartaginés Aníbal años antes durante su
invasión a Italia.
Además de con comida, los romanos utilizaban el
alcohol para lograr el mismo objetivo. Flaco, gobernador de Numidia, acabó con
los nasamones una vez que los mismos yacían indefensos tras haberse atiborrado
con unos barriles de vino especialmente dispuestos por los romanos.
Igual táctica nos relata Polieno respecto a los
celtas, una raza aficionada al vino según el autor. Durante unas negociaciones,
los romanos enviaron a los celtas numerosos presentes, incluida una gran
cantidad de vino, en señal de amistad. Una vez que los celtas yacían borrachos
fue muy sencillo para los romanos acabar con ellos.
Polieno también nos contó el episodio sobre la
utilización de vino envenenado contra los enemigos. Himilcón, comandante
cartaginés, logró vencer a los libios, que le superaban en número, utilizando
vino envenenado con mandrágora que abandonó en su campamento. Esta planta de
efectos narcóticos causó la inconsciencia en los Libios, aprovechando Himilcón
para regresar y acabar con todos ellos.
El uso de vino envenenado con mandrágora también fue
utilizado por Julio César para vencer a los piratas cilicios que le habían
capturado. En el rescate que pidieron por tan insigne personaje Julio César
había incluido, además del dinero, importantes provisiones para celebrar un
gran festín. Entre ellas destacaba el vino envenenado, con el que los aliados
de César lograron acabar con todos los piratas.
Esta táctica de envenenar al enemigo con comida o
bebida se ha repetido a lo largo de la historia. En época moderna, el médico
Andrea Cesalpino informó sobre un episodio realizado durante la campaña de
Nápoles (1494-1495) por parte de los españoles. Estos abandonaron una aldea ante
el avance del ejército francés dejando en ella numerosas barricas de vino
envenenadas con sangre extraída de enfermos de lepra y sífilis. Podemos
imaginar que el consumo de aquel vino causó graves perjuicios al ejército
invasor.
Y quería terminar este artículo recordando la historia
de Olga de Kiev. Su historia no solo viene a colación por el tema del
envenenamiento del enemigo como arma de guerra, sino que resulta apropiada en
el lugar donde se sitúa el conflicto moderno.
Olga de Kiev quedó viuda de su marido, Ígor de Kiev, en
el año 945 d.C. Los drevlianos, un pueblo eslavo asentado en la zona de la
actual Kiev y alrededores, asesinaron a Ígor, monarca del Rus de Kiev, un
territorio ubicado en el sur de la actual Ucrania. Este pueblo exigió a Olga
que se desposara con el príncipe de los drevlianos para unificar los reinos
bajo su mandato. Pero Olga no estaba dispuesta a dejarse vencer y como regente
de su hijo, el futuro Sviatoslav I de Kiev, urdió un plan para engañar a los
asesinos de su marido.
Olga envió un mensaje a los drevlianos indicando que
aceptaba su oferta de matrimonio y los invitaba a un generoso banquete en honor
a su marido fallecido. Cuando sus enemigos estaban ebrios, el ejército de Olga
los pasó a cuchillo fácilmente.
Olga terminaría convertida en santa para la iglesia
ortodoxa pues fue la primera monarca eslava en convertirse al cristianismo,
tomando el nombre de Yelena tras bautizarse.
Como hemos comprobado, el envenenamiento de un
ejército en territorio enemigo es algo muy común a lo largo de los conflictos
bélicos y sorprende que aún ocurran estos problemas logísticos en pleno siglo
XXI. Pero como una vez dijo Santayana: “Aquel que no conoce su historia está
condenado a repetirla”.
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pasado con el presente te animo a adquirir mi libro Civis Romanus Sum en
Amazon Books. Gracias a ello mantienes este blog activo. Muchas gracias.
Fuentes:
Cross, Samuel Hazzard, Olgerd P. Sherbowitz-Wetzor,
and Nestor. The Russian Primary Chronicle: Laurentian Text. Mediaeval Academy
of America No. 60. Cambridge, Mass.: Mediaeval Academy of America, 1953.
Mayor, Adrienne. Fuego griego, flechas envenenadas y
escorpiones: Guerra química y bacteriológica en la Antigüedad. Desperta Ferro
Ediciones. 2020.
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