domingo, 21 de diciembre de 2025

Mis OTRAS 5 visitas imprescindibles en Colonia

 

Tras un primer acercamiento a los encantos de esta encantadora ciudad alemana, el mes pasado, vamos a continuar con otros lugares que considero imprescindibles si visitáis Colonia.

 


Todos ellos están relacionados con el arte o con el pasado de la ciudad y os darán una visión más completa de la misma. ¿Os animáis a seguir descubriendo Colonia?

 

1.    Basílica de San Gereón

 

Esta basílica románica es el complemento perfecto a la hora de visitar algún otro monumento religioso en la ciudad. Se trata de la más importante, a mi parecer, de las doce grandes iglesias románicas existentes en Colonia.

 

Entre las características que la hacen especial comenzaría destacando su cabecera, donde sobresale la decoración con arcos ciegos tanto en el ábside como en sus dos torres, así como su gran cúpula ovalada decagonal (única en su estilo) de aspecto monumental, la cual descansa sobre los restos de las antiguas murallas romanas. Finalizada en el año 1227, en su época sólo era superada por la del Panteón romano y por la de Hagia Sofía en Constantinopla.

 


Una vez entramos nos encontramos, en el atrio, con varios rincones encantadores. A un lado, una escena del Santo Sepulcro en estilo gótico. Al otro, una capilla con una vidriera de modernos colores creada por Georg Meistermann. Y, en una capilla anexa, una moderna piedad del siglo XIX, obra del escultor alemán Joseph Reiss.


 

Toda la decoración que tuvo antaño hoy en día se ha perdido casi en su totalidad. El mosaico que decoraba la cúpula, al estilo bizantino que predomina en Rávena, se ha perdido en su totalidad y los frescos borrosos que aún permanecen en alguna de sus capillas tan sólo nos hacen intuir los santos que fueron representados. No obstante, la magnificencia del templo os sorprenderá.

 

Por ello, lo más bonito es adentrarse en la estructura de la cúpula y admirar sus cuatro pisos de arcos que ascienden hacia el cielo. Las vidrieras que decoran los pisos superiores, como indiqué antes, fueron realizadas por Georg Meistermann en época reciente, algo que se aprecia al haber utilizado colores extraños para el medievo, como el naranja o el rosa.

 


Para acceder a la parte del coro debemos ascender unas escaleras, llegando a un lugar que podría ser una iglesia en sí misma. Aquí es importante fijarse en los frescos del altar o en la vista de la iglesia, que es espectacular.

 

La única parte original de esta iglesia es la cripta subterránea, donde se encuentran, en un sencillo y austero sarcófago de piedra, los restos de San Gereón, patrón de Colonia. Este antiguo mártir era un oficial romano que fue ejecutado por desafiar al orden imperial de perseguir a los cristianos.

 

En esta cripta también podréis admirar un pequeño fresco que muestra un calvario, un retablo renacentista de piedra y un ciclo de mosaicos, alrededor del altar, con escenas del Antiguo Testamento.


 

Entre los objetos que merecen especial atención tenemos la llamada Columna de Gereón, la cual tiene la facultad de distinguir entre el bien y el mal desde que fue empapada con la sangre del santo. Según cuenta la leyenda, si eres culpable la columna lo sabrá y recibirás tu castigo. Abstenerse de acercarse pecadores.

 


2.    El-De Haus

 

En cualquier viaje a Alemania creo que es algo obligado visitar algún monumento relacionado con el pasado del nazismo. En unos lugares tenéis la posibilidad de visitar algún campo de concentración. En Colonia tenéis el edificio que utilizó la Gestapo para someter a la población, convertido actualmente en el Centro de Documentación sobre el Nacionalsocialismo en esta ciudad.


 

El edificio se le conoce por el nombre del propietario original (bueno, por la transcripción fonética: EL-DE-Haus, Casa EL-DE, por el comerciante católico Leopold Dahmen). En 1935, la Gestapo, antes de que terminara la construcción de este edificio dedicado a tiendas y viviendas, lo alquiló y lo convirtió en su sede central. Allí estuvo hasta el año 1945.


 

La Gestapo, por si no lo sabéis, era la policía secreta del régimen nazi. Desde este edificio se controlaba a la población y se vigilaba a los oponentes, reales o supuestos, del régimen nazi. Esto es, judíos, gitanos, Testigos de Jehová, homosexuales, opositores políticos, trabajadores forzosos… En esta sede se determinaba quién debía ser detenido, interrogado, torturado y asesinado. Y vaya si asesinaron. Sobre todo, al final de la guerra.

