El 18 de Febrero de 2010 el ex presidente del Gobierno
Español, José María Aznar, participó en una conferencia en la Facultad de
Económicas de la Universidad de Oviedo. A la salida del acto, organizado por la
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) que preside, Aznar
fue abucheado por una treintena de estudiantes que enarbolaban una pancarta en
la que se podía leer Aznar, criminal de
guerra. El ex presidente, ante las provocaciones, respondió al lugar en el
que se encontraban aquellos estudiantes con una peineta, esto es, les mostró el
dedo corazón levantado de su mano izquierda a modo de insulto.
Dejando a un lado lo inapropiado del abucheo y del
gesto posterior, me gustaría incidir en la manera que tenemos las personas de
insultar por medio de los gestos corporales. La peineta, como la realizada por
Aznar, es uno de los insultos más habituales de nuestro tiempo, estando su
expansión tremendamente globalizada. Este gesto tiene el mismo significado en
España, en América Latina, en los Estados Unidos, o en los países de Oriente
Medio.
Ello me hizo pensar sobre su uso en la antigüedad,
concretamente en la cultura que dominó el ámbito mediterráneo hace ya más de
dos mil años. Y si nos fijamos en las fuentes escritas descubriremos que los
romanos utilizaban este gesto con la misma connotación que en la actualidad.
Marcial, uno de los poetas más sagaces de Roma, nos
informa sobre el uso de la peineta en uno de sus famosos Epigramas: “Ríete mucho, Sextilio, del que te ha llamado
afeminado y levanta el dedo del medio” (Ep. 2, 28, 1-2).
Y en otro nos confirma la obscenidad que suponía en
época romana: “Muestra el dedo, pero con
gesto obsceno a Alcón, a Dasio y a Símmaco” (Ep. 6, 70, 5-6).
En efecto, para los romanos, la peineta simbolizaba el
miembro viril erigiéndose desde el escroto. Y el insulto que conllevaba tal
gesto era el de llamar a quien se le dirigía sodomita pasivo.
Juvenal también nos legó el uso de la peineta como
gesto de burla: “… él personalmente
mandaba a la horca a la fortuna amenazadora, y con el dedo corazón le hacía
gestos de burla” (Juvenal, Persio, op. Cit., 331).
Y en un famoso poema romano priapeo leemos lo
siguiente: “¿Te burlas tú también,
ladrón, y me enseñas el dedo impúdico cuando te amenazo?” (Priap. 56, 1-2).
En los textos que nos describen las vidas de los
emperadores también encontramos su uso por algunos de los más excéntricos, con
las mismas connotaciones de burla y uso para personas afeminadas.
Suetonio nos describió un elocuente pasaje de la vida
de Calígula: “Gayo tenía la costumbre de
desacreditar a este personaje [el tribuno Casio Querea] con todo tipo de ultrajes como blando y
afeminado, …y ofrecerle otras a besar su mano, cuando le daba las gracias por
algún motivo, imprimiendo a ésta una forma y un movimiento obscenos” (Vidas
de los doce Césares, Calígula, 56).
Y también Heliogábalo, emperador depravado como el que
más, acostumbraba a realizar este gesto obsceno: “Porque él nunca se abstuvo de conversaciones ignominiosas, y hacía
signos impúdicos con los dedos y no mostraba ningún pudor ni siquiera en
reuniones o cuando el público lo escuchaba” (Historia Augusta, Heliog. 10,
7, 2).
Pero los romanos utilizaban este gesto para otros
significados que no han perdurado en nuestro tiempo. Al simular el órgano
sexual masculino, este gesto podía utilizarse del mismo modo que se usaba el fascinum. El amuleto en forma de falo
que en tantas ocasiones aparece en el mundo romano, ya sea en grabados,
pinturas o esculturas, servía para alejar el mal de ojo y las calamidades en
general. Un pasaje de Persio nos permite descubrir este tipo de magia en la que
creían los romanos: “Mira como una abuela
o una tía materna llena de supersticiones levanta de su cuna a un niño y con el
dedo infame y saliva lustral empieza por purificarle la frente y los húmedos
labios, pues es experta en conjuros contra el aojamiento” (Juvenal,
Persio).
Y en El Satiricón de Petronio encontramos la
utilización de este gesto para romper también encantamientos: “La vieja sacó de su seno una red tejida con
hilos de varios colores y me la echó al cuello. Luego amasó con saliva un poco
de polvo y, colocando la pasta en su dedo cordial, me marcó la frente a pesar
de mi repugnancia…” (Petronio, El Satiricón). En este caso, la bruja
intentaba romper un encantamiento que había provocado que el protagonista
perdiera la virilidad.
Como conclusión diremos que el gesto de la peineta se
ha mantenido desde época romana en su significado de insulto, mientras que la
parte mágica que también utilizaban los romanos se ha perdido. Sin duda, debido
tanto a la religión como a los avances de la razón.
Me despido indicando a otros famosos personajes
actuales que utilizaron la peineta como forma de insultar (por eso de que no me
cataloguen como anti_vete_tú_a_saber).
Peinetas deportistas: Fernando Alonso, Iker Casillas,
Maradona, Cristiano Ronaldo.
Peinetas políticos: Bárcenas, Peer Steinbrück, Bossi,
Jorge Pérez Hernandez (edil tránsfuga de Leganés).
Peinetas famosos: Madonna, Cámeron Diaz, Sofia
Vergara, Robbie Williams.
Peinetas reales: El rey don Juan Carlos en su visita a
Álava en 2008
Como vemos, un gesto tan universal como histórico.
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