Hace años empecé a contaros los maravillosos secretos
que esconde Alemania, un país verdaderamente desconocido para el turista
español. En estos años os he descrito mis rincones preferidos tanto de ciudades
grandes, como Berlín,
Múnich
o Fráncfort, como de otras más pequeñas y, en parte desconocidas, tales como Núremberg,
Bamberg. Incluso pequeñas joyas como Rothenburg
ob der Tauber o el Castillo
de Neuschwanstein.
Hoy toca acercarnos a Würzburg (Wuzburgo en español), capital
de la Baja Franconia situada a mitad de camino entre Fráncfort y Núremberg.
Todos los que la han visitado coinciden en indicar que les sorprendió la
belleza que atesora. ¿Os apetece informaros un poco sobre los principales
monumentos de la ciudad?
Würzburg es una ciudad muy visitada turísticamente por
los alemanes, pero resulta bastante desconocida para el resto de europeos. Su
situación a mitad de camino entre dos ciudades con importantes aeropuertos
(Fráncfort y Núremberg) creo que la ha perjudicado. No obstante, si viajas en
coche o en tren por Alemania y estás cerca resulta una parada obligada.
Actual sede de una importante universidad, su
hermanamiento con Salamanca no es casualidad, pues en cierto modo el ambiente
me recordó a nuestra ciudad castellanoleonesa.
En esta ciudad vivieron ilustres personajes en el
pasado, como el pintor Matthias Grünewald, nacieron eminentes científicos, como
Werner Heisenberg (Principio de incertidumbre) y desarrolló su trabajo Wilhelm
Röntgen, descubridor de los rayos X. Y más recientemente la ciudad dio a un par
de estrellas de la NBA: Dirk Nowitzki y Anthony Randolph.
Aunque oculto para el gran público, Würzburg sufrió
durante la II Guerra Mundial un bombardeo tan excesivo como el de Dresde. El 16
de marzo de 1945, dos meses antes de la rendición de Alemania, la ciudad fue
bombardeada por la aviación británica, siendo destruida en un 90%. Por tanto,
casi todo lo que veremos de la ciudad serán edificios históricos minuciosamente
reconstruidos.
1.
La
Residenz de Würzburg
Este edificio fue uno de los que más sufrió los
bombardeos aliados de la II Guerra Mundial. Tal fue la destrucción que hoy día
sólo son originales los muros exteriores y la escalera monumental interior
junto a su cúpula. Cuando visité hace años el lugar se mostraban unas impresionantes
fotografías históricas del resultado de los bombardeos en este precioso
edificio.
A muchos les va a sorprender la belleza de la
Residencia de Würzburg. Más aún cuando no se esperan encontrar un palacio
barroco de tales dimensiones en una ciudad tan pequeña. Pero debemos tener en
cuenta que en el pasado esta urbe tuvo mayor importancia que la actual. Y,
además, la belleza del palacio se corresponde a la intención con la que fue
construido en el siglo XVIII: rivalizar con el recién levantado palacio francés
de Versalles. El Sacro Imperio Romano Germánico, en constante pugna con los
franceses, no deseaba quedar por debajo ni arquitectónicamente hablando. Y el
palacio debió quedarles muy parecido. Tanto que aquí se rodó la película Los
Tres Mosqueteros, con Orlando Bloom, y nadie notó la diferencia con el palacio
francés.
Este palacio fue sede de los Obispos-Príncipes de la
ciudad y se construyó, a partir de 1720, por un entonces desconocido arquitecto
que luego lograría fama universal: Balthasar Neuman. Recrearse por el exterior
del edificio, admirando su simetría y pureza de líneas, así como recorrer sus
evocadores jardines, son un buen aperitivo para lo que nos espera en el
interior.
Uno de los principales atractivos de la visita guiada
a la Residencia nos la encontramos nada más entrar. Subir por la escalera de
honor y admirar el vasto fresco que se extiende por la cúpula os maravillará.
Realizado por el veneciano Giovanni Battista Tiépolo, se trata del mayor fresco
europeo que vais a poder observar. Las figuras se refieren al mundo conocido,
que en el siglo XVIII se componía de cuatro continentes.
Entre las numerosas salas que vamos a poder admirar en
el palacio me gustaría destacar la Sala Blanca (por su decoración
exclusivamente de estucos), la Sala de los Emperadores (también con frescos de
Tiépolo) o la recargada Sala de los Espejos.
