domingo, 1 de mayo de 2016

Los chistes antiguos no nos hacen gracia



Desde el año 1998 se celebra, cada vez con más entusiasmo, el Día Mundial de la Risa el primer domingo de mayo. El impulsor de esta iniciativa fue el Dr. Madan Kataria, fundador del llamado “Yoga de la Risa”, y su objetivo principal promover la paz mundial a través del acto de reírse.

Me parece una magnífica excusa para tratar un tema tan poco explorado en el mundo de la Historia Antigua. Siempre me fascinó saber

¿De qué se reían en la antigüedad?

Vamos a empezar con un chiste:

Uno se mofaba de otro diciéndole “he tenido gratis a tu mujer”.
Y el listo le decía “(peor para ti) yo debo soportar tal calamidad”, pero “¿quién te obliga a ti?” (263).

¿Os habéis reído? ¿Os pareció francamente malo? Seguro que existen opiniones para todos los gustos, pero no debéis ser demasiado duros con este chiste, pues tiene nada menos que cerca de 2000 años.

El único libro de chistes conservado del mundo antiguo es el llamado Philogelos, que en griego viene a significar “amante de la risa”. Se trata de toda una colección de chistes, pues posee unos 260 ejemplos, todos ellos escritos en griego. Se supone que tendría una cronología alrededor del siglo IV d.C., si bien muchos de estos chistes debieron aparecer algunos siglos antes.

Los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de catalogar este libro y siguiendo a Mary Beard, una de las voces más autorizadas en la materia, se trataría, probablemente de una “recopilación enciclopédica elaborada por un erudito imperial posterior”. Se ha apuntado a que Hierocles y Filagrio fueron sus presuntos autores, si bien ambos personajes son bastante desconocidos.

Los chistes tratan sobre multitud de situaciones y personas, pero voy a destacar unos cuantos ejemplos significativos bastante elocuentes.

La mitad de los chistes de esta obra están dirigidos a los escolásticos, palabra que podemos equiparar tanto con profesor como con la que define a las personas consideradas unos sabiondos, es decir, que alardean de su erudición. Voy a destacar sólo unos cuantos que me parecieron graciosos:

“Doctor, cuando me levanto por las mañanas me siento mareado durante  unos veinte minutos” “Pues levántese veinte minutos más tarde”

Le preguntaron a un profesor incompetente cómo se llamaba la madre de Príamo. Éste respondió: "Llamadla señora" (197)

Un amigo le dijo a un intelectual: "¡Felicidades! He oído que tu mujer acaba de tener un hijo". El intelectual contestó mosqueado: "Si, gracias a amigos como tú". (98)

Un intelectual fue a visitar a un amigo que estaba muy seriamente enfermo. Su mujer le dijo que su marido "se había marchado". El intelectual contestó: "Cuando vuelva, ¿le puedes decir que pasé por aquí?" (70)


Otro grupo maltratado por los chistes del Philogelos son las mujeres. Numerosos chistes tratan sobre ellas, no dejándolas en muy buen lugar:

Un misógino amortaja a su mujer y como alguien le preguntara quién había encontrado la paz él respondió: “yo, que me he librado de ésta” (247)

Un misógino tenía una mujer muy parlera y litigante y, cuando ella murió, la llevaba a su tumba sobre su escudo. Habiéndole preguntado uno el motivo, él respondió: “era batalladora” (249).

Un joven actor trágico tenía dos amantes, una de aliento fétido y otra de piel fétida. Una le decía: “dame besos” y la otra, “dame abrazos” y él exclamo “¿qué hacer? entre dos males estoy dividido...”. Y lo decía, para mayor histrionismo, en trímetro yámbico, el verso de la tragedia (239)

Un misógino que estaba en el mercado dice: “vendo a mi mujer sin pagar tasas”. Y preguntándole algunos “¿por qué?”, respondió: “para que sea confiscada por la autoridad” (la vendería o, por no pagar, le sería confiscada, de modo que, en ambos casos, se libraría de ella) (246)

Un misógino estaba enfermo en condiciones desesperadas. Su mujer le dice: “si mueres, me ahorcaré”. Y él, mirándola, respondió: “hazme este favor mientras estoy vivo” (248).

