Uno de los episodios más vergonzosos de nuestra
Historia como país se produjo el año 1492, cuando numerosos de nuestros
compatriotas tuvieron que marcharse al exilio simplemente porque tenían otros
pensamientos religiosos distintos a los del Estado dominante en aquella época.
Su historia no debe olvidarse, pues es la muestra de la intransigencia humana
respecto al prójimo. Una intransigencia que aún sigue muy viva, aunque ahora
los motivos religiosos sean secundarios respecto a otros.
Aprovechando tal efeméride os dejo la recensión de uno de los libros más interesantes que tratan sobre el tema y en el que me basé para realizar uno de los capítulos del libro Mis Mentiras Favoritas.
Uno de los libros más importantes para estudiar este
episodio histórico es
PÉREZ, Joseph: Historia de una tragedia:la
expulsión de los judíos de España. Barcelona, Crítica, varias ediciones.
Fue una de mis bases para realizar el capítulo que
lleva el mismo título en el libro Mis
Mentiras Favoritas. Y como ampliación del tema os dejo un extenso
comentario de este magnífico libro.
El autor pretende dar luz sobre uno de los
acontecimientos más importantes y discutidos del reinado de los Reyes Católicos
(RRCC): la expulsión de los judíos, ocurrida en 1492 y en parte oscurecida por
el descubrimiento de Colón y la conquista de Granada.
Una corriente muy difundida al respecto lo
interpreta como una “medida bárbara de fobia antisemita” y resulta
especialmente crítica con España. Pérez, sin embargo, argumenta que la posición
española al respecto no es diferente a la de otros monarcas europeos y la
defiende incidiendo en las causas del antisemitismo, comunes en todas partes y
achacables tanto a la iglesia como al estado.
Entender porqué España siguió el camino antisemita
de otras naciones es el objetivo del libro. Para ello el autor realiza un
recorrido por la vida de los judíos desde sus inicios en la Península Ibérica
hasta su expulsión, recordando los cambios sufridos durante la dominación que
sufrieron los judíos por parte de diferentes culturas.
Pérez se une a las fuentes que indican la llegada de
los primeros judíos hacia el año 70 d.c., desechando teorías tradicionales
antiguas que retrocedían la fecha hasta el año 587 a.c.
Durante la dominación romana, los judíos no
constituían una etnia aparte con el resto de peninsulares, ni formaban una
clase social distinta.
La situación bajo dominio visigodo cambió
radicalmente desde el momento en el cual Recaredo abrazó el cristianismo (589)
y se propuso lograr la unidad religiosa. Desde entonces los sucesivos monarcas
endurecieron las medidas discriminatorias llegando a ordenar Égica la
esclavitud; esta nueva postura fue apoyada por la Iglesia, preocupada por el
proselitismo judío.
En estas circunstancias es lógico que los judíos se
alegraran de la llegada e invasión musulmana. Pero de ahí a considerar a los
judíos causantes de la “pérdida de España” (tópico medieval muy difundido)
existe un abismo. Los musulmanes toleraron a judíos y cristianos por ser hijos
de Abraham y en esta época varios judíos se enriquecieron con el comercio y el
préstamo, e incluso una minoría alcanzó cierto poder político. Todo ello hizo
que se hablara del siglo de oro del judaísmo hispano. Pérez advierte que no
hubo cultura judía como tal, sino que sus grandes sabios están dentro de la
cultura árabe.
La situación cambiará con los intransigentes
Almohades (1156-1269), cuyo celo religioso obligó a muchos judíos a exiliarse a
los reinos cristianos. Éstos acogieron a los judíos con los brazos abiertos,
debido a varios motivos: necesitaban su valía comercial, el apoyo financiero de
sus fortunas y sus conocimientos del árabe les hacían perfectos intermediarios
con los enemigos. Aunque la Iglesia no apoyaba los cargos y gracias reales
sobre los judíos, éstos eran necesarios, pues nadie podía realizar las
funciones que ellos desempeñaban.