 

Este lugar es, al mismo tiempo, un museo para el recuerdo sobre como el nazismo ascendió entre la sociedad, un memorial para las víctimas y un centro de aprendizaje e investigación.

 

El edificio, irónicamente, apenas sufrió daños durante la guerra y fue de los pocos que sobrevivió a los continuos bombardeos que arrasaron Colonia. Gracias a ello se ha conservado casi intacto.

 

En el hall de entrada se conserva la ventanilla original que veían todos aquellos que llegaban al edificio. Hoy en día es el guardarropa, pero en aquel entonces suponía la entrada al infierno.

 


En la primera y segunda planta vamos a descubrir el ascenso del nacionalsocialismo en Colonia. Por medio de carteles y recortes de prensa, entre otros documentos, averiguaremos como los nazis fueron aprovechándose de los sentimientos de resentimiento que estaban presentes en la sociedad. Como modelaron ese caldo de cultivo para su propio interés, colocando en la picota, como enemigos del Estado, a judíos y comunistas principalmente.

 


La exposición permanente "Colonia en tiempos del nacionalsocialismo" recrea toda la vida política y social de Colonia en la época nacionalsocialista: la toma de poder y el aparato del régimen, la propaganda y la "comunidad nacional", la vida cotidiana, la juventud, la religión, la persecución por motivos de raza y el genocidio de los judíos y de los gitanos de Colonia, así como la resistencia, la guerra y la sociedad en estos años.

 


En una de las salas vamos a comprobar la persecución por motivos de raza a dos familias residentes en Colonia desde la Edad Media. En ella aparecen las fichas de cada miembro de la familia y su cruel destino final.

 


Veremos como los nazis inculcaron sus pensamientos racistas a los niños desde las escuelas y podremos conocer, mediante paneles y con la audioguía, la vida de dos personas que vivieron en aquel contexto y, luego, se arrepintieron de lo que supuso el nazismo. Muchas veces no existe opción a cambiar, salvo cuando ya es tarde.

 

También me gustó la selección de fotografías históricas que se diseminan por cada estancia, pues permiten tener conciencia de hasta qué punto llegó la locura de los nazis y todo el dolor que terminaron provocando a la totalidad de la sociedad alemana.

 

La parte que os pondrá los pelos de punta es la de los bajos fondos. Descender hasta el sótano ya empieza siendo una pequeña obligación que nos causa cierto malestar, pues somos conscientes de que por estas escaleras bajaron los prisioneros.

 


Aquí llegaremos a la zona de las celdas, donde tanto las puertas como las cerraduras son las originales. Las mismas fueron utilizadas para encarcelar a aquellos que eran sometidos a “custodia preventiva” durante meses, en pequeñas celdas en las que se amontonaban hasta 30 personas, y donde las condiciones higiénicas eran terribles. Resulta espantoso imaginárselo.

 


En las paredes vais a encontrar más de 1.800 inscripciones de los presos que allí fueron retenidos. Pequeños gritos mudos desde el pasado nos interpelan. Estas inscripciones abarcan desde las que apenas son legibles o simples iniciales, a direcciones completas, dibujos, textos y poemas de numerosas formas.

 

Descubriréis un: ¡Viva Francia! o un calendario. Ejemplos de resistencia ante el sufrimiento, pero también muestras de desesperación.

 


Más abajo se encuentra el llamado bunker, el lugar donde se torturaba a los presos. El ambiente, de por sí claustrofóbico, nos revuelve el estómago sólo con pensar las miserias que tuvieron que ver esos muros.


 

También aquí era donde se refugiaban los nazis durante los bombardeos, mientras los presos rezaban en las celdas por no ser víctimas de las bombas.

 

Al final del recorrido entraremos el patio, lugar de las ejecuciones por fusilamiento o ahorcamiento. Un lugar donde un conjunto de espejos nos obliga a reflexionar sobre todos aquellos que miraron hacia otro lado mientras se perpetraba tanta barbarie.

 

Sin duda, una visita imprescindible para conocer el pasado e intentar no volver a repetirlo. Por cierto, os recomiendo adquirir la audioguía, pues todo está en alemán.