Anexa a la Residencia se encuentra la capilla palatina
(Hofkirche), en la que el recargamiento rococó
es tan excesivo como maravilloso.
En general, una visita muy
recomendable y un palacio a la altura de cualquier otro de los que se
encuentran en otras ciudades alemanas de mayor renombre.
2.
La
Catedral (Wüzburger Dom)
La Catedral de San Kilian es uno de los templos
románicos más importantes de Alemania. Su fachada, con dos estilizadas torres
gemelas muy juntas resulta inconfundible. Y os aconsejo visitar también la
cabecera del templo desde el exterior, pues sigue jugando con esa bicromía tan
característica (ladrillo rojo y piedra blanca) que realza su especial
idiosincrasia.
El interior os sorprenderá, pues descubriréis que no
entráis en un templo de una sola nave, sino en uno típicamente gótico de naves
laterales. Además, su decoración barroca, de un blanco inmaculado debido a la
última restauración, termina por concienciarnos de la mezcolanza de estilos que
atesora cualquier templo cuya edificación se dilata en el tiempo. A destacar un
par de imprescindibles monumentos funerarios de Tilman Riemenschneider (efigies
monumentales de los Príncipes-Obispos Rudolf II von Scherenberg y Lorenz von
Bibra) y la capilla de Schönborn, decorada con calaveras y huesos.
3.
La
Plaza del Mercado (Marktplatz)
La plaza principal de la ciudad sigue teniendo su
función original. Aquí podréis comprar diversos productos alimenticios los días
de mercado semanal y, de forma constante, las típicas salchichas alemanas o las
famosas bretzel.
Dos edificios sobresalen poderosamente en esta plaza.
Por un lado la Casa del Halcón (Falkenhaus), antigua sede medieval del párroco
y hoy biblioteca municipal y centro de la información turística. Su
característica fachada rococó en tonos amarillos pastel es una preciosidad. De
hecho, dicen que es la fachada rococó más bonita del país.
El otro edificio característico es la Capilla de María
(Marien Kapelle), inconfundible por su fachada rojiblanca. Si los jugadores del
Atlético de Madrid tuvieran un templo propio este sería una buena opción. De
nuevo observamos como la bicromía de la arenisca roja y el blanco crea un
efecto óptico verdaderamente bello.
En el exterior merece la pena detenerse en la
Anunciación de la portada y en las esculturas de Adán y Eva (obras de Tilman
Riemenschneider). Su interior también merece una visita pro sus monumentos
funerarios.
4.
El
Puente Viejo (Alte Mainbrücke)
Todo el mundo conoce el famoso Puente de Carlos de
Praga. Bueno, pues no os exagero si os afirmo que Würzburg posee el que sería
el hermano pequeño del checo. El puente viejo se asemeja al praguense tanto en
las esculturas que lo jalonan como en las preciosas vistas que obtenemos a
ambos lados del mismo. No posee torres en las entradas, pero tampoco le hacen
falta para subrayar su belleza.
El puente data de mediados del siglo XVI y sustituyó a
uno románico destruido parcialmente, en varias ocasiones, debido a las crecidas
del río Meno. Las esculturas se añadieron en el siglo XVIII y son obra de
Claude Curé y los hermanos Becker. Representan a 9 santos, a la Virgen María y
a dos gobernantes, Pipino el breve y Carlomagno.
5.
La
fortaleza Marienberg (Festung Marienberg)
Se trata del edificio que domina la colina Marienberg,
situada al otro lado del río Meno. Su posición prominente, rodeada de viñedos,
resulta una visión evocadora. Allí existía un castro celta en el año 500 a.C.
debido a sus buenas posiciones defensivas y, de hecho, la fortaleza actual sólo
fue tomada una vez en su historia, por las tropas de Gustavo II Adolfo de
Suecia en 1631.
La visita a la fortaleza resulta interesante por dos
motivos. Uno reside en descubrir sus elementos defensivos, sus torres, puertas
fortificadas, puentes levadizos, así como las distintas dependencias palaciegas
que posee. En ellas vamos a encontrar el museo de historia de la ciudad, así
como otro dedicado a mostrar objetos históricos, desde la Prehistoria a
nuestros días.
El otro atractivo reside en poder admirar las
impresionantes vistas de la ciudad, desde una atalaya incomparable.
Espero que con estas breves pinceladas, algo faltas de
mayor detalle debido al olvido que provoca el paso de los años, os animen a
acercaros a esta bellísima ciudad, una de las más sorprendentes (por
desconocida) de todas las que visité en Alemania.
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