Un joven invitó a dos viejas libidinosas y, volviéndose a sus esclavos, dijo: “a una dadle de beber y a otra hacedle el amor”. Y las viejas, al unísono, dijeron: “nosotras no tenemos sed” (250)

Existen multitud de chistes cuyos protagonistas son personajes que poseen profesiones diversas, aunque todas ridiculizables:

Un hombre fue a ver a un adivino incompetente y le preguntó sobre su familia. El adivino contestó: "todos están bien, sobretodo tu padre". El hombre le dijo que su padre llevaba diez años muertos, y el adivino dijo: "No tienes ni idea de quién es tu verdadero padre..."(201)

Un astrólogo incompetente dijo a un hombre: "eres incapaz de tener hijos". Cuando el hombre contestó que tenía 7 hijos, el astrólogo respondió: "¿Ah sí? Fíjate bien en ellos"(204)

Comprador: "El esclavo que te compré hace poco se ha muerto"
Comerciante: "¡Por los dioses! Pues es la primera vez que lo hace, porque cuando estaba en la tienda nunca hizo tal cosa"

Peluquera: “¿cómo le corto el pelo, señor?” Cliente: “en silencio”.

Y es un clásico utilizar al arquetipo de persona estúpida para realizar un chiste fácil:

Un hombre, abrasado por las pulgas, creyó encontrar la solución a sus problemas. Apagó la lámpara y exclamó triunfal: “¡Ahora ya no me veis!”.

“¿Puedes prestarme un cuchillo hasta Esmirna?” “Lo siento, pero no tengo ninguno tan largo”.

Para ahorrarse unos dracmas, un hombre enseñaba a su burro a no comer. Cuando el animal murió de hambre, el hombre se lamentaba diciendo: “¡qué mala suerte! Justo cuando había aprendido a no comer, va y se me muere.

Un hombre murió y un amigo se presenta en la casa y pregunta a su hermano gemelo: “¿Quién murió, tú o tu hermano?”.

Los chistes étnicos también merecen ser destacados, pues además de ser el segundo grupo más numeroso del libro, demuestra la existencia de una tradición antigua por reírse de los habitantes de ciertas ciudades. Si para los argentinos son los “gallegos” el blanco de sus chistes, o para los españoles los “leperos”, para los griegos del siglo IV eran los habitantes de tres ciudades: Abdera, Cumas y Sidón. Ignoramos la razón por la que estos tres lugares tenían la fama suficiente como para ser ridiculizados por su estupidez, pero ello nos confirma la pervivencia actual de esta antigua tradición humorística.

Un abderiense vio a un eunuco hablando con una mujer y le preguntó si era su esposa. Cuando le contestó que los eunucos no se pueden casar, el abderiense le preguntó: “¿Entonces es tu hija?”

Un Abderiense vio a un eunuco y le preguntó que cuántos hijos tenía. El eunuco contestó que no tenía pelotas, así que no podía tener hijos. El Abderiense contestó: "¿Y cuándo vas a ir a por las pelotas?"

Por último quería hacer una reflexión final. ¿Qué hace que nos sigamos riendo de estos chistes? De nuevo me voy a apoyar en la sabiduría de Mary Beard para contestar.

Que los chistes antiguos nos sigan haciendo (relativa) gracia se debe a tres razones. 

- En primer lugar una traducción actualizada y una selección de los más interesantes en la sociedad actual. 
- En segundo lugar el escaso bagaje cultural necesario para entenderlos. 
- Y en tercer lugar, aunque no menos importante que los anteriores, se encuentra en el hecho de que la risa moderna se basa en la risa de la antigüedad; o dicho de otra manera, fueron los griegos, y luego los romanos, los que nos enseñaron a reírnos tal como hoy día lo hacemos.

Que la risa y el humor es algo socialmente adquirido es fácilmente demostrable, pues culturas actuales distintas no se ríen de las mismas cosas. Por ejemplo, las películas de humor de la saga Torrente no pueden tener la misma gracia en nuestro país que en un país asiático. Algunas carcajadas serán coincidentes, pero en muchas otras ocasiones no existirá esa similitud. Y ello se debe al distinto contexto cultural.

De igual modo, nuestro humor no es igual que el de griegos y romanos, pues nuestra sociedad es distinta y hemos evolucionado considerablemente desde aquella época. Pero nuestro legado cultural, no lo olvidemos, proviene de Grecia y Roma y, por ello, aún nos reímos con ciertos chistes antiguos. Con aquellos con los que aún tenemos ese contacto indirecto pero real, a pesar del paso de los siglos.


Fuentes:
Beard, Mary: La herencia viva de los clásicos. Crítica. 2013.

Cascajero, Juan: Conflictividad genérica y fuentes orales para la historia antigua. Gerión 2001, n.º 19: 13-46

Del Philogelos a The New Yorker: buscando risas nuevas para chistes viejos. Artículo del blog Saldar cuentas.

Philogelos, chistes de hace más de 1.500 años. Artículo del blog Fotolog.





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