 

3.    Museo Ludwig

 

Se trata del complemento ideal al Museo Wallraf-Richartz, pues aquí vamos a encontrar un museo de arte moderno y contemporáneo (siglo XX-XXI) que posee una colección realmente abrumadora y extensa. Entre sus puntos fuertes destacar que es la tercera colección de Picasso en el mundo o la mayor colección de arte pop estadounidense-americano fuera de los Estados Unidos.

 


En la primera planta, justo a mano derecha, encontramos la muestra de arte pop estadounidense, con obras de artistas tan conocidos como Roy Lichtenstein, Claes Oldenburgs, Tom Wesselmanns o Andy Warhol. Os dejo imágenes de las que más me gustaron.

 


En esta misma planta también vamos a descubrir obras del expresionismo abstracto como brillantes campos de color meditativos de Mark Rothko, pinturas estampadas gráficas de Frank Stella, pinturas famosas de gota de Jackson Pollock, y rayas reducidas y coloridas de Morris Louis.

 


En la planta superior se exhiben las obras de Picasso. Colonia es ahora el hogar de la tercera colección de Picasso más grande después de París y Barcelona. Esto incluye no sólo pinturas de todos los períodos creativos de la artista como Arlequín con Manos Dobladas (1923) y Mujer con Alcachofa (1941), sino también numerosas cerámicas y esculturas como los originales yesos de la Mujer con carrito de bebé (1950) y la monumental Tetería de femme (Dora Maar) (1941).

 


La otra parte que me agradó de esta planta es la relativa al expresionismo y la Nueva Objetividad. La Colección Haubrich posee importantes obras de Otto Dix Retrato del Dr. Hans Koch (1921), Ernst Ludwig Kirchners Halbakt mit Hut (1911), Marc Chagall Alter Judearound (1912) o Max Beckmann Ilonka (1932).

 

En definitiva, un museo lleno de sorpresas y donde pasar una buena tarde admirando propuestas de arte novedosas y originales.

 

Por cierto, no olvidéis salir a la terraza y admirar las vistas de la Catedral. Una de las mejores de la ciudad.

 


 

4.    Museo del Chocolate

 

Aunque parezca mentira, este original museo es uno de los más visitados en la ciudad. A través de un recorrido muy didáctico descubriréis su historia y cómo es la producción actual.


 

Comenzaréis descubriendo la planta del cacao, cultivada en un invernadero tropical, y cuyo fruto es tremendamente amargo. Por medio de vídeos y vitrinas descubriremos los diferentes pasos de la producción y su transporte hasta el puerto de Hamburgo.

 


Entre las curiosidades que aprenderéis está algo que ya suponíamos: de lo que pagamos de chocolate una pequeña parte va al productor, que se sitúa en países pobres. Personalmente me sorprendió descubrir que existen diferentes tipos de cacao o que Costa de Marfil es el mayor productor mundial con diferencia.


 

En la siguiente sección aprenderemos la fabricación del chocolate, recorriendo una línea de producción. Veremos los diferentes procesos y, al final, podremos degustar un barquillo recubierto de este excepcional producto, el cual sale de una fuente con forma de árbol de cacao.

 


En la siguiente planta vamos a descubrir los diferentes moldes utilizados para realizar las chocolatinas, así como el proceso en vivo de la fabricación de algunas de las piezas que luego podremos comprar. Maestros chocolateros realizan unas preciosas obras de arte en chocolate y, por un precio un poco alto (casi 50€, puedes realizar una tableta personalizada con los ingredientes que desees en 45 minutos).

 


También veremos el proceso de fabricación de unas bolas de chocolate que nos darán a probar al final del recorrido. Como veis, si os gusta el chocolate acabaréis con el paladar satisfecho.

 

La siguiente zona me gustó especialmente, pues realiza un recorrido por la historia del chocolate desde sus inicios, descubiertos en un yacimiento de Ecuador de hace 5500 años. Esta parte, enfocada como un museo, muestra diversas piezas de escultura mesoamericana relacionadas con el cacao, una bebida considerada divina por aquellas culturas, como los mayas.


 

Los españoles fuimos los que trajimos el chocolate a Europa y veremos como esta bebida se puso de moda entre las clases pudientes. Vajillas lujosas de chocolate se expandieron por las cortes europeas.

