Vamos con la segunda fotografía falsa. Al
igual que la anterior fue tomada a mediados del siglo XX, en blanco y negro y,
los protagonistas, son una pareja que se está besando.
¿Os interesa saber la historia real que
esconde esta fotografía histórica?
La tarde del 15 de agosto de 1945 Japón se
rendía ante las fuerzas militares estadounidenses debido a la imposibilidad de
enfrentarse a las bombas atómicas lanzadas el 6 y 9 de agosto sobre Hiroshima y
Nagasaki.
Debido a la diferencia horaria, la noticia
se anunció en los Estados Unidos el 14 de agosto, considerado a partir de
entonces el Día de la Victoria sobre Japón (V-J Day). Tras la noticia
dada por el presidente estadounidense Truman, la multitud salió a la calle a
celebrarlo. En Nueva York, Times Square se llenó de gente alegre festejando el
final definitivo de la Segunda Guerra Mundial. Y allí un fotógrafo llamado Alfred
Eisenstaedt tomó una de las fotografías más románticas de la historia, un beso
que tituló V-J Day in Times Square.
Un icono que pasó a la historia como la
expresión de alegría y amor entre un marinero y una enfermera. Un símbolo que
oculta, como veremos, una historia mucho menos romántica de lo que parece
mostrarnos la imagen. No estamos ante una pareja enamorada celebrando la
victoria.
Alfred Eisenstaedt nos relata como tomó la
fotografía: “En Times Square durante el día de la Victoria, vi a un marinero
a lo largo de la calle que agarraba a todas y cada de las chicas que se ponían
a su alcance. Tanto si pudieran ser su abuela, fueran altas, delgadas o viejas,
no hacía distinción. fui corriendo atrás mirando por encima del hombro con mi
Leica, pero ninguna de las tomas que hacía me agradaba. De repente, como un
destello, vi algo que se me grabó. Me di la vuelta y capturé el momento justo
en que el marinero besó a una enfermera. Si ella hubiera llevado un vestido
oscuro jamás me habría dado cuenta. Nunca habría disparado la toma, o si el
marinero hubiera llevado uniforme blanco, lo mismo. Realicé cuatro tomas. Fue
en apenas unos segundos”.
Tal como nos comentó el fotógrafo, la
escena no mostraba a una pareja enamorada, sino a un marinero robando un beso a
una enfermera. No fue un caso único, sino uno de los muchos abusos que tuvieron
que soportar aquellas mujeres.
En su momento la identidad de los
protagonistas fue desconocida y, posteriormente, debido a la repercusión que
tuvo la fotografía, varios fueron los que reclamaron el protagonismo. Para el
marinero se llegaron a presentar 11 personas, siendo finalmente descubierto
el marinero protagonista gracias al reconocimiento facial. Su nombre era,
falleció en 2016 con 96 años, George Mendonsa.
El relato que nos contó de aquel momento
cuadra perfectamente con las palabras del fotógrafo: “Fue hace años en Times
Square, cuando estábamos celebrando el final de la guerra. Yo llevaba unos
tragos… no sabía a quién había agarrado. Sabía que ella llevaba el uniforme de
enfermera”.
Mendosa había quedado con la sobrina del
marido de su hermana y, durante la cita, se enteraron de la noticia del final
de la guerra. Como tantos otros, salieron a la calle a celebrarlo: “La gente
se puso tan feliz… todo el mundo fue a Times Square a celebrar. Había un millón
de personas allí. Mi cita y yo entramos en el Childs Bar y el camarero puso
todos los vasos en la barra y volcó alcohol en todos. Yo bebí todo lo que
sirvió”.
Fue más tarde, al salir del local con
varias copas en el estómago, cuando se cruzó con la enfermera anónima y la besó
en la boca de manera apasionada. Sin mediar palabra o consentimiento alguno: “Si
no hubiera tenido puesto ese uniforme, jamás lo habría hecho […] Pero lo
hice por todo lo que recordaba. Después del beso, seguí mi camino y ella siguió
el suyo, no pensó en nada más…”.
Aquel beso no pareció importarle demasiado
a su cita, la que al final terminaría siendo su esposa. Ni a nadie de los que
allí festejaban. Un beso robado en 1945 no parecía ser ningún problema.
Faltaba la opinión de la enfermera. Y,
como en el caso del marinero, fueron varias las candidatas que se postularon a
ser las protagonistas. Dos fueron las mujeres que parecían tener más papeletas
de ser sus testimonios verídicos: Edith Shain y Greta Friedman.
La primera declaró que permitió al
marinero que la besara, dando a entender un consentimiento implícito: “El
muchacho me agarró y yo cerré los ojos. Le dejé besarme, porque había estado en
la guerra, luchando por todos nosotros, y me sentí feliz de hacerlo. Después me
dejó sola y me marché”.
Ahora bien, Friedman manifestó otra opinión
al respecto: “Sentí que él era muy fuerte. Me apretaba. No estoy segura del
beso. Solo era alguien que celebraba. No fue algo romántico”. Aunque Greta
nunca llegó a utilizar las palabras acoso sexual, resulta evidente que aquel
había sido un beso robado sin su consentimiento.
La mayoría de expertos piensan que
Friedman es la verdadera protagonista de la fotografía
y, analizando la instantánea con el prisma actual de valores (ya sé que es un
anacronismo), no podemos dejar de ver que la fotografía que todos pensábamos
era el icono romántico del final de una guerra, en verdad, se trataba de un
abuso sexual a una mujer. Algo, al fin y al cabo, muy poco edificante como celebración.
Y esta es la mentira que escondía esta
fotografía y que deseaba mostraros. Como una imagen aparentemente romántica
cambia totalmente su significado cuando conocemos los pormenores que rodean a
sus protagonistas. Aquí la mentira no está en la fotografía en sí, sino en
lo que el pensamiento colectivo convirtió a aquella escena. La mentira estriba
en el relato que acompañó a la instantánea y que nadie decidió rebatir en su
momento.
Hoy en día nuestra sociedad ha
avanzado en el respeto hacia el prójimo y, en concreto, hacia las mujeres.
Baste comparar esta fotografía con el escándalo que produjo el beso robado del
Presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, a la
futbolista Jenny Hermoso durante la celebración del Mundial Femenino de Fútbol de Australia/Nueva Zelanda 2023.
Dos imágenes icónicas muy similares que permiten comprobar hasta que punto
existen avances en el seno de la sociedad respecto a los derechos de la mujer.
Dos imágenes que mostraban un gesto de poder abusivo de un hombre sobre una
mujer.
Como curiosidad final indicar que Eisenstaedt
no fue el único que captó aquel momento. Victor Jorgensen, otro fotógrafo, tomó
aquel instante también, aunque desde un plano más lateral y sin Times Square al
fondo. Aunque fue la foto que se publicó al día siguiente en el New York Times,
la instantánea de Eisenstaedt, publicada en la Revista Life, sería la que
a la postre se llevara toda la fama.
Hasta la próxima
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