domingo, 7 de diciembre de 2025

Jesús de Nazaret es un mito

 


Existe una teoría o corriente de opinión donde se defiende que Jesús de Nazaret nunca existió como personaje histórico o, si lo hizo, prácticamente no tuvo nada que ver con la fundación del cristianismo y los relatos de los Evangelios.

 

Hoy voy a detenerme en intentar mostraros la estupidez que supone la primera afirmación, históricamente hablando. ¿Os animáis a descubrir más sobre este controvertido tema?

 

La primera vez que se puso en duda la historicidad de Jesucristo fue durante la Ilustración. A finales del siglo XVIII, dos autores imbuidos por la filosofía de la razón, Constantin François Chassebœuf de Volney y Charles-François Dupuis, escribieron sendas obras donde argumentaron que el cristianismo era una amalgama de varias mitologías antiguas y que Jesús era un personaje totalmente mítico.

 

Desde entonces diversos autores han proseguido esta teoría, intentando restar historicidad a la figura de Jesucristo al reducirlo a un simple mito. Ahora bien, todos estos autores ponen en duda pruebas históricas lo suficientemente sólidas como para asegurar, sin duda alguna, la existencia histórica de Jesús. Como veréis a continuación, tenemos más pruebas que las de otros personajes históricos de los cuales no dudamos de su existencia.

 

Pruebas de la historicidad de Jesucristo.

 

1.    Documentación escrita

 

Dejando a un lado el Evangelio, la historicidad de Jesús la tenemos en la presencia de su figura en textos de autores no cristianos próximos a su época.

 

El más famoso es Flavio Josefo (37-100 d.C.), que menciona a Jesús en su extensa obra Antigüedades judías, escrita apenas 60 años después de la muerte de Jesús, hasta en dos ocasiones. El testimonio más controvertido es el conocido como Testimonium Flavianum (libro 18, capítulo 3, 3):

 

Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo, y atrajo hacia Él a muchos judíos y a muchos gentiles, además. Era el Cristo. Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo los santos profetas predicho esto y otras mil maravillas sobre Él. Y la tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer hasta este día”.

 

Y digo que resulta controvertido porque los especialistas están de acuerdo en afirmar que ha sido modificado posteriormente (seguramente por Eusebio de Cesarea), con el fin de proporcionar una autoridad judía exterior para la vida de Cristo. Ahora bien, también es cierto que los mismos estudiosos afirman que, aunque existen interpolaciones, el núcleo principal (referencia a la ejecución de Jesús por Pilato) es auténtico.

 

El otro pasaje donde Flavio Josefo se refiere a Jesús los tenemos en el libro 20, capítulo 9, 1, donde se refiere a la lapidación de Jacobo el hermano de Jesús por orden de Ananías ben Ananías, un Sumo Sacerdote de la era herodiana (“Llamó a juicio al hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, cuyo nombre era Jacobo”).

 

Un tercer pasaje donde se ocupa de los cristianos lo tenemos en el libro 18, capítulo 5, 2, donde se refiere a la pena de prisión y la muerte de Juan el Bautista por orden de Herodes Antipas, el gobernante de Galilea y Perea. Esta es la única referencia de Juan Bautista fuera de los Evangelios.

 

El otro gran escritor que se refirió a Jesús en la antigua Roma fue Tácito (55-120 d.C.). El historiador y senador romano se refiere a Cristo, su ejecución por Poncio Pilato, y la existencia de los primeros cristianos en Roma, en una página de su obra final, Anales (escrito hacia el 116), libro 15, capítulo 44:

 

En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan. En consecuencia, el arresto se hizo en primer lugar a quienes se declararon culpables; a continuación, por su información, una inmensa multitud fue condenada, no tanto por el delito de incendiar de la ciudad como por su odio contra la humanidad”.

 

Otro autor romano que cita a los cristianos y, por ende, a Jesús, fue Plinio el joven (61-112 d.C.). Procónsul en Bitinia del 111 al 112 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo como a un dios:

Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen”.

 

El historiador romano Suetonio (70-140 d.C.) hace una referencia a Jesús en su libro Sobre la vida de los Césares. En el mismo, donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos, se refiere a un tal “Chrestus” al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio. Libro V: “Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus”.

 

Los historiadores actuales asimilan el nombre de “Chrestus” con Cristo por dos razones: por la confusión típica de los paganos a la hora de escribir Christus y por la inexistencia de ningún agitador con ese nombre.

 

El escritor griego Luciano de Samosata (125-181 d.C.), en su obra La muerte de Peregrino, realiza un comentario satírico sobre los cristianos muy elocuente: “Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres [...] Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus leyes”.