Los judíos de aquella época (S. XIII) eran
esencialmente agricultores y ganaderos, alejándose de la imagen urbana típica
que todos guardamos en el subconsciente. Los urbanos y dedicados al préstamo
eran una minoría. Si es cierto, no obstante, que formaban una comunidad
separada desde el punto de vista jurídico, una micro sociedad paralela que no
podía tener futuro en unos estados donde se avanzaba hacia la uniformidad
política, religiosa y cultural. A cambio de onerosos impuestos, la aljama
judía, entidad político – religiosa, funcionaba como el concejo municipal
cristiano, regulando la vida social, jurídica y económica de sus miembros.
De nuevo, en la época que abarcan los años 1148 –
1348, se suele hablar de una época dorada del judaísmo hispano dentro de los
reinos cristianos debido a la importancia social y cultural alcanzada. De nuevo
el autor nos recuerda el falso mito de las tres culturas: fueran quienes fueran
los gobernantes, nunca hubo tres religiones o culturas equiparadas en dignidad.
Los judíos se adaptaron a una cohabitación forzada y participaron de la cultura
dominante.
El concilio de Letrán (1215) era tajante respecto a
los judíos y si en España no se aplicó fue debido a las circunstancias
especiales de la Reconquista, las cuales hacían imprescindible la participación
judía. No obstante, la mentalidad religiosa estaba ahí y se comenzó a atacar el
judaísmo de diversas formas: estudios intelectuales contra fuentes hebraicas,
campañas de las órdenes mendicantes…. Este ambiente anti judío explica la
existencia de rumores y acusaciones de maldad sobre el pueblo judío. En España,
entonces, no llegaron a más debido a la coyuntura política de los reinos cristianos.
Las crisis que afectaron a Europa occidental en el
S. XIV: malas cosechas, plagas de la peste, carestía, fiscalidad en aumento…
agudizaron las tensiones e inauguró una edad conflictiva en todos los terrenos:
pérdida demográfica brutal, caída de la estructura económica, desaparición de
antiguas jerarquías… Las minorías, a pesar de sufrir igual que los demás los
efectos de la crisis, eran el blanco perfecto de los ataques de la masa popular
miserable. Si los mudéjares, principalmente agricultores, apenas vieron variar
su situación, los judíos en posiciones elevadas o especializados en asuntos
financieros (arrendatarios, prestamistas) se llevaron la peor parte. Las masas
populares veían en ellos a los beneficiarios de sus dificultades y comenzaron a
acumular sobre ellos un odio sembrado desde hace tiempo desde los púlpitos de
las iglesias.
Fueron los cambios en la realidad social y no las
transformaciones doctrinales las que afectaron trágicamente la condición de los
judíos en toda Europa, a los que se les consideró responsables de todas las
desgracias.
En la Península Ibérica hay que distinguir tres
zonas: En Navarra, a pesar de algunos sangrientos sucesos provocados por
elementos extranjeros, los judíos vivían en un islote de paz. En la Corona de
Aragón hubo diversas persecuciones a partir de la peste de 1348. Sin embargo,
el odio popular no fue alentado por las clases superiores y el poder real trató
de impedir los desmanes. En Castilla, sin embargo, varios factores se unieron
para convertir el reino en un lugar peligroso para los judíos: al fanatismo de
algunos sectores del clero y a la llegada de rumores anti judíos (causantes
propagación peste, usureros…) que calaron en las masas populares se une una
profunda crisis política. La oposición política a Pedro I utilizó el argumento
judío para desprestigiar al monarca, lo que llevó a desmanes contra los judíos,
con incidencia máxima durante la guerra civil. Aunque una vez asentado en el
poder, Enrique II procuró suavizar su actitud ante los judíos, lo cierto es que
la llegada de este rey supuso para los judíos un importante retroceso en sus
condiciones de vida: apenas se encuentran desde entonces judíos entre los altos
oficiales de la Hacienda Real y se consideró a este pueblo culpable de las
desgracias del pueblo.
Entre 1391 y 1416 cambia radicalmente la situación
de los judíos en España.