 

Por último, recorreremos una parte dedicada a la industrialización del chocolate. Aquí podremos admirar carteles antiguos, así como diferentes máquinas expendedoras de chocolate, ordenadas cronológicamente.

 


El final de la exposición se dedica a una idea: el chocolate es un sentimiento. A través de diez estaciones se simbolizan los sentimientos que despierta el chocolate. Veremos un gran corazón que late al tocarlo, representando el amor; un diamante, como representación del chocolate de lujo; un conejo Lindt, símbolo de la festividad; o los coloridos M&Ms, símbolo de la amistad.

 

Podemos interactuar con un emoji triste al que, si subimos su nivel de azúcar en sangre le cambiaremos su estado furioso por otro de buen humor. Veremos la vaca de Milka, el huevo de Kinder y carteles nostálgicos de chocolates.

 

A la salida nos obsequiarán con alguna chocolatina más para llevarnos a casa y en la tienda podréis comprar chocolate que habéis visto producir, así como muchas otras figuras.

 

En definitiva, un espacio divertido donde disfrutarán niños y mayores de uno de los vicios más suculentos de nuestra sociedad.

 

5.    Museo Farina

 

Puede que muchos no asociéis el perfume llamado Agua de Colonia con esta ciudad, pero su denominación nos indica justo lo que es. Aquí se inventó y se difundió por el mundo esta fragancia, aunque no por un alemán, sino por un italiano. El edificio de la casa Farina es una tienda-museo en donde descubriremos el origen y la fabricación de este perfume.


 

Juan María Farina fue un perfumista italiano que se instaló en la ciudad hacia 1709. Junto con su hermano, y tras realizar investigaciones sobre perfumes, creó el Agua de Colonia, la primera denominación registrada como marca de perfume más antigua del mundo. Su nombre era un homenaje a la ciudad donde se creó.

 


En el museo vamos a descubrir lo especial que era este nuevo invento. Al contrario que los cargados perfumes franceses (capaces de ocultar la falta de higiene, pero también de colapsar el olfato), mucho más aceitosos, esta Agua de Colonia era una fragancia muy fresca, ligera.

 

En verdad, se puede considerar al invento de Farina el primer perfume moderno, pues es lo más similar a lo que utilizamos hoy en día. Y tal difusión tuvo su fragancia que, como muchas otras marcas de éxito, han quedado solidificadas en el acervo cultural para denominar todas las colonias existentes en el mundo (algo así como llamar pan Bimbo al pan de molde, o Google a cualquier buscador).

 

Este perfume de Farina estaba realizado con alcohol al que se le añadían una mezcla de aceites esenciales cítricos (limón, naranja, bergamota, mandarina, lima, cedro, pomelo), así como una mezcla secreta de hierbas cuya receta se atesora en un libro familiar expuesto en el museo. Esta agua perfumada es fabricada hasta la fecha de acuerdo a la receta original por la casa Farina y se encuentra patentada como Eau de Cologne.

 

Este perfume estaba destinado para las clases más altas de la sociedad. Los frascos donde se vendían eran pequeños y alargados y su precio rondaba los seis salarios de un trabajador. Por ello, entre sus clientes encontramos al Kaiser Carlos VI, Fernando VI, rey de España, Goethe, Voltaire, Mozart, Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar y la reina Victoria de Inglaterra, entre otros. Por supuesto, se trataba de una fragancia unisex.

 

Gracias al agua de Colonia, la ciudad de Colonia fue reconocida en Europa en los siglos XVIII y XIX como “Ciudad de Fragancias”.

 

La fabricación actual se realiza en unas instalaciones fuera del centro de la ciudad. Hoy en día, este lugar se ha convertido en museo (interesante ver la evolución de las botellas) y en tienda donde poder adquirir este perfume tan singular y con tanta historia.

 

Cuando apreciéis su olor descubriréis si son ciertas las palabras que Farina dejó escritas sobre su invención: “He descubierto un perfume que me hace recordar un amanecer italiano, narcisos de montaña, azahares de naranjo justo después de la lluvia. Me refresca y refuerza mis sentidos y mi fantasía”.

 

No puedo despedir este apartado sin mencionar a la competencia directa del Agua de Colonia de Farina. Me refiero a la marca de agua de Colonia más famosa del mundo en la actualidad: 4711.