 

2.    Pruebas arqueológicas

 

Dentro de este apartado vamos a descubrir diferentes objetos que han servido para demostrar, en unos casos, o para poner en duda, por su carácter falso, la historicidad de Jesucristo.

 

El grafito de Alexámenos (conocido también como grafito del Palatino) es un grafiti en griego encontrado en un muro en el monte Palatino, en Roma. Se lo considera la primera representación pictórica conocida de la crucifixión de Jesús. Se conserva en el Museo Antiquarium Forense o Antiquarium Palatino de Roma.

 


La imagen representa a un hombre crucificado con cabeza de burro. A la izquierda hay otro hombre que levanta una mano. Bajo la cruz hay una leyenda escrita en griego. Αλεξαμενοϲ ϲεβετε θεον (Alexámenos sébete theón), la cual podemos traducir como Alexámenos adorando a su dios.

 

Resulta paradójico pensar que la evidencia más antigua que tenemos en el registro arqueológico de los cristianos es alguien burlándose de la crucifixión de Jesús. Pero el mismo es coherente con el pensamiento grecorromano de aquella época, que consideraba no solamente despreciable, sino absurda la idea de un "dios crucificado".

 

El grafito fue descubierto en 1857, cuando el edificio denominado domus Gelotiana fue desenterrado en el monte Palatino. El emperador Calígula había adquirido la vivienda para el palacio imperial, que después de la muerte del emperador se convirtió en un Paedagogium o internado para los pajes imperiales. Teniendo en cuenta estos detalles los expertos indican que el grafito debió realizarse hacia el año 85-95, bajo el emperador Domiciano.

 

Otra pieza importante para refrendar la historicidad de Jesús la tenemos en el Mosaico de Megido. De reciente descubrimiento (2005), los expertos del Museo de la Biblia en Washington D.C. aseguran que se trata de “el mayor descubrimiento desde los Rollos del Mar Muerto”.

 


Se ha datado hacia el año 230 d.C. y se trataría del testimonio físico más antiguo de la proclamación de Jesús como Dios, ya que incluye la inscripción en griego: "El dios-amante Akeptous ha ofrecido la mesa a Dios Jesucristo como memorial". El mosaico se encontraba en una capilla privada e incluye los nombres de cinco mujeres, destacando el de Akeptous, quien donó una mesa al lugar de oración.

 

Unos años antes, en el 2002, la revista Biblical Archeology Review dio a conocer el descubrimiento, en Jerusalén, de una urna de piedra caliza, seguramente del siglo primero de nuestra era, en la que figuraba una inscripción escrita en arameo con el texto siguiente: “Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús”. Se le llamó el Osario de Santiago.

 


No obstante, tras una investigación posterior, al año siguiente la Dirección de Antigüedades de Israel anunció que el osario no era auténtico, sino el resultado de una sofisticada falsificación (realizada por Oded Golan). El director de la Dirección de Antigüedades de Israel, Shuka Dorfman, afirmó al hacer público los resultados del estudio: “El osario es real. Pero la inscripción es falsa. Lo que significa es que alguien cogió una caja real y labró la escritura en ella, probablemente para darle una importancia religiosa”.

 

Y, entre los objetos arqueológicos que intentaban demostrar la historicidad de Jesucristo y la ciencia ha puesto en duda, destaca sobremanera la Sábana Santa conservada en Turín (Italia). Se supone que fue el trozo de tela con el que se cubrió el cuerpo de Jesús una vez crucificado. La impresión de la figura en la tela se hubiera producido por la energía resultante de la resurrección. Ahora bien, varias pruebas científicas parecen indicar que la imagen se realizó en el medievo como si fuera un bajorrelieve. Algo que cobra sentido debido al interés en Europa por las reliquias tras producirse las Cruzadas.

 


En definitiva, dejando a un lado los objetos falsos, podemos asegurar, gracias a las fuentes indicadas anteriormente, que la figura de Jesús existió como personaje histórico. Como en una ocasión indicó el historiador y teólogo norteamericano E. P. Sanders: “para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César”.

 

Las pruebas que sustentan esta afirmación son sólidas por tener documentación suficiente al respecto, si bien la misma tuvo que pasar un duro proceso de crítica histórica.

 

Y si nos queremos poner precisos, la figura de Jesús tiene más solidez histórica que la de otros personajes cuya historicidad damos por sentada, como por ejemplo Sócrates (de cuya existencia sabemos por Platón), Homero (sin registros históricos suyos en vida) o, más recientemente, Shakespeare (con escasas huellas de su vida y obra que resulten irrefutables para atribuirle su obra escrita).

 

Otra cosa diferente es conocer que cosas son reales y cuales leyenda de una figura tan sumamente mitificada. Pero eso, es otra historia…

 

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