La primera fecha es el inicio de la intolerancia. La
violencia anti judía, provocada por el fanatismo religioso, se desencadenó
sobre la base de una situación de crisis social aguda. En Castilla, además,
debemos contar con el factor político: el vacío de poder desde la muerte de
Juan I contribuyó a desatarla.
Todo comenzó en Sevilla, donde Fernán Martínez
comenzó una campaña de sermones provocadores en 1378, a pesar de las críticas
de la jerarquía católica. Cuando en 1390 llegó al poder en la diócesis
sevillana aplicó su programa destruyendo sinagogas y libros judíos. La
violencia se extendió rápidamente por todos los reinos peninsulares, llegando a
Toledo, Cuenca, Valencia, Barcelona… Nunca había llegado tan lejos la violencia
contra los judíos.
En aquel dramático momento muchos judíos decidieron
emigrar al norte de África espantados por las persecuciones incontrolables de
las masas populares, pero muchos más se decidieron por la conversión. Si bien
en los casos de los intelectuales pesó más el cálculo político, en la gran
mayoría de los judíos fue el miedo lo que provocó la renuncia de su fe. La
Iglesia, viendo la ocasión de mermar el número de judíos en España aceptó
aquellas conversiones y decidió ampliar el movimiento por medios menos
drásticos. El poder real tampoco se quedó atrás y un ejemplo de la nueva
situación son las leyes de Ayllón, un hito en la discriminación legal de los
hebreos, a los cuales se les obliga a vivir encerrados en barrios exclusivos.
En estas condiciones nada tienen de extraño las
conversiones masivas: atemorizados, desmoralizados por las persecuciones y la
apostasía de sus élites muchos judíos abrazaron el cristianismo. El año 1414
será recordado por el de la gran apostasía judía, creándose un nuevo problema,
el de los conversos.
En el S. XV los judíos pasarán a un segundo plano.
Su número mermó considerablemente debido a los anteriores acontecimientos. En
general, las grandes aljamas desaparecieron o quedaron muy reducidas y los
judíos prefirieron marchar a núcleos más pequeños.
Serán los conversos los principales protagonistas
del problema político, social y religioso. No sumaban más del 5% del total de
la población española de la época, pero al concentrarse en las ciudades
llamaban mucho la atención. No formaban un grupo socia homogéneo e intentaron
borrar las huellas de su pasado judío por medio de los matrimonios mixtos. El
problema era que la plebe cristiano vieja los rechazaba por dos motivos
principalmente:
-
El converso tipo ocupaba altos cargos en la sociedad, lo que producía la
envidia de los cristianos viejos.
-
Sospechaban los plebeyos que todas las conversiones no eran sinceras. En parte
se basaban en la permanencia de costumbres, como la alimentación, que no tenían
nada de religioso en sí, o en la falta de instrucción religiosa, algo
totalmente comprensible. Pero lo cierto es que no se equivocaban del todo, pues
existieron muchos conversos que judaizaban y otros que eran escépticos
(menospreciaban los ritos religiosos), algo escandaloso en una sociedad tan
religiosa.
Aunque a partir de 1420 parece retornarse a un clima
de normalidad, las discordias políticas y las dificultades económicas en la
segunda parte del reinado de Enrique IV reactivan la hostilidad contra los
judíos, y por primera vez también contra los conversos.
La llegada de los Reyes Católicos (RRCC) fue
inicialmente una buena noticia para los judíos, pues sólo un poder real fuerte
que impusiese su autoridad podía impedir los atropellos. Los RRCC pusieron a la
aljama bajo su protección, prohibiendo todo tipo de opresión contra los judíos.
Aunque sus medidas terminaron con las vejaciones, no
evitaron que se continuasen propagando rumores y acusaciones irracionales,
producto de la fobia popular: los judíos eran acusados de engañosos, usureros,
profanadores…; predicadores de órdenes mendicantes se encargaban de infundir en
las masas esta repulsa irracional.