 

Me atrevería a decir que, tras los automóviles, 4711 es uno de los artículos de marca alemanes más conocidos en el mundo. No en vano, su publicidad está en todos los rincones de la ciudad.

 


Si visitáis Colonia descubriréis alguna que otra tienda de 4711 por el centro de la ciudad. Su nombre proviene de que la tienda original estaba situada en la calle Glockengasse número 4711 (numeración que le dieron los franceses cuando invadieron la ciudad).

 


Hoy en día ocupa el número 4 y os animo a visitarla, pues es un edificio muy bonito, con un carrillón que tiene una melodía cada hora.

 

En el interior existe un fresco donde aparece un oficial francés a caballo que escribe el número 4711 en lo alto de la fachada de la casa situada en la calle Glockengasse. No es algo real, sino un producto de marketing exitoso, pues tomaron como modelo una obra de Golbein.

 


Debo indicar que, originalmente, 4711 no era su nombre. Wilhelm Mülhens, un perfumista alemán, había obtenido su fragancia, según cuenta la leyenda, un 8 de octubre de 1792 de un monje cartujo. Este monje obsequió al comerciante alemán con la receta secreta de un “aqua mirabilis” (agua milagrosa) destinada para perfumarse. Inspirado por este regalo, Mülhens fundó una pequeña fábrica en la calle Glockengasse de Colonia, Alemania, donde comenzó a producir y vender esta fragancia única.

 

En 1803 Wilhelm Mülhens compró una licencia y los derechos de una compañía a Carlo Francesco Farina en Bonn. Nada tenía que ver con el Farina que inventó el Agua de Colonia, pero estaba claro que deseaba usar su nombre para vender mejor su producto. Y no era el único, pues las licencias falsas que se vendieron con el nombre de Farina inundaron el mercado con imitaciones falsas. Es lo que tiene cuando un producto triunfa tanto, ¿verdad?

 

Por supuesto, Farina no se quedó de brazos cruzados y demandó a todos aquellos que utilizaban su nombre tan alegremente, ganando todos los juicios sobre el uso de su nombre. Cuando en 1881 se le prohibió usar este nombre fue cuando la familia Mülhens, para seguir vendiendo su fragancia, se decidió a cambiarlo por la famosa numeración del lugar que ocupaba la tienda en Colonia.

 

Empezó entonces una guerra de marketing en donde 4711 y el Agua de Colonia de Farina se disputaban el mismo espacio comercial. Farina tenía la invención del producto, pero 4711 se dedicó a llenar la ciudad de publicidad, alabando las bondades de su fragancia. Esta decisión fue acertada, pues 4711 fue ganando clientela y notoriedad, hasta comerse, comercialmente hablando, a la fragancia de Farina. Hoy en día seguro que conocéis más esta marca que la original, ¿no es cierto?

 

Lo anterior se debe a que 4711 se puede adquirir en nuestro país, mientras que para comprar la fragancia de Farina debemos ir hasta Colonia.

 

De lo que si puede presumir la empresa 4711 es que es la más antigua de las dos. Farina ha sido una empresa que ha tenido que ser reflotada en diversas ocasiones, mientras que 4711 se ha mantenido sin cerrar, aunque ha pasado por varias transiciones de propiedad: en 1994 fue adquirida por Wella AG, luego por Procter & Gamble en 2003, y finalmente, en 2006, la marca fue vendida a Mäurer & Wirtz, una empresa familiar con sede en Aquisgrán, Alemania.

 

4711 Original Eau de Cologne se caracteriza por su composición fresca y equilibrada. Las notas de salida incluyen limón, bergamota y naranja, que aportan una frescura cítrica inmediata. En el corazón, la lavanda y el romero ofrecen un matiz aromático y relajante, mientras que las notas de fondo de neroli y petitgrain añaden profundidad y persistencia a la fragancia. Como podéis imaginar, la fórmula original se mantiene inalterable a pesar del paso de los años.

 

¿Cuál es la fragancia que más os gusta? Si probáis ambas descubriréis que son fragancias totalmente diferentes. Farina mantiene una originalidad y una fragancia única que la hace tan especial como cuando se inventó (y sumamente cara), mientras que 4711 tiene un olor más semejante a la colonia Nenuco, con toques frutales, y es mucho más económica.

 

Hasta aquí mi selección. En breve realizaré otro artículo profundizando en los museos e iglesias más importantes de la ciudad.

 

Hasta la próxima

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario