La relación de Madrid con el agua le viene de antiguo.
Seguro que conocéis uno de los lemas de la antigua Mayrit musulmana: “Fui
sobre agua edificada, mis muros de fuego son”.
Si la segunda parte se refiere a las murallas, que al
ser edificadas con sílex provocaba un destello de luz cada vez que una flecha
chocaba contra sus muros; la primera parte se refiere a la Matrice
visigoda, que podemos traducir como “madre de aguas”. Toda la región madrileña
se conocía por los visigodos con este nombre. Y si los musulmanes fundaron una
ciudad aquí fue por la riqueza de sus acuíferos y arroyos.
Tomando lo anterior como excusa os voy a descubrir una
de las fuentes más desconocidas de Madrid. ¿Os animáis a descubrirla?
En la escasamente céntrica calle Bravo Murillo, 49,
sobre la pared lateral del Primer Depósito del Canal de Isabel II, se encuentra
la primera fuente que recibió el agua del río Lozoya, lo que en su época fue un
hito del abastecimiento urbano.
Pero, además de su importancia funcional, esta fuente
tiene como interés artístico que se realizó inspirada en la famosa fuente de
Roma, la Fontana di Trevi. Por ello, muchos la conocen, salvando las
distancias, como la Fontana di Trevi madrileña. No tendrá su
magnificencia, pero la inspiración es evidente, tanto en la configuración como
en el grupo escultórico que la decora.
Fue construida por el ingeniero Juan de Ribera
Piferrer en 1858, siguiendo el estilo neoclásico imperante entonces. Concebida
como un arco del triunfo clásico, en la hornacina central se encuentra una
escultura masculina, personificación del río Lozoya, tallada por Sabino Medina.
A ambos lados, escoltándole en hornacinas rectangulares, las esculturas de la
Agricultura, del escultor compostelano Andrés Rodríguez, y de la Industria, del
madrileño José Pagniucci Zúmel.
Aunque se pasó mucho tiempo vallada y oculta al
público, hace poco que el Ayuntamiento decidió ponerla en valor y abrirla para
el disfrute de todos los que quieran acercarse hasta ella.
Hasta la próxima
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