El número de judíos en la España de los RRCC sólo
representaba el 2% del total y se ubicaban en poblaciones pequeñas
principalmente, muchos dedicados a la agricultura y ganadería. Los dedicados a
la artesanía eran escasos y marginales los comerciantes. Por lo que se refiere
al a usura, eran pocos los judíos tesoreros o recaudadores, destacando en
Castilla A. Seneor y Y. Abravanel. Por tanto, debemos rechazar los tópicos
difundidos sobre los judíos de la época; además, no formaban un grupo
homogéneo, diferenciándose los ricos de los pobres.
El número de conversos era mayor que el de los
judíos y su distribución era contraria a aquellos, destacando la gran
concentración de Andalucía. Casi todos se ocupaban en la artesanía, el comercio,
los servicios, la gestión financiera y los oficios públicos. Y en general, se
les acusó de comportarse como nuevos ricos.
Muchos contemporáneos, al describir las
características judías no hacen sino describir realmente a los conversos. Esto
nos informa que para los contemporáneos no existían diferencias claras entre
ambos grupos, considerando a los segundos herejes disfrazados de cristianos. En
algunos casos no se equivocaban, pues el criptojudaísmo fue una realidad
tolerada hasta la imposición de la Inquisición.
Los RRCC se encontraron con un panorama donde los
judíos, conversos y cristianos viejos tenían una convivencia conflictiva entre
sí. Para evitarlo, en 1480, tomaron dos medidas:
-
Segregación rigurosa de los judíos para apartarlos de los conversos: el
objetivo era terminar con el problema de los conversos judaizantes (cortando su
relación con los judíos) y mantener una presión tal sobre los judíos que les
incitara a la conversión.
-
Creación de un tribunal especial para castigar judaizantes: la asimilación
total de los conversos debía acabar con el clima de tensión permanente y la
solución para amedrentar culpables y escarmentar al resto fue crear un régimen
de terror. La Inquisición comenzó su trabajo en Sevilla con duras medidas. Los
RRCC tenían un instrumento religiosos poderoso bajo su control e independiente
de Roma.
Debido a que todas estas medias no acabaron con el
problema, el siguiente paso fue la expulsión de los judíos. Del decreto de
expulsión existen tres versiones. La primera del inquisidor Torquemada sirvió
de base para las otras dos, una emitida para Castilla y otra para Aragón. En
esencia las mismas, contienen alguna diferencia: si la del inquisidor es más
injuriosa con los judíos, la aragonesa es la única que hace hincapié en el tema
de la usura.
Los textos plantean lo siguiente: primero se expone
el problema de los conversos judaizantes y las medidas anteriores planteadas
para resolverlo. Puesto que no han servido para atajarlo, deciden cortar la
causa principal de raíz expulsando a los judíos. A continuación se detalla cómo
llevar a cabo la expulsión, cuyo plazo máximo es de cuatro meses.
La idea de los RRCC, aunque no indicada
explícitamente, era que los judíos pasaran a ser conversos. Luego la
Inquisición y el tiempo lograrían unificarlos en el cristianismo.
No obstante, muchos judíos prefirieron marcharse a
cambiar de fe. Se calcula que marcharon unos 50.000, preferentemente a zonas
mediterráneas y países próximos: si en Fez se les dio mala acogida, mejor suerte
tuvieron los emigrados a Italia y sobre todo a Turquía, país que los acogió con
los brazos abiertos.
En 1492, por tanto, termina la historia del judaísmo
español, que sólo llevará en adelante una existencia subterránea.
Por último, es importante desgranar las diversas
interpretaciones que se han ofrecido para intentar explicar los motivos que
empujaron a los RRCC a tomar esta medida:
a.
Codicia de los soberanos: Como súbditos
y vasallos de la corona, de la que dependían totalmente, los RRCC podían pedir de
ellos todo lo que se les antojara. Los judíos les interesaban más como
contribuyentes, pero con la expulsión éstos desaparecen. También se ha
exagerado el papel económico de los judíos en la época, poco importante en
1492. Los únicos que sacaron beneficio de la expulsión fueron individuos sin
escrúpulos que compraron a poco precio los bienes que los judíos no podían
llevarse consigo.
b.
Lucha de clases: Esta tesis marxista
pone el acento en la nobleza feudal, causante de la expulsión con el fin de
eliminar un sector de clase media que amenazaba su ambición para controlar el
Estado. La tesis se cae por su propio peso al fijarnos que muchos judíos
estaban al servicio de los grandes. Una variante la propone Haliczer al culpar
de la expulsión a las oligarquías urbanas, agobiadas por las deudas ante los
judíos. De nuevo se olvida un hecho contrastado: la presencia de corregidores
reales dejaba poca acción a las voces reivindicativas o contrarias al estado.
c.
Justificación por motivos religiosos:
Esto supone que o bien los RRCC compartían el odio de las masas cristiano
viejas o que lo utilizaban para congraciarse con la opinión pública. En ambos
casos la situación es imposible, pues los RRCC tuvieron colaboradores judíos o
conversos de confianza y debido a su régimen autoritario no necesitaban tener
la aprobación de la sociedad.; Algunos autores van más lejos y acusan a la
reina de la medida, impregnada de una fanática devoción. Tampoco puede
sostenerse tal afirmación, pues los RRCC nunca subordinaron la política a la religión.
Si bien toman como suya la idea original de la inquisición de expulsar a los
judíos como mejor forma de acabar con los conversos judaizantes, su
preocupación principal, además de terminar con la herejía, era integrar
definitivamente a los conversos en la sociedad española. El acuerdo de la
medida disimula por tanto un desacuerdo sobre los motivos entre la Iglesia y el
Estado.
d.
Construcción de un Estado moderno: Los
RRCC, en su deseo de renovar el Estado y reinar con un absolutismo moderno, se
desmarcan de situaciones anteriores donde la persecución judía coincidía con
épocas de crisis económicas o de debilitamiento político. Entonces servían de
pantalla ante unos intereses ocultos. Ahora, la medida se produce en una época
de prosperidad y cuando el poder real es sólido. Es cierto que en las
sociedades del Antiguo Régimen la cohesión principal era la unidad de fe. Pero
la circunstancia clave que más peso tuvo a la hora de decretar la expulsión fue
el acabar con la autonomía relativa de la comunidad judía. El estado moderno
que tendía a la unificación en todos los sentidos no podía tolerar una micro
sociedad autónoma en aspectos religiosos, judiciales, culturales…
Una vez realizada esta breve sintaxis de la obra de
Joseph Pérez, enumeraré las principales conclusiones que he sacado de la
lectura:
1.
La historia de los judíos en España,
desde la caída del Imperio Romano, es la historia de una minoría tolerada por
necesidad y perseguida en momentos de crisis. La pretendida tolerancia y el
mito de las tres culturas debe matizarse. Nunca la cultura judía se pudo
equiparar a la dominante y la tolerancia venía dada por la necesidad de los
gobernantes ante las habilidades judías para el comercio, las finanzas…,
siempre a cambio de duras condiciones económicas. En el caso cristiano, la
tolerancia permitida por el poder político chocaba con la intolerancia del
estamento religioso. Éste, ante la incapacidad de influir sobre los reyes,
decidió realizar una labor soterrada, instruyendo a las masas sobre la maldad
del pueblo judío. Este ambiente anti judío creado es el caldo de cultivo en el
que se gestan las persecuciones y atropellos del S. XIV y XV. Si bien, la causa
final que desató la violencia no fue el conflicto religioso, sino los cambios en
la realidad social, llena de dificultades económicas (crisis), políticas
(luchas por el poder), sociales (peste)...
2.
Los judíos, conocedores de estas
circunstancias, siempre apoyaron a un poder fuerte que les pudiese proteger
contra los atropellos. Esta actitud provocará el odio de los opositores al
poder, que colocarán la problemática judía en la palestra para ocultar sus
verdaderos propósitos de conquista del poder.
3.
Tanto con visigodos, musulmanes como
cristianos, los judíos fueron perseguidos por motivos religiosos. Sólo con los
cristianos, en su expulsión, se valoraron más aspectos políticos (creación de
un Estado moderno absolutista) que religiosos, que también estaban presentes.
4.
Los atropellos y medidas discriminatorias
sobre los judíos crearon otro problema mayor, pues apareció la figura del
converso, judío convertido al cristianismo. Dentro de este nuevo grupo social
existían los conversos auténticos, los falsos (judaizantes) y los simplemente
escépticos o descreídos. La actitud de los dos últimos escandalizaban a la
sociedad e impedían la asimilación de estos nuevos cristianos en la masa
cristiano vieja.
5.
La intolerancia estuvo fomentada por la
Iglesia, y en concreto por las prédicas de las órdenes mendicantes, que
seguían, como antaño, realizando una labor de calumnia continuada sobre los
judíos, actitud que se asemeja al racismo. Tal era la ceguera de los
predicadores, o la malicia, que confundían al judío y al converso como una
misma cosa, equiparando y aunando lo peor de cada grupo. Con ello se creó una
falsa imagen de los judíos de finales del S. XV que ha sido transmitida hasta
tiempos recientes.
6.
Los RRCC intentaron integrar a los
conversos en la sociedad para evitar los conflictos, tomando como medidas
iniciales la segregación judía del resto de la población y la creación de la
Inquisición para castigar judaizantes.
7.
La inoperancia de estas medidas fue la
excusa empleada por los RRCC para decretar la expulsión. Pero en este caso,
tras las razones religiosas, debemos ir más allá y entrever las razones
políticas. Éstas últimas son las verdaderamente importantes, pues los monarcas
consideraban la micro sociedad judía un estorbo en la configuración del Estado
moderno de corte absolutista.
8.
La expulsión fue bien tomada
inicialmente en la Europa cristiana occidental, pues era la pretendida
convivencia medieval lo que extrañaba a nuestros vecinos. Pero esta convivencia
era una tolerancia forzada, pues la libertad religiosa, tal como la conocemos
hoy día, no podía existir en la España medieval.
9.
La medida, tachada en cierta parte de la
historiografía de bárbara y primitiva, en realidad no hacía sino adelantarse a
su tiempo. En el S. XVI, debido a la reforma luterana, se erigirá como
principio para los estados el “Cujus regio ejus religio”, es decir, la creencia
religiosa no puede ser independiente de la nacionalidad. Esta máxima, por
ejemplo, es la que llevará a Luis XIV en 1685 a expulsar a los hugonotes de
Francia.
10.
La intención real de los RRCC no era
expulsar a los judíos, sino obligarles a la conversión al cristianismo. Era el
último intento de asimilación de esta minoría. Dados los resultados, se
comprobó que no fue acertada. Eso no será óbice para repetir la historia con
los moriscos a principios del S. XVII.
11.
El autor asemeja la situación de España
con la Francia de 1992, donde la inmigración musulmana comenzaba a ser un
problema debido a su resistencia a asimilarse con los autóctonos. Creo que el
debate asimilación o integración es muy apropiado en la España actual. Aunque
aún no hemos llegado a los brotes violentos acaecidos en Francia y a la
situación de aislamiento en guetos de los inmigrantes, si empiezan a florecer
roces en Andalucía ante unos inmigrantes celosos de conservar su cultura y
tradiciones. Controversias sobre la permisividad de llevar o no llevar velo en
las aulas esconde un problema mayor, el rechazo al diferente y la defensa e
imposición de la cultura autóctona. ¿variaremos, por una vez, nuestra política
respecto al resto de lo que se hace en Europa?. Espero que en estos algo más de
500 años seamos más tolerantes que antaño y hayamos aprendido algo de nuestro
pasado. Lo deseo, aunque no soy optimista al respecto. La multiculturalidad
igualitaria sólo es posible en un estado totalmente laico, y en España aún no
hemos conseguido ese logro enunciado en la Revolución Francesa.
Copia sellada del Edicto de Granada de la expulsión de los judíos de España |
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